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Capítulo 13

Ya no iba a servir de nada correr hasta donde estaba Javier porque todos habían bajado al recreo. Los únicos que andaban ahora por los pasillos eran los compañeros de Allie y Lucía, ya que el profesor de sustitución los había retenido ahí durante unos minutos más de los debidos. Las dos chicas bajaron las escaleras con tranquilidad y con la mirada buscaron a Javier, aunque ya se esperaban dónde podía estar. Y, cómo no, estaba en el campo de fútbol.

Se dirigieron allí sin decirse ni una sola palabra. Se notaba que Allie estaba de los nervios por la tontería que tenía su mejor amigo y Lucía estaba mal por algo, pero su mejor amiga había estado tan concentrada en sus propios problemas que ni siquiera se había dado cuenta. Tampoco quería molestarla mientras intentaba arreglar lo que fuese con Javier, así que debía aguantarse y esperar a que fuese el momento oportuno para contárselo.

─¡Javi! ─gritó Allie de lejos para captar la atención del chico.

Él y Alex se giraron para ver quién llamaba. Javier mantuvo la mirada en la chica durante unos segundos, pensando en qué debía hacer y cuando ya se decidió, siguió jugando con sus amigos como si no la hubiese visto. Alex le pegó un puñetazo en el brazo y los dos chicos se rieron. Más serio, Alex le preguntó que por qué ignoraba a Allie, pero a Javier no le dio tiempo de contestar.

─Me está empezando a tocar los inmencionables ─dijo Allie enfadada, yendo hacia donde se encontraba Javier.

Lucía siguió a Allie por detrás, no queriendo interponerse en el camino de su mejor amiga, porque sabía que cuando se ponía así era peligrosa. Javier se dio cuenta de que venían hacia él, pero decidió no ponerle importancia.

─Tú, Javi, ¿ya pararás? ─gritó Allie, quitándole el balón a Javier.

Varios chicos se quejaron y le obligaron a Javier a hablar con Allie para que les devolviese el balón. Al final, el chico cedió y ella le lanzó el balón a Alex, que estaba bien lejos de ellos, para que así a Javier no se le ocurriese coger el balón de nuevo.

─¿Parar con qué? ─preguntó él, después de que sus amigos insistiesen en que respondiera, pero sin mirarle a la cara a Allie.

─Tú ya sabes de qué hablo, deja de hacer el imbécil.

─No estoy haciendo el imbécil. ─Al fin miró a la chica.

No debía mirarla, porque sabía que si lo hacía iba a acabar pidiendo perdón. Ella era su debilidad y cualquier cosa que le pidiese, la haría. Pero si no le miraba a la cara, si esos ojos tan bonitos que ella tenía no se interponían en su camino, no había problema alguno. Sus miradas se juntaron por un momento. Mierda. Era justo lo que estaba intentando evitar, por lo que él arrancó su mirada de la de la chica.

─Estás comportándote como un cabrón. Yo no te he hecho nada para que te enfades conmigo de esta forma, ¿sabes?

─Ya te he explicado esta mañana el por qué.

─No, has dicho estupideces, eso es lo que has hecho.

─La que ha hecho estupideces has sido tú. Deja de comportarte como una niña, anda.

─¿Pero tú eres gilipollas? ─Allie, que se estaba enfadado cada vez más, alzó la voz. Los amigos de Javier dejaron el balón de lado para ver qué estaba ocurriendo entre aquellos dos que siempre habían sido tan inseparables─. El que se está comportando como un crío aquí, eres tú. Porque eres tu el que te has enfadado conmigo por echarme novio, pasas de mi por eso y haces como si no me conocieses. ¿O acaso eso es comportarse como una persona madura, eh?

─Yo solo necesito que me expliques una cosa ─pidió Javier, después de cerrar los ojos y soltar un suspiro para relajarse─, si te besaste conmigo, ¿por qué al poco tiempo te vi con otro?

─¡Pues porque me gusta! ¿Te tengo que explicar todo lo que hago con mi vida o qué? Javier, que ya somos mayorcitos, joder. Tú fuiste el que aceptó mi propuesta y cuando me hiciste esa pregunta, yo no te respondí. ¿Acaso no sacaste conclusiones de ahí?

