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• Parte 7

Septiembre

Habían pasado muchas semanas después de la última y segunda vez que vio a su madre biológica, pero Felicity se sentía aliviada porque supo que a su corta edad no era parecida a la mujer que la había parido, se asemejaba más a su padre que lo amaba con todo su ser, aunque su rostro era al de su madre.

Se estaba preparando para el inicio de clases luego de haber tenido unas hermosas vacaciones de verano y salió de su cuarto para encontrarse con su madre del corazón que la estaba esperando en la entrada de la finca para irse al colegio. Las dos se tomaron de la mano y se fueron rumbo al instituto con una sonrisa.

Dentro del coche las dos se pusieron a charlar y la nena le dijo entusiasmada lo que les contaría a sus amigas de grado.

—¿Qué les vas a contar? —le preguntó mirándola a través del espejo retrovisor.

—Que tengo tu apellido también —chilló de alegría.

La mujer se rio contenta también.

—Me alegro de que te guste, cariño —le sonrió y la niña se la correspondió también—. Estoy muy feliz de tenerte como hija, eres una nena muy buena y hermosa.

—Gracias, yo también estoy feliz de tenerte como mamá —le dijo, vio que se detuvieron en un semáforo en rojo y se desabrochó el cinturón de seguridad para acercarse a ella y darle un beso en la mejilla.

Antes de que avanzaran otra vez, regresó al asiento para colocárselo de nuevo.

Durante todo el día ambas se la pasaron en el colegio, pero en diferentes grados, en el horario del primer recreo, la secretaria se acercó a Orquídea para comentarle sobre una vacante permanente.

—¿Otra vacante? ¿Qué pasó? —Levantó las cejas quedándose sorprendida.

—Sí, la maestra se va de Manitou Springs porque al marido le salió un trabajo en otro estado y se mudarán allí, estarías a cargo de todos los grados de intermedio y superior, incluyendo el grado de Felicity.

—¿En serio? —preguntó sin poder creerlo aún.

—Sí, si lo aceptas, luego te daré bien detallado todo, las materias que tendrías que enseñar para cada grado. No es mucho, porque ella tenía repartido los días y las horas, así que, es bastante flexible la rutina, incluso tiene un día libre de la semana.

—Creo que no tengo mucho que pensarlo, lo acepto —dijo contenta.

—Perfecto, te enviaré por correo electrónico la planilla con todo lo que te comenté y si necesitas sacarte alguna duda, me la puedes escribir en el mismo correo que te envío.

—De acuerdo, muchas gracias, Charlene.

Cuando el receso finalizó, todos volvieron a sus puestos de trabajo.

A la salida del colegio, las dos se metieron dentro del coche y charlaron sobre cómo les había ido durante el día primer día de clases después de las vacaciones de verano.

Dentro del cuarto de Felicity y mientras ella se ponía una ropa cómoda, Orquídea le revisaba lo cuadernos por si había algún comunicado y lo que había hecho aquel día.

—¿Qué opinas si te digo que seré una de tus maestras?

La nena se giró para mirarla con asombro.

—¿En serio?

—Sí, en serio, hoy Charlene me lo comentó y acepté, tendré varios cursos más aparte del que estoy supliendo y el tuyo.

—Me encanta la noticia —se acercó a ella y la abrazó por la cintura con alegría.

—Me alegro mucho —sonrió también dejando el cuaderno y acariciándole las mejillas.

—¿De qué me perdí? —preguntó Nate asomándose al cuarto.

—Mamá será mi maestra y de varios chicos más.

—¿Es cierto? —Levantó las cejas mirándola con atención.

—Sí, le estaba diciendo a Felicity que Charlene me preguntó si quería los cursos que tenía Stacy porque se muda a otro estado por el trabajo de su marido y acepté.

—¡Felicitaciones! —le respondió alegrándose por ella y dándole un beso en los labios.

—Gracias, estoy muy contenta la verdad.

—No es para menos, habrá que ir a festejarlo, ¿qué dices, solcito? —Miró a su hija.

—Yo creo que sí —asintió con la cabeza también y dándole una sonrisa.

—Ya está todo arreglado, a la noche nos iremos a festejar.

—De acuerdo —rio por lo bajo la joven mujer.

Luego de dejarlas solas de nuevo, él fue a la cocina para probar la comida que estaba preparando Ofelia para el almuerzo.

Casi cuatro meses después del inicio de clases y de entrar en pocos días al nuevo año, Orquídea creyó que la noticia se la tenía que contar primero a su hija antes que, a su marido, porque quería y porque pensaba que iba a ponerse contenta.

La encontró intentando dibujar algo que veía a través de un libro de cuentos.

—¿Qué haces? —Pispeó su madre.

—Tratando de dibujar esto —le señaló la imagen.

—Te está quedando bastante bonito.

—Gracias.

—¿Podemos hablar unos minutos? —La escuchó y ella levantó la cabeza para mirarla con atención—, no es nada que debas preocuparte, solo quiero contarte algo.

—¿Qué es? —Dejó el lápiz y le puso atención.

Orquídea se sentó en otra silla frente a ella.

—Bueno, en realidad no sé cómo empezar, la cuestión es que... —frunció un poco el ceño sin saber cómo abordar el tema—, ¿te gustaría ser la hermana mayor de alguien? —Se lo cuestionó sin vueltas.

—¿De alguien? —Unió las cejas porque se quedó muy intrigada—, ¿vas a tener un bebé? —Abrió más los ojos al tiempo que alzaba las cejas.

—Sí, lo supe por el médico al que fui la semana pasada, estoy de poquitos meses y todavía no se me nota la panza. ¿Te gusta la idea? Quiero que seas muy sincera conmigo, por favor, Felicity.

