Capítulo 12
6 de enero de 2019
Era el cumpleaños de Ben Robson, un amigo del colegio de los niños. Bianca iría a recoger a Jude para llevarlo junto con Luke al cumpleaños. Meg se alegró mucho de verla esa mañana, pues la doctora pasó varios días en casa de la familia de George y no habían hablado de los últimos acontecimientos.
―¡Meg! ―Su amiga la abrazó con cariño.
―¡Hasta que al fin regresas! Luke, cariño, ¿qué tal el viaje?
―¡Todo bien! Salvo por mi prima que llora mucho y no deja dormir en las noches ―se quejó―. ¿Dónde está Jude?
―En su cuarto, puedes pasar. ―El niño se fue corriendo―. Espero que no le cuente a Jude sobre su prima bebé, porque tal vez a nosotros nos suceda igual y no podamos dormir. ―Se rio.
―¿Pero el bebé no va para casa de Lucien? ―Bianca no entendía nada. ¿Por qué Jude se quejaría de un bebé llorón si aquel niño era hijo de Lucien? Salvo que… ―. Espera, no me digas que…
―¡Sí! ―le confirmó su amiga―. Lucien y yo estamos juntos desde el día de Noche Vieja. Se apareció aquí y… ―Se ruborizó―. En fin, estamos felices.
Bianca le dio un fuerte abrazo. Lucien no era su persona favorita, pero si la hacía feliz ya ganaba unos cuantos puntos con ella.
―¡Hasta que al fin sucedió! Qué calladito te lo tenías. Por favor, cuéntamelo todo…
―Vayamos a mi habitación para hablar con mayor tranquilidad. Todavía tenemos algunos minutos.
Meg le narró a su amiga cómo sucedieron las cosas ―al menos lo que podía contarse, sin entrar en detalles demasiado íntimos―. Le advirtió que Jude aún no sabía nada pero que iba a decírselo muy pronto y le habló de la propuesta de Lucien de irse a vivir juntos, algo que todavía no había decidido.
―¡Vaya! ¡Sí que me he perdido de cosas!
―Unas cuantas. ―Rio Meg.
―Yo opino que debes decirle a Jude. Hay cosas que no se pueden ocultar y los niños son muy inteligentes.
―Lo sé, se lo diré hoy ―cedió al fin―. Solo me preocupa que no logre entender todo como realmente es. Recuerda que cuando supo del embarazo creyó que iba a regalar al bebé. Ahora sucede que Lucien y yo somos novios, y estoy un embarazada de un bebé que es suyo, pero no mío… Es un tanto difícil de comprender.
―Sí, tienes razón.
―A veces me recrimino a mí misma por no haberle hablado a Lucien de mis sentimientos antes de la inseminación. Si así lo hubiese hecho, tal vez el bebé fuera mío y las cosas serían más sencillas.
―Meg, es cierto que el bebé no es genéticamente tu hijo, pero serás su madre ―reflexionó la doctora―. Estoy convencida de que lo amarás como si fuese tuyo. Lo mismo sucede con los niños adoptados. Cuando uno ama simplemente no hay diferencia alguna. Y en este caso, es hijo del hombre que quieres.
―No me has comprendido. ―Los ojos de Meg se llenaron de lágrimas―. Yo quiero al bebé y cuando nazca será mi hijo. Si se desarrolló de un óvulo de otra mujer no me importa en lo más mínimo. La condición de madre es más que la genética y yo tendré el privilegio de traerlo al mundo.
―Ahora sí que no comprendo nada…
Las lágrimas de Meg comenzaron a bajar por sus mejillas, se sentía como una tonta. Tal vez fueran las hormonas.
―Lo que me preocupa de todo eso, es que en un futuro mi relación con Lucien no funcione. Imagina que llevamos uno o dos años juntos. El bebé ya nació y yo lo amo como si fuese mi hijo, pero legalmente será suyo. Yo firmé un contrato de maternidad subrogada donde acepto renunciar a la custodia del bebé. En ese caso, si Lucien rompiera conmigo, se quedaría con el niño y yo no podría soportar perder a mi hijo, porque lo sentiría como propio.
