Una mezcla de aromas parecido a desinfectante, cloro y perfume de catálogo, inundaron mis fosas nasales, obligándome a abrir los ojos.

Lentamente mi visión comenzó a enfocarse en la persona que tenía en frente, cuyas facciones reconocí de inmediato: mi abuela.

Fue entonces que, con espanto recordé que esta escena era imposible de creer, pues segundos antes yo me encontraba agonizando y Tomioka-san estaba a mi lado. Yo había sido herida de gravedad por Daki, ¿pero por qué seguía con vida? Fue así que nuevamente caí en cuenta que me faltaba algo.

—¡Mi bebé! ¿Dónde está mi bebé? —grité mientras tocaba mi vientre y miraba hacia todos lados de aquella habitación blanca, en la que sólo estábamos mi abuela, mis padres y yo.

—¿De qué hablas, meloncito? —me preguntó mi abuela, quien me miraba angustiada.

Meloncito.

Ya había olvidado aquel dulce mote por el cual mi abuela me llamaba.

—Quizás soñaste que tenías un bebé —dijo mi papá para tranquilizarme.

—Sí, tal vez la herida en tu estómago te hizo creer que habías pasado por una cesárea —agregó mi mamá.

—¿Herida? —pregunté con asombro.

—Sí, te cayeron encima las espadas de tu bisabuelo y accidentalmente te hicieron un corte —en cuanto mi abuela dijo aquello, rápidamente hice a un lado la bata que traía puesta y miré una cicatriz.

—Esto no puede ser —murmuré, pues no era posible que las espadas me lastimaran en el momento de mi caída si ni siquiera había llegado con una cicatriz a la era Taishō. ¿Acaso aquella marca era producto de un corte realizado por Tomioka-san en un intento de salvar la vida del bebé?

—T/n tranquilizate, estás bien y eso es lo que importa ahora. Nos alegra mucho que despertaras. Estuviste inconsciente más de una semana —dijo mamá tomando mi mano.

—Sí, meloncito. Cuando volvamos a casa te hornearé un rico pay de piña, así que procura recuperarte pronto —me dijo mi abuela acariciando mi cabeza como solía hacer cuando yo era niña.

Pero es que no quiero volver a casa. Yo quiero estar con Uzui-san y Tomioka-san, con mi perro y… con mi hijo.

Los siguientes días los pasé en casa descansando. La cicatriz en mi vientre ya había sanado a diferencia de mi corazón, que sufría por estar lejos de mi familia.

Por alguna razón mi perro no había aparecido por ninguna parte desde mi regreso a mi época y eso me había puesto triste.

—Al menos él está con ellos —murmuré, mientras comía lo último que quedaba en mi plato de cereal.

—Te noto muy triste —aseguró mi mamá en cuanto me vio en el comedor.

—Pinky no ha vuelto —le dije.

—Tu abuela me dijo que él desapareció poco después de que estuvieras hospitalizada —dijo con tristeza —Tu papá y yo hemos distribuido algunos carteles con su fotografía a lo largo de la ciudad, incluso pedimos ayuda a algunos rescatistas de animales locales para difundir lo de su desaparición —mi mamá me envolvió en un abrazo cálidamente —Ten fé, quizás él pronto vuelva con nosotros.

Asentí, aunque sabía perfectamente que eso sería imposible. A no ser que…

—¡Mamá, iré a la casa de la abuela ahora mismo! —le dije, mientras dejaba mi plato y la cuchara en el lavaplatos.

—¿Qué? Pero si ella no está ahí ahora mismo.

—No importa, la esperaré afuera —mentí, pues sabía perfectamente dónde guardaba las llaves de su casa.

—De acuerdo, pero yo te llevo —me dijo, mientras tomaba las llaves de su Cavalier color topacio —Andando, que se me hace tarde para volver al trabajo —afirmó y ambas salimos a prisa.

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Joder, tremendo isekai que hice🤧 ¿qué les gustaría que sucediera en el último capítulo?🤔

Espero actualizar muy pronto, o al menos antes de finalizar el año :B

An Airad