14. Look, i made it work!
Hi~ Todos sabiamos que pasaría, me atrase pero bonito con esto porque ayer fue día de las madres y en mi casa las celebraciones siempre son bien intensas emocionalmente, so, recién hoy aparezco no drenada, de hecho, aún me faltan un par de comentarios por ahí~ pero ando atrasada ya en mi vida academica asi que primero quería tirarles el capítulo. Como les dije, es bonito, rosita y todo lo que quieran.
Gracias por leer~
Hay muchos Ashs encima del sillón.
No.
Estos no son Ashs, son diferentes.
—¿Qué piensas?
Si bien, Eiji es reticente con sus fotografías poco a poco ha ido metabolizando lo mucho que lo mueve dicha carrera y lo apasionado que impresiona sentirse detrás del lente de la cámara, se está tomando con mayor seriedad las solicitudes de universidades, inclusive desea armar una especie de portafolio para su seguridad. Eso lo lleva al escenario actual. A un Ash y un Eiji tumbados en el sillón (junto con un Buddy roncando a los pies de la mesita) vislumbrando una serie de imágenes, ni siquiera recuerda cuándo las tomó, muchas son de la pandilla, de Shorter, de Sing, de los viejos y hasta de Skip. Muchas son de Ash.
Demasiadas, se dice a sí mismo.
Debería cabrearlo considerando que los flashes junto al frugal click resultaban estímulos sumamente reactivantes, le bastaba vislumbrar una cámara para que el trauma irrumpiera a la superficie sacando su mano putrefacta para tomarlo del tobillo y arrastrarlo al infierno. A Froggy. Marvin. Dino. Se rieron como hienas mientras los devoraban. ¿Recuerdas al hombre que usabas para conseguir niños? Él me violó una y otra vez. ¿Sabes qué me preguntó? "¿Te duele?" ¿Qué si duele? ¡Qué estupidez! Nunca le importó si sentía algo, ni siquiera era un ser vivo para él, lo mismo es para ti, para Kippard y los otros.
No era voluntario.
Un segundo estaba ahí. Click. Y al siguiente no.
Pero Eiji...
—¿Todas estas me las tomaste a mí?
—Sí. —El nipón tararea extendiéndole con orgullo una serie de fotogramas recién impresos—. ¿Qué piensas? Sé que les falta glamour pero me gusta lo hogareñas que son.
—A mí también. —Ash las sostiene sin poderlo creer—. A mi también me gustan mucho.
No es que Eiji lo haya sanado con el poder del amor, pero sí lo ayudó a reescribir sobre un trauma al que solo nunca pudo hacerle frente, fue lento y progresivo, fue paciente y principito yendo todos los días a la misma hora, sentándose cada visita un poquito más cerca hasta domesticarlo. Ja. Es que Eiji logró que en vez de disociarse hacia prostíbulos clandestinos piense en lo preciosa que es esa sonrisa si vislumbra algo que lo inspira o en cómo sus ojos brillan mucho más del otro lado de la lente, en el puchero que se arquea en su boca al concentrarse o en su cara toda seria, en cómo lo llama pidiendo permiso taciturno antes de tomarle una fotografía.
«Ash-u» dice.
Eh acá el resultado, otra carta de amor sin siquiera tener letras.
Una nueva manera de decirle te amo usando solo fotografías, no es que salga especialmente coqueto en las imágenes como acostumbra a hacerlo, al contrario, es la antítesis de lo sexy incluso si en todas escasean las prendas, no lo está cosificando, no lo está tratando de vender como una joya que deben poseer, son fotos normales dónde está acurrucado en la cama con boxers dándole la espalda o donde se está lamiendo salsa de tomate de los dedos con una toalla en la cabeza, fotos en el lago, fotos con una manta encima y una mirada relajada. Este no es Ash, concluye. Ninguno de estos chicos relajados y felices es Ash.
—Son Aslans. —Dice para sí mismo apenado—. Son fotos de Aslan.
—Son fotos de mi esposo. —Eiji es un bastardo astuto cuando le conviene—. Te esmeras mucho para hacer esa diferencia ¿verdad?
—¿Qué diferencia?
—Entre Ash y Aslan. —Se calla, dándole la razón—. Me da un poco de risa, honestamente es increíble que pretendas ser irrompible e indiferente cuando en el fondo eres puro malvavisco, te lo he contado varias veces pero esa actitud de Edward no te queda.
