Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Viejo...


El cielo encapotado dejaba caer con suavidad los copos de nieve que de a poco iban cubriendo el suelo. Era una de las muy raras nevadas que Tokio disfrutaba, un paisaje atípico que lo tenía fascinado por las enormes oportunidades que ofrecía.

Yoshino sonrió con ternura mientras sambutía sus manos en las bolsas de la chamarra en busca de mantenerse caliente y apretaba el paso. En las calles la gente a esa hora, más o menos las seis de la tarde se arremolinaba en las cafeterías o restaurantes, algunos al igual que él caminaban mientras conversaban amenamente. Parejas, familias o grupos de amigos que disfrutaban pasar el tiempo juntos, todo el mundo parecía contento de tener compañía, o debería corregir, todos menos su padre.

Con un suave suspiro detuvo sus pasos frente a un viejo edificio departamental. No se encontraba derruido ni siquiera en malas condiciones, pero estaba lo bastante desgastado como para causar lástima.

Yoshino nunca entendió, ni entendería el por qué su padre había decidido hace un par de años que viviría ahí. Simplemente tomó sus cosas y se mudó de la cómoda habitación que ocupaba en su casa a ese horrible remedo de vivienda.

Había dicho algo sobre darle su espacio. Pero la verdad es que Yoshino no lo creía. Habían estado bien hasta que... le presentó a su novio.

Yoshino peinó sus cabellos rubios hacia atrás mientras se mordía el labio. Sentía que había sido su culpa. Tal vez su padre no estaba de acuerdo con sus gustos, pero lo amaba lo suficiente para darle la libertad de vivir su vida como mejor le pareciera, sin que tuviera que preocuparse de su desaprobación.

Le dolía saber que lo había orillado a esto. A la soledad de un cuarto maltrecho que apenas era adecuado. Intentó suplicar porque volviera, le prometió que su relación no traspasaría la puerta de entrada, y que en cuanto se graduara se mudaría para que él no se molestara en moverse de SU casa.

Todo cayó en oídos sordos.

Así que sin más remedio ahora se obligaba a visitar a su padre al menos dos veces al mes para verificar que siguiera gozando de buena salud y tuviera todo lo que necesitaba.

Con lentitud subió las escaleras hasta el cuarto piso y de ahí a la tercera puerta. Sacó la llave de repuesto y entró mientras llamaba en voz alta.

-Papá -nombró unas tres veces antes de escuchar el gruñido de bienvenida desde la sala, donde la escasa luz de la tarde entraba por una estrecha ventana de vidrios opacos.

Es un buen tipo mi viejo

Que anda solo y esperando

Tiene la tristeza larga

De tanto venir andando

Se acercó lentamente, como hacia todo lo relacionado con su padre, como si tuviera miedo de hacer algo que lo hiriera, que lo terminara de romper. Sus cabellos antes rubios ahora eran tan blancos como la nieve que se apiñaba afuera, sus ojos azules estaban cubiertos por una bruma blanca discordante a su edad, porque tenía apenas sesenta y dos años. A esa edad había hombres que gozaban de la vida sin que les estorbaran los años.

El vetusto sillón sobre el que reposaba era de un color café que lo hacía lucir aún más deprimente, y la manta sobre sus piernas no ayudaba en nada, se notaba tan fría tan... gastada. Todo él parecía haberse rendido, como si ya no esperara nada, o simplemente quisiera desaparecer lo más pronto posible.

-¿Cómo has estado? -preguntó acuclillándose al frente para verlo a los ojos.

En algún momento algunos de los amigos y familiares llegaron a resaltar el hecho de que era una copia fiel de él, tan parecidos, tan similares, pero por más que lo miraba, no encontraba nada. Su padre se veía derrotado y él... ¡Dios! Tenía tanta energía, un enorme deseo de vivir cada que sus brazos rodeaban el cuerpo de su amado. Todo él bullía con tanta alegría y amor que no lograba entender como alguien podía ser tan apático con su existencia.

-Estoy bien -respondió en apenas un aliento débil

-He traído un pequeño pastel de chocolate, ¿te apetece probarlo? -y mostró el postre con entusiasmo, pues de alguna manera ese era el único placer que parecía alcanzar a su padre. -Voy a preparar té -informó Yoshino feliz cuando Yamato Ishida asintió con la cabeza.

