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Capítulo 35: Eso podría funcionar

Narra Victory

Los médicos dicen que se formó un coágulo en el cerebro de Amanda y que operarla para extirpárselo, es más riesgoso que dejarla tal cual está. Así que, no pareciera haber solución para su estado. ¡No le encuentro sentido! que sea tan fácil morir para ella siendo un ser sobrenatural. Pienso que, si hubiese renunciado a su guarda frente al consejo... ahora no estaría asi. Sentí escalofríos por todo el cuerpo, y por un momento tuve la sensación de que caía. Cerré los ojos por momento, concentrándome en mi respiración. Exhalé un profundo suspiro y me incorporé para salir del hospital.  Mientras caminaba hacia la estación de autobuses, trataba de ignorar todas las personas que estaban pasando cerca de mi. ¡Sentia que queria matarlos!, hacerle daño a alguien. Cruzada de brazos, y con la cabeza gacha, seguí caminando hacia la estación. ¿Qué hago de camino a una estación, si mi mejor amiga está muriendo en un hospital a unas calles de aquí? No lo sé. Tal vez, este perdiendo la razón. O el sentido de lo que es correcto y lo que no. Tal vez solo quiera escapar, y alejarme de todo esto.

Me detuve cuando alguien se cruzó en mi camino—Disculpe —era un chico un quizas de unos 16 años, o más. Estaba algo sucio y con ropa deteriorada—. ¿Tiene dinero? Estoy muy hambriento. —Se encontraba cabizbajo, masajeandose el estomago.

Lo dudé, no queria darle dinero. Nada me aseguraba que iba a usarlo para comida. Intenté hacer un gesto amable, mientras lo alenté a seguirme— Sígueme —comencé a caminar y él también atrás mío. Opte por comprarte la comida que él quisiera, me sorprendió que teniendo cualquier cosa de la tienda me dijo que con pan le bastaba.
Saqué un bolígrafo que traía conmigo y comencé a escribir en un papel. —Toma —Extendí el papel, esperando que lo agarre—. Este  es mi número, quiero que lo utilices si alguien te hace daño.

—¿Por qué lo harían? —preguntó mientras le daba un bocado al pan.

Solo queria ayudar, saber que podia hacerle un bien a alguien me hacia sentir un poco mejor.

—Solo guárdalo, ¿si?

El asintió y me despedí.

Mi móvil no paraba de sonar, pero no deseaba atenderlo. Solo quería pasar un rato sin que nadie me hablara. Mucho menos quería escuchar a Dante, él haría lo posible para convencerme de que nada de esto es mi culpa y detesto que haga eso. Si, quizás no sea mi culpa... pero eso no me hace sentir mejor.

Cuando dejaron de entrar llamadas, ¡comenzaron a llegar mensajes! Uno tras otro, todos de Dante. Bufé con pesadez. Finalmente contesté el teléfono que aún seguía sonando.

—Victory —sonaba aliviado.

Cuando lo escuché, me invadió la necesito de no estar aquí sola... o de no estar aquí sin él. Lo quería conmigo, yo...

—Te necesito.

—Linda —balbuceó—, solo dime dónde estás.

—En una estación de autobuses —mire a mí alrededor, confirmando que sea una estación—. Te mando la ubicación.

(...)

Un auto de color negro estacionó en la calle de al frente. Dante se asomó por la ventanilla y me hizo una seña para que suba al auto.  Miraba para todos lados, comprobando que nadie me estuviera observando, como observaban el costoso y extravagante auto de Dante. Cubrí mi rostro con la capucha de mi campera y caminé ligeramente hacia el auto.

—Eso es ser exagerada —dijo, mientras encendía el motor.

—Tú eres exagerado por salir con una nave espacial con ruedas a la calle.

—Bebé, amo los autos.

Sentí una respiración chocando cerca de mi. Giré el cuello y mi rostro quedó de pleno frente al de él. Nos quedamos en silencio solo mirándonos ¿que querías decirme con esa mirada Dante? Cuando caí en cuenta de que estábamos ahí como dos idiotas él ya... ¿se estaba riendo? Sacudí mi cabeza y me recosté en el asiento. —¿Donde vamos?

Sus labios formaron una pequeña sonrisa, entrelazó su mano a la mía y comenzó a manjar.

—Puede que haya una manera de salvarla.

—¡¿Cómo?! —negué. No podía creer—No importa, hay que hacerlo.

(...)

Me explicó que se trataba de un libro que él no puede leer, pero yo si. Solo esperaba que funcione, si eso nos ayuda a que Amanda no muera ¡bienvenido sea! al castillo y directo a la habitacion de Derek, quien estaba cuidando el libro.

—Es este —dijo al mismo tiempo que me mostraba un libro.

Estaba cubierto por cuero, sus hojas no estaban hechas de una especie de cuero mas fino, algo blanco

—Ábrelo y busca.

—Si pero... ¿qué es exactamente lo que buscamos?

—La piedra de la vida.

Me quede, pensando por un segundo, en la cantidad de cosas que sabe Dante. Es cómo... si fuera completamente intelectual, y que todos esos años de vida no desaprovecho la oportunidad de nutrirse de informacion.

Asentí y abrí el libro.

Pasaba página por página intentando buscar la piedra, a medida que lo hacía el texto que Dante veía en forma de figuras extrañas que no llegaba a comprender, yo podía ver la escritura en mi idioma.

Había encontrado la página en la que hablaba de esa piedra, es descrita como "la roca de fuego". Dice que es un ensamblaje de la naturaleza uniendo el cielo y el infierno en un mismo objeto. Eso porque puede ser tan buena como mala, después de todo si concede la inmortalidad está concediendo condena, que termina por convertirse en una maldición ¿Quién quiere vivir para siempre? Perdiendolo todo.. yo creo que, podrías terminar enloqueciendo de esa manera.

—A quien la beba se le será atribuido la propiedad de curar cualquier enfermedad e incluso la inmortalidad —leí en voz alta.

—Ahora fijate donde encontrarla —respondió Dante, echándose detrás de mí en la cama.

No le dedicaba muchas páginas a hablar de lo mismo, así que no hizo falta buscar mucho.

—Aquí ....—volteé a mirarlo.

—¿Qué?

—Está aquí, en el castillo —rodé mis ojos, al darme cuenta que no entendía lo que estaba diciendo—. Dice que es custodiada por cada regente.

—¿Crees que la guardó aquí? —rascó su barbilla.

Me paré y comencé a caminar, con la intención de que Dante me siguiera. Fue lo que hizo.

Francisco me había mostrado un lugar que consideraba como su santuario, donde guardaba recuerdos de toda su vida, peleas, etc. Me dijo que algun dia, si necesitaba un espacio para mi, o saber más de el, podía ir allí.

—Solo busca una piedra roja, puede estar a la vista o guardada —inquiri, observando los estantes.

—Si... ¡cómo esta! —giré a verlo y tenia una roca en su mano, y en la otra una pequeña caja de vidrio.

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