Javier miró a su mejor amiga, intentando no derramar las lágrimas que se le estaban formando en los ojos. Sin embargo, a Allie ya se le habían escapado algunas cuantas. Decidió no contestar. No iban a ir a ningún lado con esa discusión y tampoco quería acabar llorando delante de sus amigos. Apretó la mandíbula, cabreado por todo lo que estaba ocurriendo. Sus emociones volvían a estar descontroladas. Escondió las manos en sus bolsillos y, cabizbajo, salió del campo de fútbol sin decir ni una palabra más.

Las dos chicas le siguieron con la mirada, confusas. ¿Qué coño le pasaba a este chico? Sin pensarlo dos veces, Allie salió corriendo detrás suya. Tenía que arreglar eso, costase lo que costase, porque Javier era su mejor amigo y no estaba dispuesta a perderlo.

─¡Espera, Al! ─gritó Lucía, que enseguida salió corriendo detrás de Allie.

Allie corrió un poco más despacio para que Lucía pudiese alcanzarla y para que Javier no se diese cuenta de que le seguían.

Javier se escondió en la misma esquina en la que estuvo con Allie cuando le dijo lo del beso, para poder estar a solas. Sabía que nadie pasaba por ese lugar nunca en el recreo, por lo que iba a poder estar solo sin que nadie le molestase. Se apoyó contra la pared y suspiró, dejándose caer por la pared hasta quedar sentado en el suelo. El dolor de cabeza que tenía desde ayer, había aumentado. No podía hacerse a la idea de Allie con otro chico. ¿Cómo podía haber dejado que eso pasara? Pegó un puñetazo al suelo. Quería romper algo. Como si rompía su mano misma... Volvió a pegar al suelo. Estaba demasiado enfadado consigo mismo. Pero, él no había hecho nada mal. Tan solo se había enamorado de la persona equivocada... Las lágrimas al fin salieron solas. Apoyó la cabeza entre sus rodillas, intentando calmar su llanto. No quería que nadie le viese así.

Allie y Lucía al fin alcanzaron la esquina donde estaba el chico. Observaron un rato a su mejor amigo. Estaba llorando. Nunca lo habían visto tan mal, tan destrozado. ¿Tanto le gustaba Allie? No podía ser. Tenía que estar así por alguna otra cosa, pero ninguna de las dos sabía por qué otra cosa podía ser. Seguro que él les había ocultado mucho más que lo de Allie. Se alejaron un poco para hablar, no querían que su mejor amigo las oyese y se enfadase por seguirle.

─Al, vamos a hablar con él... Es nuestro mejor amigo. Igual le pasa algo más y no ha querido contárnoslo.

─No sé..., me da cosa hablarle. ¿Y si se enfada porque le hemos seguido?

─Lo dudo. Venga, no tengas miedo, porque si no vas tú, voy yo. Y creo que eso debería de darte más miedo aún porque puedo decirle cualquier cosa... ─dijo Lucía, que empezó a andar hacia donde estaba el chico.

─Vale, tienes razón, tengo más miedo de eso. Anda, voy, pero si me acompañas.

─No lo sé, Al. Creo que va a ser mejor que vayas sola, tampoco quiero que se sienta presionado o agobiado. Además, creo que te dirá más cosas a ti...

─Como veas Lu...

─Venga, yo te espero aquí. Suerte.

─Vale, gracias.

Lucía sonrió triunfante. Había conseguido lo que quería, siempre lo hacía. Sabía qué decir y a quién, y su mejor amiga era una de las personas más fáciles de persuadir. Se acercó un poco a la esquina para poder oír mejor la conversación de sus amigos, pero hablaban en susurros, por lo que no podía escuchar nada.

Mientras, Allie se acercó a donde estaba Javier, sentándose al lado del chico. Él levantó la cabeza para ver quién era y en parte se decepcionó de que era Allie, pero por otra parte, se alegró. Quería verla, pero a la vez no. Le había hecho demasiado daño.

─Javi... No estés así, por favor. No soporto verte mal ─dijo Allie, rompiendo el hielo.

