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Capítulo 4

—¡Que tengas un buen...— Trató de despedirse Taehyung, con una sonrisa, mas su amado atravesó el umbral de la puerta, cerrándola frente a él.

Taehyung suspiró, mirando con su ya común temblorosa sonrisa, hacia la puerta. Estaba bien, de verdad, él entendía que su esposo no quisiese un beso de despedida, nunca lo había querido de todos modos.

Sólo que esperaba que, con el hermoso desayuno que le había preparado y que Jungkook apenas había tocado, este cediese un poco de su amor hacia su marido.

Parecía que un año de matrimonio no había sido suficiente para que Taehyung entendiera que Jungkook era un hombre frío. Y aunque el único beso, la única muestra de afecto, la única caricia que había recibido por su parte, hubiese sido el día de su casamiento, Taehyung parecía no entender que Jungkook no quería besarlo.

Que no lo quería y punto.

Así que, cada día desde la boda, Taehyung lo intentaba. A veces con más ilusiones, otras por simple inercia, pero jamás rindiéndose. Ser querido requería esfuerzo, ¿Qué sentido tenía rendirse? ¿Aceptar que, en realidad, no era amado?

Taehyung había esperado, al principio, que con el pasar de las semanas Jungkook se abriese un poco más a él y la ternura que en algún lugar de su cuerpo ocultaba, saliese a la luz. Pero no, ni una palabra bonita, ni una sonrisa encantadora, ni una caricia bajo las sábanas.

Jungkook ni siquiera le había hecho el amor.

Y Taehyung trató de convencerse que no era porque Jungkook no lo deseara, simplemente estaba muy cansado y poco interesado en esas cosas.

Sí, eso debía ser. Era un hombre ocupado, no un adolescente hormonal.

Volvió sus pasos hacia el comedor, hallando ambos desayunos apenas sin tocar. Al final, había sido en vano otra vez, todo su esfuerzo por pasar algo más que unos simples minutos al lado de su esposo. No podía mentir diciendo que no dolía, a veces simplemente ni siquiera veía los ojos de Jungkook en todo el día, y en la noche él llegaba tan tarde que Taehyung se encontraba a sí mismo acurrucado en una esquina de la cama, fingiendo estar dormido, para oír como Jungkook se preparaba y acostaba a su lado, sin siquiera acariciarlo. Sin siquiera intentar despertarlo.

Y Taehyung se había rendido a dormir en sus brazos, como aquellas novelas románticas que él tanto leía.

Jungkook simplemente le daba la espalda, a veces gruñendo cuando Taehyung intentaba acariciarlo, tocarlo, encontrar algo de contacto.

Por eso, Taehyung a veces se veía a sí mismo, despierto en medio de la noche a un lado de la cama, mirando el rostro pacífico de su esposo mientras este dormía.
Y esa era, dolorosamente, la única vez en el día que Jungkook a su alrededor no tenía esa expresión fría, esa molestia dibujada en sus facciones.

El sonido del contestador retumbó en las paredes del apartamento, y recién en ese momento, se dio cuenta de que alguien había estado llamando mientras él se aislaba en sus propios pensamientos y malos momentos.

—Tiene mensaje de voz— Habló la máquina, y Taehyung apretó el botón, mientras recogía la comida de la mesa del comedor sin demasiados ánimos.

"Kookie, no te olvides de llevar alguna botella de vino blanco para la cena de esta noche en la oficina, eres el único que me cumplirá el gusto, no te amargues. ¡Nos vemos!" Taehyung no reconoció al dueño de aquella voz, jamás la había oído, pero eso era lo que menos le importaba. Él no tenía ni idea de esa cena, ¿Acaso Jungkook la habría olvidado?

¡Esa podría ser la oportunidad perfecta para ir juntos a una "cita" y ser presentado oficialmente como su pareja!

La alegría que hacía unos minutos se había desvanecido de su cuerpo, volvió con aún más ímpetu, llenándolo de energía. Taehyung estaba decidido a verse hermoso esa noche, sólo para hacer sentir orgulloso a Jungkook de estar casado con él.

Quizás, con suerte, esa noche podría gustarle lo suficiente a su esposo y sería amado por él.

