EL PASTEL MAGICO
A Sara le gusta mucho cocinar, es una de sus pasiones, piensa que en el arte de la cocina es muy importante los adornos, eso hace que sea mucho más bonito y apetitoso y con la vida ocurre algo parecido, tal vez la vida no tenga los ingredientes perfectos, en realidad ninguna de las personas de este planeta tiene una vida con ingredientes idóneos que tengan la medida exacta, pero se puede mejorar, al igual que un pastel se puede decorar para que una vida que tenga tonos grises consiga unos colores más bonitos.
Por eso, cada mañana, Sara se levanta sonriente, es el primer adorno que se pone por la mañana y comienza su día haciendo su famoso pastel de chocolate junto a su gatito negro que deambula alrededor de sus pies mientras se acaricia. Una vez en la cocina prepara todo y coge un recipiente para echar una taza de harina, una taza de azúcar, un cuarto de taza de cacao en polvo, una cucharadita de polvo para hornear, otra de bicarbonato de sodio y otra de sal, después, a baja velocidad lo revuelve con la batidora, mientras no puede evitar pensar en su vida, es algo que Sara hace mucho, le gusta su vida, no puede quejarse, a sus treinta años vive independiente y puede pagar sus facturas, algo que hoy por hoy es muy positivo, no tiene para grandes lujos, pero tampoco los necesita, Sara es una de esas personas que busca la felicidad en los pequeños placeres que da la vida, un atardecer, ver una película con una manta y un chocolate caliente en invierno, escuchar música en los largos caminos, disfrutar de la familia, de la amistad, de los días ajetreados y de los días en calma, aunque Sara sabe que a menudo es la felicidad quien la encuentra a ella.
Después de batirlo, agrega tres cuartos de taza de leche, un cuarto de taza de mantequilla suave y media cucharadita de vainilla, luego, vuelve a batir por dos minutos más y coge su molde redondo de veinte dos centímetros de diámetro y cuando está engrasado y enharinado echa el contenido dentro.
Aún recuerda el primer día que llevó su pastel al trabajo, fue algo inesperado que se ocurrió ese mismo día, incluso le faltaban ingredientes ese día, y por la hora que era, todo debería estar cerrado, pero por suerte una tienda estaba abierta, compró lo que le faltaba y por fin lo pudo hacer a tiempo para llevarlo al trabajo, gustó tanto que todos tras probarlo trabajaban de mejor humor, lo empezaron a llamar el pastel mágico. Sara no buscaba que le pusieran ese nombre, pero lo que si buscaba era mejorar la vida de las personas que la rodeaban día a día, pues el pastel no era nada más y nada menos que algo que decoraba sus vidas, para hacerlas algo más atractivas, pero ese pequeño y simple hecho hacía un gran cambio para bien en las personas que lo probaban.
Se podía pensar que fue pura casualidad, muchas veces tienes ganas de hacer algo improvisado y simplemente lo haces, pero no es el caso de Sara, ella lo tenía todo muy bien pensado, harta de ver tanto dolor, pensó y pensó en cómo podía aliviarlo, a hacerlo más llevadero.
Puso el horno a calentar y lo horneó a ciento setenta grados centígrados por treinta y cinco minutos, después lo sacó del horno y lo dejó enfriar en una rejilla durante diez minutos para seguidamente sacarlo del molde.
Mientras seguía pensando en un poco de todo, su trabajo, su pastel mágico... El motivo por el que Sara ve tanto dolor a su alrededor es porque trabaja en un hospital, ella es limpiadora e igualmente que a un médico o a una enfermera, le afecta mucho las cosas, sobre todo el dolor al que se enfrentan día a día las personas en ese lugar, no solo pacientes, sino todo el personal que trata de alguna manera con ellos, desde los cirujanos y cirujanas pasando por las enfermeras y los enfermeros hasta los celadores, celadoras, limpiadores y limpiadoras.
Una vez enfriado el pastel de chocolate, Sara se dispone a hacer el glaseado, derrite ciento veinte cinco gramos de chocolate para el glaseado y tres cucharadas de mantequilla a fuego suave, remueve el fuego y agrega media taza de azúcar glas y tres cucharadas de agua caliente y lo mueve constantemente hasta conseguir su consistencia.