—¡Pequeña mierda! —Ash entorna los ojos ante semejante insulto—. Los memes de lobos y ese tipo de comparaciones infantiles no son divertidas y solo dan cuenta de tu tremenda inmadurez.
—Pues son divertidas para mí.
—Tch. —Se amurra y lo patea—. Y además... —El ambiente cambia—. Solo tú conoces este lado mío.
—Tal vez así lo creas. —Eiji se bambolea con casualidad enganchando una pantufla (no usaremos los zapatos dentro de la casa si este matrimonio debe funcionar, le dijo y bla, bla, bla ¿matrimonio? Más bien dictadura)—. Pero sé honesto ¿realmente crees que los chicos se quedaron a tu lado por lo que les podías ofrecer?
—Las cosas son así en ese mundo, ellos querían protección de mí, necesitaban a un líder, así funciona la ciudad.
—Hay muchos líderes. —Eiji siempre encuentra la manera de llevarle la contraria, vaya pelotas—. Te pudieron haber abandonado cuando Arthur se ofreció a ser su líder, Arthur era todo lo que tú quieres proyectar con tu fachada, pero las personas que te aman, las que en serio se interesan genuinamente por ti son capaces de ver más allá de eso, algunos se acercan más, otros no tanto, sin embargo, todos lo vemos y por eso seguimos contigo.
—En serio eres... —Ash se cubre la cara y se deja caer contra el respaldo del sofá, sus mejillas queman y es irónico que un gesto tan inocente lo haga ruborizar considerando su pasado—. Pretendamos un segundo que tienes la razón y que las cosas son así.
—Lo acepto pero me ofende.
—¿Fue en vano ser un lince? —¿Fue en vano ser Ash Lynx?
—No, no fue en vano porque estás vivo ahora gracias a eso.
—Mierda, Eiji.
—Hay muchas imágenes que me gustan que captan al verdadero Aslan, pero mi favorita sin duda es esta.
—Te juro que si es esa de la siesta dónde estoy hecho un ovillo te voy a...
No es esa.
No es ninguna que Eiji haya tomado.
—¿Tenías que elegir esa foto?
—¿Te sorprende?
—No. —Sonríe con tristeza—. No me sorprende viniendo de ti. —Por eso te amo.
Eiji se acurruca a su lado acomodando su cabeza sobre su hombro para que miren juntos la fotografía sin moverse del sillón. Si bien el papel se encuentra levemente deteriorado aunque solía estar dentro de un marco, las siluetas se distinguen a la perfección, son dos. Un niño que jugó a ser adulto y padre al mismo tiempo con ojos gentiles, sonrisa bonachona y una postura que disimula el agotamiento al así preservar la inocencia de su hermanito, está detrás abrazándolo de los hombros con ese uniforme que solían usar en las ligas menores. La otra silueta es un niño, hay pecas esparcidas en su nariz dada la exposición prolongada por el sol, tiene el cabello esponjoso hasta el cuello, aunque no se observan sus ojos en la imagen sí destaca una sonrisa pacífica. Inocente. Limpia. Pura.
Todas esas cosas que me quitaron, todas esas cosas que desgarraron, todas esas cosas que se fueron.
Aslan.
—Ese es el Aslan que Griff esperó encontrar ese día. —Intercambian posiciones y ahora es Ash quien tiene la cabeza acomodada en el hombro de su esposo, le gusta esa sensación de seguridad y confort.
—¿Quieres contarme un poco más de eso? —No lo presiona, tantea sus límites.
—Sí. —Ash está listo—. Quiero.
—Te escucho en ese caso.
Ash toma aire.
Lo suelta.
—Estaba predispuesto a que Griff me desconociera, sé que me veo diferente, no soy más el niño que está en esa fotografía ni me parezco en nada en realidad, esperé que me desconociera porque habría sido mucho más fácil contarle de golpe lo que pasó, como arrancarse una daga para desangrarse con un solo tirón en vez de morir con un cuchillo clavado en una agonía indefinida, quería quitarme aquel peso y restregarle con frialdad lo que ha pasado, quería echarle la culpa aunque no lo piense, ansiaba hacerle tanto daño que no me quisiera volver a ver jamás.