En la pequeña, diminuta estufa de apenas dos parrillas puso a calentar agua justo antes de sentir vibrar a su teléfono.

-Hola amor...

Mientras hablaba con su novio Yoshino miraba discretamente al hombre mayor que parecía haberse estancado en el tiempo, igual que una fotografía que ni se inmuta mientras el mundo gira y avanza a su derredor.

Yo lo miro desde lejos

Pero somos tan distintos

Es que creció con el siglo

Con tranvía y vino tinto

Cuando era niño lo veía hacia arriba, tan fuerte, tan invencible. De adolescente admiró su determinación de ser parte de su vida a pesar del divorcio, de aferrarse a ser su padre, de compartir sus experiencias y estar para él cada que lo necesitaba. Incluso podría decir que al entrar a la madurez pasaron a ser amigos. Así que naturalmente no entendía porque terminaron así, y nuevamente al repasar los hechos no encontraba nada fuera de lugar además de Tsunayoshi.

-Te veo en un rato. ¿Estás seguro de que no te causa problemas venir hasta aquí? -dice al aparato, dudoso al ofrecimiento que hace su novio de ir a recogerlo frente al edificio en el que se encuentra ahora mismo. Al recibir una negativa sonríe, y su corazón salta con tanto júbilo que desea atravesar la bocina y comerse a besos esos labios que tanto adora. -Entonces te espero... -y corta la llamada sintiendo como su pecho se hincha de amor.

Vuelve a mirar a la sala y lo destroza pensar que quizás si cambiaba de pareja su padre... pero luego, la sola idea de alejarse de Tsuna lo hacía morir de dolor, y volvía a la idea de soportar un poco más la indiferencia del hombre que fue su piedra angular, el ejemplo a seguir; todo con la esperanza de que quizás las cosas mejorarían, de que él se diera cuenta de que su felicidad solo podía estar a lado de ese hombre de cabello y ojos marrones.

Viejo, mi querido viejo

Ahora ya caminas lento

Como perdonando el viento

Yo soy tu sangre, mi viejo

Soy tu silencio y tu tiempo

Él tiene los ojos buenos

Y una figura pesada

La edad se le vino encima

Sin carnaval, ni comparsa

La tetera silva avisando la temperatura idónea del agua y arrancándolo de sus pensamientos. Con dedicación prepara la infusión y coloca el postre de manera vistosa en una charola que acerca a su padre en espera algún signo de aprobación, uno que sabe ya nunca volverá a obtener.

Su abuela llegó a contarle hace mucho tiempo que su padre detestaba el chocolate, pero luego, de un momento a otro se volvió su dulce predilecto y cuando le preguntaban el porqué, solo respondía elevando los hombros mientras afirmaba que le recordaba a alguien.

Nunca supieron decirle a quién. Aunque al preguntarle a su madre, Sora negaba saber con un gesto tan amargo que Yoshino sospechaba que sí lo sabía, no solo eso, sino que detestaba profundamente ese conocimiento. Hasta llegó a pensar que fue por esa persona que se divorciaron. Tanto su madre como su padre siempre negaron que esa fuera la razón.

Yo tengo los años nuevos

Mi padre los años viejos

El dolor lo lleva dentro

Y tiene historia sin tiempo

Comieron en silencio mientras Yoshino se esmeraba por captar hasta el más mínimo detalle en el rostro surcado de arrugas, buscando ver un poco de alivio de felicidad en su padre; y ahí estaba, era solo un instante fugaz, el chocolate se derretía y su sabor desenterraba recuerdos tan preciosos que su ceño adusto se suavizaba. Por un maravilloso segundo recobraba un poco de la alegría que sea esfumado de su existencia.

Tenía tantas cosas que decirle, que preguntar, pero todas se las guardaba por miedo a las respuestas, a saber la verdadera razón detrás de tanta melancolía. De ese dolor que lo tenía atrapado en la oscura soledad de la indiferencia.

Su padre lo amó, lo cuidó con todo su ser y él no podía encontrar la forma o el momento de regresar el favor. Quería que le tuviera la confianza para contarle lo que lo atormentaba, que le permitíera ser de ayuda, consolarlo, o simplemente le brindara la oportunidad de estar a su lado mientras lloraba algún error pasado.

