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Capítulo XXVII

CAPÍTULO RE-SUBIDO

Después de que Peter se fue, Lily ordenó su habitación y luego se dio una ducha, fue allí donde se dio permiso para llorar, ella adoraba a Peter, quería estar con él, pero le daba tanto miedo que él quizás abandonará sus sueños para estar con ella y que, con el tiempo, se diera cuenta de que ella no valía tanto y la odiara por ello, prefería que ya no la quisiera entonces, al menos no iba a decepcionarlo después de que hubieran recorrido un largo camino juntos.

Salió de la ducha, se arregló y comenzó a hacer su tarea. Unos minutos después, empezaron a llamar a la puerta, ella bajó las escaleras corriendo, ilusionada ante la idea de que tal vez fuese Peter que había salido y olvidado sus llaves, pero esa emoción duró poco al ver que solo era el cartero.

—Buenas tardes señorita —saludó el hombre— aquí está la correspondencia para los Wallace.

—Muchas gracias —respondió ella, tomando las cartas y sacando de sus bolsillos algunas monedas para darlas de propina, como su madre le había enseñado— ¡qué tenga un buen día!

El hombre sonrió en respuesta y se marchó. Lily cerró la puerta, y caminó revisando los remitentes de las cartas, le parecía tan gracioso que la mayoría fueran correos de spam y promociones, ¿por qué no los enviaban por mail? Justo cuando estaba por dejar las cartas en la mesada, el remitente de una la dejó paralizada: era la universidad de Chicago y estaba dirigida a Peter.

Algo en su interior le decía que contenía ese correo; era la aprobación de la beca de Peter. Un nudo se formó en su garganta, era el comienzo de su despedida.

No pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla, justo el día en que Peter y ella habían terminado, llegaba esa carta, ahora lo más probable era que él comenzará a alejarse de ella para siempre.

Dio vueltas por toda la casa con la carta en la mano, anhelaba leerla pero sabía que no podía hacerlo, la carta era para Peter, no para ella. Decidió entonces ir a buscar su teléfono, llamar al chico y decirle que regresara rápido a casa, que le había llegado una carta de la universidad de Chicago.

—¡¿Qué parte de no quiero hablar contigo no entiendes?! —Gritó el castaño luego de que Lily estuviese insistiendo en llamarle por quince minutos.

—Peter —suspiró la chica—. Te llamó porque acaba de llegarte una carta de la universidad de Chicago.

—¿Qué dice? —Le interrumpió el muchacho.

—No la he leído, estaba esperando a que tú...

—¿Qué estás esperando para leerla? —Volvió a interrumpir el muchacho.

La chica abrió el sobre con cuidado, extrajo la carta, la desdoblo y comenzó a leerla, colocando su celular en modo de altavoz para que Peter pudiese oírle.

—«Junio del 2014, Universidad de Chicago, atención señor Peter Wallace» —comenzó a leer— ¿me escuchas? —Preguntó.

—Sí, continúa.

—Okey —suspiró— «Buenos días, ante todo deseamos enviarle un gran saludo y un profundo agradecimiento por su confianza a la hora de escoger a nuestra Alma Mater como su opción para continuar con sus estudios superiores».

—Sigue, sigue —insistió el muchacho.

—«Hemos revisado cuidadosamente su expediente y hemos notado con agrado que usted reúne todas las características esperadas para ser un miembro más de nuestra experiencia educativa, haciendo hincapié además en la importancia que tiene para nosotros que el actual finalista del torneo nacional de baloncesto colegial nos haya escogido además como su opción para continuar con su crecimiento como deportista».

La chica dio un largo suspiro, miró al techo unos segundos y continúo leyendo la carta.

—«Por eso nos vemos en la tarea de informarle que, en consenso con todos los miembros de la junta directiva, hemos decidido otorgarle una beca completa para que obtenga su título de educación deportiva y además se le extiende una invitación a unirse a los entrenamientos de preparación del equipo que dará inició en septiembre de este año, en el inicio del período de otoño».

Los gritos del otro lado y el sonido de choques de botellas comenzaron a retumbar en el ambiente, lo que le dejaba en claro a la muchacha que, evidentemente, Peter no estaba solo, al contrario, todo indicaba que estaba tomando.

—Peter, ¿dónde estás? —preguntó la muchacha, tratando de no mostrar la sensación de tristeza que leer esa carta le había producido, además de la sensación de preocupación que le producía que Peter estuviera tomando, algo que él no hacía, o que al menos no recordaba que lo hiciera antes—. Sería bueno que estuvieras en casa y les dieras personalmente la noticia a tus padres.

—En primer lugar, no es tú problema donde estoy — respondió el muchacho con desdén, haciendo que a Lily se le produjera un agujero en el corazón—, y, en segundo lugar, así como pudiste darme la noticia a mí, no veo qué problema hay en que hagas lo mismo con ellos.

—Okey —suspiró la chica— solo una cosa más, si Sonia o Greg, el primero que llegue, me pregunta dónde estás, ¿qué les digo?

—Diles que —se quedó callado unos segundos, buscando en su interior las palabras más hirientes que podía decirle a la muchacha de ojos miel que le había roto el corazón—. Dile que estoy con los chicos, celebrando que me iré a la universidad de Chicago y que me saqué de encima el lastre que era nuestro romance.

Dicho eso, colgó la llamada, dejando a Lily con un dolor lacerante en su corazón, ese día era el último día de felicidad que tendría, al menos con Peter a su lado.

********************

Las horas pasaron, los padres de Peter llegaron y a la pregunta de donde estaba el muchacho, ella respondió que había salido con unos amigos a celebrar lo de la beca, respuesta que no les generó ninguna duda y siguieron con su rutina.

Lily, en cambio, se quedó sentada frente a la ventana, esperando la llegada de Peter. Pasada la medianoche, ella era la única que permanecía despierta, o al menos era la única que esperaba a Peter, Greg y Sonia ya llevaban un par de horas durmiendo.

Justo cuando la chica comenzó a caminar rumbo a su habitación, el sonido de un auto estacionándose la hizo darse vuelta y correr a abrir la puerta, para encontrarse con quien ella aún creía podía referirse como su novio, tambaleándose, manteniéndose en pie a duras penas.

—¡Peter! —chilló la chica, atajando a Peter, salvándole de una segura caída— cariño, vamos adentro.

—¡No! —Refutó el chico— ¡déjame en paz!

—Te dejaré en paz Peter —murmuró la chica— cuando estés en tu cama y a salvo de cualquier caída.

Acto seguido comenzaron el camino a la habitación del muchacho, Lily sentía que apenas podía caminar, llevaba literalmente sobre sus hombros ochenta y cinco kilos de peso, y eso, para una chica que a duras penas llegaba a los cuarenta kilos de peso, era demasiado difícil.

Quince minutos después y tras varios tropiezos, al fin pudo llegar a la habitación con Peter a cuestas, le sentó en la cama y luego,  con mucho cuidado, comenzó a quitarle los zapatos, los calcetines y la franela que el castaño usaba para luego dejarlo sobre la cama. Justo acababa de acostarlo cuando el muchacho, en un rápido movimiento, le sujeto la muñeca y la obligó a acostarse a su lado.

—Bésame Lily, bésame.

—No Peter —susurro Lily en respuesta— necesitas dormir.

—¡No! — Gruñó Peter en respuesta— lo que necesito es que me beses.

Comenzó a besarla con rudeza, ella forcejeaba para que no lo hiciera pero le era imposible, en parte porque su fuerza nunca se compararía con la fuerza del muchacho y, además, su amor por él era demasiado grande, tanto que no podía oponerse.

Justo cuando Lily pensaba que Peter se detendría, este comenzó a desabrocharse el pantalón y quitarse la ropa interior.

—Vamos a ver si esto también puedes hacerlo con Brandon, maldita —Ladró el muchacho antes de comenzar a manosearla.

Lily comenzó a sollozar, en su mente solo se repetían las imágenes de las múltiples ocasiones en las que su padrastro actuó de forma similar a como lo estaba haciendo Peter, llegando a hacer que olvidara donde y con quien estaba.

—¡No Joshua, no! —Dijo la chica, llorando— no me toques, Joshua, no me toques.

Peter se detuvo de inmediato, centrando su mirada en su acompañante; Lily lloraba de forma descontrolada, con sus ojos vacíos, suplicándole a Joshua que no la tocará, eso le hizo reaccionar, no solo la estaba lastimando, vengándose por lo que ella había estado haciendo con Brandon, estaba comportándose como lo había hecho Joshua.

—Lily, cariño, ya, no pasa nada —susurró, acariciando la espalda de su compañera—. Soy yo, Peter, tranquila.

Lily seguía removiéndose, intranquila, su mente remontándose a las innumerables escenas de abuso por parte de su padrastro.

—Suéltame Joshua, no me hagas daño —Dijo llorando.

Peter encendió la lámpara que tenía en su mesita de noche y comenzó a acariciar lentamente el rostro de Lily, acunándola en sus brazos y meciéndole como si de una niña se tratara, por su ataque de ira había olvidado por completo la fragilidad emocional de la muchacha.

—Lo siento Lily, lo siento tanto, tanto.

La chica no hacia otra cosa que llorar y balbucear incoherencias hasta que se quedó dormida, mientras que Peter no hacia otra cosa diferente a maldecirse por ser tan idiota, solo a él se le ocurría tratar de esa manera a una chica que había sufrido abusos durante mucho tiempo ¿Cómo pudo ser tan tonto?

Eventualmente ambos adolescentes se quedaron dormidos, con la diferencia de que el sueño de Peter era intranquilo, ante el más mínimo movimiento de Lily se despertaba, vigilando que la chica no se hiciera daño.

Afortunadamente al día siguiente ninguno de los dos tendría clases, así pudieron quedarse durmiendo hasta tarde. La primera en despertarse fue Lily, quien tenía la cabeza embotada en los recuerdos de la noche anterior, distorsionándolos y cambiando el rostro de Peter por el de Joshua, esa fue la razón por la que rompió en llanto al ver al castaño durmiendo a su lado.

—Lily, tranquila —dijo el adolescente acariciando su espalda.

—¿Por… por qué Peter? —Preguntó la castaña con voz temblorosa— ¿Por qué me hiciste eso?

Peter bajo la mirada, comprendiendo entonces que la chica ya había reaccionado y no le confundía con Joshua.

—Porque soy un idiota Lily —suspiró—. Lo siento, de verdad, no sé qué me paso, en serio, perdí el control.

—¿Ibas…? ¿Ibas a violarme Peter?

Las lágrimas de Lily comenzaban a surcar su rostro.

—No cariño —Respondió el chico—. Jamás haría algo  así…

—Sí, si ibas a hacerlo —Respondió la chica levantándose de la cama rápidamente—. Lo sabía, todos los hombres son iguales, y todos solo quieren una maldita cosa de mi ¡Te odio Peter! ¡Te odio!

La chica corrió hacia su habitación, sabiendo de antemano que Peter venia tras ella, de repente sintió un mareo, el mismo que venía sintiendo desde hace un par de días, acompañado además de unas nauseas intensas, así que, importándole poco que Peter entrara a su habitación, se dirigió hacia el cuarto de baño, tratando de liberarse de las arcadas que le sucedían.

—¿Te encuentras bien Lily? —Preguntó Peter, quien había entrado a la habitación de la muchacha y escuchaba con preocupación los sonidos que la chica estaba haciendo desde el cuarto de baño.

—¡Déjame en paz Wallace! —Refunfuñó la chica en respuesta.

Cuando termino de vomitar, la chica se levantó del piso, descargó el inodoro, cepillo sus dientes, lavó sus manos, y salió del cuarto de servicio, para encontrarse con los ojos preocupados de Peter, mirándola fijamente.

—Lárgate Peter, no quiero verte.

—Que lastima, porque yo sí quiero hacerlo.

La chica puso los ojos en blanco y caminó hacia su cama, cayendo casi desplomada en ella, a causa de un fuerte mareo.

—¡Lily! —Gritó el Peter sujetándola de la cintura para evitar que se cayera— ¿Qué te pasa?

—¡No lo sé! —Espetó la chica en respuesta—. Desde hace un par de días no me he sentido nada bien, me han dado varios mareos y siempre despierto con ganas de vomitar, y para colmo, mi periodo se descontroló de nuevo y no me ha venido cuando debió de hacerlo hace una semana.

El rostro de Peter palideció por completo, su mente voló hacia el momento en que habían estado juntos por primera y única vez en casa de Laura, recordó que él había usado protección pero que, al momento de separarse del cuerpo de la chica, notó que su preservativo estaba goteando un poco, tenía un pequeño agujero en la punta… ¿Sería posible qué…?

—¿Qué te pasa? —Preguntó Lily— ¿Por qué me miras así?

—Lily… Tengo que contarte algo —Dijo sujetándole las manos.

—Pues que lastima porque yo no quiero hablar nada contigo ¡Vete! —Le empujó— ¡Déjame en paz!

—Pero… Pero Lily —tartamudeó— lo que tengo que decirte es importante…

—¡Me vale! —Gruñó Lily en respuesta— ¡Fuera de mi vista!

La adolescente se había puesto de pie y lo había empujado fuera de su habitación, por la mente del chico pasaban todo tipo de escenarios ¿Qué iba a hacer ahora? Para él estaba claro, si su presentimiento estaba en lo cierto,  tenía que casarse con ella y abandonar la beca, y la verdad eso no le importaba pero ¿Cómo lo tomaría Lily? Con lo obsesionada que estaba ella con la idea de que fuera a la universidad, seguramente su corazonada no le causaría mucha gracia, además, ¿Cómo se lo tomarían sus padres? Seguramente tampoco les caería muy bien que él haya cometido semejante imprudencia, y lo que era peor, que no le hubiera dicho nada a la chica para que, mientras estuvo internada en el hospital tras la golpiza de Joshua, pudiera pedirle consejos a la doctora que la estaba atendiendo.

Se había metido en una situación que solo calificaría como embarazosa —con todo el doble sentido que la palabra tenia de por sí—, y ahora no sabía cómo salir de ella o como contarle a Lily, la otra que estaba involucrada en todo ello sin saberlo.

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