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Días de ocio.

Ya finalizados los trámites y de vuelta en el inmueble, la joven pareja se despidió de los ancianos, quedando invitados por éstos para compartir un almuerzo el domingo que se acercaba. Doña Aurora había quedado maravillada con la forma de ser de la joven. Maximiliano tomaba rumbo al servicentro para dejar a Sandy, ya que ambos debían retomar sus labores.

—Muy amorosa doña Aurora, —mencionaba Sandy en el trayecto de vuelta— y se nota que te tiene mucho cariño, al igual que su esposo.

—Sí, son unos abuelitos muy cariñosos. Qué pena que sus hijos no sepan valorar lo que se están perdiendo al echarlos al olvido. Una cosa es que no quieras volver a esta ciudad por todo lo que está pasando, pero abandonar a tus padres, y más aún con la edad que ya tienen, eso no tiene perdón alguno.

—Es una lástima que tengan esa mentalidad. —Acotaba ésta mientras observaba hacia el exterior, pues lo había sentido en las palabras de la mujer— Yo por lo menos no tengo ese pensamiento, voy a estar cerca de mis padres hasta sus últimos días.

—Pues no seré yo quien te haga hacer lo contrario mi amor. Qué más quisiera yo que tener a los míos vivos, pensaría igual que tú.

—Espero que cuando tengamos la dicha de ser padres, —decía Sandy, volteando y mirándolo con ternura— estemos siempre junto a nuestros hijos, que los criemos para ser personas de bien.

—Y sobre todo para que cuando estemos viejos, ¡no nos dejen abandonados! —Exclamaba entre risas Maximiliano.

—¡Qué gracioso eres! Lo que no entiendo es que si te tienen tanta confianza y cariño, por qué hacer un papel para asegurar que serás tú quien les compre la casa.

—Ni la menor idea, —argumentaba Maximiliano arqueando sus labios— supongo que por cosas de viejitos. De igual modo no pienso echarme atrás con lo conversado.

—La mayoría de los muebles que tienen son antiguos. ¿Piensas conservarlos?

—En su momento lo veré con detalle. Como dije, vale la pena el intento de restaurar algunos, además, imagino que se llevarán varios.

—¿Y piensas hacerle algún cambio por dentro? —Sandy consideraba que no necesitaba grandes cambios.

—Por lo que he visto, lo que pretendo hacer no es tan complicado. Mi problema es que ahora no cuento con el dinero.

—¿Acaso el préstamo que pediste en tu empresa no fue muy grande?

—Por el contrario, —le aseguraba éste— pedí un poco más de lo que necesitaba. Ese dinero extra que solicité es para poder comprarme un vehículo, ya que vivo teniendo problemas con el camión, no siempre puedo llegar a dormir a mi casa.

—¿Y tienes algún vehículo en particular?

—¡Si fuese por mí compraría un Chevrolet Corvette, amo ese vehículo! —Decía con júbilo, pues llevaba años soñando con ese modelo—  Pero la realidad de los tiempos es otra, y con el dinero que tendré disponible me alcanzará para un Daihatsu Charade, el G11. Es un vehículo económico, y como se dice popularmente, aperrado.

—Pues si es como dices, y mientras te sirva para poder movilizarte, bien por ti. Veo que tienes las cosas muy claras en lo que haces.

—Debo de tenerlas mi amor. Los tiempos no están ni para derrochar el dinero ni para hacer las cosas sin pensarlo.

—Pues si en algo puedo ayudarte, no dudes en pedirlo.

—¡Y claro que tendrás que ayudarme, —exclamaba éste— si somos un equipo mi amor!

—¡Siempre mi amor!

Al llegar al servicentro, Maximiliano se despedía de Sandy, pues debía presentarse en la empresa para saber si por aquel día tendría recorrido. Aunque podía haber efectuado solo un llamado telefónico, los protocolos de la empresa dictaban que los trabajadores debían presentarse en la oficina, ya que era la única manera que tenían de asegurarse que se encontraban bien. Una llamada era fácil de realizar para cualquiera, y se aceptaban en casos muy específicos. Dicha empresa era conocida como “Transportes el Rayo”, una de las más grandes del país. Sus instalaciones quedaban en el sector sureste de la ciudad de Six City.