Bianca asintió, ahora entendía la gravedad de lo que decía Meg.
―Amiga, no puedes iniciar una relación pensando en que terminarán ―le aconsejó―. Si continúas pensando en eso no podrán progresar como pareja y eso sí que es un problema. Por otra parte, entiendo tu temor, pero incluso en el caso de que eso sucediera no creo a Lucien capaz de separarte de tu hijo. Eso sería monstruoso y él ha demostrado que es buena persona.
―Sí, lo sé. ―Meg asintió, era cierto que Lucien la quería.
―Además, eso que me estás diciendo tiene solución ―prosiguió la doctora―. Si Lucien se casa contigo, podrás iniciar el proceso de adopción del bebé. Tus derechos y deberes respecto al niño serán los mismos que si fuese tu hijo biológico.
Meg se enjugó las lágrimas, aquella posibilidad no la había pensado y sería la solución perfecta.
―¿Crees que Lucien quiera casarse conmigo?
―Espero que sí ―respondió su amiga―, pero tal vez en un futuro puedas explicarle tus temores, si él no da el siguiente paso. De cualquier forma, Meg, apenas están comenzando. No te atormentes con ideas absurdas de separación… Lucien te quiere y se ha acercado a ti porque ya no tiene ninguna duda. Sabes que yo tenía mis reservas respecto a él, pero estoy contenta por cómo se ha comportado contigo. Y si para progresar al siguiente nivel debes mudarte a Beverly Hills pues te digo, cariño, que me encantará visitarte por allá…
Meg soltó una carcajada al escucharle hablar de esa manera. Le alegraba que hubiese tomado las cosas así.
―Está bien, tal vez lo haga. Todo depende de cómo Jude se tome la relación de nosotros.
―¿Tienes alguna duda? Esos dos se quieren muchísimo, y en ese sentido no podías haber escogido mejor figura paterna para Jude.
La conversación se interrumpió pues ya era la hora de partir para el cumpleaños de Ben; los chicos estaban muy animados y Meg se alegró de ver a su hijo tan contento. Esperaba que la noticia la tomara, en efecto, con igual alegría.
Luego de despedir a su hijo, Meg condujo hacia Beverly Hills. Lucien le había anunciado que estaba cocinando así que no quería interrumpir su labor creativa ya que dudaba y mucho, que el actor tuviera tales dotes culinarias.
Como en efecto, cuando llegó, se encontró a Lucien rodeado de humo y la alarma antincendios se activó rociándolo de agua. Ahora estaba empapado y con la comida quemada.
―¿Tengo que rescatarte otra vez de las llamas? ―bromeó ella.
―No estaría mal. ―Lucien le sonrió y corrió a verla. No se acercó mucho pues no quería mojarla―. Lo siento, amor, creo que he arruinado el asado y nuestra cita.
―No pasa nada, encargaremos comida de algún sitio, ¿qué te parece?
―Genial. ―Él suspiró, aliviado―. Iré a cambiarme. ¿Subes conmigo? Quiero que conozcas nuestra habitación…
Meg frunció el ceño y sonrió.
―Está bien, subo, pero solo si te comportas.
―Por supuesto.
Meg lo acompañó. La habitación era grande, pero mucho menos que la de Malibú. Ella lo agradeció pues era un ambiente más acogedor. Lucien entró al baño a ducharse con agua caliente y al cabo de unos minutos salió envuelto en una toalla. Nada más verlo su corazón comenzó a latir aprisa y desvió la mirada. No habían vuelto a tener intimidad, pues Lucien no podía quedarse en su casa y Jude estaba en el hogar todo el tiempo pues estaba de vacaciones.
Meg tragó en seco e intentó mantenerse centrada en lo que iría a decirle.
―Voy a decirle a Jude sobre nosotros esta noche.
Lucien se acercó a ella y le dio un beso en la frente. Su cabello estaba húmedo.
―¿Quieres que esté contigo?
―No, creo que puedo sola. Espero que todo salga bien.
