5-Las Penumbras de Ser Fuerte
Al inicio de su viaje del guerrero, Sasaki Kojiro se sumergió en un viaje de autodescubrimiento para poder desarrollar un nuevo estilo, uno que se adaptara a la Monohoshi Zao. Por lo que en la cima de una montaña empezó una meditación profunda encima de una gran roca. No durmió, no comió y no descansaba, conseguía agua a través de la lluvia. Era un proceso brutal para cualquier humano, pero Sasaki Kojiro no era un humano normal, era algo más.
Sin nada más que sus pensamientos, Kojiro se enfocó en otras cosas que sus sentidos percibían. El canto de las aves, el olor de las flores, la sensación del viento en su piel, los colores del paisaje que tenía enfrente. Con todos estos estímulos, Kojiro llegó a dos conclusiones. La primera de ellas fue: este mundo es hermoso. La segunda fue la más le abrió los ojos a Kojiro: la vida es como una novela, uno nunca puede saber cuando la historia se tornará trágica, por lo que había que disfrutarla al máximo, divertirse y ser bueno con la gente que nos rodea.
Tras días y noches de reflexiones, a la décima quinta noche, Sasaki Kojiro tuvo una epifanía. Fue durante una noche de tormenta, la lluvia caía con fuerza y los fuertes vientos incluso arrancaban árboles de su sitio, pero Kojiro no se movió de su roca.
—¿Cómo...? ¿Cómo puedo ser el espadachín más fuerte de la historia? ¡¿Cómo puedo ser un "Santo de la Espada"?! —reflexionaba Sasaki Kojiro para sus adentros.
De pronto, un rayo cayó en un árbol enfrente suyo, partiéndolo a la mitad como si nada y ahí fue cuando Kojiro entendió las bases de lo que sería su nuevo estilo.
—Haha... hahaha... ¡Zehahahahahaha! ¡Por supuesto, ahora lo entiendo todo! —exclamó lleno de éxtasis— ¡Tengo que ser como el rayo! ¡No! ¡Tengo que ser incluso más rápido que eso! Ahora... ¿cómo llamaré a este nuevo estilo? —fue ahí cuando se fijó en la gran roca en la que estuvo meditando durante tantos días—. Sí... se llamará... "Ganryu" (Estilo de Piedra Grande).
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Después de esa noche y de llenar su estómago con un manjar que pagó con todo el dinero que le había dado Toda Seigen, Sasaki Kojiro empezó a desarrollar su nuevo estilo, Ganryu. Aprendió de múltiples animales para desarrollar sus técnicas, nada más con observarlos, Kojiro fue capaz de copiar sus movimientos y adaptarlos a la Monohoshi Zao, pero también aprendió de grandes artistas marciales de su época. Su primer duelo importante fue contra Takeda Shioda, un veterano espachín de cuarenta años y practicante del daito-ryu jujutsu.
Nada más chocar espadas por primera vez, Kojiro fue lanzado al suelo de cara gracias a la técnica Contro del Flujo de Takeda Shioda.
—¡Au, au, au! Fue una dura caída —dijo Sasaki mientras se ponía de pie— ¿Entonces ese es el famoso "Control del Flujo"?... Lo deseo —declaró con una sonrisa siniestra.
—¿Quieres que te enseñe el daito-ryu jujutsu, niño? —inquirió el anciano, arqueando una ceja.
—No, solo me interesa Control del Flujo, es la única técnica que deseo —explicó con una emoción desbordante—. Por favor, Takeda-dono, hagamos arder nuestras almas en este duelo.
Rápidamente, Kojiro Sasaki se adaptó al estilo de esgrima y al daito-ryu jujutsu de Takeda Shioda, derrotándolo en poco tiempo y como prometió, le enseñó Control del Flujo a la joven promesa del kenjutsu. Aunque solo le bastó una demostración al chico para poder aprender la técnica. Sasaki Kojiro, además de sus dones físicos, había nacido con una mente extraordinaria que le otorgó memoria eidética, por lo cual ningún detalle era olvidado por él.
