Nuestras miradas se toparon y mi corazón latió a mil en cuanto ella se aproximó a mí.

Cualquiera que fuera mi idea de escape, tenía asegurada la muerte. Cerré los ojos fuertemente y mi vida pasó como escena de película por mi mente. Maldita Shinobu, sino fuera por ella no estaría en esta situación ahora mismo, pero lamentarse no servía de nada. Mi vida había terminado. Aquí llegaría todo, jamás volvería a mi época con mi familia. Nunca sabrían qué pasó conmigo y eso me hacía sentir mal.

Seguramente jamás se imaginarán que fui asesinada por un demonio, mucho menos que viajé al pasado y llegué al Japón del siglo pasado. Dios mío, mi vida se volvió una completa locura en estos últimos meses. ¿El tiempo habría pasado igual en mi época?

—Oye tonta, te hice una pregunta —exclamó con molestia.

—N-no, este bebé no es suyo —tartamudeé, pensando que si le decía que sí ella acabaría conmigo al igual que con las anteriores esposas de Uzui-san —Ya no vivimos juntos desde que me tenías en Yoshiwara —mentí.

—Vaya, me lo suponía. Él no soportó que te mancillaran —se burló —Bueno, ya no me importa lo que pase contigo, mientras estés fuera de su vida —murmuró, marchándose.

Suspiré aliviada sintiendo que mi corazón volvía a estabilizarse y comencé a caminar un tanto tranquila.

Grave error.

—¡Como si fuera a creerme ese cuento, toda tú huele a él! —me dijo entre dientes lanzándome al suelo con violencia —Ese mocoso no verá nunca la luz del día, maldita mentirosa —murmuró lanzándome nuevamente lejos de ella, mientras comenzaba a sentir un terrible dolor intenso en el vientre.

Intenté levantarme del suelo, pero las fuerzas me habían abandonado.

—Un golpe más y te irás de este mundo —me amenazó.

—Eso es lo que más deseo —susurré a duras penas, lo cual hizo enojar a Daki, quien de un sólo golpe atravesó mi pecho con una de las fajas de su obi.

—Adiós tonta, ni tú ni nadie podrá estar viviendo felizmente con Tengen. Él mató a mi hermano y por ello nunca más será feliz. ¡Uzui Tengen nunca encontrará la felicidad con nadie! —decía, mientras se marchaba.

—¡T/n! —a lo lejos escuché la voz de Tomioka-san, quien corrió a prisa tratando de evitar lo inevitable.

—Giyuu-san...

Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi mano fue directamente hacia mi vientre, donde dejé de sentir el movimiento de mi bebé. Mi mundo se vino encima.

—T/n, no me dejes solo —dijo Giyuu entre sollozos, mientras tocaba mis manos y veía con tristeza mi vientre.

—Giyuu-san, por favor... Haz algo para que el bebé esté bien —supliqué y él me miró horrorizado, pues se daba una idea de lo que le pedía.

—Yo no creo poder hacerlo —murmuró sintiéndose incapaz.

—Entiendo, por favor sean felices por mí —dije —Por los dos —rectifiqué y mis ojos comenzaron a sentirse pesados. El sueño comenzó a apoderarse de mí, el dolor ya era casi imperceptible y mi vista se fue nublando poco a poco.

Jamás olvidaré sus ojos azules llorando por mí, ni sus suplicas.

Sus oraciones nunca podrán alcanzar a su Dios, a quien seguramente pidió con desesperación que me regresara.

Al fin había aprendido la lección. Escapar de mis esposos por niñerías y rabietas de mi parte me habían metido en problemas, pero ahora ya era muy tarde para decir que no volvería a hacerlo. ¿Verdad?

No había una tercera vez o al menos eso creía.

—¡Ha abierto los ojos! —escuché decir a mi abuela, quien sostenía fuertemente mi mano.