―Todo saldrá bien. ―Lucien se sentó a su lado. Por la posición la toalla se abrió un poco y Meg apenas podía hablar.
―Hay algo más. Si todo está bien creo que podremos mudarnos para acá. Quizás no de una vez, pero sí acostumbrar a Jude a pasar tiempo aquí ―le confesó―. Me gustaría que conservara su habitación con sus cosas y lentamente ir creándole otro espacio en esta casa en donde se sienta cómodo.
―Me hace muy feliz que me digas eso. ―Lucien le dio un beso en los labios que la hizo temblar―. Ven conmigo un momento, quiero que veas algo.
Meg no sabía a qué se refería, pero le hizo caso. El actor salió de la habitación con su indumentaria y cruzó el pasillo para abrir la puerta que estaba enfrente. Al entrar, Meg advirtió que se trataba de una hermosa habitación infantil. Lo más bonito de todo era que el color de las paredes ―recién pintadas, a juzgar por el olor―, y los muebles, recordaban a los de la habitación de Jude. También había juguetes, libros, y un cactus. Lucien no había olvidado nada.
―¡Dios mío! ―exclamó―. Es preciosa, pero… ¿Cuándo hiciste eso?
―Esta semana. ―Le sonrió orgulloso―. Estoy seguro de lo que quiero y cuando hablamos sobre la posibilidad de que se mudaran no lo pensé dos veces y mandé a acometer la obra. Es difícil encontrar a personas dispuestas con tan poca previsión y en vacaciones, pero todo es posible. Espero que le guste a Jude.
―Le encantará.
―Mandé a decorar el espacio con muebles parecidos a los suyos, para que no echara de menos su antigua habitación. Imaginé que querrías conservarla. También tengo una habitación para el bebé, pero está vacía y no he querido hacer nada aún porque es algo que deseo que hagamos juntos.
Meg lo abrazó para darle un beso. Cuando le hablaba así se desvanecían sus dudas respecto al futuro y sabía que nada podría salir mal.
Regresaron a la habitación, pues Lucien podía refriarse por como iba a vestido. Sin embargo, un beso fue llevando a otro y cuando quedó privado de la toalla llegó el turno de Meg de desnudarse. Ella cerró los ojos. La vez anterior estaba en la penumbra, pero en esta ocasión no.
Lucien le sacó con cuidado el sweater mostaza que llevaba, dejando al descubierto su torso cubierto únicamente por el sujetador. Meg se descalzó las botas de color marrón que llevaba, y bajó la mirada.
―Eres hermosa ―susurró él levantándole el mentón.
Ella se estremeció al escucharlo. Verlo desnudo no ayudaba en nada, pero sus palabras de amor y la emoción contenida en su voz la hacían temblar.
Fue él quien desabotonó su jean y la hizo recostarse en la cama para sacarlo por las piernas. Casi desnuda, Meg era la encarnación de la felicidad más perfecta. Su felicidad.
Lucien la abrazó muy íntimamente, mientras la besaba. Sus manos acariciaron la espalda de ella y con habilidad la libraron del sujetador. Ella suspiró una vez más al sentir el contacto de su piel con la suya. Temblaba al sentirlo palpar cada rincón de su piel y tomar en sus manos sus pechos de una manera erótica y perturbadora.
La cascada de besos indetenibles desencadenó en ambos una oleada de placer. Meg se sintió perdida desde el primer momento, sumergiéndose en la más estremecedora de las sensaciones. Esta vez, la protección no faltó, pues Lucien estaba preparado para cumplir con todas las exigencias médicas.
Seducidos por el amor que compartían, se unieron lentamente, anhelantes, febriles y rebosantes de dicha. Meg acarició la frente de Lucien empapada en sudor, sonriendo ante la aproximación del éxtasis. Llegaron juntos, y él permaneció por unos minutos en la misma postura, abrazándola, dándole un beso y susurrándole al oído cuánto la amaba.
