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29-Sasaki Kojiro en Ilhuícatl-Teteocán

Tras dos días de investigación, el Inigualable Bajo el Cielo, Sasaki Kojiro finalmente había llegado a la "puerta" que lo llevaría a Ihuícatl-Teteocán. Había derrotado con suma facilidad al guardian que la custodiaba. Sin dudarlo, entró a donde encontraría a los guerreros que lo harían "arder su alma" como mencionó Saneyoshi Nobunaga.

Tras pasar el portal, se encontró el control fronterizo, el cual estaba a menos de un kilometro de la ciudad capital, Quetzal. El control fronterizo estaba custodiado por hombres con rasgos de nativos norteamericanos y nativos aztecas, incluso estaba vestidos de forma similar a los apache y a los guerreros jaguar, solo que de una versión más moderna. 

Sasaki Kojiro se acercó a los guardias junto al Malebranche Shady, donde fueron detenidos e inspeccionados.

—Identificación y motivo de la visita —solicitó un guardia apache.

—Yo, Sasaki Kojiro, ¡invoco el Duelo Santo! —exclamó mientras hacía una pose teatral junto a Shady.

Todos los presentes se asombraron y murmuraban entre ellos por esas palabras. Una vez que se invocaba un Duelo Santo, no había vuelta atrás, el retractarse sin una buena razón, podría llevar a un castigo ya que era algo sagrado para la cultura de los Reinos Eternos.

Por ende, dos guardias se llevaron a Kojiro y a Shady en un camión militar hasta la ciudad Quetzal, una ciudad que se ubicaba en lo que es la versión opuesta de los desiertos de Nuevo México. Era una ciudad futurista con varias luces de neón en la gran mayoría de los edificios que la conformaban, pero también había estructuras del antiguo imperio azteca que contrastaban con la modernidad que mostraban.

Llevaron a Kojiro hasta el Templo del Sol, el lugar en donde se reunían los Tres Tlatoani, los Arcontes que dirigían todo el Reino Eterno, el cual tenía la apariencia de un gran templo azteca de más de cincuenta metros de alto y estaba repleto de estatuas que conmemoraban varias batallas que habían ocurrido en el reino.

La pareja retadora fue escoltada hasta el salón principal, donde los dejaron solos antes los Tres Tlatoani, quienes estaban sentados en sus tronos.

El primero de ellos era un hombre piel morena, cuerpo ligeramente delgado, ojos anaranjados, un cabello café, pero que en las puntas parecía estar hecho de fuego, medía 2, 20 metros y su ropa recordaba a la de los nativos navajo. Su nombre era Tsohanoai.

El segundo de ellos era un hombre piel turquesa grisacea, medía 2, 30 metros, portaba una máscara de calavera y un casco con forma de sapo, llevaba ropa tradiconal azteca con distintas tonalidades de azul y amarillo, su físico era mucho más musculoso que el de Tsohanoai y andaba descalzo. Este era el segundo Tlatoani, Tlaloc.

El último de ellos era el más alto, midiendo 2, 40, su físico era delgado y su piel era totalmente negra, con pintura tribal amarilla en el rostro, su cabello era celeste y largo, llegándole hasta la cintura, de su cuello colgaba un espejo con marco de esmeralda. Vestía de forma similar a Tlaloc, pero con pieles de jaguares, junto a una corona y una capa roja. Lo más inquietante de su apariencia era su pierna izquierda, la cual era totalmente esquelética. Él era el lider de los Tlatoanis, Tezcatlipoca, El Brujo de los Jaguares.

—Sasaki Kojiro de la Tierra, se nos ha informado que invocaste el Duelo Santo de Ilhuícatl-Teteocán —dijo Tezcatlipoca, chasqueandos sus dedos.

Con esa señal, una de sus sirvientes empezó a redactar uno de los "Contratos" de la Arconte Metis. Estos Contratos fueron creados por dicha Arconte con su magia, una vez que ambas partes lo firman, se tiene que cumplir las condiciones del Contrato al pie de la letra. De lo contrario, el infractor morirá con su corazón aplastado por una fuerza imperceptible.

—¿Qué es lo que pides si logras ganar? —interrogó Tsohanoai, entrecruzando los dedos.

—Solo pido una cosa: La Piedra del Sol —reveló con malicia.

La Piedra del Sol, es el Tesoro Arcano del Reino Eterno de Norte América, un disco de basalto con varias inscripciones mágicas de aztecas grabadas por todos lados, creada como regalo por el Arcángel Miguel con la ayuda de Dios para Quetzalcoatl, el fundador de este reino. Posee la capacidad de alterar el clima y el terreno de todos los territorios de Ilhuícatl-Teteocán, lo que permite cosechas prósperas y evitar grandes desastres naturales que hubieran devastado ciudades enteras de no ser por ella.

Los Tlatoanis empezarona murmurar entre ellos, era una petición que no se hacía desde hace siglos y perder su Tesoro Arcano era una verguenza para cualquier Reino Eterno y más si se pierde ante un humano. Esto es porque desde hace quinientos años que ningún humano lograba ganar un Duelo Santo.

—Aceptamos, pero si pierdes, nos entregarás tu vida —sentenció Tlaloc, con una mirada temible—. Será un duelo a muerte, por lo que incluso si no mueres durante el combate, serás ejecutado después.

—Fufufufu, mi buen señor, me ofendería si no fuera así —replicó con una ligera sonrisa—. Esperaré con ansias enfrentar a su Campeón para hacer arder nuestras almas en este duelo sin igual.

—Firma el Contrato con tu sangre —indicó Tezcatlipoca.

La sirvienta se acercó a Kojiro, entregándole el Contrato, cuyas letras resplandecían de un color dorado y había grandes rastros de Energía Kundalini en él. El espadachín se mordió el dedo índice y escribió su nombre con su sangre en el lugar que le indicó la mujer. Los Tlatoanis hicieron lo mismo, sellando así el Duelo Santo.

