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Impulso y deseo.

Luego de dejar a Abdón en su casa, Maximiliano se dirigió al domicilio de Santiago. En el trayecto acordaron en que Maximiliano pasaría a buscarlo a eso del mediodía, así ambos tendrían un poco más de tiempo para descansar tras el largo viaje. A eso de las tres de la mañana Maximiliano llegaba a su hogar. Para sentirse tranquilo le mandaba a Sandy un mensaje, imaginando que ésta se encontraba dormida a esa hora. Grande sería su sorpresa al notar que su mensaje era respondido. Segundos más tarde, inevitablemente la llamada entre ambos se gestaba.

—Hola mi amor, por fin llegaste a tu casa. —Se escuchaba la voz dulce de Sandy al otro lado del teléfono, lo que era un golpe vitamínico para él.

—¿Cómo que tu casa, si es nuestra?

—Bueno mi amor, nuestra casa.

—¿Cómo te fue hoy en tus estudios?

—Bien mi amor, nada del otro mundo. Bueno, fuera de que te extraño mucho y que ya quiero verte y abrazarte y darte un beso apasionado. —Le decía ésta de manera coqueta— ¿Y tú, todo bien en el viaje?

—Pues yo también te extraño mi amor, quiero mirar esos ojitos hermosos que tienes, y quiero besar esos labios sensuales. —Maximiliano también usaba un tono de voz insinuante y febril, haciendo que Sandy erizara sus bellos— En cuanto al viaje, todo bien, salvo un embotellamiento entre Ciudad Zeta y Aron City por un accidente en la ruta, lo que nos demoró más de lo que teníamos previsto, pero bien después de todo. ¿Por allá todo está bien?

—¡Hay hombre, pero qué poco te duró lo sensual! —Sandy se largaba a reír, pues sabía bien que Maximiliano no es un joven que tienda a insinuarse, y las veces en que lo hacía con ella, ésta tendía a molestarlo dado lo inusual— Sí, todo bien, nada fuera de lo común.

—¡Pero mi amor, si sabes que me cuesta decir ese tipo de cosas, como que siento que no soy yo quien habla! —El joven se sonrojaba y se ponía nervioso, cambiando el tema de conversación para no incomodarse más— Te adelanto que nos dieron el día libre, por lo que durante la tarde estaré por allá.

—¿En la tarde, y por qué no en la mañana?

—Debo hacer un trámite, solo por eso, pero nada malo mi amor.

—¡Más te vale, de lo contrario me aflora mi lado celoso, y ahí tendríamos problemas!

—Entonces procuraré no descubrir ese lado celoso mi amor. Prefiero descubrirte otras cosas.

—¡A ver! ¿Qué me estás queriendo decir con eso Maximiliano Aníbal? —Sandy se sorprendía un tanto con esas palabras fuera de lo común, pero para evitar hacerlo sentir incómodo, prefería seguirle el juego— ¿Acaso me estás haciendo una propuesta indecente mi amor?

—¡Este, yo! —En segundos era invadido por los nervios, sin saber qué decirle a su amada.

—Pero dime, no me voy a incomodar, ¡al contrario, me voy a poner cómoda! —Aquella sensual voz hacía que sus vellos se erizaran— Ya va siendo hora de que seas un poco más atrevido conmigo, ¿no te parece?

—Tú provocas tantas cosas en mí que no sé cómo explicarlas, pero sabes que me cuesta ser atrevido. Y no es que no quiera, por el contrario.

—Bueno amor, para que veas que soy comprensiva, cambiemos el tema, —Sandy optaba por lo lógico en el momento, sabía de sus complejos y personalidad retraída con las mujeres— lo que sí te puedo decir, es que tendrás problemas con Clarita si no apareces por acá mi amor.

—Si es así el panorama, entonces tendré que aparecer pronto por allá… ¡no quiero morir tan joven a manos de tu hermana! —Unos segundos de silencio por parte de Maximiliano eran necesarios tras sus palabras, las cuales eran un desahogo por el momento bochornoso— Gracias mi amor.

—¿Gracias por qué mi amor?

—Por entender el problema que tengo. Te juro que las cosas cambiarán.

—¡Más te vale que cambien, no quiero morir virgen! —Exclamaba un tanto nerviosa ésta. Es que no era un secreto entre ambos que ella también fuese virgen— Bueno, te dejo mi amor, mañana debo levantarme temprano para ir a clases.