Básicamente se dedicaban al transporte de diferentes objetos, según la empresa que los contratara para dicho traslado, los que podían ir desde la mudanza de una casa, hasta el traslado de objetos de gran valor. Maximiliano estaba en el área de “Mudanzas y traslados menores”, y su recorrido constaba de viajes a ciudades como Conchetumorrow, el lugar más apartado dentro de su ruta, Ciudad Carambola, Ciudad Dramática, Six City, y la Ciudad de Melaza. Solo en un par de ocasiones le había tocado visitar la Ciudad del Oeste-Otro.

Poco antes de llegar a la oficina, aquel viejo camión le jugaba una mala pasada y lo dejaba a la deriva. Debió esperar alrededor de una hora a que la grúa lo fuese a remolcar para ser llevado al taller. Aquel sería el último recorrido que realizaría con aquel viejo pero fiel vehículo, por lo que en la empresa le dieron unos días libres, a la espera de los nuevos camiones. Precisamente uno de los que venían en camino era para él, era el recambio para aquella vieja máquina, la cual el último tiempo se lo llevaba más en taller que en la calle.

Los sorpresivos días libres, que a la larga se transformaron para él en una eterna semana, los aprovechó para pasar tiempo con Sandy, con la precaución de no alterar sus tiempos de trabajo dentro del servicentro. También aprovechó de ayudar en ciertos arreglos que don Eugenio hacía en dicho lugar. En especial con trabajos en el garaje que montaba en la parte del sitio destinada a su vivienda.

—Bueno Max, ¿te parece si me ayudas a terminar con el techo primero?

—Ni un problema, usted me dice que hacer.

—Acá tengo el material, —don Eugenio le señalaba los elementos que utilizarían, los que tenía sobre un mesón de trabajo— y la escalera la tengo por el costado del garaje.

—Bien, sacaré la escalera mientras. Si quiere me subo yo al techo y usted me pasa las planchas para instalarlas. ¿Las está instalando con clavos o con tornillos?

—Por seguridad con tornillos, ya vez que con el tiempo los clavos se van soltando de a poco.

—Sí, tiene razón, ¿y esto lo levantó usted solamente? —Preguntaba Maximiliano, mirando la construcción a su alrededor.

—Para nada, tenía unos muchachos trabajando aquí, pero dejaron de venir. —Respondía éste, encogiéndose de hombros— Por varios días les estuve llamando, pero no hubo caso.

—Imagino que algo les pasó. Así como están las cosas, uno ya no sabe si vuelve a casa.

—Eso es verdad. —Le aseguraba don Eugenio, quien revisaba una caja con herramientas que tenía sobre el mesón.

—Pero eso también depende de cada uno, mientras no busque problemas. Míreme a mí, sigo aquí sin más problemas que los que me da el camión.

—Sí, que pena lo de tu camión, voy a extrañar verte llegar en esa máquina, aquí hasta de eso uno se acostumbra, a los vehículos que llegan.

—¡Por suerte usted logró adquirir ese sitio baldío al costado de su terreno! —Le gritaba desde el costado del garaje. Al acercarse donde se encontraba don Eugenio, acomodaba la escalera y proseguía con la plática— Y prefirió usarlo como estacionamiento para los que pasan a comer aquí, eso se agradece.

—Eso es verdad. Aquí son muy agradecidos en ese sentido, por algo la clientela no baja, por el contrario, llega gente nueva. De hecho ya la semana que entra un par de muchachas comienzan a trabajar con nosotros.

—Eso es bueno, habla bien de su local.
—Y eso me liberará para atender personalmente los surtidores de carga de combustible.

—¿Y qué, el muchacho que atiende se irá?

—Así es mi amigo, se va de la ciudad.

Además de ayudar a don Eugenio a terminar lo que le faltaba en el garaje, Maximiliano se tomó el tiempo de viajar a la ciudad de El Calvario. Llevaba un par de años sin tener el tiempo de hacerlo, y no dudó en ir a visitar la tumba de sus padres. El cementerio quedaba en la entrada de dicha ciudad, y dada la lejanía de éste, antes de llegar se dirigió al antiguo edificio donde sus padres perdieron la vida. Con los años el lugar había sido reconstruido, y como herederos, tanto Maximiliano como Tommy tenían llaves de aquel departamento.

