14 | Nosotros
M A S O N
Mis ojos escudriñan cada una de sus expresiones, intentando averiguar lo que pasa por su cabeza ahora mismo. Doy un paso adelante, ella permanece en el mismo sitio, tan solo mordiéndose el labio para evitar llorar por la angustia que debe estar sintiendo ahora mismo. Sigo sin entender cómo he podido cagarla de nuevo, todo era tan perfecto...
—Por favor, Savannah, dime que lo que acaba de pasar abajo no ha cambiado nada entre nosotros.
—Yo... —niega con la cabeza y luego la echa hacia atrás, se frota los ojos y parte de su maquillaje se corre por alrededor de ellos— me gustaría irme a casa.
La observo varios segundos mientras me debato entre seguir presionándola o darle espacio y tiempo para pensar ella sola. Las cosas están demasiado alteradas y recientes ahora mismo, creo que no es el mejor momento para tomar ninguna decisión.
—¿Estás segura?
—Sí. —Asiente con la cabeza y se acerca, sorprendiéndome con un beso en la mejilla—. No quiero decir nada de lo que después me arrepienta. Prefiero marcharme y, si te parece bien, vernos mañana.
—Claro —digo con resignación, pero sin perder la esperanza—, vamos, le pediré a Jeoff que os lleve ahora mismo. Y voy a disolver esta maldita fiesta en cuanto os marchéis, menuda noche... —comento mientras bajamos las escaleras.
—No lo hagas, por favor —me pide entonces, deteniéndome entre la primera planta y la principal—. No quiero que mañana todo el mundo esté hablando sobre esto.
—Lo harán aunque la fiesta dure hasta el amanecer —le informo con seguridad—, hay reporteros y presentadores aquí, Sav.
—Maldita sea... —Suelta una bocanada de aire y continua hacia el salón principal, buscando a sus amigas.
Mantengo la distancia para dejarle un poco de intimidad cuando se acerca a ellas y conversan un par de minutos, Chloe y Ophelia no dejan de echarme miradas mientras la escuchan. ¿Qué les estará diciendo?
Puedo sentir los ojos de todos los presentes sobre nosotros, esto traerá cola, me cago en la puta, en Emilia y en la madre que me parió.
—Estamos listas para marcharnos —dice entonces Savannah viniendo hasta mí.
—De acuerdo, vamos.
Se despide de Jim y Dinna mediante un gesto de la cabeza y una pequeña sonrisa, las guío hasta la puerta principal y ella se queda un poco rezagada cuando Jeoff las lleva hasta el coche. Gira sobre sí misma y me sonríe, sin la misma alegría que otras veces, pero algo es algo, así que voy hasta ella y no se resiste cuando rodeo su cuerpo para abrazarla.
—¿Nos veremos mañana? —le pregunto ansioso.
—Sí, a menos que tengas el día ocupado.
—No, Junior sabe que los días post fiesta son sagrados para mí, no me buscará hasta pasado mañana.
—Vale, en ese caso podemos quedar en algún sitio.
—Quiero que podamos hablar tranquilamente, y en la calle no podremos hacerlo.
Su pecho sube cuando respira profundamente y asiente, puedo notar cómo le agobia todo esto. A mí también me gustaría poder pasear con ella por la maldita calle sin que nadie nos grabe y nos pare cada veinte metros, pero no es posible, joder. Cómo odio mi puta fama ahora mismo.
—¿Qué sugieres entonces?
—Venir aquí, no estaremos tranquilos en ninguna otra parte —digo tomando su mano entre las mías, hacia la cual desciende la mirada para ver cómo entrelazo los dedos con los suyos—. Iré a buscarte yo mismo por la tarde, ¿vale?
—Bien. —Da un paso atrás soltándose y caminando sin dejar de mirarme—. Buenas noches, Mason.
—Buenas noches.
S A V A N N A H
Ophelia y Chloe me acompañan hasta la cama cuando llegamos a casa, preocupadas por mi estado de ánimo y diciendo que he actuado de un modo muy correcto al no perder los papeles. ¿Para qué hacerlo? ¿Para salir en todas las revistas como la loca nueva conquista de Mason Fox? Gracias, pero no, esa no soy yo. No voy a negar que cuando he visto cómo Emilia estampaba sus labios sobre los de Mason, me han cosquilleado los dedos por las ganas de sujetarla por el pelo y barrer toda la casa con él, como en aquella película que vi con Chloe en una de las tantas noches que nos escapamos para ir a la cabaña. Sin embargo, no creo que eso hubiese solucionado nada, al contrario.