—¡Ah, y así me reclamas que no estaré temprano por allá, te acabas de acusar!

—Descansa mi amor, mañana nos vemos… te amo y te deseo.

—Yo también te amo y te deseo mi amor, y no te preocupes, mañana sin falta nos veremos.

Tras colgar la llamada, Maximiliano se quedaba pensativo por la conversación, ya que a pesar del tiempo que llevaban juntos, no habían logrado tener la intimidad que tanto deseaban, solo una que otra insinuación sobre sus ropas con sus manos, pero imposibilitados a llegar más allá dada la nula experiencia y por sobre todo, ese temor que sentían al estar juntos en la intimidad por primera vez. ¿Sería entonces apropiado dar ese paso tan importante y pedirle matrimonio?

No todos los jóvenes tienen la mentalidad o la osadía de perder su virginidad a la primera oportunidad que tienen en frente, y ellos pertenecían a ese grupo minoritario de jóvenes. Sin embargo, lo que sus corazones sentían era más grande que el deseo carnal. Eran el uno para el otro y por el momento, salvo una que otra insinuación, el entregarse no era algo que les quitara el sueño.

A la mañana siguiente, Maximiliano se dirigía al domicilio de Santiago, aún invadido por los pensamientos que rondaron su mente durante la madrugada, y juntos emprendían la marcha rumbo a Melaza en busca del anillo de compromiso que éste le daría a Sandy, junto con su propuesta de matrimonio. Esto último aún le era un dilema, puesto que no sabía cómo pedirle que se convirtiera en su esposa. El miedo y la inseguridad una vez más causaban estragos en su ser. Su corazón tenía las cosas claras respecto a sus sentimientos por Sandy, pero su mente jugaba con él. ¿Y si resultaba no ser lo que ella esperaba, en especial la noche en que estuviesen juntos por primera vez?

—¿Y ya tienes claro cómo le pedirás matrimonio a tu novia? —Santiago notaba lo ido que se encontraba su amigo, sumido en sus pensamientos, y qué mejor para arrancarlo de ese mundo que lanzándole aquella pregunta.

—Ni idea, no se me ha ocurrido nada aún. —Balbuceaba éste.

—¡Invítala a salir a algún lugar, le compras algo para desviar el tema, te pones a conversarle alguna historia loca y cuando la tengas sumida en el cuento, ahí zas, le pides matrimonio!

—¿A ti te resultó eso?

—Pues no.

—¡Genial tu idea entonces! Si me darás consejos inútiles mejor te los guardas.

—¡Puta si era una idea nada más!

—¿Cómo le hiciste para que tu mujer se casara contigo? —Aquello era algo que intrigaba a Maximiliano, pues nunca había escuchado a Santiago hablar ese tema.

—Le insistí como por seis meses, hasta que al final por cansancio me dio el sí.

—¿Tanto tiempo?

—Sí… ahí fue cuando le devolví los seis meses que me tuvo esperando, ¡y le dije que ya no quería casarme!

—¿Estás hablando en serio? —La respuesta tan inesperada lo asombraba.

—¡Puta si yo no estoy para el juego de ella ni de nadie hombre! —Soltaba orgulloso, aunque segundos más tarde continuaba su historia, pero en un tono de voz más sumiso— Claro, me demoré como seis meses más en que se le pasara el enojo. Y terminé casado con ella.

—Por amor me imagino.

—¡Qué por amor, por weón me casé!

—¡Eres estúpido, lo sabías!

—Mira, a ese centro comercial vamos, —le decía Santiago al aproximarse al lugar— ahí está la joyería que te digo. Dos cuadras más adelante hay estacionamientos, apégate a la derecha para poder entrar.

—De acuerdo.

La joyería en cuestión se encontraba ubicada en el tercer nivel. Un local pequeño, pero que contaba con gran variedad de joyería, anillos, cadenas, pulseras, etc. Y que a pesar de no ser de renombre, a esa hora ya se encontraba atiborrado de gente. Los vendedores debían desdoblarse para atender a la clientela que se encontraba en busca de la alhaja perfecta. Mientras conseguían la atención de un vendedor, Maximiliano observaba las diferentes joyas exhibidas en las vitrinas, notando la gran variedad no solo de objetos, sino también el valor monetario de éstas, el cual, a medida que sus ojos se bañaban con aquellas preciosas joyas, distinguía que estaban al alcance de cualquier bolsillo.

Hasta que el brillo de un anillo en particular llamó su atención. Al mirarlo detenidamente se deleitó con su diseño tan especial. Aquel brillo iluminó sus ojos y advirtió que era el anillo indicado para Sandy. Cuando por fin Santiago logró llamar la atención de un vendedor para que pudieran ser asesorados, su compañero ya estaba decidido en la argolla, por lo que el trámite de los hombres sería corto. Solicitaron el objeto en la medida que Maximiliano pidió, pagó el valor de éste, y feliz abandonó el lugar en compañía de Santiago.

—Muy buena tu elección mi amigo, muy buen lugar.

—¡Te lo dije hombre, si este local es lo mejor que hay aquí para buscar algo tan importante como un anillo! —Santiago se sentía feliz de ayudarlo en algo tan importante para él— Y tienen los mejores precios del mercado. Después puedes venir aquí para comprar los anillos de matrimonio.

—Claro que sí. Bueno, pasando a otro punto, ¿te dejo en algún lugar en particular?

—¡Tranquilo mi amigo, de aquí me paso a otro lado, —Santiago ya tenía planes para el resto del día, y así evitar el tener que estar en su casa— tú a lo tuyo y yo la lo mío!

—¿En serio? No tengo problema en llevarte.

—¡Tranquilo hombre, —le repetía éste, dándole unas palmadas en la espalda— si voy aquí cerca!

—Bueno, como quieras. —Mucho no le insistía, pues sabía de sobra que su amigo no pretendía estar atado a su casa aquel día de libertad— Y muchas gracias por el dato.

—De nada hombre, y mucha suerte con tu propuesta.

—Eso espero, eso espero. Todavía no se me ocurre como lo haré.

—Ya se te ocurrirá algo, y espero que sea algo bueno. ¡De lo contrario vas a tener que revender ese anillo weón, para que no pierdas el dinero!!

—¡No empieces con tus estupideces!

Después de despedirse, Maximiliano se dirigió al estacionamiento en busca de su vehículo y tomar rumbo al servicentro para ver a su amada Sandy, y encontrar el momento ideal para pedirle matrimonio. En el camino pensaba una y otra vez en ese instante, en la reacción de Sandy ante aquella petición, y en el peor de los escenarios, en un rechazo por parte de ella. Aunque aquello lo tenía sin cuidado, en el fondo sentía que sería imposible que Sandy se negara a convertirse en su esposa.

Mientras su andar lo acercaba más al servicentro, los nervios comenzaban a apoderarse de él, la seguridad que minutos atrás tenía comenzó a quedar en el olvido, y el miedo a dar tan importante paso comenzaba a confabular en su cabeza, bloqueando posibles ideas del cómo le pediría matrimonio. Cuando se dio cuenta, el sudor por sus nervios hacía incluso que sus manos resbalasen del volante, por lo que a cada instante pasaba éstas por su ropa para secarlas y evitar perder el control del vehículo. Su mente divagaba de un lado a otro, intentaba concentrarse y reorganizar aquel mar de cosas que su cabeza contenía en esos momentos.

Hasta que por fin se encontraba estacionado en el servicentro. A paso lento, y apoderado hasta la médula de sus temores, descendía del vehículo, y con más miedo que ganas se dirigía al interior del lugar. Apenas ingresó fue recibido por Clarita, quien muy afectuosamente lo saludó, y aquello apaciguó un poco los nervios que se lo estaban comiendo vivo. Ésta le decía que no hacía mucho Sandy había llegado de clases, y se encontraba en la casa comiendo algo antes de comenzar a trabajar, por lo que Maximiliano salió y se dirigió a la casa, en la parte posterior al servicentro.

Sandy se encontraba en la mesa terminando su merienda cuando éste ingresó. Apenas lo vio, se levantó de la silla y se abalanzó a los brazos de su amado, abrazándolo fuertemente. Por largos minutos se fundieron en un solo ser, sus corazones a la par latían, y con cada suspiro que emanaba de sus cuerpos, solo se podía sentir aquel inmenso amor entre ambos, amor que fue sellado en el momento en que sus labios por fin se unieron, fundiéndose en un beso eterno y apasionado. Cuando por fin lograron separar sus cuerpos, Sandy lo invitó a sentarse junto a ella a la mesa y le ofreció algo de comer. Para no interrumpir su almuerzo, éste prefirió solo tomarse una taza de café, la que él mismo se preparó mientras Sandy volvía a la mesa.

—¿Cómo te fue hoy en tus clases mi amor?

—Súper bien mi amor, los maestros son excelentes para enseñar, así como se están dando las cosas ya pronto podré terminar. ¿Y tú, muy agotado con el viaje?

—No mucho la verdad, creo que debe ser la costumbre, como que el cuerpo me duele más cuando llego a recostarme en la cama que sentado al volante.

—¿Y no que tenías que hacer un trámite hoy? —Le preguntaba ésta al levantarse de su silla y llevar a la cocina su plato.

—En eso estuve durante la mañana, —le respondía un tanto nervioso, mientras esperaba a que el agua estuviera hervida— de hecho me junté con Santiago para que me diera una mano con eso.

—Ah, ¿y se puede saber qué era lo que andaban haciendo? —Sandy se paraba junto a él y lo miraba frunciendo el ceño y arrugando la nariz, enderezando su cuerpo y poniendo sobre sus caderas sus manos, poniéndolo más nerviosos con eso.

—Nada malo, si es lo que quieres saber. Digo, por el tono en el que preguntas. Santiago es el mujeriego, no yo. —Maximiliano intentaba dejar sus nervios de lado, respirando profundo y evitando mirarla.

—Yo no he dicho nada. —Le aclaraba Sandy, alzando sus brazos y delineando una sonrisa en sus labios carnosos.

—Con palabras no mi amor, pero esa miradita ya me la conozco. Bueno, ya que estamos aquí solos, te diré el porqué de mi trámite esta mañana.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo, pasó algo? —Esas palabras tan seguras la incomodaban un poco, causándole incluso algo de nervios.

—De hecho sí, pasó algo. —Maximiliano tomaba la tetera y vertía el agua caliente en su taza, volteando y mirándola fijamente.

—¡Ya, no te quedes mirándome así que me pones nerviosa, dime qué pasó!

—Es que, yo, eh, eh, eh… Emmm. —Poco le duraba la seguridad mostrada, sus nervios de inmediato comenzaban a traicionarlo.

—¿Vas a estar así todo el rato? Te recuerdo que tengo que irme a trabajar.

Sorpresivamente la rodeaba por la cintura, acorralándola contra el mueble de cocina y besándola apasionadamente. Sentía los pechos de Sandy al apretarla contra él, sentía sus pezones reaccionando al calor del momento y cómo ésta dejaba escapar pequeños gemidos. Ambos se dejaban llevar por la pasión y el deseo carnal que llevaban tiempo reprimiendo. De pronto, Sandy sintió cómo Maximiliano deslizaba sus manos hacia sus glúteos y la apretaba más fuerte contra él, gimiendo aún más de placer al sentir el miembro endurecido de éste entre sus piernas.

—¡Hazme tuya, —le murmuraba al oído mientras le mordía el lóbulo— hazme tuya ahora, yo sé que tú quieres hacérmelo, tómame mi amor!

—¡Te deseo mi amor, te deseo, —expelía éste, llevando hacia su pecho una de sus manos, sintiendo la dureza de aquel pezón y apretándolo con delicadeza— ya no aguanto las ganas!

—¡Tócame, siente como me tienes de húmeda, tócame sin miedo! —Le replicaba de manera febril, tocándole por sobre el pantalón el miembro— ¡Uuuuy lo tienes durito mi amor, lo quiero dentro de mí, dámelo todo, quiero sentir como me penetras, eso es mío!

—¡Todo tuyo mi amor, todo tuyo! —Dejándose llevar por el momento, Maximiliano le levantaba la falda, y por primera vez cruzaba ese límite al bordear su ropa interior y sentir con sus dedos la humedad de su cavidad.

—¿Lo sientes, sientes cómo me tienes de mojada? —Sandy enloquecía de excitación al tacto de los dedos en su intimidad, y dejando su pudor y miedos de lado, con algo de torpeza le bajaba el cierre del pantalón y hurgueteaba hasta conseguir extraerle su endurecido miembro, frotándolo con ambas manos.

Sus corazones latían en sincronía y sus cuerpos pedían a gritos sellar aquel momento, sintiéndose listos para entregarse el uno al otro y cruzar por fin esa línea que por largo tiempo evitaron por el miedo que sentían, miedo por la inexperiencia y por sobre todo conservar su virginidad. Aquella cocina era testigo del clímax que sorpresivamente experimentaban, mientras el café sobre el mueble lentamente se enfriaba, contrastando con el ambiente febril que sin premeditarlo habían logrado crear.

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