Luego de pedir comida a un restaurante, Meg y Lucien se abrazaron como dos adolescentes en el sofá del salón de cine, para ver una película. Él se sirvió una copa de vino y Meg tenía un jugo de durazno. Lucien le había pedido que escogiera el filme, con una única condición: que no saliera él. Era como único podía despejar: viendo algo no protagonizado por su persona y había tanto por escoger que la elección fue sencilla para ella: “Qué esperar cuando estás esperando”, una comedia sobre maternidad.
―¡Oh! ―Rio―. Eso es para que me haga una idea de lo que me espera, ¿no?
―Por supuesto. ―Meg también le devolvió la sonrisa―. Espero que seas un súper papá.
―Nuestro bebé tendrá a los mejores padres ―respondió antes de darle un beso en los labios. Meg quedó conmovida por sus palabras, y sintió que no tenía nada que temer. Ella también sería una madre para ese bebe y todos juntos conformarían una familia como deseaba.
Tomados de las manos vieron la película. Por momentos Meg recostaba su cabeza en el hombro de él y Lucien le daba pequeños besos en la coronilla. Qué bien se sentía estar así. Era un momento invaluable para ella y sumamente especial. Lucien se notaba tan a gusto y feliz que poco a poco Meg olvidó sus preocupaciones y miró al futuro con esperanza e ilusión.
Cuando la película terminó, el propio Lucien llevó a Meg a casa, ya que Bianca aparecería con el niño en cualquier momento.
―¿Estás segura que no quieres que me quede para hablar con él?
―No, todo estará bien. No te preocupes, Lucien.
―Por favor, llámame después para saber. Me quedo algo preocupado―. No dejaba de ser bonito verlo inquieto, eso evidenciaba cuánto en realidad les importaba.
―Lo haré. ―Meg le dio un último beso y se despidió.
Bianca arribó con los niños poco después. La habían pasado de maravillas en el cumpleaños de Ben y luego de la fiesta Bianca los llevó a su casa para que continuaran los juegos. Meg se lo agradecía pues su apoyo fue clave para tener un día de intimidad con Lucien.
La doctora se despidió, pues estaba cansada. Meg se quedó con su hijo. Luego de que tomara un baño se acostó con él en la cama para conversar más sobre la fiesta. Jude tenía un excelente estado de ánimo, así que Meg se llenó de valor para hablar con su hijo.
―Cariño ―comenzó, mientras le despejaba la frente de los rebeldes mechones que nublaban sus ojos―, hay algo que me gustaría decirte.
―¿Qué? ―Jude era muy inteligente y se percató de que algo sucedía.
―Sabes que quiero mucho a Lucien y él a nosotros; con motivo de su bebé nos hemos unido más en los últimos días y… ―dudó. No sabía cómo decirlo.
―¿Son novios? ―dedujo el pequeño.
―Sí ―confirmó con un suspiro―. ¿Cómo te hace sentir eso?
Jude dio un salto en la cama y la abrazó eufórico.
―¡Qué bueno, mamá! ―exclamó―. Lucien es como mi papá.
―Así es. ―Meg le dio un beso, estaba muy feliz con su reacción―. Me alegra que estés contento con esto. Queríamos que lo supieras.
―Estoy feliz, mamá, pero… ―Su cabeza se confundió un poco―. ¿Y el bebé? ¿Es o no mi hermano?
Meg tomó aire para explicar esa parte, sin duda la más complicada de todas.
―Ya te explicamos que el bebé es hijo de Lucien y que yo lo estoy cuidando ―le contó―. Sin embargo, como ahora estamos juntos y somos una pareja, yo seré la mamá del bebé, del mismo modo que Lucien es un padre para ti. Así que puedes considerar al bebé tu hermano, pues crecerán juntos.
―¡Genial! ―Jude volvió a abrazarla―. ¡Un hermano y un padre! ¡Somos una familia más grande!
Meg le sonrió, cada vez más alegre con el resultado de la charla. Esa noche, los dos hablaron con Lucien y le transmitieron al actor su entusiasmo. Él terminó la conversación muy contento, y por primera vez en mucho tiempo, percibió que estaba, al fin, en el camino correcto.
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