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44-Las Artes Marciales nos Unen

Hace miles de años...

En las tierras de lo que en un futuro será conocida como la India, un terrible duelo fue librado durante la Batalla que Ensució el Dharma. El campo de batalla estaba lleno de cadáveres, tanto de Arcontes, como de humanos, Elfos, Garudas, Mahoragas, Nagas y Ashuras. La sangre derramada le llegaba a todo el mundo hasta los tobillos, las armas de los ejércitos de ambos bandos estaban enterrados en la tierra, dos montañas enteras fueron reducidas a un terreno llano. Los ángeles comandados por Raguel de la Generosidad estaban tratando de salvar a todos los heridos que podían, mientras que la tierra temblaba por el choque entre dos titanes.

—Joven Shiva... por favor, gane esta batalla y vengue a los caídos —musitó Raguel, con ambas manos sobre su pecho, mientras miraba el horizonte con angustia.

A lo lejos, Shiva y el malvado Arconte Vishnú, estaban en una encarnizada lucha. Ambos estaban bañados en la sangre de sus enemigos y en su propia sangre, Shiva estaba usando su transformación Pasupatastra. Cada golpe que conectaba contra Vishnú provocaba un temblor en la tierra que se sentía por kilómetros. 

—¡Este será el fin, mocoso insubordinado! —exclamó Vishnú, con una sonrisa lunática— ¡Cuando te mate a tí y a los ángeles de esa basura arcángel, podré crear un mundo perfecto! ¡Antes de la creación, viene la destrucción! ¡Reconstruiré este mundo desde sus cenizas!

—¡Tú no quieres volver nada perfecto, solo odias las cosas como ya son! —replicó Shiva, furioso.

Vishnú le agarró de uno de sus brazos inferiores y se lo arrancó con su fuerza colosal, para luego usarlo y golpearlo con ese mismo brazo en el rostro como un garrote.

—Se acabó, mocoso insubordinado. No tienes oportunidad contra mí —sentenció Vishnú lanzando el brazo arracando de Shiva hacia un lado—. Yo soy aquel que se alzó sobre todos los Arcontes. 

Antes de que el siniestro Arconte pueda dar el golpe de gracia, Shiva le lanzó una doble patada voladora en el rostro que le destrozó la mandíbula, seguido de una serie de golpes en el pecho que seguían destrozando sus órganos internos.

—¡Puede que seas el Arconte más fuerte del mundo, que tus músculos y tu magia no tengan límites! ¡Pero las artes marciales a todo eso lo superan, porque fueron creadas para que el débil se defendiera! —gritaba sin parar de golpearlo.

Vishnú atacó con un poderozo derechazo cargado al máximo con Energía Kundalini y Shiva lanzó una patada curva que le terminó partiendo a la mitad antes de que le conectara el golpe. 

Las dos mitades del cadáver de Vishnú cayeron al suelo, esparciando su sangre y víseras por todo el suelo. Shiva se encontraba cansado, había lucha durante más de treinta y seis horas, apenas le quedaba Energía Kundalini. Sin embargo, eso no le importaba mucho como si otra cosa. 

https://youtu.be/9P6VJlRjU6w

Se miró todo el cuerpo, estaba bañado en sangre. Había matado a cientos de personas en esa monstruosa batalla, gente que nunca había conocido en su vida, con la que no intercambio ni siquiera dos palabras, pero ese sentimiento de cobrar una vida, le estaba pesando en lo más profundo de su alma. 

—Esto no está bien... no está bien... las artes marciales no deberían ser usadas para matar a alguien —murmuraba mientras caminaba sin rumbo fijo por todo el terreno de batalla—. Se supone... que son algo hermoso para defender a los débiles. ¿Por qué tuvo que morir tanta gente?... Yo los maté a todos... cuando juré que salvaría a todos los que pudiera... yo los maté... su sangre está sobre mí.

En medio de su caminata, chocó con algo, era Ráguel. La arcángel le miró preocupada y rápidamente lo atendió con sus poderes sanadores.

—¿Qué pasó...? ¿Qué pasó con el viejo Odín? —preguntó Shiva con la voz rota.

