14 de abril de 2020

Hola, dulce hermana...

Ayer fue tu boda. Lucías preciosa, y aunque un par de mujeres vistieron de blanco también, ninguna logró opacarte. Tu cabello recogido en un raro moño dejaba al descubierto tus hombros y clavícula dándote un porte elegante, eras una mezcla perfecta entre feminidad e inteligencia; cuando eras Kazhter nunca te viste así, en aquel entonces eras más fuerte, con los brazos más anchos, la espada aún más y tu forma de ser se asemejaba más a la de un guerrero rebelde que a la de un príncipe mestizo. Ahora, como Asderel, es cuando tienes lo que debiste tener en tu vida pasada.

Decido escribirte no para relatarte lo que viviste, tengo el fin de plantearte unas cuestiones, tienes la visión, ¿no es verdad? Hacía tiempo que yo observaba un comportamiento un tanto extraño en ti, un tanto temeroso y curioso en la misma medida, pero fue hoy cuando al mirar a Zhyt sonreíste que lo confirmé. Él lo niega, y se aferra a la idea de que veías a alguien más, y estoy segura de que si le menciono el tema él se negará rotundamente a hablar de eso, y lo entiendo. Pensar que no puedes vernos es mejor que pensar que nos ves y, peor, no lo elijes a él.

Yo no quería que fuera, para ser sincera, era un duro golpe que no deseaba que afrontara, pues aunque quizá no tengas motivos para dudar ahora, debo admitir que he llegado a profesarle un ligero cariño, sin embargo, Zhyt insistió en asistir, decía que anhelaba verte feliz y sonriendo. Como sea, esto no tiene caso mencionarlo.

Dime, pequeña hermana ¿por qué has huido de nosotros? ¿Te damos miedo? Tú no deberías temernos en absoluto, nosotros jamás te haríamos daño. ¿Pero qué digo? ¡Si al mantenerte alejada de tu naturaleza es perjudicarte!

Lo siento.

Lo siento.

Lo siento.

¿Es por nuestra causa, por tu visión, que en tus años de adolescencia sintieras que la vesania habitaba en ti?

Lo lamento.

Lo siento.

Perdón.

Ihmar