Sara mira su reloj grande de cocina que tiene en la pared y ve que se le hace tarde, el tiempo se ha ido volando mientras hacía el pastel de chocolate y decide empezar a arreglarse y dar el toque final a su pastel, hoy su turno es de tarde y hay muchas personas que esperan su pastel mágico, más de las que pudiera haber imaginado nunca, todo empezó poco a poco, un enfermero que veía el pastel y lo probaba, una doctora que por casualidad pasaba y se llevaba un trozo... y entonces, un día cualquiera, ocurrió sin más.
Un niño muy enfermo no quería comer y Sara vio mientras limpiaba como un médico le ofrecía su trozo de pastel sin éxito alguno, el niño seguía sin comer, y ella se acercó y le dijo.
−¿Sabes qué este pastel es mágico? –el niño la miró con cara dudosa y después miró al médico.
−Es verdad, yo lo he probado y sé al cien por cien que es mágico –contestó el médico y el niño, algo inseguro se lo comió lentamente.
−¿Qué es lo que hace el pastel? –preguntó el niño después de comerse el pastel.
−Pues aquello que qué más desees se te concederá –dice Sara con una sonrisa.
El niño cerró los ojos con fuerza y pidió su deseo en silencio y conforme pasaban los días los médicos no daban crédito, un niño con los días contados empezó a mejorar y cada día el niño esperaba con ilusión y esperanza a la limpiadora del pastel mágico y ella todas las tardes le dedicaba parte de su tiempo y de todos los que lo probaban el niño se llevaba la mayor parte, el trozo más grande, y los médicos y hasta otros pacientes comentaban con él los poderes mágicos del pastel de chocolate y la hora de la merienda se transformaba en cientos de historias llenas de deseos que se cumplían y todos sonreían.
Una noche Sara se despertó intranquila tras un sueño, un sueño en el que el niño le decía que la muerte había ido a visitarlo, que le había dicho que tenía que acompañarlo y este antes de marcharse le pidió que le dejara despedirse en sueños de todos sus seres queridos y la muerte encantada aceptó su oferta, y ahí se despertó, sin saber si recordaba el sueño completo o solo una parte.
Pero a pesar de ese sueño Sara no podía imaginarse que al ir a trabajar le contaran que el niño subió al cielo, ¿soñaría con él por esa razón?, ahora el sueño tenía mucho sentido. No voy a engañaros, la magia pareció desvanecer, evaporarse, Sara no quería ver un pastel más en su vida, pero donde ha habido una chispa de luz, el fuego puede prender fácilmente con un pequeño toque, tiempo después la madre del niño fue a verla al hospital y le dio un papelito doblado entre lágrimas, y al abrirlo Sara no pudo contener las suyas tampoco por las palabras que aquello contenía, era del niño y en ella ponía:
Ahora lo entiendo todo, yo pensaba que cada día al pedir un deseo al pastel este me lo concedía, y creía ciegamente, porque a pesar de que sea pequeño no soy tonto, y me doy cuenta de las cosas, yo sabía que no tenía mucho tiempo y siempre le pedía un día más, no necesitaba más, un día más para ver a mi madre, poder abrazarla, besarla, un día más para ver el sol salir y ponerse por la ventana , un día más... ¡y se cumplía!, pero me has engañado, el pastel no era mágico, el pastel no hacía que viviera un día más, era la magia que posees tú, la mágicas eres tú, todo este tiempo ha sido así y no lo sabía y ahora, ahora que sé que no podré decirte esto en persona quiero que quede plasmado en este papel y decirte que gracias, gracias por regalarme vida.
−El día que se fue soñé que se despidió de mí y antes me dijo que no me olvidara de darte la carta, que era muy importante que lo supieras.
Sara no supo que decir, la abrazó con fuerza llorando y ambas se apoyaron.
Así que Sara cubre el pastel con el glaseado y lo adorna con bolitas de muchos colores y se dirige de nuevo al hospital, porque hay cosas en las que ni la medicina puede hacer nada y entonces lo único que ayuda es la magia que llevamos dentro y Sara aprendió que todos podemos hacer uso de esa magia.
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