—Rafael me contó lo que sucedió en el oeste... lo siento, Shiva —respondió Ráguel, mordiéndose con tanta fuerza el labio inferior que lo hizo sangrar—. Odín fue asesinado por Loki y Fenrir, también perdimos a Thor, Frey y Tyr.

Shiva rompió en llanto, primero fue Zeus, luego Indra y Agni, ahora su anciano amigo Odín, sus hijos y su viejo amigo de citas, Frey. Ya había perdido demasiado.

—Estoy cansado, Raguel... quiero irme a casa. Por favor, quiero ir a casa —suplicó entre lágrimas.

—Yo también... quiero largarme y nunca volver, pero todavía queda trabajo por hacer —replicó con ojos llorosos.

Ese día, Shiva se alzó sobre todos los Arcontes y asesinó al último lider de los malvados Arcontes conquistadores que querían adueñarse de todo el universo. Pero el costo fue enorme. Había manchado las enseñanzas de sus maestros y también, había perdido a más amigos. Durante los años posteriores, le costó mucho el poder recuperarse de todo lo que había ocurrido en esa guerra, teniendo que sumergirse en su "yo" para poder sanar.





En la actualidad...

Cerca de un hermoso lago a las afueras de Svarga, Sara García se encontraba meditando sentada en una roca. Había pasado una semana desde que inició su entrenamiento con Shiva, se estaba adaptando bien al arte marcial Kalaripayattu. 

—Oye Sara, ¿quieres venir a bailar con nosotras un rato? —propuso Durga, llegando junto a Kali con una radio.

—Uhmmm... no lo sé.

—¡Vamos, has estado meditando por horas! Mereces un descanso —replicó Kali, con jovialidad—. Además, la danza es una de las partes importantes del Kalaripayattu.

—¡Hahahahaha! Ok, ok, bailemos —aceptó lenvantándose de la roca.

https://youtu.be/XNU5l_-2jhs

Las tres mujeres empezaron a bailar a orillas del lago, combinando la danza hindú con un ritmo más occidental. Sara incluso utilizaba algunos movimientos que había aprendido del Kalaripayattu para el momento, sacándole algunas risas a Kali y a Durga.

A lo lejos, Shiva las estaba observando mientras comía unas uvas recostado de lado en el suelo. Más que en su baile, tenía la vista fija en como sus senos rebotaban mientras danzaban.

—Uy, que buena vista —comentó con una sonrisa pícara—. Creo que ya encontré a mi tercera esposa. Aunque Sara sea humana, no se queda atrás en "pechonalidad" con mis esposas ¡AHHHHH!

Karttikeya el hijo mayor de Shiva le había picado los ojos con los dedos.

—¡Oye Kartti, ¿qué diablos te pasa?! —le reclamó Shiva.

—¿Sabes, padre? El abandono de los placeres carnales es un paso para alcanzar el Nirvana —mencionó Karttikeya, cruzado de brazos.

—¡Al diablo con eso! No me interesa llegar al Nirvana, lo que me interesa alcanzar es el paraíso de las mamacitas, ¿sabes de lo que hablo? —remarcó con picardía mientras hacia como si estuviera estrujando unos senos.

El arconte joven soltó un gruñido molesto y luego se fijó en Sara y en los movimientos del arte marcial hindú que hacía.

—¿Crees que ella pueda volverse una maestra de Kalaripayattu tan rápido? —inquirió intrigado.

—Kartti, te voy a explicar una cosa del mundo —respondió Shiva, volviéndose a acostar de lado en la tierra—. En este mundo existe un tipo de personas que son llamadas "prodigios". Los prodigios son gente que puede aprender y adeptarse a cualquier cosa rápidamente. Entre algunos prodigios están el viejo Odín, Rudra, Atenea, Jaidee Khan, yo y por supuesto, Sara García. Sara García en especial, es esa clase de prodigios que solo aparecen una vez cada cien años.

Shiva hizo algunos estiramientos, para luego levantarse del suelo e ir hacia las tres mujeres.

—Sara García, vamos luchar un momento —pidió Shiva, tronándose los puños—. Quiero ver que tanto has avanzado, ¿te parece?