Pasó absolutamente todo el día limpiando y arreglando la casa, para cuando Jungkook regresase el pudiese estar listo para acompañarlo a esa cena. Lo último que quería hacer era atrasarlo, esa noche debía ser perfecta, él no podía equivocarse. No podía perder tal buena oportunidad.

Cuando el reloj dio las 9 de la noche, la puerta del departamento se abrió, dejando ver a un Jungkook con la mirada caída y sus labios algo lastimados, seguramente por el frío invernal. A veces tenía esa capacidad de verse tan frágil a pesar de su temple, de sus hombros tensos y ojos matadores.

—¡Cielo! Ya estoy listo— Avisó Taehyung, nada más oírlo entrar en el apartamento, y corrió a su encuentro dejando ver sus mejores ropas.

Quizás, si a Jungkook le hubiese importado en lo más mínimo el esfuerzo que Taehyung había puesto en arreglarse, no lo habría despreciado con sólo una mirada. Pero claro, a Jungkook le importaba una mierda.

—¿Listo para qué?— Inquirió, dejando su maleta sobre la mesa mientras se dirigía hacia el cuarto, ignorando totalmente a su esposo quien lo miraba a su lado.

¿Acaso no le gusta cómo me he arreglado?, se cuestionó Taehyung, ¿Acaso ya se había equivocado, tirando por la borda todo su esfuerzo?

— La cena de fin de año de tu compañía, casi la olvidas— Taehyung tomó su muñeca de trapo, que se hallaba tirada en el suelo algo rasguñada, mientras la ponía nuevamente sobre la cama. Jungkook detuvo sus pasos, girándose bruscamente para mirarlo a la cara.

No, esa mirada no, no la mirada irritada otra vez.

—¿Cómo siquiera te has enterado?— Su voz sonó molesta, furiosa, con los ojos clavándole dagas y sus manos firmemente apretadas en su corbata.

—Alguien dejó el mensaje en el contestador, alguien que quería vino blanco— Taehyung desvió la mirada, huyendo de aquellos ojos acusadores y enfurecidos.

Quizás, cuando todo había comenzado, esa mirada no le había asustado. Pero ahora, que aquellos ojos gélidos lo miraban sólo a él, y buscaban matarlo con sólo observarlo, aterraban.

Dolían, asustaban.

—¿Irás?— Jungkook sonaba decepcionado.

Jungkook no lo quería en esa cena, Taehyung lo había entendido, pero él no quería rendirse.

—Quiero ir.

[...]

Taehyung no sabía que esperaba conseguir siendo tan necio, ni siquiera había pasado una hora desde su llegada a la cena de fin de año, y ya quería huir de allí. Los compañeros de trabajo llegaron a ser peor que el mismísimo Jungkook, con miradas burlonas e incluso de desprecio, fijas en su persona.

En medio de la comida, Taehyung huyó al baño en busca de algo de calma. Estaba agotado, frustrado, con tanta gente haciendo comentarios bajos sobre él a sólo metros suyos y chistes que no terminaba de entender, estar constantemente en alerta y con la guardia alta estaba cansándolo.

Mojó su rostro con agua fría, quitándose el maquillaje con las toallas de papel que estaban a mano. Él amaba maquillarse, sentirse más bonito, pero de nada le había servido. Jungkook había pasado por alto lo mucho que Taehyung se había arreglado, la única atención que había recibido había sido la del socio de Jungkook, quien le murmuró "¿Es hombre, no? ¿Por qué se maquilla?"

Tragó con fuerza mientras veía su rostro lavado en el espejo del baño. Jungkook ni siquiera se había esforzado en defenderlo.

Pero no importaba, estaba bien, probablemente lo defendería cuando él no estuviera presente. Eso era lo que hacía la gente con etiqueta, con modales.

Sí, eso era.

Volvió al gran comedor en silencio, oyendo las risas de los invitados.

—...Wendy estaría riéndose en su cara si lo viera— Gritó un hombre entre carcajadas, golpeando la mesa. Taehyung frunció levemente el ceño, espiando bien oculto detrás de una de las esculturas cercanas a la mesa.

—Me hubiese encantado venir con ella, pero por culpa del imbécil de Choi, este terminó enterándose— Jungkook masajeó el puente de su nariz, señalando hacia el pasillo donde Taehyung se había ido.

¿Quién era Wendy? ¿Estaba hablando sobre él?