Por otro lado, hay algo que no me está gustado, y es el modo en el que me siento cuando esa chica está cerca. En mi Comunidad nos ayudábamos entre todos, no había problemas de ningún tipo, salvo cuando el señor Johns se pasaba un poco de su terreno hacia el del vecino, plantaba lechugas e ignoraba el límite que ambos habían marcado.
Aquí sucede todo lo contrario, parece que todos quieran estar siempre por encima del resto, buscando el modo de hacer sentir mal a los demás para ellos sentirse bien consigo mismos. No puedo borrar de mi cabeza la enorme sonrisa del rostro de Emilia tras el beso, cómo disfrutaba ante mi evidente malestar. Así como tampoco puedo olvidar esa sensación nauseabunda en mi estómago, el calor en mis mejillas y las ganas de llorar. Nunca había experimentado nada parecido, y no me agrada, pero, no sé por qué, me parece que es algo que sentiría de forma habitual si decidiese seguir adelante en esta loca relación —o lo que sea— con Mason.
—¿Seguro que no quieres dormir conmigo? —insiste Lia desde la puerta de mi dormitorio cuando Chloe ya se ha marchado.
—Segura, estoy bien, no te preocupes.
—Bueno, recuerda todo lo que te he dicho, ¿sí? —me pide. Asiento y ella se marcha dedicándome una sonrisa cargada de cariño y lástima.
En su opinión, Mason es inocente en todo lo que ha sucedido hoy y esa Emilia no es más que una "zorra" que solo quiere aprovecharse de la situación. Chloe difiere, opina que él debió asegurarse de que ella no pudiese entrar y que no ha hecho las cosas bien. También piensa que no fue correcto llevársela a otra habitación y ha insinuado que "a saber lo que han hecho allí antes de volver al salón". Ante esto último Lia le ha soltado un buen sermón y le ha pedido que "no meta mierda entre nosotros".
En el mismo momento que apago la luz de la lámpara que hay en la mesita, la pantalla del móvil se ilumina mostrando un nuevo mensaje. Debe ser de Mason, nadie más tiene este número aparte de él y mis dos amigas.
Bloqueo el aparato y le quito el sonido como Lia me enseñó, lo coloco boca abajo y me doy la vuelta en el colchón, cerrando los ojos y obligándome a mí misma a no pensar en la fiesta, la última de mi vida. Entre las cosas que llevo aprendidas desde que llegué aquí, se encuentra la siguiente: las fiestas no son buenas.
*
La mañana siguiente transcurre deprisa, aunque seguramente sea porque me levanto alrededor de las once y media, cuando la cisterna del cuarto de baño me despierta. Camino descalza hasta la cocina y compruebo que mis dos amigas siguen en la cama, así que opto por prepararme un café y acurrucarme en el sofá hasta la hora de comer.
He tenido tiempo para pensar, puesto que apenas he pegado ojo debido a las emociones y lo que sentí ayer. Bueno, ayer y durante las últimas semanas, desde que llegué. Lo cierto es que Mason me gusta, ¿para qué seguir negándomelo? Es absurdo y una pérdida de tiempo, y si hay algo que madre me enseñó concienzudamente es que el tiempo es oro, así que debo empezar a aprovecharlo.
M A S O N
Espero ansioso a que Savannah baje a la calle, apoyado en la pared junto a su portal y fulminando a través de mis gafas de sol a los fotógrafos que ya están asentado al otro lado de la calle. En ocasiones pienso que le han puesto un GPS a mi coche, porque no me explico cómo saben dónde estoy en cada puto momento del día.
—Buenas tardes —me saluda Sav tras abrir la puerta.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunto colocándome frente a ella para que los paparazzi no la fotografíen, aunque es absurdo porque lo harán cuando vayamos hacia el coche.
—Cansada, no he dormido bien —confiesa mientras me mira. Me retiro las gafas y busco el mejor modo de decirle que nos están viendo.
—Escucha, sé que no te gustan las fotos y todo eso, pero debes saber que me han seguido y nos están fotografiando ahora mismo. —Me siento horrible por arrastrarla a esta mierda conmigo, pero ¿cómo evitar que esto pase?
—Da igual —reconoce entonces, sorprendiéndome. Dibuja una pequeña sonrisa y se pone de puntillas para darme un beso en la mejilla.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi Savannah? —Mi pregunta le hace reír, provocando lo mismo en mí.
—He recordado algo que mi madre me enseñó —explica—, tú eres genial, Mason, me tratas muy bien y esta es tu vida. —Se encoge de hombros y vuelve a sonreír—. Pude haberme marchado aquel día, cuando te conocí, pero decidí quedarme.
—¿Qué quieres decir con todo esto? —cuestiono confuso a la par que esperanzado, no quiero hacerme ilusiones, pero parece que...
—Acepto —interrumpe mis pensamientos.
—¿Qué es lo que aceptas exactamente? —Doy un paso hacia ella, acortando el espacio entre nosotros.
—Todo. A ti, tu mundo, las fotos... —declara mientras sonríe, contagiada por la misma sonrisa que se va formando lentamente en mi rostro.
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —Doy un paso más y ella asiente—. ¿Lo intentamos? —pregunto muy cerca de ella, a lo que vuelve a asentir.
—Pero... —Aparta la mirada un segundo antes de volver a fijar sus ojos en los míos—. No me hagas daño, ¿vale?
—No podría, aunque quisiera —admito con sinceridad.
Paso los brazos por su cintura y ella rodea mi cuello, fundiéndonos en un abrazo que termine por confirmar los rumores. Escucho los disparos de las caras cámaras fotográficas desde aquí.
—Eres consciente de que todo el mundo hablará de nosotros, ¿verdad? —le pregunto tras separarnos, mientras entrelazo sus dedos con los míos y nos encaminamos hacia el coche, donde ya nos espera un grupo de intensos periodistas.
—Lo sé, tranquilo.
En cuanto llegamos al vehículo, las preguntas comienzan sin tregua, directas e implacables. Acompaño a Savannah hasta la puerta del copiloto, tratando de que los fotógrafos no le pongan la cámara en la cara y dejarle espacio para caminar. Espero a que se siente, cierro y rodeo el coche hasta mi asiento, volviendo a colocarme las gafas de sol.
—Cielos, deben pagarles mucho —comenta ella cuando ambos estamos ya dentro, y los paparazzi continúan haciendo preguntas y grabando a través de los cristales.
—Ni lo sé, ni me importa —sostengo mientras arranco el motor—, pero son muy pesados. Siento mucho que tengas que pasar por esto —digo girando la cabeza hacia ella.
—Tranquilo. —Coloca su mano sobre la mía, que se encuentra en mi pierna, y yo la sostengo para levantarla y depositar un beso en el dorso.
Una media hora después llegamos a mi mansión, paso la seguridad y detengo el vehículo junto al resto. Savannah no espera a que le abra la puerta, sale ella sola y sonríe cuando me acerco para seguirla hacia la entrada principal de la casa, aguarda paciente a que introduzca la llave y camina al interior después de que le haga un gesto con la mano.
—Qué limpio está todo —observa mirando a su alrededor.
—Sí, las limpiadoras hacen verdaderos milagros. —Me adentro en el salón y giro para ver su reacción cuando baja los dos escalones y se encuentra con la sorpresa que le he preparado—. ¿Te gusta? —le pregunto al ver que solo sonríe, pero no dice nada.
—No tendrías que haberte molestado, Mason —declara mientras se acerca a la cena que yo mismo he preparado antes de ir a buscarla, la cual he pedido a Lola que calentase para cuando llegásemos.
—No es ninguna molestia. —Le ayudo a quitarse el abrigo y lo coloco en el perchero junto a la entrada.
Savannah se recoge el pelo para oler el ramo de rosas que hay sobre la mesa, y justo se encuentra conmigo de frente cuando gira hacia mí de nuevo.
—Son para ti —digo cogiéndolas para entregárselas—. No sé cuáles son tus flores preferidas, así que me he decantado por un clásico —confieso.
—Son preciosas, muchas gracias. —Las acepta y vuelve a acercárselas para olerlas otra vez, yo simplemente observo lo preciosa que es ella.