─Pues parece que te encanta hacerme sufrir. ─Las lágrimas amenazaban otra vez con caer, pero no, delante de ella no.

─¡Claro que no! ─Ahora la que lloraba era ella─. Javi, yo nunca te haría daño a propósito. Sabes que te quiero muchísimo y no lo hice con esa intención.

─Sí, lo sé. Lo siento ─dijo Javier, arrepentido por las tonterías que había hecho y dicho.

─Yo también lo siento. Me he comportado mal contigo... ─La chica apoyó su cabeza sobre el hombro de su mejor amigo.

─Anda que yo contigo...

Se quedaron así unos minutos. En silencio, juntos. Los dos se habían comportado como no debían, pero por lo menos habían conseguido solucionarlo. Ninguno de los dos quería perder al otro, pero si la cosa seguía así iba a ser difícil mantener una amistad. Javier se levantó y le tendió una mano a Allie para ayudarle a levantarse. Se dieron un abrazo largo, y salieron de la esquina. Al salir, se encontraron a Lucía llorando. Demasiado tiempo a solas había servido para que ella acabase así. Había intentado todo lo posible para contener las lágrimas, pero simplemente, no había podido.

─Lu, ¿qué te pasa, cariño? ─Allie se agachó delante de su mejor amiga.

─Nada... ─contestó Lucía, secándose las lágrimas y fingiendo una sonrisa.

─Eso no cuela, bonita. Dime qué te pasa.

─Luego te cuento... ─Lucía se levantó de donde estaba sentada.

─Vale, pero no llores. ─Allie le dio un abrazo a su mejor amiga.

Se despidieron de Javier que se fue con sus amigos a jugar a fútbol, y Allie le contó a Lucía lo que había ocurrido con él. Lucía, en cambio, no le contó lo que le pasaba. Las dos estaban demasiado abrumadas y agotadas como para aumentar su dolor de cabeza con más llantos aún.

Por suerte, la mañana intensa quedó de lado, y el día transcurrió como otro normal. Evitaron hablar de todo lo que había ocurrido en esos días y decidieron prestar atención en clase y nada más. Al llegar ya a casa, Lucía, cómo había prometido, llamó a Allie para contarle qué era lo que le pasaba. Ahora las dos estaban más relajadas y podían hablar del tema más tranquilamente.

─Ey, ¿qué tal? ¿Te encuentras mejor? ─preguntó Allie al descolgar el teléfono.

─Sí, un poco. Es que, a ver... Me gusta Luke. Ya sé que ya te lo he dicho muchas veces, pero es que me gusta muchísimo. Demasiado, quizás.

─Lu... Es demasiado mayor para ti, no te hagas esto. Olvídate de él porque si no vas a pasarlo mal y no quiero verte mal.

─Es que es tan buena persona... Faltan chicos así. ─Suspiró─. Igual voy a verle a su casa, ya que está malo...

─Lu, ¡no seas tonta! Eso no te va a ayudar a que le olvides.

─Es que el problema es que no quiero olvidarle, Allie.

─Si no le olvidas vas a pasarlo peor...

─Lo sé. Pero quedan pocos chicos así y dudo que vaya a encontrar a alguien de nuestra edad o al menos más joven que él que sea así. Porque es que ya me he hartado de juguetear con los chicos. Quiero un novio que sea maduro, que sea como él.

─Tu misma lo has dicho, Lucía. Quedan pocos chicos así, por lo que quedar, quedan. Así que no te rindas, porque conociéndote seguro que encuentras a uno enseguida. A uno que sea de una edad adecuada, que te trate como es debido, que te quiera... Es lo mejor, Lu, esperar a que venga el adecuado.

─¿Y qué más da la edad, Al? Tú eres la que siempre dices que el amor no tiene edad.

─Sí, ya sé que lo digo siempre, pero a nuestra edad estar con alguien mucho más mayor se nota bastante. Te puede pasar unos seis o siete años, y posiblemente más.

─Me da igual, voy a ir a verle.

Lucía colgó el teléfono, enfadada por lo que su amiga le estaba diciendo. Sabía que tenía razón, pero no quería aceptarlo. Quería seguir enamorada de Luke y quería ser feliz con él.

