50-La Búsqueda por una Traición y Una Cita Divina
Hace dos días...
En la residencia Kuroneko, Gotouge Shinobu estaba reunida con quien en el pasado fue su maestro en el estilo de Kenjutsu Yagyu Shinkage-Ryu, Kuroneko Munenori, actual líder del Clan.
—Partiré a París, buscaré a La Profeta del Siglo y veré si puedo encontrar a Saneyoshi —informó con un rostro serio mientras tomaba un té junto a su maestro.
—No deberías ir sola, Saneyoshi cuenta con un Arte Místico sumamente problemático y poderoso, además de que desconoces las habilidades de Shinigami —advirtió con tono tranquilo.
—Ensució el nombre del Clan Gotouge con su traición, insultó la memoria de mi hermana, por lo que es mi deber el matarlo para acabar con esta locura. Después veré como me las arreglo contra los fenómenos que revivió —replicó apretando los puños con furia—. Además, yo también he alcanzado la Clase Gilgamesh, los dos estamos en igualdad de condiciones.
—Shinobu...
—Kuroneko-sensei, si hay algo en lo que usted y yo compartimos, es la crueldad ante los malvados —aseguró sonriendo de forma siniestra mientras la figura de la parca se manifestaba a sus espalda—. Le aseguro que Undead y yo segaremos la vida de este traidor, aunque sea lo último que hagamos.
En la actualidad...
Gotouge Shinobu estaba en la sala principal de la Mansión Nostradame, sentada en un elegante sofá de tela roja, enfrente de Sabrina Nostradame, primogénita de la rama principal de los Nostradame y la actual Profeta del Siglo.
—Me imagino que estará al tanto de la situación en la que se han visto envueltas las Sedes de Boston, El Cairo y Tokio, ¿verdad? —mencionó Shinobu.
—La información llegó a la Sede París hace pocas semanas, estamos autorizados para actuar en caso de que alguno pise Francia —reveló cruzada de brazos—. Algunos agentes de la Sede Tokio vinieron la semana pasada para ver si podía tener alguna visión de su paradero. No tuvieron mucho éxito.
—Intente con esto —indicó entregándole un anillo de oro—. Es el anillo de bodas de mi hermana menor, Saneyoshi Nobunaga fue quien se lo entregó.
Sabrina se quitó sus guantes de tela y tomó el anillo. Sus ojos inmediatamente se convirtieron en galaxias y tuvo una visión. Observó a Saneyoshi y al temible Shinigami, como si estuvieran discutiendo, observó también a Tomoe Gozen, quien estaba en una sala de interrogación. De la nada, vio como Saneyoshi sufría de horribles jaquecas y sus ojos se volvían completamente rojos. Vio como este parecía cambiar, volver otra persona.
Siga los caminos de Noto, más allá de Manila.
Allí estará quien jugó con la muerte y la vida.
La mujer guerrera sabrá sobre los sacrificios secretos,
poniendo en conflicto sus pensamientos.
La Encarnación de la Muerte se volverá un Judas,
abandonando a un hombre con quien formó amistad,
para así cumplir con su ansiada codicia,
la cual es poder gozar de la vida.
La profeta anotó todo eso en una pequeña hoja, entregándosela a Shinobu.
—Es todo lo que pude ver, tenga cuidado agente, tal parece que Saneyoshi también estará en problemas —reveló Sabrina, ligeramente intrigada por todo lo que vio.
Shinobu hizo una ligera reverencia ante Sabrina, agradeciéndole por su ayuda para luego retirarse de la Mansión Nostradame para empezar su cacería.
En un plano superior, en el Cielo, Raguel de la Generosidad había reunido a tres de sus muchas hermanas menores para poder discutir el tema de su cita con Sasaki Kojiro.
La primera de ellas era una joven de veinte años, de piel totalmente blanca, cabello rosado largo y rizado, ojos rosados y labios sensuales. Llevaba un vestido griego escotado que hacía resaltar sus pechos, tenía detalles dorados en la cintura y le llegaba hasta los tobillos, junto a sandalias griegas, aretes, brazaletes y gargantilla de oro y una corona de flores. Ella era la ángel Cupido del Amor.
La segunda era una chica de rasgos más del Medio Oriente, con el cabello color avellana como Raguel y también rizado, sus ojos eran de color verde, portaba lentes negros y cuadrados y cargaba varios libros entre sus manos. Su físico era más modesto. Vestía una túnica de color verde oscuro, sobre una camisa manga larga blanca, con pantalones marrones y botas. Su nombre es Balquis de la Sabiduría, una querubín.
La última de ellas era la mayor del trío, una mujer de rasgos nórdicos, tenía el cabello rubio y largo, llegándole hasta la espalda baja, sus ojos eran azules y su físico atlético. Llevaba una armadura vikinga reluciente y con algunos detalles dorados, con cotas de malla en los antebrazos, pecho y en los costados, su casco tenía alas plateadas, portaba un hacha de doble filo en su mano derecha y un escudo de madera en su izquierda. Era la serafina Hrist del Honor, una de las Doce Valquirias.
https://youtu.be/QUA0hL9Mk3Q
—¡Entonces viene él con su cara de idiota y me dice "dejemos que nuestros labios revelen la naturaleza de estos sentimientos", para luego querer besarme! ¡¿Pueden creerlo?! —relató con las mejillas totalmente rojas, caminando de un lado a otro enfrente de sus hermanas— ¡Ahora estoy obligada por mi honor como arcángel a tener una cita con él!
—Hermana, dices algo, pero tu expresión dice otra cosa —señaló Balquis, levantando la mano—. ¿Estás segura que él no te llama la atención aunque sea un poco?
—¡Cla-cla-claro que no! Y-yo soy la sexta arcángel, nunca podría enamorarme de un humano, por más educado que pueda llegar a ser —replicó cruzada brazos y desviando la mirada.
—Creo que no estás siendo sincera, ¡haz lo tuyo, Cupido! —exclamó Hrist, con picardía.
—¡Lovely Complex! —Cupido juntó sus dos manos, formando un corazón y desde allí lanzó un rayo con la misma forma que impactó en Raguel, haciendo que sus ojos se vuelvan rosados como los de ella.
—Sí... ¡Sí, me gusta! ¡¿Hay algún problema?! Ninguno, ¡¿Verdad?!... s-solo no le digan nada a Miguel o a Papá por los momentos, no quiero causar problemas.
—¡Nuestros labios están sellados! —aseguraron las tres hermanas.
Después de darle un pequeño zape a su hermanita menor por haber usado su poder en ella de la nada, las cuatro se sentaron en círculo para poder conversar más tranquilamente ahora que ya se habían confesado todo.
—Entonces, ¿qué es lo que te gusta de este humano? —inquirió Cupido, con una sonrisa pícara. Cuando se trataba de cosas románticas, siempre estaba al pendiente del chisme.
—B-bueno... es sumamente apasionado, lo pude ver en nuestro combate, le ha dedicado toda su vida a las artes marciales, las ama con todo su ser, pero también ama a los inocentes, de lo contrario no cuidaría tan bien a un pobre cachorro —relató jugando con sus dedos—. Además, también respeta y admira el esfuerzo de los demás, gracias a eso pude volverme más fuerte en medio de la pelea, por sus palabras de ánimo. A-además habla muy bonito y es guapo.
Las tres hermanas menores de Raguel no pudieron evitar soltar un chillido agudo de la emoción.
—¡Hermana eso es maravilloso, te sacaste la lotería! —exclamó Balquis, con sus ojos brillando de la emoción.
—¡No, es problemático! Se supone que no podemos enamorarnos de los mortales y más yo que soy una de las Siete Virtudes Capitales —replicó en posición fetal.
—Hermana, por más divinos que somos, también tenemos humanidad —declaró Balquis, con un tono más serio—. Eventos como estos no suelen ocurrir, pero es natural para nosotros el enamorarnos ante el corazón correcto, nuestra otra "media naranja" como dirían los humanos en la actualidad. Nuestro Padre lo prohibe para evitar que ocurra lo que pasó hace milenios con los Nefilim, pero... mientras no tengan relaciones sexuales, podrás aprovechar ese vacío legal.
—¡Como si fuéramos a llegar a eso! —replicó roja como tomate.
—Pero el punto está ahí, creo que tienes vía libre para explorar estos nuevos sentimientos sin romper ninguna regla —agregó Hrist, con una ligera sonrisa.
—¡Sí! ¿No quieres divertirte como hace miles de años cuando curoseabamos todo lo que hacían los humanos? ¡Puedes experimentar por primera vez lo que es tener una cita con un humano! —sugirió Cupido, con una sonrisa infantil.
—¿Me pueden ayudar con la cita? No sé muy bien por dónde empezar —confesó.
—¡Puedes apostarlo, déjalo en nosotras! —aseguró Hrist, con entusiasmo.
https://youtu.be/rejyATS23PE
En la los puertos de Los Ángeles, Sasaki Kojiro estaba apoyado en la pared de un puesto, esperando a Raguel. Estaba vestido con una camisa hawaiana con flores y bermudas grises con colores tropicales, junto a unos lentes de sol. Cargaba a Momotaro en el bolso que le había comprado.
—¿Qué trae puesto, Kojiro-dono? —preguntó Shady, arqueando una ceja.
—Ví a los humanos modernos vestir esta clase de atuendos para ir a la playa, me pareció más apropiado esto que mis ropas habituales.
—No sé si vaya a venir, Kojiro-dono, los arcángeles son... algo puritanos —comentó con un mohín.
—Uhm... hola, Kojiro.
La aparición de Raguel de la Generosidad le cerró la boca por completo al Malebranche, mientras que a Kojiro le fascinó aún más.
Su blanca y suave piel relucía ante el día soleado, llevaba un pareo blanco que le llegaba hasta la mitad de los muslos, los cual dejaba al descubierto sus sensuales piernas y mostraba algo de su escote, junto a un sombrero de playa. Su rostro estaba sonrojado y se le notaba un poco la pena de usar un atuendo tan revelador.
—¿Qu-qué opinas? —preguntó con las manos detrás de la espalda.
—Al ver el sol, puedo presenciar el poder de Dios; al ver la luna, puedo ver la delicadeza de Dios; pero al verte, estoy viendo a la creación más hermosa de Dios —respondió acercándose a ella para luego, tomarla de la barbilla con sus dedos índice y pulgar para que sus ojos se encuentren.
—Por mi Padre, eres muy meloso —dijo Raguel, desviando la mirada apenada.
—No puedo evitarlo, tengo alma de poeta —bromeó— ¿Nos vamos ya, San Raguel?
Kojiro le ofreció su brazo a la arcángel, respondiendo al instante abrazándolo de este. El espadachín no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa al sentir los pechos de Raguel contra su brazo. Desde que revivió, no pudo evitar sorprenderse de la diferencia de tamaño de escote de las mujeres occidentales con las japonesas.
A lo lejos, Cupido, Balquis y Hrist, observaban la cita desde las alturas.
La pareja llegó a la playa, donde con la ayuda de Shady, Kojiro puso la manta, la sombrilla, la radio y la caba de hielo con bebidas. Kojiro puso un casset con algunas canciones de la banda Queen.
—Puede servirse todo lo que desee, San Raguel, yo invito —indicó recostándose en la manta.
Raguel se sentó a su lado y tomó una botella de refresco de naranja para beber.
—¿Por qué abandonaste a Nobunaba Saneyoshi? —preguntó por curiosidad.
—Cumplí con mi deber, le entregué La Piedra del Sol, además... tengo mi sueño —respondió con simpleza.
—Todos los humanos alguna vez soñaron con ser los más fuertes al menos una vez en la vida, pero creo que pocos como tú tienen esa determinación —reconoció mientras le tomaba un sorbo a su bebida.
—En mi anterior vida, me sentía muy solo, pero ahora... nunca me sentí más vivo que antes, encontré rivales dignos, hice grandes amigos y ahora, estoy completamente enamorado —confesó pasando de un tono serio a uno pícaro.
—No entiendo por qué te gusto.
—¿"Por qué me gustas", dices?... He mirado muchos ojos antes, pero solamente me he perdido en los tuyos. He besados muchos labios, pero solo me he derretido del solo pensar en besar los tuyos. He amado a muchas mujeres, pero solo mi alma tiembla ante tí. Las demás mujeres dejaron de llamarme la atención una vez que me enamoré de tí, San Raguel —reveló tomándola de las manos, a pocos centímetros de su rostro—. Citando a Mario Benedetti "te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir sobre tu pecho, sin sombras ni fantasmas. Te quiero como para no soltarte jamás".
La expresión de Raguel no pudo ocultar su enamoramiento, su corazón latía como locomotora y estaba usando todas sus fuerzas para evitar que aureola y alas no salieran en un lugar lleno de civiles.
—Fufufufufu, no necesito que me diga nada, al escuchar su corazón puedo saber que usted siente lo mismo —dijo Kojiro, con una ligera sonrisa—. Aunque yo también estoy así. Mi corazón late rápido al tomarla de la mano.
—Hehehehe, mi corazón late rápido siempre que pienso en tí —confesó con algo de pena.
—¿Quieres ir a nadar un rato? Tal vez así dejes de estar tan roja —sugirió con humor.
—Idiota —musitó con una mueca.
Raguel fue hasta uno de los vestidores de la playa, donde recitó un hechizo en latín para convertir su pareo en un bikini con cordones blanco. Al salir se fijó en el torso sin camisa de Kojiro, no era una musculatura exagerada, pero sus músculos era definidos, sobre todo los de sus brazos.
—Oh, pero qué gloriosas montañas tengo el placer de observar —comentó Kojiro, apreciando el cuerpo de Raguel—. Perdone mi atrevimiento. Realmente deseó el poder recorrer sus curvas y apreciar toda su sensualidad con mis propias manos.
—¿Cómo puedes ser romántico y pervertido a la vez? —señaló dándole un pequeño toque en la frente.
Kojiro soltó una pequeña y risa. Tomando a Raguel la mano, ambos fueron hasta el mar, nadando hasta lo más profundo.
Debido a ser un superhumano, Kojiro podía aguantar la respiración bajo el agua durante media hora, al igual que Raguel al ser una arcángel.
Exploraron todo lo que pudieron, observando a la vida marina de California, así como todos los hermosos corales que había. Kojiro vio una caracola marina de colores pastel y decidió tomarla, entragándosela a Raguel una vez que volvieron a la playa como regalo.
La cita siguió yendo con total naturalidad, Raguel le contó a Kojiro un poco más sobre ella y de las distintas aventuras que tuvo a lo largo de los milenios, como el haber conocido al Rey Gilgamesh y a Enkidu, haber acompañado al marinero Simbad durante sus viajes. Le contó más sobre su familia y Kojiro le habló sobre su padre adoptivo y maestro, Toda Seigen.
Kojiro le recitó a Raguel varios de los poemas que había escrito a lo largo de los años y que recordaba al pie de la letra.
Cuando ya se iban haciendo las cinco de la tarde, decidieron irse tomados de las manos.
https://youtu.be/F5eEvfOyb7k
—Debo confesar que me divertí bastante —dijo Raguel, con una sonrisa animada—. Nunca pensé que mi primera cita saliera tan bien.
—Zehahahaha, bueno, siempre puede ir aún mejor —replicó con picardía.
Kojiro le tomó de la cintura con su brazo izquierdo y le robó un apasionado beso en los labios. Raguel se sorprendió en un principio, pero en pocos segundos le siguió el beso. Liberaron toda esa pasión y atracción y después se separaron suavemente.
—Espero volver a verte, Raguel —musitó con una sonrisa.
—Yo también espero volver a verte —respondió estando en el quinto cielo.
Los dos enamorados se despidieron. Cuando Raguel estuvo en una zona apartada, desplegó sus alas para volver al Cielo, pero en el camino, sus tres hermanas la abrazaron mientras chillaban de emoción de forma infantil.
—¡Oigan, que nos caemos! —exclamó Raguel mientras sus hermanas la estrujaban.
—¡Lo vimos todo, picarona! —exclamño Cupido, emocionada—. Todas las palabras que te dedicó ese humano y aquel beso fue tan... ahhh, romántico.
—No tenían que ver eso último —musitó con algo de pena.
—¿Vas a volver a verlo? —preguntó Balquis, con curiosidad.
—Sí, yo... ¡nunca voy frenarme más! Voy a ambicionar el amor —replicó con una sonrisa determinada.
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