Cenamos con tranquilidad, hablando sobre este nuevo paso que vamos a dar, yo, explicándole ciertas cosas que debe saber y tener en cuenta a partir de ahora, y ella, atendiendo silenciosa. Solo me interrumpe una vez, en la parte de los falsos rumores y las noticias inventadas por revistas online, redes sociales... etc. Le pido que, por favor, no crea nada ni a nadie antes de hablar conmigo, que se prepare para la cantidad de gente que malmeterá para que nuestra relación se rompa, y que procure no centrarse en todas esas cosas. Savannah me promete hacer todo lo posible, pero me pide paciencia, algo que daba por descontado.
Cuando terminamos, la guío hasta el sofá y abro el armario para sacar la pantalla plana y poder, por fin, ponerle la película de "Grease". Ella se muestra emocionada y no para de comentarla, se coloca bajo mi brazo y apoya la cabeza en mi hombro, riendo antes algunas escenas y enfadándose ante otras.
Yo no me entero de ninguna de ellas, mi atención es toda de la pequeña e inocente chica que, contra todo pronóstico, ha aceptado ser ¿mi novia?
—¡Van como nosotros! —exclama echándose hacia delante cuando Sandy aparece con la misma ropa que ella llevaba anoche. Río y asiento, señalando a Danny—. A ti te quedaba mejor —comenta entonces girándose hacia mí.
—¿De verdad? —Dibujo una sonrisa torcida y tiro de su mano de un golpe, pillándola por sorpresa y haciendo que caiga sobre mí.
—De verdad —dice sin apartarse cuando nuestros rostros están muy cerca.
Llevo una mano hasta su mejilla y la acaricio, bajándola después hasta la parte trasera de su cuello. Involuntariamente la empujo despacio, pero no es necesario que haga mucho esfuerzo puesto que ella solita comienza a acercarse a mi boca. Cierra los ojos e imagino que aguarda a que yo haga el resto, no es necesario comentar que nunca se ha besado con nadie.
Espero estar a la altura.
Mis labios se posas suavemente sobre los suyos, los acarician con cariño y no puedo evitar dibujar una pequeña sonrisa, ante la que ambos abrimos los ojos. Savannah me imita y entonces es ella la que me besa a mí, mostrándome que quiere más, sus manos acarician mi cuello y yo me siento confuso, no esperaba que su reciprocidad fuese semejante.
S A V A N N A H
Mi vida ha sido una constante rutina, día a día, hora a hora, minuto a minuto. Todo el mundo, mi madre, sobre todo, esperaba cosas de mí sin cesar, la perfección absoluta en cada una de mis acciones. Debía prepararme y enseñarme para mi futuro, para ser una buena madre que cuidase de sus hijos, una buena ama de casa que se encargase de su hogar y una buena esposa, siempre atenta a las necesidades de su marido. Algo en mí, muy enterrado y casi imperceptible, siempre supo que no quería pertenecer a todo aquello eternamente, que quería conocer el mundo más allá de las barreras que marcaban el límite de la Comunidad.
Y ahora estoy aquí, cumpliendo con todo eso, viendo mucho más allá, conociendo lo más opuesto y lo más prohibido. Besando a un chico por primera vez.
Y disfrutando como nunca hubiera imaginado.
Mis labios se mueven al son que Mason marcan, imitando sus movimientos porque, en mi lógica cabeza, si él lo hace así es porque está bien hecho. Y debe de ser cierto, porque no se detiene y parece estar disfrutando tanto como yo. Acaricia mi pelo y no rompe el beso en ningún momento, pero yo me estoy ahogando, necesito respirar, ¿cómo lo hace él?
—¿Estás bien? —me pregunta cuando me separo de repente.
—Sí, sí, perdona, tenía que respirar —digo llenándome de aire. Él arquea una ceja y con su dedo índice toca mi nariz.
—¿Es que no se te ha ocurrido respirar por la nariz?
Cierro los ojos avergonzada y deseando que la tierra me trague. Estaba tan concentrada, que no he sido consciente de eso, igual que una idiota me he dado cuenta de que estaba aguantándome la respiración.
—Tranquila —dice riendo cuando me tapo la cara con las manos—, estás nerviosa, es normal. —Tira de mis muñecas para que vuelva a mirarle y sonríe de forma encantadora, ¿se puede ser más adorable? — Probemos de nuevo, ¿de acuerdo? —susurra ya acercándose.
Y ¿cómo negarme a algo que está provocándome cosas que nunca había experimentado?
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