Allie se quedó con la palabra en la boca. Cerró los ojos y colgó el teléfono. Sabía que había hecho bien en decirle eso a su mejor amiga, pero cuando le gustaba alguien de esa forma, sabía que no iba a parar hasta conseguir lo que quería. No era la primera vez que pasaba.

─Mierda. Soy realmente gilipollas. Es mi mejor amiga, no puedo dejar que se haga daño a sí misma. Dios, no sé qué me pasa estos días, pero entre esto y lo de Javi... Voy a acabar realmente mal.

Allie se levantó de la cama y cogió la caja con los recuerdos de Raquel, que ahora tenía un sitio especial en la estantería de Allie. Prometió no volver a guardarla y dejarla en el olvido.

Como hizo el primer día que recuperó la caja de su armario, cogió la foto en la que estaban Raquel y ella en la playa y la colocó en el marco de su tocador. Necesitaba hablar con alguien y aunque ella no estuviese físicamente, siempre estaría en su cabeza. Se sentó en el tocador y observó la foto durante unos segundos antes de empezar a hablar otra vez.

─Ay, Raquel... Ojalá estuvieras aquí. Te echo tanto de menos. Necesito otra vez tus putos abrazos. De verdad, desde que te fuiste papá y mamá no han vuelto a ser los mismos y duele verles así. Creo que ya te lo dije, pero es que ya no me hacen casi caso. Sobretodo papá... Cada día se pelean más, solo se centran en ellos. A mi ya no me preguntan nada, ni siquiera me echan la bronca si hago algo mal o si suspendo y tampoco me felicitan si saco buenas notas como hacían antes. Tampoco se enteran si llego tarde a casa, porque he estado viniendo todos los días a las doce, pero nunca están aquí cuando llego.

»Sigo sin poder acostumbrarme a esto de no verte todos los días y en vez de eso tener que ver el espectáculo que montan ellos dos cada día cuando se pelean... Es que es horrible. No sabes la de veces que he pensado en irme de casa e irme con Lucía o con Javi durante un tiempo, no sé. Es todo tan complicado que no sé ni cómo explicarlo... Hay veces que se me quitan las ganas de todo, y lo único que quiero hacer en esos momentos es tumbarme en la cama y mirar al techo. O cortarme. Ya sé que les prometí no hacerlo, pero si supieras lo bien que se siente después... Notar la cuchilla en la piel y después notar ese calor que desprende, es tan... Relajante.

»¿Sabes? Desde ese día en que te fuiste me empecé a preguntar si a lo mejor tenías un diario en el que escribiste todos los días... Hasta ese día. Pero, no sé, nunca dejaste nada o eso creo. Bueno, si te soy sincera, nunca he querido rebuscar entre tus cosas. Hay cientos de cajas apiladas en el ático con cosas tuyas. Nadie quería tocarlas y no sabían qué hacer con ellas... Creo que voy a ir a mirarlas, y ver si dejaste algo para mi.

Allie subió al ático y encendió la luz. Por suerte, no estaban sus padres para decirle que no entrara ahí. Pero, para el caso, nunca lo estaban. Empezó a buscar las cajas con las cosas que eran de Raquel y para ello tuvo que apartar unas cuantas cajas vacías, otras llenas de libros y algunas con algún trasto viejo. Unos minutos después por fin dio con las cosas de Raquel. Contó por lo menos cinco cajas que eran bastante grandes y alguna que otra pequeña. Hizo varios viajes desde allí hasta su cuarto para poder llevar todas las cajas. Debía inspeccionar todas si de verdad quería encontrar algo.

Abrió una de ellas, la que parecía la mas grande. Estaba repleta de ropa suya. Recordaba momentos en los que ella llevaba esas cosas... La echaba tanto de menos. Decidió quedarse con alguna cosa de ella. Siempre le había gustado la ropa de su hermana y ella siempre le había prometido que la heredaría. Había llegado el momento de heredarla.

─Mm, todavía huele a ti... ─dijo Allie, oliendo la ropa de su hermana.