Eiji guarda silencio durante toda su catarsis, se limita a deslizar su pulgar por su palma, escribiéndole una carta de amor taciturna con los toques cosquillosos y a Ash le toma tiempo descifrar que además de calmarlo la caricia lo está manteniendo acá y ahora previniendo lo que más pueden la disociación.
Es más astuto de lo que parece con su cara de bebé, se burla.
—Amas a Griffin. —Eiji le da el paso para seguir—. No creo que hayas podido herirlo así por más que te hayas mentalizado.
—No. —Se acurruca aún más contra el cuello de Eiji, hundiendo su nariz ahí y bebiendo de su calidez.
—¿Por qué no pudiste?
—Porque me reconoció. —Su voz es un nudo—. Griffin me reconoció como su hermanito.
—Oh, Aslan. —Eiji entrelaza sus dedos con gentileza, haciéndole saber que está aquí, dándole mimos airosos desde la punta de los dedos hacia sus nudillos, le permite que se desmorone en esa curvatura tan íntima que forjan su hombro y su cuello y se ha convertido en su lugar favorito—. Debió ser duro.
—La peor parte es que cuando me reconoció me sentí como si tuviera ocho años y estuviera sentado afuera de la cabaña esperando a que regresara.
—Ash.
—La peor parte es que regresó y eso es mil veces peor, habría preferido que me odiara o me arrojara una serie de insultos como papá pero no, Griff se veía tan feliz de verme y eso me dolió mucho, debo estar tan roto para sentirme de esa manera.
—Has pasado por mucho. —No lo invalida por duro que sea escucharlo decir eso—. Por fin tienes el tiempo para poner estas cosas en orden, está bien si no lo haces de inmediato.
Pero Ash no concibe la posibilidad de hacerlo, desde que supo que Griff estaba mejorando se dispuso en una serie de escenarios catastróficos en dónde ser desconocidos jodía esa idealización que ambos sostenían en relación al fantasma del otro. Griffin no quiere a un Ash, quiere a Aslan. A ese niño que murió en la fotografía, al recuerdo que lo mantenía aferrado a la guerra y al hermanito que lo amaba. Ash siempre se preparó para un rechazo, es cosa de verlo físicamente, ha cambiado, pero chocar con la realidad y ver que incluso siendo diferente quiere conocerlo. No. No. No. Griff no quiere conocerlo.
No a Ash Lynx.
Asesino. Trastornado. Inodoro de semen. ¿Qué harás si me rompo, papá?
—Será más feliz si conserva la ilusión de mí.
—¿Cuál es esa ilusión? —Ash apunta la fotografía—. Ah. —Eiji responde alzando una de las que tomó y es esa donde tiene la manta encima de sus hombros, su pecho está desnudo, hay una cruz colgando en su cuello y una expresión sumamente libre. Libre. Sí. Lo mira en sus ojos de un matiz deslumbrante que solo debe existir para Eiji, en su sonrisa ligera y sin esfuerzo, una genuina, en la nula tensión que hay en sus hombros, en la suavidad y felicidad del cuadro ¿quién lo diría?—. Acá estás.
—¿Qué?
—Acá estás. —Entonces repite.
—No, ese no soy yo. —Pero el terco lo contradice.
—Ahí estás y no es una "ilusión de ti", aun si es un Aslan más crecido si te fijas... —Eiji sobrepone las dos fotografías—. Es la misma sonrisa.
—Eso no. —Lo es, es la misma sonrisa y a pesar de toda la mierda que ha soportado aún puede verse así ¿por qué? No tiene sentido, no debería, está tan herido—. ¿Por qué...?
—Porque eres más que tus traumas. —Le recuerda con gentileza—. Lo que te hicieron no eres tú, tú eres mucho más de lo que tú mismo eres capaz de vislumbrar, date tiempo para conocerte y verte y por mientras que tú aún trabajas en eso, yo te veré por nosotros dos.
—Eiji. —Su nombre se rompe en dos sílabas, Ash se levanta de su lugar seguro para mirarlo sin poder creer de nuevo esa dualidad. Tímido. Descarado. Recatado. Impulsivo. Bonito. Mierdoso. Asume que se ganó la lotería con el paquete entero.
—Te he visto del principio.