Tras aprender el Control del Flujo, Sasaki entrenó la técnica durante varios días tanto físicamente como mentalmente. Ya que durante horas, en medio de una profunda meditación, realizaba una técnica que él mismo había desarrollado, Seishin-teki Tōei (Proyección Mental). La imaginación de Sasaki Kojiro era tan poderosa que en su cabeza podía replicar combates en base a la memoria e información que recolectaba, pudiendo simular cosas en su propio cuerpo como el cansancio y el dolor. De esta forma, hacía simulaciones de su combate contra Takeda Shioda, una y otra vez, usando únicamente el Control del Flujo. Al final, logró perfeccionar la técnica e incluso crear otras técnicas, derivaciones de la original.
Con el pasar de los días, Sasaki Kojiro siguió viajando, descubriendo múltiples pasiones, entre ellas la poseía haiku y el teatro. También, no perdía el tiempo y seguía retando a múltiples artistas marciales para seguir haciéndose fuerte y perfeccionar su estilo. Como su duelo contra el legendario shinobi, Kirigakure Saizo.
Dicho duelo sucedió bajo la luz de la luna, en los tejados del templo Kitano tenman-gu.
—¡Ohhhh! ¡Que emoción! Había escuchado de los legendarios guerreros shinobis, pero esta es la primera vez que me enfrento a uno —declaró mientras mostraba una sonrisa demoníaca— ¡Por favor, Kirigakure-dono, hagamos arder nuestras almas en este duelo!
—Hahaha, eres un joven divertido —comentó Saizo, con una ligera sonrisa.
Otra anécdota a relatar es el duelo que tuvo con Ogasawara Nagaharu, un artista marcial que aprendió de grandes maestros de China para crear el estilo Shin Shinkage-ryu. Al final, como en sus otros encuentros, Kojiro Sasaki lo derrotó con aplastante facilidad, pero al final del duelo, una sonrisa adornaba su afeminado rostro.
—¡Mi sangre hierve! Que hermosas técnicas, sin duda alguna, esas artes marciales chinas son una hermosura —elogió con jovialidad—. Gracias a tí y a tu ardiente alma, mi estilo se ha desarrollado una vez más.
Con cada duelo y con cada desafío en su camino, Kojiro Sasaki se volvió más fuerte y combinado a su Seishin-teki Tōei (Proyección Mental), no paraba de aprender y con el pasar del tiempo, se volvió prácticamente invencible.
Claro que Kojiro nunca dejó de lado una gran pasión que adoptó desde joven, la cual eran las mujeres. Iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, teniendo docenas de aventuras con distintas mujeres de buen corazón a las cuales dedicó varios de sus poemas. Sin embargo, Kojiro jamás se digno a tener una relación seria con alguien, su estilo de vida no le permitía tener un amor duradero, además de que él buscaba... algo más en las mujeres, un sentimiento ardiente y casi indescriptible.
En el año 1600, terminó llegando a la ciudad de Kita-ku, al norte de Kioto. En ese lugar había un burdel bastante famoso. Kojiro decidió pasar allí el rato con una hermosa mujer, pero lo que encontró le hizo hervir la sangre.
Nada más entrar, vio como un hombre abofeteaba con el dorso de la mano a una mujer, dejándole la mejilla morada.
—¡Estúpida zorra, derramaste el sake sobre mí! —reclamó escupiendo cada vez que hablaba.
—He visto tu villanía, has cometido el peor pecado que un caballero podría cometer contra el Bushido, lastimar a una mujer de buen corazón no se quedará sin castigo —declaró Kojiro, con una mirada siniestra mientras que su presencia hacía temblar al resto de las mujeres de la vida galante.
—¡¿Eh?! ¡¿Qué quieres afeminado de mierda?! —exclamó el hombre, queriendo agarrarle el cuello de su kimono a Kojiro.
Sin embargo, el horror se apoderó de él y de las demás mujeres al ver que su mano derecha había sido cortada sin que nadie se diera cuenta y soltara grandes cantidades de sangre. El hombre iracundo cayó de rodillas ante Kojiro, gritando sin parar por el dolor.
—Esto es un castigo más que justo, si la mano de una escoria lastima a una mujer de buen corazón, entonces es el deber de un verdadero hombre el cortarla para que no vuelva a lastimar a una —declaró Kojiro, con frialdad.
—¡¡P-pagarás por esto, maldito!! —gritó el hombre, saliendo del local mientras sangraba.