-Deberías ir a verlo a él y no perder el tiempo aquí -soltó Yamato en apenas un susurro y con la mirada clavada en la alfombra mugrosa.

Yoshino se mordió el labio sintiendo mucho dolor por la implicación de aquella frase, como si le fastidiara el hecho de tenerlo ahí muy a pesar de que el tono empleado nunca contenía matices, su voz era plana, tan desprovista de todo sentimiento tanto negativo como positivo.

-Vendrá en un rato más -respondió intentando sonreír con toda la fuerza de voluntad que tenía, deseando desde el fondo de su alma ignorar que lo estaba echando. -Te gustaría que...

-Espéralo fuera, para que no pierdan tiempo -dijo de forma cortante negándose incluso antes del ofrecimiento.

-Está bien -aceptó lo mejor que pudo, aguantando una vez más las ganas de llorar por el desprecio.

Viejo, mi querido viejo

Ahora ya caminas lento

Como perdonando al viento

Yo soy tu sangre, mi viejo

Soy tu silencio y tu tiempo

Yo soy tu sangre, mi viejo

Apenas el postre se terminó Yoshino se dedicó a limpiar lo más que pudo para dejar habitable el lugar. Sacudió la cama, lavó los trastes y la poca ropa apilada junto a la lavadora. Luego sólo se despidió con un escueto; -nos vemos en unos días papá -para el que no obtuvo respuesta.

Con cansancio emocional descendió las escaleras hasta la puerta de entrada, una vez fuera y con la respiración agitada producto de contener las lágrimas, se recargó en la pared mientras intentaba que la bufanda le cubriera todo lo posible el rostro enrojecido. Esperaba que Tsuna tardara en llegar porque no quería que lo viera así.

-Yoshi...

Pero qué mala suerte, maldijo Yoshino dando media vuelta para encontrarse con su novio que lo miraba con tanto amor que no pudo contenerse más. Sus brazos se extendieron pidiendo la seguridad de un abrazo y el consuelo de un beso.

Tsuna no dudó en proporcionarle lo que necesitaba y mucho más. Con caricias tiernas le hacía saber que estaba ahí para él por siempre. No le mentiría susurrando promesas de que todo estaría bien, porqué lo más probable es que no fuera así, y Yamato Ishida jamás aceptaría su relación, pero eso no los detendría de compartir sus vidas, de amarse hasta el último aliento y con todas las fuerzas de su alma.

-Te amo -y esa es la única cosa que podía decir para brindarle consuelo a Yoshino. -Te amo...

Yoshino se aferró con tanta fuerza que cualquiera diría que de aflojar su agarre Tsuna desaparecería.

-Cásate conmigo -pidió en un arranque de valentía. -Se mío, vive tu vida por y para mi...

Tsuna se alejó de Yoshino lo suficiente para mirarlo a los ojos, los iris azules de su amor lo observaban con determinación y una muda súplica porque aceptara.

-Sí.

Y esa sola silaba hizo que el mundo volviera a brillar. Todo lo malo se esfumó para ser remplazado por una felicidad tan deslumbrante que nada podría opacarla. Con esa arrolladora alegría que sentía, sujetó el rostro de Tsuna para besarlo con tanta hambre que lo hizo jadear.

-Te amo, te amo tanto -decía entre beso y beso cuando la necesidad de aire lo obligó a soltarlo.

-Yo también te amo Yoshino Ishida.

-Yo aún más Tsunayoshi Yagami.

Desde una ventana en el primer piso Yamato podía ver a su hijo disfrutar de lo que él una vez tuvo la oportunidad de tener y como un tondo dejo ir.

Hace dos años cuando Yoshino le presentó a su novio sintió que el mundo le caía encima, Tsunayoshi Yagami era una copia casi exacta de su padre Taichi. Fue un golpe duro para él verlos juntos.

No se había alejado por desaprobar la relación como pensó su hijo, sino porque le partía el corazón, y aunque se escuche un tanto exagerado, el alma ver como Yoshino besaba a Tai... a Tsuna. Su cabeza sin importar cuanto se lo recordaba se empeñaba en ver Taichi.