Es cierto, por eso Ash le extendió su pistola en el bar sin siquiera dudarlo y aunque zanjó la diferencia entre sus mundos le permitió quedarse, Ash no concibió atisbo de maldad en los ojos oscuros, no se veía con intenciones ocultas ni parecía el tipo de persona que le apuntaría con su propia pistola, cree que fue una corazonada o un grito desesperado por ser visto, no obstante esos ojos de cervatillo que repasaban el bar y lo vislumbraban tan fijo que incluso llegó a parecerle grosero únicamente pendían repletos de curiosidad e inocencia. Ja. Eiji era tan transparente que hasta Ash sintió vergüenza. Y aun así, sostuvo el contacto visual. No se sintió juzgado. Ni cosificado. Ni temido.
Se sintió visto.
—Supongo que te he amado desde el comienzo. —Eiji suelta con las mejillas rojas.
—Me gustaría decir lo mismo, pero no puedo.
—Oh. —El japonés impresiona levemente herido, debe explicarse o dará cabida a malos entendidos.
—No te amé del comienzo ni te vi y de hecho lo último que quería era dejar entrar a alguien, eso era un lujo que no me podía permitir, así que hice vista ciega una y otra vez. Pero poco a poco me forzaste a verte.
—Eso... —Eiji frunce el entrecejo—. Eso me hace sonar como un villano. —Ni como darle en el gusto.
—¿Un villano?
—Creo que consideraré el divorcio, podría casarme más adelante con Sing, él cree que soy heroico.
—Tienes suerte de que sea paciente. —Bufa indignado.
—¿Yo? Tú eres quién tiene 200 de IQ y no puede explicarme nada en relación a sus emociones. —Le da ese punto aunque no lo admitirá en voz alta.
Comienza de nuevo.
—Eres extraño. —El comienzo no es mejor—. No hay nada de ti que tenga lógica ¿qué clase de idiota robaría un auto de policía por un criminal que acaba de conocer? Mientras más te conocía más sentía que estaba perdido en tus acciones, te traté de apartar una y otra vez, la mayoría se rinde al principio, la mayoría solo quiere algo de mí pero tú...tú no.
—Ash.
—Bajé la guardia contigo, me mostré vulnerable, te mostré lo más feo de mí y te quedaste y entonces me encontré a mí mismo queriendo hacer lo mismo por ti, de pronto, me descubrí embelesado de esos detalles que antes no entendía y prendado por tus particularidades, de pronto estaba deseando que me desobedecieras y no tomaras ese vuelo a Japón porque te quería a mi lado, no tuve el coraje para decírtelo sinceramente jamás. Sí. Puede que en un inicio no te haya visto por tu impresión ajena en relación a mi mundo, pero mientras más te vi, más me enamoré y ni siquiera te esforzaste al saltar mis barreras, se te dio natural.
—Ash...
—Joder, era tan obvio que estaba enamorado.
—Quiero besarte en estos momentos.
—¿Ah? —La petición lo avergüenza mucho más que esa confesión de amor, Ash no es bueno con las palabras, es más de acciones concretas pero aprende (o al menos lo intenta)—. ¿De dónde salió eso?
—¡Lo siento! —Eiji se cubre la cara—. Es que estuve enamorado de ti tanto tiempo que estar casados se siente como un sueño, dejé salir el pensamiento al escucharte decir todo eso, no puedo creer que soy correspondido, tengo tanta suerte.
—Esa debería ser mi línea. —Ash lo atrae, sus manos penden a su cintura, se sienten firmes y sólidas.
—¿Tú eres el suertudo?
—El más suertudo por estar casado contigo, onii-chan. —El tic en su ojo por el apodo le llena el alma de satisfacción—. Eres el mejor esposo del mundo.
—¿El mejor? —Eiji desliza sus manos alrededor de su cuello. Aterciopeladas. Cálidas. Tersas.
—El mejor.
—¿Acaso no merezco un premio entonces?
—¿Eh? —Aslan sonríe deslizando su pulgar hacia el labio inferior de su esposo para tirarlo levemente hacia abajo, no lo hace con fuerza, es apenas un roce de electricidad—. Supongo que te mereces esa recompensa por ser un buen chico.
—Ya déjate de juegos.
—Oblígame.
—¡Ash!
Sonríe por su impaciencia, usa su otra mano para acariciarle la nuca deslizando sus dedos por encima de esa rebelde matita abenuz y aprovechando el toque para acomodarlo contra el respaldo del sillón. Se quedan un minuto sin decir nada, solo se miran. Jade con cobrizo. Frente contra frente. Nariz con nariz. Alma con alma. Eiji sonríe con timidez haciendo que sus pupilas brillen por el nerviosismo y su reacción es tan inocente que Ash solo puede sonreír junto a él, se cuestiona la razón para anhelar su beso, los besos nunca han sido gran cosa para Ash y de hecho, le robó uno antes en prisión pasándole la pastilla con su lengua y no fue importante. Mentira. Incluso ahí lo fue. Pero la diferencia radica en que el Ash de aquel instante no estaba enamorado del extranjero bonito que lo ayudó a contactar a Shorter. Este sí. Y ni siquiera es como que hubiera sido flechado. No. Ash cayó de cara contra el suelo del enamoramiento rompiéndose un par de huesos en el proceso.
Pero cree que está bien y que vale la pena exponer así su corazón porque si no lo hubiera hecho ellos no estarían adorándose en esta caricia intangible. Ash sonríe, es una invitación. Eiji se sonroja y tensa los párpados, estirando sus labios en un ruego silencioso, quedando a su merced.
Así que lo besa.
Primero es breve, vacilante y casi tímido, Ash se congela a la mitad temiendo reexperimentar aunque nunca le gustara tener esta clase de intimidad con Dino ni con los demás. No escala. Eiji le sonríe con sus bocas aun tocándose por el beso, no presiona más sus labios, los mantiene flotando, dándole un control absoluto en el ritmo que desee tomar la relación. Qué Eiji anteponga así su comodidad duele. Lo trataron como un arma toda su vida, tomaron hasta dejarlo vacío, lo pusieron al final de la cadena alimenticia, aun así Eiji está restregando su nariz contra la suya y apretando su mano transmitiéndole una devoción incondicional y absoluta. Eiji lo toca como si fuera lo más valioso del mundo. Y por este instante, se permite serlo. Así como Eiji lo es para Ash.
Se besan y los besos van in crescendo.
—¿Estás bien? —Eiji se separa solo para confirmar esto, mirándolo a los ojos, presionándole un beso encima de sus labios, ¿estás conmigo todavía?
—Quiero besarte aún más. —Sigo acá—. ¿Puedo? Estoy bien.
—Puedes.
Y los besos que se dan después, Dios.
Son mucho más hambrientos y pasionales, Ash se permite gozar de esos dulces labios incluso tirando con sus dientes, se atreve a beber de Eiji y explorarlo un poco más allá ya que le encanta, aun si cada vez que lo besa una voz resuena en su cabeza diciéndole que no tiene derecho a esto, se enfoca 100% en besarlo. En Eiji. En su calidez. Sus jadeos. Su respiración caliente. Su latido acelerado. Cómo crispa sus piernas mientras explora con su lengua. Cómo aprieta aun más su mano. El desastre sexy y bonito que se hace debajo de sus caricias. Cómo lo llama entrecortado. A-Ash. Definitivamente ama besarlo.
—¿Siempre fue tan fácil? —Se pregunta para sí mismo una vez se han separado, sus dedos descansan aun en la mejilla del nipón, acariciándola una y otra vez—. Tocarte me refiero, es algo que... me suelo forzar a mí mismo a hacer cosas que no quiero por los demás, siempre creí que si poseía una relación con otra persona me obligaría a que me gustaran "las cosas normales".
—¿Te estás forzando a hacer esto?
—No, ese es el punto. —Es sincero y vulnerable—. En serio me gusta besarte, me gusta usar palabras empalagosas para molestarte, me gusta estar casado contigo.
—Aslan. —Su nombre es una promesa empolvada.
—Amarte es lo más fácil que he tenido que hacer en mi vida, no tiene sentido.
—Antes me dijiste que yo no tengo sentido.
—No lo tienes. —Lo molesta—. Y aun así... —Entrelaza sus dedos.
—Aun así, acá estamos. —A pesar de todo.
—Desearía que el resto de mi vida fuera tan fácil de ordenar. —Entonces se queja, su cara cae encima del pecho de Eiji y Eiji empieza a juguetear con sus cabellos y a mimarlo, ama esa sensación de poder bajar la guardia y no ser condenado por eso sino acogido. Él es raro, lo vuelve a pensar—. Griffin aun me es un tema imposible de entender, no sé dónde diablos están mis sentimientos, no sé ordenarlos.
—No tienes por qué saber cómo ordenarlos.
—Pero quiero entenderlos.