Una vez que se fue, Kojiro se quedó solo en el burdel con las demás damas de compañía, quienes todavía le veían con algo de temor debido al acto tan sangriento.
—Es un placer conocerlas, señoritas de buen ver, no deben de temer ya que es mi deber como caballero el protegerlas de cualquier escoria que busque dañarlas —declaró Kojiro, haciendo una ligera reverencia ante ellas.
—¿Sabes lo que has hecho? —preguntó una de las mujeres, temerosa—. Ese hombre forma parte de un grupo de ronins que quedaron sin señor después de la batalla de Seikigahara.
—¡Zehahahahahaha! Pues que vengan entonces, Sasaki Kojiro luchará contra cualquiera para así protegerlas, señoritas de buen ver —declaró con una pose mientras sonreía lleno de confianza.
Todas las mujeres temían las repercuciones de las acciones de aquel hombre de rostro afeminado, pero él cumplió su promesa. El resto del día se sentó en la entrada del burdel con su Monohoshi Zao en mano, esperando pacientemente el regreso de la escoria y de sus amigos.
Por la mañana siguiente, la escoria a la cual le había cortado la mano había vuelto, acompañado con otros veintinueve hombres, armados todos con katanas y lanzas.
—Les advierto que si deciden dar un paso más allá me veré obligado a usar mi arma contra ustedes —declaró Kojiro, con una sonrisa tranquila.
—Callate maldito afeminado de mierda, ¿crees que puedes contra todos nosotros? —cuestionó uno de los ronins—. Primero te mataremos y luego violaremos a esas zorras.
—Oh vaya... bueno, parece que tendré que ensuciar la preciada hoja de mi Monohoshi Zao con su inmuda sangre —dijo Kojiro, poniéndose pie.
De la nada, sonidos parecidos a tambores empezaron a escucharse por el lugar y cuando los perversos hombres se dieron cuenta, la piel de Kojiro Sasaki adoptó un tono rojizo, su esclerótica se volvió negra, su musculatura se volvió más marcada debajo de sus ropas y una sonrisa endemoniada apareció en su rostro. Para todos los presentes, era como si ese espadachín de habla elegante hubiera sido poseído por un demonio.
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—Ahora... les mostraré el verdadero horror de la violencia.
La gente habló de esa masacre durante meses. Un solo hombre desmembró a treinta ronins fuertemente armados, cortándolos sin piedad mientras sonreía con sadismo. Ninguno de ellos tuvo siquiera la oportunidad de defenderse ante su espada larga. La sangre inundó las calles de donde se encontraba el burdel y en medio de la carne humana y la sangre derramada, él estaba parado mientras limpiaba tranquilamente su arma de toda la sangre que había acumulado.
Tras ese día, Kojiro Sasaki fue apodado como "El Demonio de la Monohozhi Zao".
Al final, decidió quedarse en aquel lugar para seguir protegiendo a las mujeres indefensas que trabajaban allí en caso de que vuelvan a presentarse escorias inhumanas. Construyó su propio dojo en pocos meses y empezó a recibir alumnos para transmitirles el Ganryu, junto a todas las técnicas que había desarrollado en los últimos años. Su fama fue en aumento debido a la masacre que realizó, por lo que artistas marciales de todo el país fueron a verlo para solicitar duelos contra él. Como era costumbre, siempre ganaba cada uno de los duelos.
En 1603 le llegaría una petición especial, de parte de Muramasa Sengo, el actual lider del enigmático Clan Muramasa, el cual se decía que tenía poderes mágicos con la herrería. Muramasa le llevó un muchacho de once años, con cabello negro y ojos celestes como el cielo.
—Este es el muchacho del que le hablé, Kojiro-dono —presentó Murasama, acercando al chico a su futuro maestro—. Él es Akatsuki Asa, desea aprender a luchar con la nodachi y pensé que el Ganryu sería lo mejor para él.
Kojiro vio detalladamente al muchacho, parecía alguien promedio, pero había algo que lo hacía parecido a él. Veía un potencial gigantesco en él y tal vez, un rival digno en un futuro.
—¿Quieres usar una nodachi? —inquirió con cierta diversión—. Una nodachi mata gente, ¿quieres matar gente? Porque estás cara a cara con alguien que ha matado a veintitres hombres en duelos a muerte.
—No quiero matar gente, Kojiro-dono —declaró con una mirada llena de convicción—. Deseo proteger a la gente de los villanos, quiero... quiero ser un samurái de la justicia.
—Es un noble propósito, te felicito —replicó con una ligera sonrisa mientras dejaba de lado el sake que estaba bebiendo—. Será mejor que no te conviertas en lo que odio, Akatsuki Asa. Solo odio dos cosas en este mundo: las mujeres de alma fea y los cerdos que no respetan a las mujeres de buen corazón. Si llegas a deshonrar a una mujer, cometerás seppuku junto a mí.
—¿Eh? ¿Por qué se quitaría la vida junto a mí? —preguntó asombrado.
—Porque desde ahora soy tu maestro, si tomas un mal camino será por mi culpa y no podría perdonarme por eso —explicó mientras le daba unas palmadas en la espalda—. Vamos adentro, empezaremos la primera lección hoy.
Con una sonrisa y tras despedirse del enigmático herrero, Akatsuki Asa empezó a vivir en el dojo de Kojiro Sasaki.
El espadachín de rostro afeminado le enseñó todas las técnicas que pudo y le ayudo a manejar su magia sobre el fuego. Para Kojiro, Asa fue todo un orgullo como discipulo. Sin embargo, su alegría poco a poco se desvanecía a medida que le llegaban más y más solicitudes de duelos contras otros espadachines.
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Sin oponentes a la altura, Sasaki Kojiro se sumergió en una profunda soledad. Ansiaba un verdadero desafío, contra un rival poderoso que lo haga luchar con todas sus fuerzas. Ya que desde que comenzó su viaje del guerrero hace diez años, se había mantenido invicto y derrotó a todos sus oponentes de manera aplastante. Nunca pudo usar toda su fuerza contra un oponente que estuviera a la altura.
Un día en 1607, Kojiro Sasaki estaba sentado en el jardín mientras observaba el entrenamiento de su discipulo.
—¿Realmente seré el más fuerte o solo me creo el más fuerte porque no he encontrado un verdadero desafío? —pensaba Kojiro, con una expresión melancólica.
—¡¡Sasaki Kojiro!! —gritaron sacándolo de sus pensamientos.
Era un hombre mucho más alto que él, midiendo 1, 90 metros, con una musculatura sumamente desarrollada y portaba una espada mucho más larga que su Monohoshi Zao.
—¡Te desafío a un duelo! —exclamó cruzado de brazos.
—Me lo imaginaba —musitó cabizbajo.
—Maestro, él es Togo Shigekata, hablaban de él en la ciudad —mencionó Asa, frunciendo el ceño—. Dicen que su Jigen-ryu es uno de los más letales. Intentar bloquear uno de sus cortes es un suicidio, ya que no hay nada que no pueda cortar.
Con nada más que escuchar esas palabras, Sasaki Kojiro se levantó de su asiento con una sonrisa llena de emoción, desenvainando su preciada Monohoshi Zao.
—¡Al fin, una buena batalla! —exclamó con euforia.
Togo Shigekata desenvainó su imponente odachi. Kojiro se acercó lentamente, hasta estar en su rango, momento en el cual Togo atacó con un corte vertical poniendo toda su fuerza en aquel corte para así acabar con el duelo de un solo golpe, pero algo impresionante ocurrió.
Kojiro había logrado bloquear su corte. Togo Shigekata, el hombre que pudo cortar armaduras samuráis fabricadas por los mejores herreros, quien pudo cortar árboles gigantescos de un solo corte, fue frenado por aquel hombre mucho más pequeño que él con sencillez y eso se notaba ya que en ningún momento se veía que su oponente ejerciera mucha fuerza contra él, era como si el arma y la fuerza de Togo no le pesaran nada.
—Siempre es lo mismo —musitó con decepción.
Sin que Togo Shigekata pudiera reaccionar recibió en su pecho dos cortes en forma de U y cayó al suelo desangrándose.
—Llama al médico del dojo y dile que atienda a este hombre —ordenó Kojiro a su discipulo, con una mirada llena de desilución mientras se retiraba del lugar.
Otro oponente que mordía el polvo y otro paso que daba a las penumbras de ser fuerte, la emoción que Sasaki Kojiro sentía en cada combate se perdió en aquella soledad, por no poder encontrar a nadie que lo ponga contra la espada y la pared.
En 1610 Akatsuki Asa se retiraría de su dojo para cumplir su misión como nuevo protector de Japón junto a otros dos guerreros con espadas divinas y Sasaki Kojiro se quedó aún más solo con sus pensamientos, hasta el punto en el que solo practicaba con la Seishin-teki Tōei (Proyección Mental). Repetía cada uno de sus enfrentamientos una y otra vez, incluso con docenas de enemigos a la vez, pero el resultado seguía siendo el mismo: el completo aburrimiento.
Todo eso cambiaría el 1 de abril de 1612, cuando un amigo suyo, llamado Hosokawa Tadaoki, quien era el señor feudal de la zona, lo llamó a su residencia ya que le tenía grandes noticias.
Ese día, Sasaki Kojiro tenía un mirada apagada y los ánimos por los suelos, pero al poner un pie dentro sintió una presencia que nunca antes había sentido en su vida. Era similar a la de un demonio.
Moviéndose a una velocidad sobrehumana, sin que ninguno de los sirvientes de Hosokawa pudiera percibirlo, llegó hasta el salón principal del señor feudal, donde desenvainó su Monohoshi Zao y atacó al misterioso invitado, quien logró bloquear su ataque usando dos espadas, una katana y una wakisashi.
Fue ahí cuando Kojiro prestó atención al invitado de Hosokawa. Un hombre que parecía de su misma edad, con cabello negro y corto, barba mal afeitada y ropa arrugada.
—¿Qué eres tú? —inquirió Kojiro, sorprendio.
—Mi nombre es Miyamoto Musashi, soy un ronin —declaró con una ligera sonrisa.
—¡Alto, alto! ¡Destruirán toda mi casa si pelean aquí! —ordenó Hosokawa, aterrado.
Ambos espadachines se separaron y guardaron sus espadas. Los dos se vieron mutuamente, no podían ser más diferentes en el físico y en la forma de vestir. Sin embargo, guardaban más similitudes de lo que imaginan.
—Kojiro-dono, este hombre de aquí es Miyamoto Musashi —presenteó Hosokawa, con cierta admiración—. Se ha hecho un gran camino como espadachín en los últimos años. Fue él quien derrotó a los tres herederos del Clan Yoshioka, también derrotó al prodigio Hōzōin Inshun, ¡ha estado invicto en cicuenta y nueve duelos! Por eso vino el día de hoy para solicitar un duelo contigo, el doce de abril.
—¿Conmigo? ¿Qué es lo que lo llevó a tal decisión? —inquirió con cierta diversión.
—Dos hombres que son presas de su gran poder y que deambulan en la penumbra de ser fuertes, pude notarlo nada más verlo, Kojiro-san —declaró Musashi, con una mirada ardiente— ¡Hagamos que nazcan leyendas de esta gran rivalidad!
Por primera vez en años, Kojiro sonrió de manera genuina, como en sus primeros años de su viaje del guerrero. Finalmente había encontrado al rival que siempre deseó. Se lo decía su instinto, aquel guerrero de ropas descuidadas y barba fea, no era como ningún humano que hubiera enfrentado antes, era algo incluso superior a eso.
Los días pasaron y el duelo se realizó en una remota isla en el estrecho entre Honshu y Kyushu, la cual siglos después sería llamada Ganryu-jima.
Kojiro esperó pacientemente la llegada de Miyamoto Musashi sentado encima de una roca, hasta que lo vio llegar en un bote. No traía sus dos espadas, en su lugar, había tallado dos remos para darles la forma de espadas. Bajó del bote y estaba cara a cara con Kojiro, quien también se levantó de su asiento y desenvainó su espada.
—Curiosa elección de armamento, Musashi-san —comentó Kojiro, con una ligera sonrisa.
—¡Uhahahahaha! Tenía que conseguir algo que pudiera igualar tu monstruosa Monohoshi Zao, Kojiro-san —replicó Musashi, con una gran expresión de diversión.
—¡Zehahahahaha! Entonces iniciemos de una vez —anunció Kojiro, tirando la funda de su arma a la marea, dejando que se la lleve hacia el mar.
—¡¡¡Kojiroooo!! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! —exclamó Musashi, cambiando su semblante a uno serio.
