Extra
25/03/1985
Mi querida...
Sé que tienes demasiadas dudas que me encantaría poder responderte, pero me temo que sé poco más que tú. Parte de la información que poseo la obtuve directamente del diario, la otra gracias a que puedo decir que fui quien mejor conoció a tu madre.
La primera vez que la ví, noté la soledad aferrada a su alma; y supe, con solo dirigirle un par de palabras, que acabaría por cometer un asesinato o suicidándose, por el mero placer de sentir algo más fuerte que la inercia del día a día.
Mis padres me habían advertido de no juntarme con personas como ella, pero me dejé guiar por una corazonada que me gritaba que mi nueva amiga podía ser capaz de lo que pude deducir en nuestra primera charla, pero que, al mismo tiempo, tendría a la persona más leal que pude encontrar conmigo si me acercaba.
«Por desgracia o por fortuna, ambas deducciones estubieron en lo cierto»
Las 2 éramos tan opuestas que resultaba increíble que pudiéramos pasar tanto tiempo juntas.
Yo me emocionaba con el simple aleteo de una mariposa, ella apenas ponía atención a su entorno. Yo me volvía loca por cualquier cosa que fuera adorable, ella lo odiaba. Yo tenía lo que podíamos llamar «el sueño de toda mujer», ella se atrevía a cuestionar todas las reglas que nos imponía la sociedad; y aún después de tantas diferencias, podíamos pasar horas hablando sobre cualquier tema.
A tan solo un par de meses del inicio de nuestra amistad, ella conoció al que sería su esposo, y el mayor de sus problemas a futuro.
Aún luego de tanto tiempo, he de admitir que sigo siendo una romántica insoportable. Cuando tus padres comenzaron a salir, fui quien más alentó su relación, y en algún momento llegué a creer que me emocionaba más que la propia novia por lo que me contaba.
Mi ilusión comenzó a desvanecerse cuando él quiso controlar hasta el tiempo que tu madre pasaba conmigo, pues en su retorcida mente, no era normal que pasáramos tanto tiempo encerradas en nuestras habitaciones hablando de todo. Debo admitir que, de haberme atraído las chicas, como a una compañera de la escuela, posiblemente me habría fijado en mi amiga. Se siente extraño contarle esto a su hija, y ya me estoy desviando del tema.
Con el pasar de las semanas nos veíamos cada vez menos, al punto de que fue por un amigo que me enteré de su compromiso.
Esa tarde fui a verla, solo para encontrarme con un alma más solitaria y perdida que la primera vez que la ví.
Intenté de todo: le conté que había leído una de sus novelas góticas, le hablé de chismes, le conté que estaba conociendo a un muchacho, le pregunté por la familia de su padre, Pero a penas y me ponía atención.
La noté ausente, aburrida, desinteresada, triste.
De algún modo, eso marcó un antes y un después en nuestra amistad. La apoyé en todo lo relacionado a su boda, la acompañé a eventos y a veces iba a su casa, Pero no hubo mas charlas hasta la madrugada ni secretos susurrados por mucho tiempo.
Dejamos de vernos luego de la boda, hasta que naciste tú y me contó todo lo que descubrió de su marido.
Volvimos a ser las de antes, pero creo que ambas conocíamos el final de la historia.
El día en que los hijos de mala madre, a los que llamamos justicia, la mataron, lloré hasta quedar seca. La consciencia me estaba destrozando, pero le prometí no decir nada a nadie que no fueras tú para protegerte.
Quien fue mi mejor amiga pensó que ya tendrías suficiente con escuchar rumores sobre ella casi a diario, y tenerme a mí gritando que era inocente, además de poner mi vida en peligro, te dejaría en una posición aún más vulnerable ante el mundo.
Ya podía ver los titulares en los periódicos años más tarde: «¡La hija de una asesina que mató al marido sin razón habla por fin de la loca que afirma que su madre era inocente!» Sería una tortura para cualquier persona.
No estuve de acuerdo, pero me hizo jurarlo, aunque me temo que deberé faltar a esa promesa: estar aquí me volverá loca.
Mi padre me consiguió un trabajo en otro país y tomaré la oportunidad.
Te amo y amé a tu madre como si fuera mi propia hermana, pero hace unos meses se filtró la información de que fui cercana a quien el mundo considera una paria, y los medios me han sofocado hasta el cansancio, además de que la gente me trata horrible cada que salgo a la calle.
Llámenme egoísta, lo acepto, pero si sigo aquí , no tardaré en suicidarme por la presión social.
Perdóneme ambas, por no poder cumplir con mi palabra, pero ya no puedo más conmigo misma, ni con el odio hacia mi mejor amiga, que ni siquiera puedo desmentir.
Espero haberte resuelto alguna duda, Cariño. Dejaré este maldito diario en un lugar seguro, me iré y no volveré a pensar en nada relacionado a este asunto.
Con amor.
Quienes te amaron y te amarán hasta el fin de la eternidad.
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