—¡Hagámoslo! —respondió entusiasmada.

Kali y Durga les dieron el suficiente espacio para que puedan tener un pequeño sparring. Ambos adoptaron una postura baja, la primera en atacar fue Sara al correr hacia Shiva para dar un salto y lanzar un rodillazo, seguido de una patada ascendente al caer al suelo. El primer ataque fue evitado por Shiva al retroceder, el segundo fue bloqueado con el antebrazo. El Arconte le atacó con una patada curva que Sara esquivó al agacharse, contraatacando con una serie de golpes veloces desde varios ángulos, pero todos fueron desviados por Shiva.

—¡Ahhhh! ¡Muy bien, hagamos una competencia de piedra, papel o tijera! —le retó la Wandering, con una mirada determinada—. El ganador podrá darle un golpe gratis al perdedor.

—¡Me gusta, adelante! —exclamó Shiva, con una emoción infantil.

—🎶¡Jakkajakkajan! ¡Jakkajakkajan! ¡Jakajan!🎶 —cantaban mientras bailaban sacudiendo los brazos— ¡Ey, ey! ¡Jan-Ken-Pon!

Ambos terminaron sacando y tijeras, se atacaron al mismo tiempo metiéndose los dedos en la nariz del contricante y jalando con fuerza, haciendo que ambos sangren por la nariz, pero la sonrisa en su cara no desaparecía.

—¡¿En serio tienes que hacer lo mismo de siempre?! —reclamó Karttikeya, frunciendo el ceño—. Debería darte verguenza insultar las artes marciales así.

—¡Karttikeya! —le regañó su madre.

—No lo defiendas, este tipo no tiene ningún respeto por las artes marciales —replicó Karttikeya, caminando hacia su padre—. Las artes marciales son algo sagrado que no deben ser tomadas a juego. Tú ni siquiera te las tomas en serio y la gente te respeta únicamente porque eres fuerte. Nunca te has tomado algo en serio en tu vida.

—Kartti, no hables como si supieras de supieras de toda mi vida —replicó Shiva, con un tono de voz tranquilo, pero su mirada expresaba cierta molestia—. Como yo elija divertirme es mi problema. No es mi culpa que no puedas comprender la verdadera escencia de las artes marciales, mocoso.

El cuerpo de Karttikeya ardió en llamas carmesí, parecía que iba a estallar un enfrentamiento entre padre e hijo, pero él logró calmarse y se retiró de allí, con varias venas marcadas en la frente por el coraje. Abandonó el lugar, propulsándose con sus pies en llamas como si fueran cohetes.

—Este niño... ¿cuándo fue que se volvió tan rebelde? —se preguntaba Kali, cruzada de brazos.

—Déjalo, está en la última etapa de la pubertad, se le pasará en un rato —replicó Shiva, despreocupado—. Lamento que hayas tenido que ver eso, Sara García.

—No pasa nada, maestro Shiva, es normal —mencionó con una ligera sonrisa—. Veo que Karttikeya tiene un enorme amor por las artes marciales.

—Más que nadie en Takagamahara, pero el problema es que no se toma su tiempo para divertirse con ellas —remarcó Shiva.

Karttikeya se retiró a las montañas de Svarga para desquitarse destruyendo un montón de rocas como si fuera de cristal, sus puños y sus pies estaban echando humo de lo calientes que estaban.

—Maldito idiota, siempre es lo mismo contigo —musitó haciendo arder sus puños—. ¡No soy un maldito mocoso! —gritó generando un gran agujero en la montaña.

—Kali me llamó, me dijo que casi te peleas con tu padre, ¿por qué siempre quieres buscarle pelea?

https://youtu.be/iJ-WsnaYDCg

El desahogo de Karttikeya se vió interrumpido por la llegada del Cazador Infernal, Rudra, el mejor amigo de su padre.

—Maestro Rudra, no puede negarme que mi padre es inmerecedor de su puesto como uno de los Devas —aseguró Karttikeya, con una mueca de disgusto—. Es un sinverguenza, no tiene pudor alguno al tocarle los senos a mi madre y a la Srta. Durga en público; siempre falta a las reuniones y aún así tiene el descaro de pedir vacaciones; me ha tratado como un mocoso desde hace mucho y lo peor de todo, trata a las artes marciales como un chiste.