Añoraba ese olor, siempre indicaba que Raquel estaba cerca. Ese había sido su olor favorito desde su infancia, porque cuando necesitaba un abrazo ese olor significaba que ella estaba cerca para dárselo.

Empezó a colgar algunos vestidos en su armario y guardó algunas camisetas, sudaderas y pantalones. También encontró cientos de fulares, de los cuales colgó unos diez en su perchero. A Raquel le encantaban los pañuelos, y no había día que no llevase uno. 

Abrió el resto de cajas hasta que por fin dio con una que guardaba libros y libretas. Era el mejor sitio para guardar un diario. Y no se equivocaba, porque al final del todo, se encontraba el diario de Raquel. Lo cogió, insegura de si quería abrirlo y leer lo que había dentro. ¿Y si estaba en blanco? ¿Y si ponía cosas malas de ella o de su familia? No. Raquel no era así. Pero cuando fue a abrirlo, se dio cuenta de que estaba cerrado con llave.

─Mierda. Tiene que haber una llave en algún lado ─dijo Allie en alto, buscando la llave.

Rebuscó entre las demás cajas, intentando encontrar slgún sitio en el que se podría guardar una llave. En su búsqueda, encontró la caja musical que Raquel siempre tenía en su mesa y que escuchaba cada tarde, una y otra vez. La abrió y una bailarina comenzó a bailar, con la canción Para Elisa a piano sonando de fondo. Miró dentro de la caja y no encontró nada, hasta que se dio cuenta de que había un doble fondo en donde se encontraba un manojo de llaves. Las probó todas hasta que al final encontró la que era.

Las manos le temblaban. No quería invadir la privacidad de su hermana, pero necesitaba saber qué fue lo último que escribió. Necesitaba tenerla cerca una vez más. "No me lo puedo creer". Ese pensamiento era el único que estaba en su cabeza.

Abrió la primera página. La entrada estaba fechada hacía dos años. Se dirigió a las últimas páginas. Esas sí que tenían las fechas de cuando Raquel enfermó. Buscó la última entrada, que tenía la fecha del día de su muerte.

      Querido diario;
     
      Lo noto ya venir. No cómo ni por qué, pero presiento que hoy va a ser el día... Es extraño. Me duele saber que voy a perder a todos mis seres queridos... Y ellos a mi. Que no voy a poder realizar mis sueños y que no voy a poder volver a abrazar, a cuidar, a aconsejar... A tener, al fin y al cabo, a mi pequeña Allie.

      Le quiero tanto, joder. Ella es la única razón por la que he seguido aquí mas tiempo, porque de no haber sido así, juro que no estaría ahora escribiendo estas palabras. Y es que me duele no poder contarle toda la verdad de mi vida... Todo  lo que he pasado sin que ninguno de ellos lo supiese y todo lo que me he guardado para mi misma durante tantos años. Pero todavía es una niña... Tan solo tiene 14 años, no puedo contarle todo ahora, le arruinaría.

      He escrito una carta para ella para que lea con los 18 años. Está destinada para eso, pero a saber qué pasa... Igual la lee antes, igual después o incluso igual ni la lee. Tarde o temprano supongo que alguien la acabará encontrando en este diario. O eso espero. En fin, ya vienen mis padres... Volveré a escribir. Si llego.

Algunas palabras se difuminaron al caer las lágrimas de Allie sobre ellas. La chica rebuscó entre las hojas unas quinientas veces, pero no había ni rastro de la carta. En algún lado tenía que estar. A menos que sus padres la hubiesen encontrado antes...

La esperanza se le fue por completo, pero entonces recordó que las posibilidades de que sus padres la hubiesen encontrado eran mínimas. Porque sino, habrían encontrado también el diario y la llave. Buscó en la caja para ver si se había caído o algo. Y, en efecto, se había caído.

Allie sujetaba toda la verdad sobre su hermana en la mano, escrita toda en una carta. ¿Quería leerla? Sí, claro que quería. No podría esperar hasta cumplir dieciocho para abrirla, necesitaba saber todo ya. Pero sentimientos contradictorios en su interior estaban empezando a formarse. Estaba en un dilema del que no saldría fácilmente, a menos que siguiese a su corazón y ya está.

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