—¿De qué hablas? —inquirió Kojiro, frunciendo el ceño.
—Cuando un guerrero no se preocupa por recuperar la funda de su espada, eso es porque sabe que morirá en combate —declaró frunciendo el ceño.
—Fuaaaah... estoy cansado, Musashi-san, estoy cansado de esta vida sin rivales que supongan un desafío para mí, estoy cansado de esta vida llena de aburrimiento —confesó con una mirada inundada en tristeza— ¡Por favor, Musashi-san, no seas otro rival débil! ¡Permíteme luchar con todo lo que tengo hasta mi último aliento! ¡¡¡Hagamos arder nuestras armas hasta el final!!!
Ante esas palabras, Musashi finalmente entendió todo el dolor que cargaba Sasaki Kojiro y decidió cumplir con su deseo.
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—¡Entonces luchemos hasta el final, Sasaki-san! —exclamó con éxtasis.
—¡Vamos con todo, mi hermano de armas! —declaró Kojiro, con una sonrisa de emoción neurótica.
Por primera vez en toda su vida, Miyamoto Musashi y Sasaki Kojiro lucharían con toda su fuerza.
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El sonido de tambores resonó en toda la isla mientras ambos espadachines chocaban armas sin parar, haciendo que las mareas se agiten y la arena salga disparada como proyectil por todas partes. Cada uno demostró todo lo que había aprendido en toda su vida, cada técnica, cada habilidad fue llevada al extremo. La pelea en un principio se inclinaba del lado de Kojiro, pero poco a poco, Musashi fue atacando cada punto vulnerable de su cuerpo, debilitándolo hasta que obtuvo la total delantera del duelo.
Al final, tanto Musashi como Kojiro se habían herido mutuamente, pero el que más heridas había acumulado era el espadachín de ropas coloridas.
—Luchar contigo, realmente fue emocimionante —confesó Musashi, viendo claramente el final de este combate.
—Lo mismo digo, esta dicha es algo que me llena de una gran paz —declaró Kojiro, respirando pesado por el cansancio—. Como eres mi hermano de armas, déjame mostrarte mi técnica favorita... ¡Ganryu: Tsubame Gaeshi! (Corte de la Golondrina Giratoria)
Musashi recibió un corte en su mejilla izquierda cuando saltó lo más alto que pudo y cuando Kojiro intentó una vez más su técnica, el sol le dio directo en los ojos y lo cegó, haciendo que fallara y recibiera un golpe de Musashi con sus espadas-remo en el craneo, con toda su fuerza.
Kojiro cayó de espaldas al suelo, mientras sangraba por la frente. Aquel golpe le había destrozado el craneo.
—Ah... ya veo, usaste el sol a tu favor, con razón llegaste tarde —pensó Kojiro mientras esbozaba una sonrisa.
En sus últimos momentos de vida, vio como Musashi se arrodillaba a su lado con lágrimas en los ojos.
—Idiota, ¿por qué estás llorando? Moriré feliz sabiendo que pude dar todo mí —musitó con las pocas fuerzas que le quedaban—. Me venciste, Musashi... gracias.
Así fue como acabó la vida del Demonio de la Monohoshi Zao, despidiéndose del mundo con una sonrisa en el rostro, tras el duelo más grande de toda su vida.
—Mi muerte fue mi última obra de arte y no pudo haber mayor honor que morir en un duelo contra quien considero mi hermano de armas —concluyó Kojiro, mientras miraba a Musashi con una sonrisa llena de respeto y amistad.
—Esa fue... una gran historia —dijo Saneyoshi, impactado por todo lo que escuchó de primera mano de un espadachín del pasado.
—Entiendo perfactemente ese sentimiento de soledad, Kojiro-san —confesó Kintoki, cabizbajo—. Me hubiera gustado también saciarlo.
—También experimenté esa soledad —admitió Tomoe, con una ligera sonrisa—. Aunque otro sentimiento aún peor reemplazó esa soledad. Dime, Musashi-dono, ¿naciste siendo el más fuerte o te volviste el más fuerte?
—Ambas, si bien nací con grandes capacidades, tuve que recorrer un largo camino para poder curar el daño que alguien más me hizo —explicó Musashi, con una mirada repleta de paz—. No siempre fuí un buen hombre.
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