Por ser el mayor, se había encargado de costear los gastos de luz y agua del inmueble, pero de común acuerdo entre ellos la última vez que se vieron, decidieron conservarlo para poder utilizarlo en caso de ser necesario. La ciudad de El Calvario quedaba al noreste, entre las ciudades de Carambola y del Oeste-Otro, por lo que el trayecto de vuelta no pretendía hacerlo una vez que saliera del cementerio, dado lo agotador del viaje, que demandaba muchas horas por este medio de transporte. Al llegar a la tumba de sus padres, notó que estaba adornada por flores frescas, lo que le dio a entender que su hermano no hacía mucho los había visitado.

—Hola mis viejos, veo que mi hermano no hace mucho los visitó. Como ya deben saber, el camión otra vez me falló, esta vez para siempre. Ojalá que la próxima máquina que me pasen en la empresa sea tan fiel como lo fue éste. Saben también que entablé una relación amorosa. Para mí fue amor a primera vista. Es una muchacha encantadora, si ustedes tuvieran la suerte de conocerla de seguro le tendrían mucho cariño. En especial a su hermana menor, es un amor de muchacha.

Por largos minutos se quedó silente. Solo contemplando aquella lápida donde se esculpían los nombres de sus padres. Aníbal Callahan, y Esmeralda Palacios. Se distrajo unos minutos viendo el andar de la gente que a esa hora visitaba a sus seres queridos, con el trinar de los pájaros y la brisa que se dejaba sentir.

—Antes de venir pasé por el departamento. Por lo visto cuando vino Tommy a visitarlos también pasó por allá, ya que se veía limpio. He pensado en dejar ir ese departamento, quizás por ahí hay alguna familia que necesite donde vivir y la verdad, con Tommy no le damos uso. También lo extraño. Nunca supe por qué no fuimos tan cercanos, como que cada cual se preocupaba por sí mismo. Qué rara y enigmática es la vida, muchas veces le da mucho a quienes menos lo merecen, y quienes más necesitan, son arrebatados de todo lo imaginable. Quizás sea la única forma de moldear y fortalecer a las personas, no lo sé. Bueno, ya es hora de retirarme. Espero volver pronto por estos lados a visitarlos.

Ya en el departamento de sus padres, vagos recuerdos de su niñez afloraban. La madre, dueña de casa, el padre, al igual que él, camionero hasta el último de sus días. Por él había heredado aquel gusto, lo que al día de hoy era su sustento y le abría las puertas a un mundo en aquellos años de niñez, desconocido para él, y que a su vez lo había llevado a conocer a la mujer que hoy amaba con todas las fuerzas de su corazón.

Después de aquellos días de libertad obligada, por fin su celular sonaba mientras iba de camino al servicentro. Desde su trabajo le avisaban que debía presentarse el día lunes a primera hora. Los nuevos camiones por fin habían llegado, y el futuro camión que conduciría aguardaba su llegada.

—Hola don Eugenio, ¿qué cuenta de nuevo?

—Hola muchacho, aquí nada nuevo. ¿Cómo te fue en tu viaje?

—Bien, llegué anoche. De camino para acá me llamaron de la empresa, al parecer los camiones que esperaban ya llegaron, así que me citaron para el lunes. —Respondía Maximiliano, muy alegre por la noticia.

—¡Adiós a los días de ocio por lo visto!

—Así es, ya me estaba desesperando estar sin hacer nada. —Aseguraba éste, mientras tomaba asiento junto a la barra.

—Pero no está mal tomarse unas mini vacaciones.

—¡Uf, tiene que ser hace como tres años la última vez que tomé vacaciones!

—Mucho tiempo pues mi amigo.

—¡Pero gracias a ello estoy a un paso de tener mi casa! Expresaba mientras jugueteaba con una servilleta que había sacado de un servilletero—  Ya cuando eso esté resuelto pediré vacaciones. Además, estaba solo, así que muchas ganas de tomarme vacaciones no había.

—¿Cuándo verás eso ya? —Consultaba don Eugenio, en referencia a la compra de la casa.

—La próxima semana ya debo firmar los papeles en la empresa por lo del préstamo.

—Pues espero que te vaya bien con eso.

—¡Hola don Max, cómo está! —Saludaba Clarita a Maximiliano, quien aparecía por la puerta vaivén que daba hacia la cocina.

—¡Hola Clarita, bien y tú!

—Bien, llegó muy tarde hoy para el desayuno.

—Tuve unos cuantos problemas con la locomoción. Se demoró a raíz de un accidente que hubo en la carretera.

—Algo supe, —intervenía don Eugenio— varios aquí llegaron hablando de eso.

—Por lo que vi fue una colisión entre unos ocho vehículos, dos de ellos eran camiones. Venía dormitando así que no alcancé a ver bien el asunto.

—Mejor que mi hermana ni escuche que chocaron dos camiones, —Clarita le fruncía el ceño a Maximiliano, dándole a entender que no le caería bien— se va a preocupar por usted.

—¡Pero si yo ni ando conduciendo!

—Pero conduce uno, y será lo mismo para ella. —Le aseguraba ésta, retirándose a atender una de las mesas.

—Pues entonces cambiemos el tema, —decía don Eugenio, señalando a Sandy, quien aparecía por la entrada principal— porque ahí viene.

En un abrir y cerrar de ojos Sandy ya estaba parada a un costado de Maximiliano, pues apenas entró lo divisó conversando con su padre, acercándose a saludarlo mientras los observaba con extrañeza.

—Hola mi amor. ¿Qué les pasó que quedaron mudos? Como si hubieran visto un fantasma.

—Alucinaciones tuyas hija. —Le respondía don Eugenio, quien tomaba un vaso y se ponía a limpiarlo con un paño— Estábamos hablando con Max sobre que ya lo llamaron del trabajo.

—Así es mi amor, —decía éste dubitativo en sus palabras— justo cuando venía de camino para acá me llamaron. Así que se terminaron mis días de vagancia.

—¡Cuál vagancia, si hasta aquí has ayudado! —Exclamaba ésta, abrazándolo y dándole un beso.

—Eso hasta mañana, ya el lunes vuelvo al trabajo.

—Pues ni hoy ni mañana permitiré que ayudes aquí, —aseguraba don Eugenio— el lunes vuelves a tu trabajo, y me imagino que no nos veremos por varios días.

—Todo depende de la ruta que me tengan.

—Ya don Max, aquí está su desayuno, — interrumpía Clarita, quien volvía de la cocina con una bandeja entre sus manos— café con tres de azúcar, pan amasado caliente y una paila con huevos con poca sal.

—¿Y no que ya era tarde para el desayuno? —Le preguntaba en el acto Maximiliano, mientras veía como Clarita acomodaba las cosas sobre la barra.

—¡Ah no sé yo, reclámele a la cocinera, o sea mi mamá!

—¡No gracias! —Exclamaba entre risas éste— Y dale las gracias a tu madre.

—¿Y ya te dijeron qué camión te pasarán? —Le preguntaba Sandy, sentándose a un costado.

—Ni idea, me enteraré el lunes de eso. Por lo pronto pretendo aprovechar este fin de semana.

—Pues tendrás que aprovecharlo en algo más. —Sandy le palmoteaba la espalda, mientras le robaba un trozo de pan con algo de huevo— Tengo mucho trabajo por ahora, ya está cercana la hora del almuerzo y esto se llenará. No pienses que es por no querer pasar tiempo contigo.

—Para nada, entiendo tu trabajo y prometí no ser un estorbo.

—Bueno, después hablamos, tengo que atender a los que acaban de llegar. —Le decía Sandy, retirándose para comenzar a trabajar.

—Bueno mi amor.

Minutos más tarde el celular de Maximiliano sonaba, y al contestar notaba que era desde la empresa. Una vez colgada la llamada, se dirigió a don Eugenio.

—Don Eugenio, me da la cuenta por favor, tengo que retirarme.

—¿Qué sucedió Max? —Le preguntaba sorprendido éste, viendo que apenas había alcanzado a probar su desayuno.

—Me acaban de llamar de la empresa, creo que no alcancé a realizar planes para el resto del día. Me están pidiendo presentarme de manera urgente.

—Pues no te queda de otra mi amigo. No te preocupes por la cuenta, la casa invita. Le avisaré a Sandy para que puedas despedirte.

—Gracias don Eugenio. —Éste se dirigía a la cocina para avisarle a Sandy, Y segundos más tarde ella asomaba, acercándose a Maximiliano.

—¿Qué pasó Max? —Le preguntaba extrañada la joven.

—Ni idea, acaban de llamarme de la empresa y me necesitan urgente. Cuando llegue allá lo sabré. Apenas tenga noticias te aviso.

—Está bien amor, no te preocupes. Que tengas buena tarde, ojalá no sea nada grave.

—Eso espero. Bueno, me voy, que tengas buena tarde también mi amor.

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