IV. Rosas
– ¡Artemisa!
La alegría en la voz y ojos de Zeus era indudable. Se levantó del trono dejando a un lado un hombre que intento hablar con el y camino hasta donde su hija bajo la desaprobatoria mirada de la reina Hera.
Le dio un abrazo y beso ambas mejillas, Artemisa hizo un reverencia y beso el dorso de las manos de su padre.
- Majestad.
- ¿Hace cuánto no nos veíamos, querida mía?
- Mucho tiempo, en realidad - suspiro antes de cambiar de tema -. Padre, está de aquí es mi pupila.
Los ojos Grises de Zeus dieron con la dama de blanco junto a su hija.
Nerviosa se apresuró hacer una torpe reverencia ante Zeus quien asintió, recorriendo todo su cuerpo con la mirada.
- ¿Puede ver algo con ese velo?
- Perfectamente - respondió Artemisa por ella.
Si imagen y voz estaban privadas de ser conocidas por el rey de Dioses. Su presentación fue por mero protocolo, ya que de no hacerlo podría llamar de mala manera la atención de las majestades.
- ¿Has visto a tu hermano?
Los ojos azules de Artemisa flaquearon un momento.
- No.
- Está en el Jardín central de mi palacio con sus musas.
- Bien.
La sonrisa apenada de Zeus trato de romper la tensión.
-¿Irás a saludar la reina?
- No.
Hizo una reverencia, tomo la mano de Persefone y salió de allí tan rápido como pudo.
- Huele como a problemas familiares.
– El día a día – suspiro la rubia antes de soltarle la mano y tomar una copa de una bandeja llena que cargaba un sirviente.
Se llevó una mano al pecho, sintiendo un dolor punzante en el. Mordió sus labios registro la sala donde habían ingresado.
– Mi hermano y yo ya no hablamos, pero desearía arreglar las cosas – murmuró ella –, el me debe una disculpa, le permitiré darmelas si me buscará tan siquiera.
La pelirroja sonrió con pena, paso su brazo por los hombros de la rubia y la guío hasta una silla.
– Quizás deberías ir a buscarlo ahora ¿No crees?
– No, el es que debe arrastrarse hasta mi cómo un perro suplicando disculpas.
Persefone tomo asunto en un banco frente a ella y silbo de la impresión.
– Cielos. ¿Que hizo para recibir tanto odio?
– Me abandono, a mi y a nuestra madre por este cochinero lugar.
El brillo de las decoraciones de aquella sala contradijo la descripción de Artemisa del lugar, pero prefirieron no hablar sobre el bello dorado y los diamantes de la sala. Persefone cruzo sus piernas sin saber que más comentar.
–¿No vas a decirme que los hermanos no deberían pelear?
Persefone parpadeo antes de elevar brevemente sus hombros.
– No, no se mucho de esto, no tengo hermanos.
–¡Yo soy tu hermana!
Un sentimiento cálido se apoderó de la diosa de la primavera.
– Si... Lo eres – sonrió ella.
- Y si pelearamos, querrias que dejemos de estarlo.
Un suspiro pesado salio de la portadora del velo blanco, en un murmuro le dijo de manera suave que saliera a buscar a su hermano. La rubia decidio dejar el orgullo, le dio un corta daga a la Persefone en caso de necesitarlo y le prometio enviar a alguien a custodiarla.
Tras pasado un buen rato, opto por quitarse el velo un poco, dejando solo descubiertos sus labios para degustar una copa de nectar. El delicioso sabor del elixir la relajo, pero todo su cuerpo se tenso con la entrada de un hommbre a la pieza.
Atravezo las cortinas de seda con un escudo imponente en las manos, observo a la diosa sentada con curiosidad mientras ella se volvia a cubrir con el velo.
- ¿Eres la amiga de Artemisa?
Su voz era grave, y una muy atractiva para cualquier mujer, Diosa u Titan. Por la mente de Persefone no le cabia el hecho de que Artemisa enviara un hombre a quedarse con ella.
- Artemisa confia mucho en usted, si lo envia aqui a quedarse conmigo.
El escudo reposo sobre un asiento y el gran hombre igual junto a ella.
- A pocos les doy confianza, por eso valoro a los que la otorgan. Una amiga me ha pedido un favor, aunque desconozco el porque hay que cuidarte, como si fueses una niña.
- La confianza es un riesgo, pero es bueno saber que lo valoras - comento ella.
- Me gustan los riesgos, supongo.
La del velo tomo una copa vacia y la lleno de nectar.
- Tenga, mi custodio - le dio la copa que el hombre acepto gustoso - ¿Cual es su nombre?
Las cejas del Dios se alzaron con sorpresa.
- ¿No sabes quien soy?
La negativa de Persefone no causo mas que confuncion en el.
- Tu amiga me prohibio hacerte preguntas, pero el hecho de que desconozcas mi persona amerita ignorar esa causa.