—Entonces. —Eiji alza el agarre de manos para depositar un beso sobre los nudillos de Ash—. Quizás sería bueno entenderlo juntos.
—Ah. —Su cara arde—. Eso tiene sentido.
—Lo tiene, ¿verdad? —La voz de Eiji es pícara y socarrona—. Deberías escucharme más seguido, soy tu onii-chan después de todo, eso me hace más sabio.
—Idiota. —Musita—. Eres un idiota, onii-chan.
Pero le cuenta.
Le relata de la incapacidad que siente para confrontar cara a cara a Griff y de la incapacidad aun más grande que siente frente a la idea de no contarle. Por un lado sabe que Max tiene razón, Griffin logró sobrevivir a un infierno para volver a casa con su hermano y es justo que sepa sobre su muerte para que no lo siga esperando. Pero por otro lado están todos esos pensamientos intrusivos que bombean a través de su sangre y se ramifican igual que un cáncer. No es capaz de decirle en persona. Pero Ash es egoísta y lo quiere volver a ver. Quiere volverlo a ver pero que Griffin ya sepa. No quiere contárselo por teléfono o que sea un tercero quién narre su historia. Es un puto dilema.
—¿Qué tal una carta en ese caso? —Ash parpadea procesando las palabras de su amado.
—¿Una carta?
—Sí. —Eiji se mueve para que lo mire, más, se concibe demasiado cómodo recostado contra el suéter mullido y siendo mimado por sus dóciles manos, no quiere moverse de acá nunca—. Se solían enviar cartas cuando él estaba en la guerra ¿verdad?
—Sí, pero parece muy impersonal.
—¿Crees que es más personal una llamada?
—No.
—¿Te gusta la idea de contárselo a la cara?
—Para nada. —Se engrifa—. Esa la odio aún más.
—¿Entonces? —Eiji es suave y desliza sus manos sobre sus mejillas, logrando su cometido, sacándolo de su lugar seguro para mirarlo como solo Eiji sabe hacerlo—. ¿Qué ocurre?
—Creo que una carta no será suficiente. —Se sincera—. Sé que es una buena idea, incluso en terapia me dijeron que sería sanador empezar a poner en palabras lo que he pasado, pero es tanto, una sola carta no me alcanzará.
—Entonces que sean dos cartas.
—Eiji.
—Tres o cuatro.
—Para.
—Todas las que requieras.
—Ni miles de cartas me alcanzarían. —Gruñe—. Un par de cartas no son suficientes.
—Entonces hagamos millones de cartas hasta que creas que son suficientes y puedas decirte: "¡mira, lo hice funcionar!" porque podemos hacer que esto funcione, no necesitas escribirlas todas, pero es importante que empieces si quieres que esto sirva. —Terco. Irracional. Perceptivo.
—¿Y si me odia luego de la primera carta? —¿Qué pasa si no lo hago funcionar?
—¿Y si te ama luego de la primera carta?
—¡Ugh! —Gimotea—. ¡Eres insufrible!
Eiji no lo ataca como respuesta sino que se inclina hacia la mesita repleta con las fotografías para así poder tomar dos. La del crío de cabello dorado y ojos jades. La del adulto cuyas manos están repletas de sangre. La del adulto cuyo cuerpo fue un basurero de semen. La del adulto que esperó que alguien volviera de la guerra para salvarlo pero la guerra no acabó. La del adulto que se hizo una bestia feroz. La del adulto al fondo de la cadena alimenticia. La del adulto hundido en la mierda más grotesca que se podría imaginar, sí, ese mismo adulto. La del adulto con la misma sonrisa y los ojos de ese niño al ver hacia la cámara.
Ja.
Eiji ni siquiera usó las palabras para decírselo.
Eres Aslan.
Nunca lo has dejado de ser.
Ash agarra un papel, no suelta la mano de Eiji, quiere tenerlo acá, tampoco aparta las imágenes dada la necesidad de un ancla visual. Piensa en el momento en que todo se rompió.
[Querido Griffin:
Esto es lo que ha pasado desde que te fuiste...]
Mañana se viene un poquito más potente en relación a Griff (maki te pensé todo el rato, quiero que lo sepas). Pero es necesario poner el tema sobre la mesa, va a ser bien intenso emocionalmente para los dos hermanos, pero luego Ash tiene un desarrollo más suave y doméstico, esta es nuestra gran espina.
Ahora sí, nos vemos mañana~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro