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Pruebas

—Yuto...—no espera verlo allí, es más, no esperaba tener que volver a verlo hasta después de la sanción que tendría. Cualquiera que fuese, independientemente de los días. Porque sabía que, independientemente de lo que lo acusaran, iba a terminar castigado.

—Señorito Yuto, me temo que no puedo ayudarle ahora mismo—dijo el encargado de convivencia. El aludido negó—. Estamos con el señorito Yuya, el que hablamos ayer mismo y me dijo que apenas había llegado después de los hecho y que por ende...

—Señor, con el debido respeto—empezó algo molesto, centralizado. Ni había visto a Yuya, y por mucho que se pensara que no lo hacía porque estaba enojado con él, en realidad no hacía por no distraerse—, esto es algo que me involucra a mí, y quiero intervenir.

—El joven es su amigo pero....

—Usted no ha hablado con los testigos necesarios—declaró sin tapujos—. Y yo le traigo uno directo.

—Hola, no esperaba volverlo a ver tan pronto—dijo una voz a sus espaldas, una que en definitiva Yuya conocía—, sé que me ha extrañado, yo también a usted pero tiene que entender que venir mucho a este lugar me hace daño...

—¿El joven Yuri?—preguntó sorprendido.

—También tenemos pruebas en video de lo ocurrido y además decirle que esto no es algo nuevo—dijo Yuto con decisión—. Esto es algo que se ha venido provocando desde hace tiempo.

—Escúcheme. Usted bien sabe que nosotros no atendemos a nadie durante una sección—dijo muy calmado—. Ahora mismo estoy con el joven Yuya si puede esperar a que yo...

—No me va a escuchar después de esto.

—No, no lo hará—negó Yuri sin más desde atrás bastante pendiente a lo que ocurría. De hecho le sorprendía que los otros dos abusones estuvieran a su lado, mirándolos con el rostro blanco ante las declaraciones que acaban de dar—. Y eso yo lo sé perfectamente, creo que más de uno de mis "amigos" ha intentado hablar contigo sobre algún asunto después de las reuniones con los afectados directamente... No tienes fama de querer escuchar a todo el mundo, ¿sabes?

—Esto se me sale totalmente de los esquemas, no puedo...

—No estamos hablando de reglas aquí—dijo Yuto de manera autoritaria. Un tono que hizo que Yuya se hiciera más pequeño en su silla y mirara a sus manos miedoso—. Se trata de una situación que ha estado por años aquí y que no han querido ver, se trata de que Yuya está aquí sentado, siendo acusado por cosas que no hizo mientras que usted escucha a quienes no debería escuchar.

—¿Está cuestionando mi manera de abordar esta situación?

—Sí, creo que debería de al menos tomar a un testigo más—dijo preocupado—y ver la cinta de video que le traemos. No es mucho y lo organizamos para que fuese corto, además si pudiera ver el teléfono de Yuya—el aludido abrió los ojos. Así que él lo tenía—también le agradecería un montón que lo revisara para que viera que no le miento—su expresión era severa.

No iba a ceder ni un solo paso antes de que ese adulto lo viera, antes de que se pudiera probar que Yuya era un inocente y que todo lo que había hecho lo hizo por defensa propia. Y que el empujarlo y rechazarlo, no había sido sino paranoia porque algo le pudiese pasar. Ese chico que estaba allí sentado, con la cara ligeramente preocupada y sorprendida, ese que le lograba quitar el aliento y que lo enamoraba cada día, merecía algo mejor que una acusación así. Después de todo, ese chico solo había hecho lo que cualquier persona en su situación haría.

No iba a ceder ni ante él ni ante nadie. Mucho menos cuando había atravesado por tanta travesía para poder conseguir todo la información y pruebas necesarias.

--------------------------------------- (Flash back) ----------------------------------------

Al ver semejante cosa dentro del celular de su amigo se volvió hacia los abusones. Descubrió que uno de ellos estaba reído y que parecía triunfante a pesar de tener su mejilla hinchada. Al comprenderlo bufó, bufó como un animal contenido en una jaula mientras apretaba el agarre que tenía sobre el celular del chico. Arrugó el rostro y estuvo a punto de ir tras ellos, de darles un maldito puño en la nariz a pesar de no saber dar uno. Le provocaba malos sentimientos en la sangre, en el corazón, ideas sobre cosas que hacerle. A ellos no les bastó con el intento de suicidio de Yuya, no les bastó con llenar su pupitre con cosas tan estúpidas y mucho menos les bastaba con mirarlo mal en el pasillo o tropezarse con él por "accidente".

No, ellos tenían que hacer algo como aquello.

Antes de cometer una locura total, e ir tras ellos, le habló una voz poco familiar pero conocida.

—Vaya que son astutos estos idiotas—dijo un chico llegando al lado de Yuto a mirar a los abusones. El aludido se paró a mirarlo sin entender—. Saben con quien hablar para que se salgan con la suya. Me dan asco—suspiró y miró al otro sin importarle la expresión que tenía—. ¿Cómo está Yuya? No lo conozco lo suficiente, pero diría que es algo sensible.

—Ah... tú eres... ¿Yuri?—Yuto alzó una ceja comprensiblemente confundido.

—Él mismo príncipe azul—dijo con algo de gracia—. Pero no respondas mi pregunta con otra. Si Yuya no está contigo, ¿entonces lo han sancionado?—preguntó molesto—Es entendible, este sistema es peor que un día de mala suerte.

—¿Por qué iban a sancionar a Yuya?—era ahora el de ojos fucsias el que tenía una expresión confundida.

—Pensé que lo sabías.

—No me hablo con nadie salvo con Yuya. Y las personas que me hablan primero.

—Que frialdad...

—¿Qué es lo que ocurrió con Yuya?—insistió.

—Bueno, en víspera de que yo tampoco pudo hacer una broma agradable para esta situación—tomó aire suavemente—, te lo contaré. Dicho corto y mal, Yuya golpeó al que tiene la mejilla hinchada.

—¿¡Qué!?—exclamó de inmediato. Era comprensible, pero esa imagen mental de Yuya golpeando a alguien más en la cara, simplemente no le cabía en la cabeza—¿Yuya? ¿En serio?—se volvió al lugar donde habían estado los abusones. Ya no estaban allí—¿Cómo?

—Es como todos, nos cansamos de algunas cosas—dijo un poco molesto, con la situación. No con Yuto—. Y ayer llegó a su punto. Puedo entenderlo, lástima que esto no sea tomado como un criminal en estas circunstancias—suspiró de manera sonora—. Es que es injusto, lo rodearon totalmente y empezaron a acercarse a él de manera amenazante. Yuya al principio se contenía, pero al final le dio lo que se merecía ese estúpido—escupió hacia otra parte—. Yo intenté ir a ayudar, pero cuando estaba cerca ya todo había pasado. Llegaste tú y él te empujó, debió de ser por la impresión. Supongo. No sé, Yuya ha de tener una mejor razón para ti, ¿no?

—No lo he visto desde entonces—dijo Yuto con cara de preocupado y enojado—. Esos malditos... y más encima le mandaron un maldito mensaje de texto—bufó. Yuri lo miró curioso—. Debería ir a partirles su madre.

—¿Quieres terminar sancionado? Hazlo, eso ayudará de maravillas a Yuya—el de ojos grises negó ligeramente.

—Eso ya lo sé—dijo contenido en enojo. Él no era estúpido por suerte, de haber sido cualquiera se hubiese lanzado a ellos sin piedad o cabeza. Yuya no necesitaba eso, Yuya necesitaba atención. Que alguien le escuchara. Así como lo vio el de ojos grises en la tarde de ayer, no estaba muy seguro de hasta qué punto podría considerarse eso estar mal—. Pero el deseo sigue allí.

—¿Es que no quieres partirles su madre de otra manera?—preguntó un poco deseoso—Digo, yo estoy contigo, también se las partería, diez veces si pudiera, pero tu princesa no se salvaría de esta de buena manera—dijo denotando algo más de enojo pero al mismo tiempo algo de más calma—. Así que, príncipe azul, ¿qué es lo mejor para esta damisela en peligro?

—No lo sé—resopló molesto—, debería decirle al encargado de convivencia—Yuri se rio antes esa mención. Esa honorífica mención como diría.

—¿Él? Él es un canalla, mucho peor que yo, pero que no hace nada—negó—. Ni se te ocurra. Si vas donde él será como cagarla a propósito—dijo frustrado—. Si fuera iluso te diría que hay alguna posibilidad de que te haga caso, pero no la hay. Es cero para ese imbécil. Lo van a terminar sancionando incluso si me pones a mí de testigo o haces tus declaraciones.

—¿Entonces solo puedo quedarme a ver como se comete una injusticia?—bufó molesto—Yo no me voy a quedar así maldita sea. Es Yuya de quien estamos hablando—negó para nada convencido de la situación—, él no se merece esto. Ni esta injusticia, no debería dejar que se lavara las manos tan fácilmente.

—Oh, ¿quieres ser su virus de la semana?—preguntó muy entuciasmado. Ciertamente estaba rencoroso con el hombre, después de que él se encargara de llevarle un verdadero testigo de lo ocurrido hace ya unas semanitas sobre su caso y él lo rechazara. Quería que por una vez no se limpiara las manos el muy imbécil—¿Quieres ayuda con eso?

—Ya me has dicho todo lo que sabes—declaró mientras miraba un poco por encima en celular de Yuya. Suspiró al ver que no era el primero de esos mensajes—, así que gracias.

—Oh vamos, debe de haber algo que pueda hacer—dijo un poco más serio—, también me interesa tu princesa por si no lo sabes.

—¿Podrías dejar de llamarlo de esa manera?—preguntó ligeramente enojado. Yuri alzó las manos sorprendido.

—Yo no quiero ofenderlo si es lo que piensas—dijo inmediatamente—, pero si prefieres lo puedo llamar príncipe, solo que tu apodo no combina tanto....

—Escucha, Yuri—dijo más serio—, gracias, pero creo que me las arreglaré por mi cuenta.

—¿Eres un lobo solitario acaso?—preguntó el otro al ver que el otro empezaba a caminar—No tienes por qué hacer esto solo, lo sabes, ¿no?

—Pero lo haré—no iba a dejar que el otro se involucrara, no cuando ya había dicho y hecho todo lo que podía aportar. Eso, y que no le gustaba que tomara tantas confianzas con Yuya o con él. Pero más con Yuya.

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Había sido un día realmente largo para él. Entre que buscaba cosas, miraba lograres, hablaba con personas sobre lo acontecido y miraba información. No había nada realmente bueno. Eso le frustraba, además, en la tarde también había intentado hablar con el de ojos rojos, pero la respuesta había sido totalmente negativa, cero. Yuya estaba muy adentro de su casa como para poder oírlo o tan siquiera responderle. Pero al menos estaba seguro de que estaba allí. No sabía cómo, no sabía por qué. Pero al menos tenía el presentimiento de que el chico estaba allí y que no le contestaba o le decía nada, era por cuenta propia. Así que no tenía nada que temer.

O al menos eso pensó cuando llegó a casa.

—Yuto—dijo con autoridad una voz. El aludido se quedó visiblemente quieto sin más. Tensionado de ver a su madre allí en medio del pasillo al frente de su apartamento provisional. Sabía que era cuestión de días para que ella volviera y le regañara o reclamara por aquello que había dicho. Pero nunca esperó una reacción tan rápida de su parte—. Prepara tus cosas, te devuelves a casa mañana en la tarde. Está bien, no te cambiaré de escuela—anunció severa. A Yuto no intimidaba, de hecho, jamás lo había hecho—. También quiero que te prepares, tienes competencia en un par de días y no te has preparado lo suficiente. Y ni se te ocurra responderme.

—No lo voy a hacer madre—declaró después de un silencio. Se acercó más a la mujer con su cara de enojado—. No voy a competir nunca más en natación.

—Eso no está a discusión—dijo sin dejarse intimidar tampoco. Era temeraria y se notaba de lo enojada que había estado con el chico. Pero este estaba terriblemente centrado en lo que quería para él y para su futuro. Incluso en el más inmediato—. Ni el hecho de que te vas, no voy a aceptar que acabes con esto.

—Esto—dijo algo agresivo—no es lo mío. No importa si tu o mi padre o mis abuelos hayan hecho esto por generaciones y hayan ganado las medallas de la vida—dijo sin ánimos reales de insultarla—, yo no voy a hacerlo. Esto se acaba conmigo.

—No, no voy a permitir que...

—Y yo no voy a permitir que me sigas obligando—negó—. Esto no es lo mío, sé que he entrenado mucho por esto, desde que era niña, pero no más. Esto ya me ha cansado. No voy a dejar que ustedes sigan diciendo cual debe de ser mi futuro. No soy un niño, ya no.

—Yuto, tu no haces ningún otro tipo de actividad—encaró—, no permitiré que te conviertas en un...

—Eso no es excusa madre—dijo muy convencido—. Tú no me quieres haciendo natación por eso solo quieres que llegue a alguna parte con eso, lo sé. No tienes por qué decirme mentiras. Toda tu vida has querido algo para mí que yo simplemente rechazo—negó—. Si tan solo pudieras entender...

—No todos pueden nadar como tú lo haces Yuto—dijo ella—. Todo tu cuerpo está moldado para serlo, no importa lo que pienses, tienes la habilidad y la capacidad suficiente para llegar a cualquier parte que desees—se dio una pequeña pausa—. Cualquier cosa que puedas querer referente a esto lo puedes obtener, incluso puedes llegar a una olimpiada.

—Pero esas son puertas que no deseo—negó con la cabeza gacha—. Son cosas que yo simplemente no quiero para mí. Madre, ¿alguna vez te has preguntado qué es lo que yo quiero para mi futuro?—preguntó alfo dolido—Sé que hablo muy poco, pero tú tampoco me dejas hacerlo. Y sé lo mucho que me detestas internamente por no hacer lo que quieres. Sé que no me vas a perdonar nunca si lo dejo—abrió los brazos—, pero yo nunca lo quise para mí. Yo jamás he querido estar... en este montón de competencias ni en este montón de premios—miró al suelo ligeramente—. De todo lo que tengo en casa—señaló a la puerta del lugar—, de todo lo que tengo allí... solo me importa uno. Uno que no creo que sepas que existe—bajó la mirada y la voz—. Uno que incluso me hizo enamorarme por primera vez—Yuto negó para devolverle la mirada a su estupefacta madre—. Sé que tu vida, tu trabajo, mi padre y gran parte de tu pasado es esto. Este deporte, sé que le encuentras toda la belleza que puedes encontrar en una obra de arte. Pero hasta el propio arte tiene a quienes les gusta y a quienes no. Puede que no te guste la pintura o que la escultura te parezca tonta y extraña.

—Esto no tiene nada que ver Yuto.

—Sí, sí lo tienen—dijo algo dolido—. Porque puede que esas dos cosas no te gusten, que te parezcan un desperdicio, pero siempre tendrás otras, puedes mirar al cine, o a la literatura que es mi favorita—dijo con una mano en su pecho—y ver que tienes algo que ofrecerte y puede que te acoples más a ellas—apretó la mano sobre su pecho y la volvió casi un puño—. Y puedes ser muy bueno esculcando o pintando pero para hacer arte necesitas... tener gusto por ello, necesitas amarlo.

—Yuto.

—No puedes hacer nada sin que lo ames y mucho menos puedes obligar a alguien a que haga algo si no es de corazón—dijo mientras fruncía un poco su ceño. Estaba soltándolo todo, todo lo que alguna vez pensó y lo que nunca le decía a nadie. Las palabras que a veces ni el propio Yuya escuchaba las estaba soltando allí, en ese pasillo a las ocho de la noche en un día martes—. Si pintas sin interés pero con talento te saldrá plano, bien hecho pero sin sentimientos. Si escribes algo con interés pero sin talento, puede que te salga algo espantoso, algo que nadie quiere ver y que preferirías que no existiera. Pero es algo que tú mismo has hecho de corazón. De lo que tienes adentro. Sé que no es la mejor idea que puedas tener o la mejor visión. Pero, madre—la miró a los ojos—vale más eso... vale mucho más que una estructura vacía hecha para la gracia de los demás.

El lugar se quedó en un silencio total. Ella lo miraba a él esperando a que dijera cualquier otra cosa para así poder salir de su propio asombro. Ese chico que estaba enfrente suyo, ese al que había concebido y al que lo había visto crecer bajo las creencias de que era lo mejor para él o no, estaba allí parado. Le acababa de dar un discurso sobre lo que significaba la natación para él mientras rechazaba todo lo que conocía. Ella estaba en ceros. Totalmente en ceros. No había asimilado lo que él le había dicho totalmente. Todo aquello calaba en su mente. Ese acto de rebeldía hacia ella, esa declaración de negación a todo lo que siempre le había hecho, no hacía más que decirle que ese chico que tenía en frente ya no podía controlarlo a su antojo. Que había crecido y que había decidido que quería para él. Y que ella la había cagado con él de una manera tan estúpida, que le sorprendía que ni ella ni su esposo se hubiesen dado cuenta. En ese momento se odiaba.

Era una estúpida. Pero no por ello debía dejar de intentar llegar a un acuerdo.

—Entonces... todo lo que has hecho—dijo algo cansada y avergonzado—, siempre, independientemente de lo que hayas logrado, ¿lo has hecho pensado que íbamos a odiarte si no lo hacías?—Yuto se tardó un instante para poder bajar el latido de su corazón y bajar el miedo a lo que ella le respondiera.

—Siempre—dijo con un tono triste. No muy orgulloso de que eso fuese todo lo que ella sacara de su discurso—. O al menos desde que entendí la gravedad de este asunto, unos dos o tres años a lo mucho—El silencio los inundó nuevamente.

—Muy bien...—ella se puso una mano en la cabeza algo azarada por sí misma—Muy bien... Esto resuelve muchas cosas...—suspiró y lo miró a él—¿Qué es lo que quieres?—preguntó ella seria y de manera algo forzada. El de ojos grises lo notó. Ella estaba obligándose a hacerlo. Entonces debería de ser más fuerte en ese aspecto y contarle con más puntos fuertes—¿Qué es lo que me dices que quieres para tu futuro?

—Porque no... ¿lo ves?—dijo algo expectante. Ella estaba allí, sintiéndose como un bodrio, pero él chico aun le tenía fe en algún sentido. Fe en que ella lo comprendiera. Y eso la enorgullecía, quizá porque él pensaba que ella podía cambiar. Siempre quiso que él fuera un gran nadador, eso no lo podría negar y dejar esa visión de él iba a ser complicado. Pero ella también quiso que fuera una buena persona—O mejor dicho, lo lees—y se abrió paso hacia la puerta. Esperado a que su madre viniera y pudiera mostrarle lo que hacía. En lo que su vida giraba. Y que al menos, aunque fuera solo un poco, pudiera comprenderlo.

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—Esta es una historia que escribiste sobre la persona de la que te enamoraste, ¿verdad?—preguntó ella al chico que lo miraba de manera expectante. Él se sonrojó ligeramente.

—Un poco, no quería hacerlo, pero me salió de esa manera así que... sí—dijo sin saber mucho como expresarse correctamente—. Se trata de él, o al menos su inspiración.

—Muy bien—dijo después de una ligera pausa—. Se nota que esto te gusta y que te apasiona, no soy quién para juzgarlo, pero si eso te ha mantenido tan feliz últimamente...—miró hacia otra parte y asintió—Lo aceptaré. No muy convencida, pero lo aceptaré. Pero quiero que sepas que no quiero que dejes de hacer deporte en ningún grado. Ese ritmo que llevas necesita ser bajado de manera natural, ¿me entiendes?—dijo algo más comprensiva. Apretó entonces sus puños. Costándole hasta la médula hacer muchas cosas—Puede llegar a hacerle daño a tu organismo si lo dejas de repente.

Yuto suspiró. Al menos ella había leído y no había explotado en un mar de reclamos.

—Sí—accedió, se puso los brazos cruzados—, sí lo haré. Pero solo si me retiras de los eventos en los que me tienes.

—Sabes que no puedo hacerlo cariño—dijo—, si lo hago tus entrenadores se nos vendrán encima. Y sabes que eso es más complicado de lo que parece.

—Bien—declaró aun con los brazos cruzados—, iré a las que me queden. Pero no quiero que me inscribas en ninguna otra a no ser que yo quiera, ¿está bien?—condicionó él. Si era lo último que iba a hacer y no tenía ni que esforzarse tanto, solo participar, bien, lo haría. La mujer asintió—¿Cuántas me quedan?

—Seis—afirmó con decisión—, al menos una cada fin de semana—dijo con seguridad.

—Bien, el próximo año entonces dejaré la natación por completo.

—Sí, así es.

—Bien.

Tuvieron que pasar unos varios segundos antes de que la mujer hablara un poco más.

—Yuto, ¿me puedo llevar esto?—dijo cuándo le mostró el montoncito de hojas recién impresas entre sus manos—Para mostrarle a tu padre, quiero decir.

—Adelante...—no le importaba. Incluso si lo destruían, eso solo era papel—Llévatelos madre.

—Bien—dijo entonces. La sala volvió a ser silenciosa. Yuto no iba a decir nada. Nunca le diría nada. Solo estaba esperando que dijera "apaga estas cosas y vámonos". Pero su madre parecía estar más bien consternada, sin querer hacer mucho de lo que hacía—. Bien—repitió para marcar un cambio y se levantó de la mesa—, me voy retirando. Volveré al viaje de trabajo, me quedan muchas cosas por hacer, así haya dicho que no iba a volver.

—¿Quieres que cuando vuelven tenga todo guardado en cajas?

—No, me parece que este sitio hace mucho más por ti que lo que nosotros hacemos. Así que, quédate con él.

Y sin poder evitarlo, Yuto se quedó extrañado de aquella declaración.

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—Bien—dijo el recién llegado. Yuto miró como se sentaba en frente suyo con una expresión un poco más seria de lo acostumbrado—, ¿y si te dijera que tengo un manera de obtener una grabación de lo ocurrido hace unos días atrás con Yuya?—el de ojos grises arrugó su ceño—Di algo en vez de quedarte con una cara de ceño fruncido—dijo él al parecer ligeramente irritado. El otro no pudo hacer más que seguir extrañado, eran apenas unos segundos los que llevaba allí sentado, si quiera había comenzado a comer—. Mira si estás molesto porque no te he dejado comenzar a comer, quiero que sepas que creía que te importaba más Yuya.

—Yuri—dijo apenas—, no pensaba que vinieras.

—Eso no va al punto—el otro lo seguía mirando del mismo modo. Casi como si Yuri tuviese que decir algo para desbloquearla y hablar con él normalmente—. Te acabo de decir que puedo conseguir una grabación de lo sucedido.

—Y yo no he dicho nada aún—contra argumentó. Se abalanzó sobre la mesa ligeramente, interesado—. ¿Por qué dices que puedes conseguir estas grabaciones?

Yuri sonrió.

—Ahora si nos entendemos. ¿Qué te parece si las consigo y te ayudo de testigo presencial? Estaba en la panadería de en frente, algo he de poder aportar.

—No me has respondido.

—Me sorprende lo mala leche que eres a veces, pero bueno, si Yuya te quiere así...—dejó la frase así para que no continuase yéndose por las ramas y se centrara—En fin, la panadería en la que estaba tiene una cámara que da a la entrada del colegio y conociendo bien ese lugar, creo que podemos ver el ataque en el momento exacto. Ahora, ¿me vas a dejar ir contigo cuando vayas a la oficina de convivencia? Aún hay cosas que no te he dicho y que valen la pena saber.

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—Cómo ve—dijo Yuto al terminar el fragmento de video que mostraba todo lo acontecido—, Yuri no mentía. Esos chicos lo acorralaron y lo empujaron a hacer esto. Solo fue un acto de defensa propia.

—Yo nunca los...—habló por primera vez. Se ganó una mirada inmediata de Yuto, esta le hizo tragar saliva—Yo nunca los golpearía si no se lo mereciesen de alguna manera.

—Pero también empujó al señorito Yuto—dijo de lo poco que podía ver del video de aquel acontecimiento—. Y nada de esto justifica que no haya venido en los últimos dos días a clase.

—Eso no es mi acusación—dijo el de ojos grises, negó con la cabeza—. Se está desviando del tema, los que verdaderamente merecen este interrogatorio son los dos idiotas que están allí afuera riéndose de esta situación—dijo con enojo mirándolo nuevamente—. Esto no viene a discusión señor. Usted me dijo ayer, cuando le pregunté, que lo acontecido era algo totalmente distinto a lo que acabamos de ver. Ellos le mintieron—dijo con determinación.

—Yo empujé a Yuto porque tenía miedo—declaró el chico entonces para intentar quitar un punto importante de la conversación—. Creía que ellos se iban a volver en su contra y a hacerle las mismas cosas que me estaban haciendo a mí durante años. Creía que... si al menos mostraba algo de...—se mordió el labio en indecisión—Desprecio falso por Yuto, ellos no le harían nada—se había sonrojado en lo que decía aquello. El de ojos grises le miró con ternura, desde prácticamente el principio de todo lo había perdonado—. No vine los siguientes días porque creía que ellos me iban a dar una paliza de venganza—se agarró uno de sus codos, quizá estaba mintiendo solo un poco—. Solían golpearme antes, incluso sin razón, no quería imaginarme lo que harían si tuviesen una razón como aquella.

—Y yo no lo culpo por empujarme—dijo mirándolo aún—. Sé que él me aprecia mucho y que si lo hizo es porque creyó que era lo mejor para mí—volvió a mirar al adulto.

—Además, ¿no le parece extraño que todos los testigos con lo que habló pertenezcan al mismo grupo de amigos y grado—dijo Yuri al adulto que parecía verse arrinconado totalmente —. No sé tú, pero a mí me parece que alguien está mintiendo, y no somos nosotros. ¿O acaso he dicho algo erróneo aquí?

—Yuya es inocente, todo lo que ha hecho lo hizo para protegerse a sí mismo o a mí—Yuto parecía casi encima del mayor—. Esto no sé trata de los problemas que tenga él, se trata de lo que le han hecho durante todo este tiempo, de lo que ellos mismos han provocado—sacó de inmediato el celular del chico de ojos rojos y le mostró la bandeja de entrada con aquellos mensajes que tanto habían sido ocultados por el objetivo de los mismos—. Estos mensajes tienen meses de estar llegando. Son casi diarios. Todos de los mismos dos teléfonos sin variar ni una sola vez. Todos de la misma temática y ofensivos—el señor agarró el teléfono del chico y lo miró bastante intrigado—. Todos y cada uno de ellos.

—Y si le parece buena idea comprobar si son o no verídicos, puedo encargarme de traer el celular de uno de los acusados. Si le parece—hizo una ligera pausa—. No, ¿sabe qué? Lo traeré ahora mismo—y con aquellas palabras, Yuri se largó de la habitación como si nada a enfrentar a los chicos que estaban afuera. Todos se quedaron mirándolo, incrédulos. Después de un par de murmullos y exclamaciones de parte de otros, el de ojos fucsias volvió—. He aquí su prueba, Yuto, escríbele a uno de los dos números—pidió. El otro lo hizo sin pensarlo. Escribió algo tan simple como tres puntos a ambos. Una notificación se escuchó afuera y otra allí adentro—. Como ve, estos mensajes son de parte de estos dos celulares. Solo que ninguno de esos miserables quiere poner la cara—se volvió hacia el lugar—, ¿o no?

—Señor—Yuto se volvió hacia él—, si esto no es suficiente para probar la inocencia de Yuya, no sé qué más lo sea—el aludido suspiró.

—Bien, necesito volver a hablar con los dos victimarios—habló cansado—. Ustedes tres salgan, los llamaré en breve—todos asintieron y se empezaron a retirarse—. Espero que hablen con la misma convicción que me han hablado ahora mismo.

Cuando salieron del todo Yuri tenía una sonrisa burlona hacia los dos brabucones que ahora estaban nerviosos.

—Sí—dijo acercándoseles a devolverles el teléfono—, yo también tendría miedo par de bastardos—se contuvo en el insulto—. Temen su asquerosa tecnología—casi les tiró el teléfono a sus cara. Ambos entraron.

Yuya miró a Yuto, pero este ya tenía su mirada clavada en él. Casi le dio un miedo irracional.

—Ah... Yo...—soltó muletillas mientras se sonrojaba. Yuri los miró desde lejos sin querer interrumpir lo que se suponía que iba a pasar—. Yuto yo...

Pero antes que cualquier cosa, Yuya recibió un abrazo desesperado de parte de Yuto.


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¡YA FALTA POCO! WUUUUUU 

¿Aun puede salir mal? No sé XD

Gracias por leer este cap, ¡no leemos!

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