—Ay Jungkook, algo bueno debe tener este niñato— Habló una de las compañeras, limándose las uñas mientras miraba al morocho con una ceja arqueada.

¿Niñato?

—Hazme caso, no puedo compartir el desayuno con él. No puedo verle la cara tan temprano. Es escucharlo decir tres palabras y perder la paciencia. Hay cosas más importantes en el mundo que los tubos de pintura y pinceles de marca— Las palabras de Jungkook salieron tan naturales, fluyeron tan bien en sus labios, que Taehyung no podía considerar que él estuviera mintiendo.

Jungkook realmente lo odiaba.

—¿Pinta? ¿A eso se dedica?— La misma chica estalló en risas, agarrando una copa de vino a duras penas, salpicando la mesa.

—Pintar, si, como un niño. Pero es claro que no me casé con él por sus habilidades, a penas si sabe limpiar la casa como se debe— Jungkook chasqueó su lengua, con un profundo suspiro – Y el sexo está...no está en los planes.

—Imagina follarte a un hombrecito como él.

—Como una muñeca de trapo.

Algunos de sus socios estallaron en carcajadas, aplaudiendo, como si eso fuera realmente un espectáculo.

Un espectáculo donde partían el corazón de Taehyung en miles de pedazos.

Realmente le doy asco¸ pensó con un nudo atravesando su garganta, mientras que intentaba abrazarse a sí mismo, brindarse algo de consuelo y calor. Se sentía tan solo, tan herido, su cuerpo causándole tanto rechazo que vomitaría allí mismo.

—Teniendo a Wendy no hay de qué quejarse ¿A que sí?. El mismo tipo de la contestadora habló, sirviéndose champagne en su copa.

Ah.
Había otra. Siempre hubo otra. Él nunca había tenido posibilidad. Taehyung, simplemente, no valía lo suficiente.

—Es maravillosa, inteligente, capaz, hace años que estamos juntos— Jungkook estaba realmente indignado, Jungkook la estaba defendiendo aún si esa mujer no estuviese allí presente. Jungkook estaba haciendo por ella, lo que jamás haría por el chico que lo amaba –Ella me gusta, me tiene loco en realidad, pero mis padres no la querían aceptar por trabajar para mí.

—Y tuviste que casarte con un Kim.

—Con algo que me sacara del asunto, sí— Jungkook suspiró, entrecerrando sus ojos mientras observaba su copa y pareció algo perdido entre sus pensamientos antes de, finalmente acotar:—No hay un sólo día en el que no me arrepienta de ello.

Taehyung estaba haciendo su mejor esfuerzo, de verdad, tapando su boca para que los sollozos no se oyeran y secando sus lágrimas con la tela de su camisa.

Jungkook no lo amaba, lo odiaba. Lo despreciaba, lo repudiaba.

El hombre que lo había salvado, su héroe, no lo quería.
¿Pero por qué iba a hacerlo? Taehyung nunca había sido querido. Él no estaba hecho para eso.
Él era la segunda, tercera opción. Esa cosa que hay que quitarse de en medio porque molesta.
Porque él era una molestia.

Pero no, no debían verlo llorar. Él no soportaría más burlas, no las aguantaría, se rompería frente a ellos y lo humillarían aún más. Tenía que sostener su dignidad de alguna manera. No había nadie que velara por ella.

Se arrastró hasta el pasillo, rogando para que nadie lo viera, y caminó nuevamente hasta al baño para encerrarse en su soledad y poder llorar en paz.

Su llanto un poco más audible, y las lágrimas impidiéndole ver frente a él, era quizás la imagen más lamentable que Taehyung había tenido en años. Era humillante, lo inundaba la vergüenza de cada intento por que Jungkook siquiera lo mirara, tomara asiento con él, desayunara. Cada intento por ser tocado.
Y no podía dejar de imaginar el asco que había sentido su esposo cada vez.

Respiró profundamente, lavándose su rostro con fuerza. El maquillaje corrió por el drenaje, dejando su rostro pálido y ojos rojos detrás. Se veía estúpido. Era desagradable.
Con algo de esfuerzo pudo conseguir una imagen presentable y volvió a salir del baño, encontrándose frente a frente con el guardaespaldas de Jungkook.
Aquel que sería su único testigo.  

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