Ella solto una pequeña risa, casi coqueta.
- ¿Eres alguien importante?
- Se podria decir que si...
Tomo del contenido de su copa y la dejo sobre el suelo. Se acomodo para quedar frente a ella, aunque no pudiera verle a los ojos.
Persefone por su lado, se encontraba maravillada con la proximidad masculina del hombre, jamas habia estado tan cerca de alguno y se pregunto que tanto queria realmente seguir a Artemisa. Sus mejillas se sentian calientes, y tenia una involuntaria sonrisa que el velo ocultaba.
- ¿El velo es sagrado?
- No.
- ¿Seria muy atrevido si te pido retirarlo?
- Depende.
- ¿De?
- Quien seas.
Persefone no era tonta, sabia que ese hombre era un seductor natural, y a medida que ella iba correspondiendo su coqueteo este iba empezando a desearla.
Quizas algo de diversion antes de juramentarse como diosa virgen eterna no le haria mal a nadie.
Se mordió los labios mientras esperaba una respuesta. La copa del hombre volvio a ser llenada por si mismo antes levantarlo en direccion a ella.
- Ares, a su dispocision mi señora.
A su cabeza llego toda la informacion antes conocida sobre el, un dios imponente y varonil, de la guerra sangrienta e injusta, pero todo aquello solo termino encendiendo una mecha fugaz dentro de ella por el.
- ¿A mi dispocision, eh?
- Completamente - dio un largo trago sin despegar la mirada de la joven.
- Yo no podria revelarte mi nombre, a menos que jures por sobre todas las cosas presiadas que tienes, guardar el secreto entre nosotros.
- ¿Solo tu nombre quedaria entre nosotros?
- Eso y unas cuantas cosas mas - respondio ella.
De manera inconciente fueron acercandose mas.
- En dado caso, juro por el estigio que nada de lo privado entre nosotros saldra de mis labios.
Algo habia cambiado, pero ella no supo que fue, ni le dio tiempo a analizarlo.
La mano de Ares volo hasta el velo y retiro con el consentimiento de ella. Un fino rostro, unas rojas mejillas, rizos rojos suaves y una tierna mirada oscura fue revelada ante el.
- Mira nada mas, pero que belleza tenemos aqui.
Su mano, grande y aspera, le tomo de la barbilla con confianza.
- Pero que atrevido eres, eh - comento ella hechizada por el tacto del hombre.
- No hare nada que te no te guste.
- Al menos invitame a una salida antes ¿no crees?
- Eso es para niños tontos, yo soy un hombre que va directo al goze.
Con eso le daba entender que de el solo podia esperar una cosa, una y nada mas. No le disgusto la idea, quizas era ese anhelo y curiosidad de la compañia intima de un hombre, o solamente estaba ante la presencia de un brujo dispuesto a hechizarla en las proximas horas. Sea cual sea la respuesta, ella consintio y permitio la unidad de sus labios con los de ella.
Ya habia curiosado un poco con las ninfas del bosque, por ende supo corresponder y sobrellevar ese candente beso, pero cuando el hombre presente empezo a devorarla como un dulce perdio el aliento y el ritmo, dejandose consumir por la potente flama frente a ella que le tomaba por el rostro y mantenia sentada en su regazo.
Con un ruido obseno el se aparto de ella y le miro con una sonrisa.
- De todas las cosas que podian pasar al atravezar esa puerta, esta es la ultima que podria llegar a pensar que pasaria.
- Podria decir lo mismo, pero no me desagrada la idea...
Llevo sus manos por detras del cuello del hombre y lo acerco a ella para volver a besarlo, al estar sentado sobre el, ambos quitones, fue facil de sentir para ella la dureza entre sus piernas presionando contra si.
La burbuja intima entre ambos fue interrumpida cuando Ares la alejo de golpe y le coloco el velo.
- ¿Que...? - iba a empezar desde su asiento anterior pero la entrada de Artemisa le interrumpio.
- Nos vamos - gruño ella hacia la diosa de la primavera.
Dejo caer su pesada mirada sobre Ares y alzo una ceja.
- Y tu ¿Que diablos haces aqui?
- Me pediste venir ¿te acuerdas? - pregunto con pereza, inclinandose hacia delante.
- Le hable a Afrodita - gruño ella mientras Persefone le acercaba.
- Raro, crei que fue a mi, ademas, ella se fue con nuestros hijos a otro lado casi de inmediato.
Dejo salir su suspiro.
- No se ni porque me molesto ¿Lista? - hablo en direccion de la Persefone, ignorando al hijo de Zeus.
La que vestia un velo, desde dentro este llevo su mirada hasta Ares, quien con un brillo en los ojos le hacia una promesa de pronta satisfaccion.
- Si, Artemisa.
Salieron de alli, y junto a Toxeuma llegaron a la cabaña de Artemisa.
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