Prólogo
El sonido de su alarma lo despertó a la misma hora de siempre, 6:45 a.m. Apagó su despertador y se levantó del futón teniendo cuidado con una foto bocaabajo que tenía al lado, haciendo varios estiramientos antes de ir a la ducha portatil de su apartamento, abriendo el agua fría. Estaba absorto en sus pensamientos, no le importa el frío, parecía no importarle muchas cosas.
Salió del baño con una toalla atada a la cintura y procedió a planchar su ropa para ir al trabajo. Claro que su trabajo no era como ningún otro, él era Saneyoshi Nobunaga, agente de la Sede de Tokio de la Organización Lovecraft.
Era un hombre en sus treinta años, con un físico musculoso y con algunas cicatrices, sobretodo en el torso, en su hombro derecho estaba su tatuaje de la Organización Lovecraft, debajo de este estaba otro de los kanjis de guerra y paz, en su antebrazo izquierdo había un nombre junto a varias flores de loto y ese nombre era Gotouge Kanae. Su barbilla era cuadrada, con una barba mal efeitada, sus ojos eran de color avellana y tenían ojeras terribles producto de varias noches de insomnio, su cabello mojado estaba siendo peinado hacia atrás, dejando al descubierto una antigua cicatriz que atravesaba toda su frente.
Al terminar de planchar su ropa, se vistió con una camisa blanca con las mangas dobladas hasta la altura del codo, pantalones de tela negros, una corbata de color gris y lo más importante para Nobunaga, una bufanda tejida a mano de color morada la cual olió durante unos pocos segundos antes de ponérsela.
Salió de su desordenado departamento y mientras iba de camino a la sede, encendió un cigarrillo y lo fumaba lentamente andando cabizbajo por la ciudad de Tokio. La ciudad seguía en reconstrucciones debido a una feroz batalla entre hechiceros y Yokais ocurrida hace varios meses.
Al llegar al templo budista, pronunció el conjuro y fue teletransportado a la Sede de Tokio, donde caminó hasta llegar al Área de Sellos y Objetos Malditos. Un área especial de la sede en la cual se fabricaban los Sellos especiales que usaban los agentes de la Organización Lovecraft de todo el mundo y además, es donde se guardaban gran parte de los objetos malditos que se recolectaban en el territorio japonés y otros lugares cercanos. El cual constaba de un gran almacen donde estaban todos los objetos malditos y sala de oficinas y producción donde trabajaban los agentes y hacían los Sellos.
Nobunaga se sentó en su cubiculo y comenzó a redactar un informe de una de una misión que había terminado el día anterior.
Estaba centrado en su trabajo, como si no prestara atención a más nada de lo que ocurría en aquel lugar, ni siquiera se daba cuenta cuando alguien le saludaba, hasta que alguien el toca el hombro. Era un chico como de unos veinte años, de cabello negro y algo largo atado con una cola de caballo, tenía una cicatriz de garra que le atrevasaba toda la cara y vestía de manera informal.
—Saneyoshi-senpai, los muchachos y yo iremos a un bar en Shibuya para beber un rato, quería saber si quisiera ir con nosotros —comentó el chico, con una pequeña sonrisa.
—Ah... lo siento, esta noche no puedo —respondió Nobunaga, desviando la mirada hacia un lado.
—Vamos hombres, tienes que salir de ese departamento de vez en cuando —replicó el chico, dándole una palmada en la espalda—. Hace ya mucho tiempo que no salimos todo el equipo desde que dejaste las misiones campo.
—Kiba, agradezco que te preocupes por mí, pero tengo que rechazar tu oferta —declaró rascándose la nuca con algo de incomodidad—. En estos momentos, necesito mi tiempo a solas, ¿sabes? Tal vez a la próxima.
El chico se retiró suspirando y metiendo las manos en los bolsillos.
—No eres el único que los extraña, ¿sabes? Cuando me uní al equipo Bishamonten, los admiraba a tí y a Gotouge-senpai, junto a Kegan-senpai y a Nirav-senpai —declaró el joven, con una notable molestia y frustración—. Eran mis modelos a seguir como hechiceros, no importaba cuantos golpes recibieran se volvían a levantar. Incluso ahora cuando estoy en una situación difícil, me pregunto: "¿Qué harían mis senpais?"... ¿Qué te pasó Saneyoshi? Antes eras el más fuerte de todo el equipo Bishamonten.
Saneyoshi bajó la cabeza con pena y tristeza, llevándose la mano al rostro y sintiéndose terrible por la situación en la que estaba.
A las ocho y media terminó su jornada de trabajo en la Sede de Tokio de la Organización Lovecraft y se retiró, de regreso a su departamento.
Tomó el metro que lo dejó cerca y en menos de diez minutos estaba en su departamento.
Se sentó en su futón y tomó la foto que mantenía en bocaabajo. Era una foto de él, un poco más joven, junto a una mujer. Una mujer por la cual juró hacer lo que sea para protegerla, honrarla y acompañarla en cualquier momento de su vida. Hace un año y medio, Saneyoshi Nobunaga perdió al amor de mi vida.
—Kanae... me he vuelto un individuo patético sin tí —musitó viendo la foto—. Tú fuiste la que me convirtió en un hechicero. Me llamaste cuerdo cuando todo el mundo de tildó de loco. Fuiste mi mejor amiga y el amor de mi vida, ¿cómo podré seguir sin tí?
En esto se convirtió la rutina de Saneyoshi Nobunaga desde que perdió al amor de su vida. Despertarse, bañarse, comer, ir al trabajo, dormir. Ni siquiera parecía humano, sino un autómata que al que no le importaba más nada en la vida. Amigos, familia, su deber como hechicero, su propia salud. Todo eso dejó de importarle por la muerte tan injusta de su esposa.
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