—En algunos puntos tienes razón, ¡ruhahahahahaha!, Tu padre y yo solemos ser tremendos, aún recuerdo cuando le pusimos tinte para el caballero al shampoo de Freyja y se quedó pelirroja durante un mes —mencionó entre risas—. Sin embargo, te equivocas con lo último. Tu padre ama con toda su alma las artes marciales.

—¡¿Entonces por qué les falta el respeto siempre que puede?! —exclamó frustrado—. No se toma en serio a sus oponente, incluso cuando entrena a alguien, se pone a jugar como si nada.

—Gaohhhhh... por un carajo, esto me pasa porque tu padre se guarda las cosas —musitó después de un bostezo de pereza—. Cuando tu padre aprendió artes marciales, fue de las cosas más divertidas que experimento en su vida. Se volvió el mejor amigo de Uriel y de muchos de sus discípulos, era una amistad tan sincera y todo gracias a las artes marciales. Pero su alegría no le duraría mucho.

«Cuando la Guerra de los Arcontes llegó, Shiva se vió obligado a usar lo que más amaba en todo el cosmos para matar gente. Para él, usar las artes marciales para algo tan ruín, era una completa deshonra. Él creía firmemente que las artes marciales debían de ser usadas para crear asombro, admiración, sabiduría y vínculos entre las personas, incluso si esos vínculos se lograban a través de los puños. Sus amistades más duraderas, fueron después de una pelea. Zeus, Tamoryayo, diablos, hasta nosotros nos volvimos mejores amigos después de una pelea».

«Por eso el matar le dolió mucho, lo que le trajo tanta alegría, fue lo mismo que llenó sus manos de sangre. Después de la guerra, creó su Dharma, el cual impedía el asesinato, no importaba de quien; para Shiva, toda vida es valiosa y nadie tiene derecho a arrebatarla». 

«Cuando entrena a Sara, no busca ser solamente su maestro, sino también un amigo. "las artes marciales deben de unirnos, no destruirnos". La amistad también puede hacernos fuertes y eso también es importante. Cuando busca divertirse con ella, busca crear vínculos con Sara. Tu padre ama las artes marciales como nunca antes alguien las amó».

A Karttikeya casi se le cae la cara de la verguenza que sentía, nunca se imaginó que su podra se sentía así, pero tenía sentido. Su madre siempre le había dicho que su padre había sacrificado muchas cosas para conseguir la paz que gozaban ahora.

—¿Por qué mi padre no habla de lo que vivió en la Guerra de los Arcontes? —preguntó cabizbajo.

—A tu padre no le gusta hablar de ello, la gran mayoría de amigos que hizo en aquella época murieron durante la batalla, Arcontes y humanos —reveló con algo de lástima.



Varias horas pasaron, eran las cuatro de la tarde en aquel mismo lago. Shiva y Sara siguieron entrenando un par de horas más, hasta que decidieron ponerse a ver las nubes pasar.

—Oiga maestro Shiva, ¿cuál es el sentido de la vida? —preguntó de la nada.

—Hmmm... creo que la vida realmente no tiene ningún sentido, pero eso no quiere decir que no merezca ser vivida —respondió con la mirada fija en las nubes—. Siempre podemos escoger el propósito que nosotros queramos.

—Wow... profundo.

Karttikeya apareció, sentándose al lado de su padre.

—Yo... lo lamento, no sabía lo horrible que lo pasaste en la guerra —confesó sintiendo una enorme culpa dentro de él—. Tu amor por las artes marciales es mayor que el de cualquiera.

—No, la verdad es mi culpa por no contarte lo que sucedió hace miles de años —replicó alzándose hombros—. Gracias a Zeus descubrí las artes marciales, fue una amistad tan sincera, pero como todo en esta vida, fue algo efímero. 

—Me siento como un idiota.

—Pues no te sientas como un idiota, Kartti, no te disculpes, solo sé mejor —replicó Shiva.

Karttiketya se quedó pensando en las palabras de su padre y decidió quedarse a ver las nubes junto a él y su discipula.

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