Y lloraba, lloraba porque Yoshino sonreía y reía mientras besaba y abrazaba al amor de su vida y él...

No quería eso, no deseaba envidiar lo que su hijo tenía, se odiaba por incluso convertir una imagen de Yoshi y Tsuna en un recuerdo falso de él y Tai. Se engañaba y era vergonzoso y hasta depravado porque inevitablemente ellos intimarían y...

Yamato se negaba a todo lo relacionado con ellos, no quería ver a Yoshino tan enamorado y feliz de Tsuna, y menos ver a Tsunayoshi besar con tanta entrega y pasión a su hijo.

Lo que si quería saber era como lo había tomado Tai cuando supo que Yoshino era la pareja de Tsuna. ¿Se habrá sorprendido? ¿Lo habría recordado? ¿Habría sentido los mismos celos que él de esa relación? O... ¿quizás simplemente les deseo lo mejor?

Sea como sea jamás lo sabría, simplemente estaba condenado a esta soledad que él mismo eligió cuando tomó la mano de Sora y despreció la de Tai.

En sus más horribles pesadillas aún puede verlo, sus hermosos ojos marrones cristalinos de lágrimas, mientras le dice una y otra vez que lo ama.

Puede hasta recordar la ropa que llevaba ese día; tenis rojos, pantalón gris, playera blanca y su sudadera favorita color amarillo. Se veía maravilloso con las mejillas rojas como manzanas y los labios un poco más rosas de lo habitual debido al frio de aquella noche.

-Te amo. ¿Tu podrías amarme? -suplicó extendiendo la mano. -Te prometo que si me das una oportunidad yo... yo voy a darlo todo para que seas feliz, así que por favor...

-No puedo -respondió Matt.

Y aunque sabe que solo está soñando no puede cambiar su respuesta. Ve temblar a Taichi, sonreír con dolor para luego dar media vuelta. Sabe que está llorando por la forma en que le trepítan los hombros.

-Tai...

-No, Matt, todo está bien -dice con voz cortada. -En el corazón no se manda, tú no puedes forzar un sentimiento que no tienes y yo no puedo matar lo que siento por ti. Pero está bien. Voy a estar bien.

Y gira solo la cabeza un poco para sonreírle una última vez.

-Adiós Matt.

Y Matt no tardaría en saber que esa noche Taichi había dejado en sus manos su futuro. Si Yamato hubiera correspondido sus sentimientos, aún con la carta de aceptación de la universidad de Yale se habría quedado; Tai habría renunciado a todo por él.

Taichi se fue a la mañana siguiente.

Matt supo lo que perdió muchos años después cuando se cansó de fingir un amor que nunca sintió. Y aunque no se arrepentía de sus dos hermosos hijos, había veces en que la nostalgia podía más y se presentaba como lágrimas silenciosas.

Intentó buscarlo, dar una segunda oportunidad a ese amor que aún estaba dentro de él y que añoraba también en el corazón de Tai, sólo para enterarse que estaba felizmente casado y era padre de un niño.

Se rindió.

Se rindió con él, con la felicidad, con la vida...

Con el mundo a cuestas regresó a su pequeño y nada agradable departamento a soñar con algo que puedo ser y no fue... con quien pudo haber estado a su lado, con quien pudo haber compartido cada segundo de su existencia, con un amor desbordante que calentaría su corazón y sus días.

Taichi dijo adiós y Matt no pudo entender que fue el punto final del cuento de hadas y el principio de un drama.

-¿Tienes miedo?

-No tengo miedo. No estoy mintiendo.

-Yo también tengo un poco de miedo. Toma mi mano para que no huya en el último momento.

-Lo mismo digo yo. Sujétame fuerte.

Abre la puerta y entra, no hay nadie para recibirlo, no hay amor, no hay una mano que sujete la suya porque pesar de esa promesa, de esa petición nacida de lo más profundo, él soltó la mano de Tai. Reza para que su hijo jamás suelte a la que ahora se aferra. Porque no cometa el mismo error.



N. A.

La interpretación es de Piero, Mi querido viejo. Su voz es suave y encaja a la perfección con el texto.

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro