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Falta


Siempre se cuestionó porque no lo hizo. Tenía la opción de saltar, de tirarse hacia el tren y dejar que todo acabara. Como hace tiempo atrás, como cuando habló con Yuto por primera vez en una charla seria que quería ser la última. Aquella lejana tarde después del colegio que hoy parecía repetirse en el mismo día de la semana a casi la misma hora. Yuya no había saltado al escuchar el tren venir, no lo había hecho por alguna razón que le impedía, había escuchado como se acercaba, como los rieles temblaban por tan poderosa máquina. El de ojos rojos podría haberse tirado, ponerse en medio de las vías y dejarse ir. Pero ahora estaba allí, mirando como idiota al paso de los vagones.

Aún no tenía ni idea de por qué no se ha tirado, pero si se le venía alguien a la mente. El mismo que le había evitado la muerte antes lo estaba haciendo ahora. Tenía su mente llena de pensamientos sobre él, sobre qué es lo que haría si él se fuera. Si se hubiese tirado. No lo sabía, pero tampoco quería saberlo, tampoco quería imaginarse que Yuto saltase también. Porque muy en el fondo eso es lo que había visto, eso es lo que él había sentido que pasaría. Despertó de su mirada hacia los vagones y miró hacia el camino por el que había llegado.

Volvió a echarse a correr en dirección a su casa. No lo sabía, pero juraría haber visto al de ojos grises acercarse, a su paso lento, pero se estaba acercando. Tenía miedo, no solo de lo que lo persiguiera, sino de que los otros lo vieran persiguiéndolo. No, no quería alejarse, no quería quedarse solo. Sentía que había hecho algo fantástico por él mismo, que había descargado algo que desde hacía un tiempo atrás había guardado en su pecho. Ese desprecio de alguna manera había sido expulsado ya. Pero, las consecuencias contra alguien más no las había medido. Ahora las cosas iban a empeorar, iban a hacerle cosas también al de ojos grises. Y por mucho que él le había dicho que no importaba como, que lo iba a acompañar, iba a caer sobre él. Sabían que era su amigo, sabían que lo acompañaba casi siempre.

Las cosas se iban a tornar en contra de Yuto. Le iba a molestar como a él, le iban a hacer el mismo daño. Todo por su culpa. Iban a inventarse que su actitud sombría y ligeramente hostil hacia los demás, se debía a él. Iban a pegarle, a romperle algo que guardara con recelo e iba a verlo con un ojo morado y con un filete congelado en la cara para tratar de bajar la inflamación. Estaba asustado. Su madre quería sacar a Yuto del colegio, si el chico llegaba con un aspecto así, Yuya no podía ni imaginarse lo que pasaría. Lo sacarían, lo llevarían fuera de su lado. Se llevarían a uno de sus principales soportes. Y lo harían por su culpa, por lo que él había hecho.

No le dolía que tuviera algo de sangre de ese idiota en los nudillos, no le dolía que lo fuesen a suspender o cualquier otra cosa. No, lo que a Yuya le dolía era justamente lo único que no podía soportar.

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A Yuto le iban doleré los nudillos de tanto tocar la puerta.

Había estado allí parado, hablando solo con la esperanza de ser escuchado de alguna forma. Aliviado por no encontrar nada en las vías del tren pero totalmente intrigado y choqueado. Solo quería que el otro le abriera. Que le dijese que es lo que había pasado. Que se lo explicase para él al menos entendiera y se fuera si es que quería era estar solo. Podía entenderlo, podía intentarlo al menos. No quería dejarlo solo, no ahora, no es ese momento ni en esas condiciones. Algo lo suficientemente fuerte había pasado como para que saliera corriendo, para que le empujara de aquella. Para que fingiera que lo odiaba aunque no supiera como hacerlo.

Tenía una sensación muy particular, no sabía cómo sentirse, todo estaba revuelto en su estómago sin que pudiese hacer nada. La impotencia, el desconcierto y el miedo le estaban calando en la mente demasiado hondo. Si no hablaba con Yuya, si no lo veía al menos y si no lo abrazaba para que esa expresión tan horrorizada se borrase de su memoria, iba a enloquecer. Apretó los puños y se golpeó una de sus piernas. Era entendible, cualquiera se sentiría de aquella manera al estar al menos una hora sin respuesta.

—Yuya... ábreme... por favor—se puso en contra de la puerta tratando de escuchar algo, cualquier cosa, un llanto, un sollozo, un paso, cualquier cosa que demostrara que había vida en aquella casa. Pero nada, nada de nada—Yuya... Escucha, si no quieres verme ahora, puedo entenderlo. Estoy preocupado, mucho, pero creo que puedo entenderlo. Te dejaré tranquilo aquí, lo prometo pero, por favor, dame alguna señal de que estás allí adentro—Esperó. Pero el chico del otro lado no iba a responder, lo haría por su propio bien, para luchar con las ganas de echarse a llorar, para evitar tener la tentación de salir y poder encontrar confort. No, no lo haría—. Está bien... entiendo que no quieras hablar solo... solo... solo lo entiendo... no sé qué es lo que haya pasado, pero quiero que sepas que estoy dispuesto a escucharte—acercó su boca a la puerta, con la esperanza de que pudiera ser oído—. No me importa lo que sea, no me importa si es algo muy malo, te escucharé—y se separó mirando a la puerta, aún esperanzado. Suspiró ligeramente y alzó la voz una vez más—. Yuya, si no quieres hablar aquí, mi apartamento tiene las puertas abiertas para ti—declaró—, no importa si es a las diez de la noche, o a las tres de la mañana, le voy a dejar a los porteros una copia de llave de mi apartamento. Por favor, ven, no me importa si te quedas a dormir para hablar conmigo en la mañana, o me despiertas en la madrugada. No me voy a enojar, lo prometo. Solo... Ven si quieres y así lo puedes, ¿de acuerdo? Nadie tiene porqué saberlo—Como las otras veces, Yuto estuvo esperando algo que simplemente no iba a suceder. Al irse, no pudo evitar mirar a la casa un par de veces más, quizá tenía chance y lo veía. Pero no ocurrió nada.

Aquella noche, Yuto no dormiría bien y mucho menos temprano.

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Al levantarse, no pudo evitar mirar a su lado solitario de la cama, esperanzado por un momento en verlo. Era una fantasía que tenía desde hacía mucho tiempo, el levantarse juntos y besarse, ver que seguían allí y que había un día más para disfrutar de la compañía del otro. Quizá debería quitar aquel sueño de su mente, convencerse de otra cosa, pero su mente y su corazón no parecían dejarle en paz. Al mirar su lado vacío tanteó un poco el lugar para asegurarse de que no era una ilusión y se levantó. Buscó por toda su casa, cualquier rasgo, por más mínimo que sea, de que Yuya había estado allí, en la madrugada, que quizá viniera pero que se arrepintiese. Que se hubiese ido sin más, que lo hubiera visto dormir y pensara que no valía la pena despertarlo.

Pero no había nada.

Hizo su rutina diaria con poco detenimiento y mucha rapidez, el tiempo se lo iba a comer si no lo hacía. Comió la primera cosa que se encontró en su refrigerador y salió disparado hacia su camino habitual sin ni siquiera de haber cerrado bien la puerta de su apartamento. Bajó los pisos por las escaleras para evitarse esperas odiosas y se abalanzó sobre la portería. Tenía que preguntar, tenía que al menos estar seguro. Porque en su mente ese rastro de duda estaba allí aun. No quería que ese solo rastro fuera verdad y que él no lo supiese.

—Buenos días—dijo a los porteros. El único que estaba allí desocupado lo saludó y se acercó al chico.

—Buenos días, ¿viene por las llaves?—preguntó de manera cordial.

—Sí, ¿alguien en la noche vino por ellas?—preguntó tratando de no mostrar su desesperación al asunto.

—No, nadie ha venido por ellas—el rastro simplemente se borró—. Estuvimos esperando toda la noche.

—Entiendo—se había perdido una buena parte del brillo de los ojos grises, no del todo, pero seguía asustado—, gracias. Has luego.

—¡Hasta luego!

Yuto casi podría entrar a un concurso de caminata rápida y ganar. Estaba acelerado, centrado en llegar al punto de encuentro. Pero nuevamente, no había nadie allí. Se animó pensando que quizá el chico se había atrasado o que cualquier cosa había ocurrido. No lo esperó, o al menos, no en el punto de encontró. Desde allí se dirigió a la casa del otro por el camino que solían tomar y estuvo atento a él. Si venía, si no venía. Aceleraba el paso con unos saltitos casa tanto para poder llegar más rápido. Casi se desesperaba a cada paso que daba, cada que se acercaba. Era como si sintiera la desesperación de Yuya sobre sí. Como si pudiera comprenderla incluso si no sabía sobre qué se trataba. Le desesperaba.

Cuando llegó a la puerta vio que simplemente no había cambios en el lugar. Nada había cambiado, la madre, con presencia nula, no se sentía tampoco, era solo una casa que parecía vacía. Yuya debía de estar allí. Yuto no podía tener otro pensamiento, estaba realmente absorto en eso. Realmente quería creer que allí estaba, en medio de un montón de sábanas para tratar de aislarse, en medio de su cuarto donde casi nadie entraba. Apretó los puños al ver la puerta cerrada sin más. Trató de escuchar su propia respiración para intentar clamarse, pero no había nada que lo ayudara. Estaba tremendamente preocupado, estaba increíblemente angustiado. Y no podía hacer que sus sentimientos se tranquilizaran de ninguna manera.

Apretó el celular de Yuya en su bolsillo. Con batería llena y algunas notificaciones de juegos en la pantalla de inicio. Lo apretaba con las ganas de sentir que había alguien allí y que, de alguna manera, pudiese sentir al chico. Se aferró a él, como se aferraría al mismo por los próximos días, como si fuera su objeto más preciado, junto con la nota de él.

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Al final había tenido que irse, había tenido ir a clases. Su madre le hizo una terrible advertencia al irse y dejarle prácticamente un hogar a sus espaldas, el hecho de que no podía faltar a clase, bajo ninguna circunstancia, incluso si estaba enfermo. Podía llegar tarde, pero ella no iba a aceptar que faltara a clase. Yuto no quería darle a su madre cualquier otra razón para venir y ver su situación. Así que se contuvo lo más que puedo y se fue al colegio.

No perdió tampoco la esperanza, pensaba que él podía llegar en cualquier momento, que quizás tan solo se había tardado por una razón cualquiera. Que vendría. Aún era el recreo del almuerzo cuando no había parado de esperar, cuando se enteró de lo que había pasado, parcialmente, a manos del propio afectado.

—Y él me dio un puñetazo—dijo el victimario de Yuya. Yuto tenía su cabeza metida en cualquier cosa, en el de ojos rojos, pero al escucharlo hablar en medio del pasillo al frente de la sala de los profesores sintió que debería escuchar lo que decía. Al fin y al cabo, él no había tratado bien al chico nunca—, en la mejilla, de la nada. ¡Y luego se puso a gritar como un loco!—exclamó.

—¿Está seguro de que fue Yuya?—preguntó el adulto mayor, alguien en quien los victimarios confiaban seriamente. A su modo claro está—Quien lo diría, un chico tan calmado como él no debería de tener esas actitudes o esas acciones—Eso captó definitivamente la atención de Yuto, tenía que escuchar de que se trataba—. Esto se está pareciendo al caso con Yuri.

—Sí, siento que todos están en mi contra—el chico había puesto una cara de estar sufriendo mientras se frotaba un poco más el hielo en su mejilla. Le había dicho al profesor en la mañana que los puntos le dolían y que parecía que se habían inflamado. Yuto se apretó los puños y suspiró. Tenía que encontrar una manera de seguir escuchando. Entonces lo recordó. Más temprano, en una de sus clases, había pedido que le dieran doble copia, una para él y otra para Yuya, pero no se la habían dado pues al profesor se la había acabado el material. Le dijo que pasara por él después. Pensó que sería un buen momento para revisar si el profesor estaba en la sala.

—No, no—negó el adulto mayor a la pareja de estudiantes que tenía en frente suyo, uno que acompañaba y que era un "testigo", y el otro que era directamente el victimario haciendo un cambio de roles—. Nadie tiene porque estar en tu contra. Arreglaré esta situación yo mismo—para este punto, Yuto había llegado a su lado y asomaba su cabeza revisando si el profesor que necesitaba estaba allí—. Necesito hablar primeramente con el coordinador de convivencia—el de ojos grises se heló por un momento—. Pero no podemos hacer una reunión hasta mañana en la mañana, el señorito no ha venido hoy, ¿verdad?—el chico que estaba ajeno a la conversación le hizo señas al profesor que buscaba. Este, con su lentitud lo miró y asintió. Se tardaría un poco—Además no ha mandado una excusa hasta ahora.... Señorito Yuto—este se volvió a mirarlo, temeroso de que hubiesen descubierto su plan—, usted que es muy allegado al señorito Yuya, cuénteme, ¿por qué no vino hoy?

Los dos que estaban hablando primeramente con el profesor mayor se miraron entre sí, temerosos de que quizá el de ojos grises supiese algo y hablara. Pero para su fortuna y la desgracia del otro, no sabía nada. Pero por desgracia y fortuna, Yuto sí quería saber qué es lo que pasó verdaderamente. Eventualmente sería un problema.

—No lo sé, señor—respondió formalmente, ignorando por completo que los dos idiotas estaban allí—. No lo veo desde ayer en la tarde.

—Entiendo—dijo a duras penas el anciano. Los otros dos parecieron aliviados a los ojos de Yuto. El cual afiló su mirada en cuanto el adulto retiró la suya. Era una advertencia silenciosa, una de que fuese como fuese, esos chicos iban a caer. Pero al mismo tiempo, una que no fue tomada en cuanta.

—Yuto—lo llamó el recién llegado. La razón del de ojos grises de quedarse escuchado se había acabado, casi maldijo en voz alta por ello. Pero en cambio solo siguió con su expresión neutra hacia lo demás y miró al profesor recién llegado—, aquí están las copias de tu amigo. Por favor explícale también que hay test dentro de dos semanas y si puedes que hable conmigo para explicarle algo—el de aspecto sombrío asintió suavemente.

—Gracias, se lo diré—«Sí es que puedo hablarle en primer lugar» pensó el chico mientras agarraba las copias las acomodaba mínimamente en sus manos—. Hasta luego—dijo para todos, únicamente para evitar mirar a los otros una vez más. Se fue a paso lento, como esperando poder escuchar más, pero los idiotas lo habían notado e hicieron algo al respecto, bajaron su voz. Yuto no pudo salvar más información de ese encuentro y eso le frustraba, hablaban de Yuya, aún peor es que no sabía que había hecho.

Ahora sus preguntas y dudas estaban por los cielos y prácticamente nada lograría que bajaran un poco. Sólo algo de información, información que no podía preguntar a nadie porque estrictamente no era su asunto. Porque la información requiere requisitos, requisitos que él no tenía y que le frustraba. Solo deseaba saber que estaba pasando con Yuya, pero solo tenía indicios muy sutiles y totalmente innecesarios. Casi quería golpear algo del enojo que tenía. ¿Por qué no podía saber nada? Suspiró para intentar calmarse y miró al frente con determinación, quizá si intentaba nuevamente en la casa del chico al terminar las clases, quizá finalmente le abriría. Hablaría con él y entendería que es lo que había pasado con todos.

Y justo cuando estaba llegando a la cafetería para obligarse a comer, le tocó presenciar a una de las piezas de aquel rompecabezas.

"De: 2017001233

Para: 378 4158599

ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ PEDAZO DE MIERDA! VAS A SER EXPULSADO! ESO TE ENSEÑARÁ A DEJARNOS TRANQUILOS Y VOLVER AL INFIERNO!"

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Pregunta rapida owo, solo para ver awa, ¿cual es su peor miedo con este fic, aparte de la muerte de alguno de los dos? :3, no, no voy a escribir el final con base a sus respuestas, solo quiero leer awa, no teman, igual el final ya está planeado owo

Gracias por leer owo

Nos leemos!

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