—Guardias, llévenlo al Caldero del Demonio —ordenó Tezcatlipoca.

Tres guerreros jaguar tomaron a Kojiro de los hombros y lo sacaron del salón principal. Los Tres Tlatoanis se levantaron de sus tronos y fueron a otra habitación del templo con una larga mesa rectangular, donde se reunieron con dos hombres con rasgos navajo, con cabello negro y ligeramente largo, vestidos con camisas blancas de manga largas elegantes, pantalones negros y zapatos mocasines.

—Sandman, Bidziil ¿qué sabemos del retador? —inquirió Tezcatlipoca.

—Su nombre, su apariencia, su esencia, todo indica de que se trata del verdadero Sasaki Kojiro —respondió Sadman, mostrando una proyección holográfica mediante un amuleto—. Fue un espadachín de Japón entre los periodos Sengoku y Edo, creador del Ganryu y de una técnica llamada Tsubame Gaeshi, una técnica sumamente insignificante que consiste en un corte hacia abajo para luego realizar un corte hacia arriba. No se tiene apenas registros de su vida, lo único destacable fue su derrota ante Miyamoto Musashi en 1612.

—Lo que me inquieta es por qué los humanos de la tierra revivirían a un espadachín de hace cuatrocientos años —mencionó Sthanoai, llevándose la mano a la barbilla—. No parece ser alguien importante, tampoco siento que sea un hechicero poderoso como lo fue Solomon Lovecraft y Circe Dark. También esto debería de haber enfadado a Azrael por meterse con su ciclo de vida y muerte.

—Hmpf, ¿qué importa? Solo tenemos destrozar a ese payaso a como de lugar, los humanos aprenderán a no subestimarnos por enviar a tremendo inútil —replicó Tlaloc, con tono soberbio.

—Bidziil, ¿qué Campeones tenemos disponibles por ahora? —preguntó Tezcatlipoca, cruzado de brazos.

—Tenemos varios disponibles en este momento —respondió sacando una lista de peleadores—. El gigante Paul Bunyan, el hechicero Pecas Bill, Coyote, Tlaltecuhtli y también...

—Iré yo.

Un Arconte irrumpió en el lugar, medía 2, 10 metros, su piel era griscacea, con una musculatura sumamente desarrollada y marcada, sus ojos eran rojos, su cabello parecía estar dividido en dos, una parte era plateada y lisa, mientras que la otra parte estaba hecha de plumas de varios colores vívidos, portaba una tiara dorada con múltiples rubís y esmeraldas, al igual que su collar y aretes, los cuales también tenían plumas, junto a una armadura azteca. 

—Huitzilopochtli, ¿por qué quieres pelear contra este humano? —inquirió Tlaclo, arqueando una ceja.

—Lo ví cuando lo trajeron al Templo del Sol, algo me dice que este humano no es tan debilucho como ustedes dicen —respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. Ustedes cometen el error de subestimarlo.

—Los registros no mienten, no hay nada destacable de este tipo más allá de su derrota contra otro espadachín —declaró Sandman, frunciendo el ceño.

—Los registros también dicen que nosotros los Arcontes somos dioses de distintas culturas, no hay que fiarnos de lo que cuentan los humanos —reclamó caminando hacia Tezcatlipoca y viéndolo a los ojos—. Quiero luchar, quiero ver el verdadero potencial de la humanidad una vez más. Desde que perdí contra Circe Dark he querido una revancha contra los campeones de la humanidad.

—Bien, tú serás nuestro representante en el Duelo Santo, solo te pido una cosa —proclamó con una sonrisa siniestra—. No tengas piedad con este humano de mierda y destrózalo.

—No te preocupes, para mí es una ofensa el contenerse con un rival —replicó Huitzilopochtli, con una ligera sonrisa.

https://youtu.be/GgocuuFucWI

Caída ya la noche en Ilhuícatl-Teteocán, todos los habitantes de Quetzal se reunió en el Caldero del Demonio, el estadio donde se realizaban casi todos los Duelos Santos del reino. Tenía capacidad para cientos de miles de personas, hecho de piedra y con tallados al estilo azteca, la entrada del Campeón tenía la gran cabeza de un águila y la entrada del retador tenía la cabeza de un jaguar.

Sasaki Kojiro estaba sentado en su sala de espera personal, con un discman que había sido un regalo de Nobunaga Saneyoshi, con el cual escuchaba música de la banda Queen para relajarse.

—¿Está nervioso, Kojiro-dono? —preguntó Shady, por curiosidad.

—Siento un hormigueo de emoción, hace tiempo que no estaba tan ansioso por poder pelear —respondió pensativo—. Estos Arcontes no son como los demás humanos, son algo superior. Deseo con todo mi ser, que estos seres puedan hacer arder mi alma. Solo deseo... solo deseo sentir la emoción que sentí el día que luché contra Musashi-san, incluso si muero, solo quiero poder darlo todo.

Alguien tocó la puerta, era una de las sirvientas de Tezcatlipoca.

La pelea ya va a empezar, es hora de salir —informó hablando español.

Muchas gracias, señorita de buen ver, ¿usted me estará apoyando? —preguntó con tono coqueto.

No, lo siento, debo de apoyar a mi Campeón —respondió con una sonrisa—. Su español es particularmente bueno, ¿cuándo aprendió?

Hace tres meses, fue relativamente fácil —mencionó guardando su discman dentro de Shady.

Kojiro fue guiado hacia el pasillo que lo llevaría a la arena de combate, Shady le entregó su confiable Monohoshi Zao. Estaba a punto de tener uno de los combates más difíciles de su vida.

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