—Nunca me puse a pensar sobre eso porque antes no teníamos una buena relación mi padre y yo, y mucho menos creí que iba a tener una madre, pero ahora que todo cambió, me gusta mucho la idea, me entusiasma ser la hermana mayor del bebé —le expresó muy feliz—. ¿Tú no estás contenta?

—Claro que sí, pero quería saber lo que pensabas sobre eso.

—¿Papá qué te dijo? Se puso feliz, ¿no?

—Tu padre no lo sabe aún, eres la primera en saberlo.

—¿Por qué? —cuestionó sorprendida y algo confundida también.

—Creí que era lo correcto y también porque quise que lo supieras tú primero.

Felicity se levantó de la silla y la abrazó por el cuello escondiendo la cara contra su cuello. Orquídea la abrazó y la escuchó llorar.

—Gracias, mamá —se separó de ella.

—No tienes que llorar, preciosa —le dijo con cariño y secándole las lágrimas.

—Lloro de alegría y por saber que siempre me tienes primera para contarme algo.

—Te adoro mucho, Felicity y debería ser yo la agradecida contigo por permitirme estar con tu padre —le sonrió.

—Yo también te adoro, mamá. Nunca fuiste mala conmigo o de poca paciencia y eso me tranquilizó, supo que contigo podía hablar de lo que me estaba pasando y de cómo me sentía.

La mujer sintió sus ojos llorosos y le acarició las mejillas mientras le daba un beso en la mejilla.

—Tengo un par de botitas que tejí, ¿qué te parece si las ponemos dentro de una cajita que compré y se la damos a papá?

—Sí —asintió con la cabeza también.

Las dos salieron del dormitorio y caminaron directo al cuarto que una vez ocupó Orquídea, lugar que ahora lo tenía para tejer. Le mostró a su hija los escarpines de color verdecito claro y los puso dentro de la caja. Le armó un moño y las dos salieron de allí para ir al despacho en donde habían escuchado la puerta cerrarse.

La mujer dio unos golpecitos y él le habló para que pasara.

Nate alzó la vista encontrándose con ambas frente a él.

—¿Qué pasó?

—Tenemos que darte un pequeño regalo —dijo su hija.

—No es mi cumpleaños y tampoco una fecha especial.

—Ya lo sabemos —respondió Orquídea—, pero a veces los regalos se dan fuera de fechas así, solamente porque se quiere.

—Bueno, eso es cierto, ¿dónde está mi regalo? —interrogó mirando a una y luego a la otra.

—Abre la mano —dijo la joven y él le hizo caso.

Nathaniel miró con atención la pequeña caja que fue depositada sobre la palma de su mano.

—¿Qué es? ¿Un pañuelo? ¿Un anillo?

—No, ninguna de esas cosas —contestó su hija—, esperamos que te guste —le sonrió.

Puso la caja sobre el escritorio, le sacó el moño y la destapó. Quedó de piedra cuando se dio cuenta de lo que eran.

—Le quedarán bonitos, ¿no? —habló Orquídea refiriéndose al bebé.

Su marido se puso de pie y se acercó a ella sin pronunciar palabras. Nate solo la sujetó de las mejillas y se inclinó para besarla de buena gana. Luego la abrazó por la cintura y escondió el rostro en su cuello.

—Estoy muy feliz por esta hermosa noticia —respondió contra su piel.

—Me alegro de que lo estés —le dijo—, eres el segundo en saberlo, la primera fue Felicity.

—Me puso muy contenta de saber que voy a ser la hermana mayor —admitió.

—Me parece bien —asintió con la cabeza también—, hay que decírselo a nuestros padres, a Ofelia y a todo el que nos vea.

—Sí, a todos los que quieras, Nate —le acarició las mejillas y le dio un beso en la boca.

Los tres se abrazaron compartiendo aquel momento de dicha y felicidad. El ventanal que tenía la oficina daba a los campos de zinnias que ahora estaban cubiertas con algo de nieve mientras que el ambiente estaba decorado con elementos navideños sin contar con el aroma a pino que se esparcía por el lugar.

Desde que Nathaniel la había conocido las cosas de a poco empezaban a cambiar para mejor, y a pesar de que a él al principio le había costado reconocerlo, en su interior sabía que estaba sintiendo algo por aquella mujer que entró en sus vidas para ponerle alegría y color, sobre todo, él se permitió amar de nuevo.

Orquídea a pesar de lo que pensaba al principio de él, había llegado a conocer mejor al hombre que se escondía detrás de aquella fachada de seriedad, ese hombre que era caballero y amable, y cariñoso con su hija.

—Los amo a los tres —declaró la mujer mirándolos y estando abrazada a ellos.

—Nosotros te amamos también, mamá —expresó con una enorme sonrisa.

—Es cierto —afirmó Nate—, te amamos y somos muy felices contigo —confesó con honestidad mirándola a los ojos y la abrazó por los hombros.

Ella recargó la cabeza en el hombro y él la besó nuevamente con amor y entrega. Eran muy felices y nadie se las podría quitar.

Orquídea y Nathaniel siempre estuvieron seguros de que desde el día en que se conocieron fueron vientos de cambio.


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¡Hola, acá les dejo la última parte del epílogo!

Espero que hayan disfrutado de la historia así como yo disfruté haberla escrito y editado también con escenas diferentes y agregando nuevas también.

Muchas gracias como siempre por el apoyo, ya sea leyendo mis historias, comentándolas o dejándoles una estrellita. Lo aprecio un montón. Leo cada comentario y respondo relativamente tarde, pero contesto todos porque es lo menos que puedo hacer cuando ustedes dedican un puñadito de su tiempo para leer mis historias.

¡MILES DE GRACIAS!

Un besito, hojitas de otoño.

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