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Con amigos así.

No estaba del todo convencido en si era lo apropiado, o mejor dicho, si sus preguntas serían las correctas, mucho menos si sus amigos lo tomarían en serio o se aprovecharían de la situación para convertirlo en el centro de las burlas durante el resto del viaje.

—¿Algún consejo que me puedan dar?

—Yo no mi amigo, —se excusaba Abdón— no se me ocurre qué decirte.

—Yo menos, no es un tema tan fácil de abordar.

—¿Por qué lo dices?

—Respóndeme tú, ¿qué consejo te puedo dar? —Le preguntaba éste, volteando hacia Maximiliano la mirada— ¿Tengo que decirte cómo la tienes que abordar, como besarla, como tocarla, como sacarle la ropa, como excitarla, como penetrarla? —¡No puedo hombre!

—En eso Santiago tiene razón. No son cosas que uno con experiencia te tiene que decir cómo hacer. Simplemente nacen en el momento, se dan de manera natural. —Acotaba Abdón— Tú conoces a tu chica, sabes sus gustos y límites, hasta donde puedes llegar con ella en la intimidad.

—¡Sería tan estúpido como decirte si tienes que ponerla de perrito o tirarte encima de ella y darle! ¡Eso lo verán ustedes cuando estén ahí en la cama!

—¡Tan sutil que eres para decir las cosas weón! —Exclamaba un sonrojado Maximiliano.

—¿Y qué quieres, tengo que adornarte el cuento? ¿Decirte como se tienen que sacar la ropa, que se manoseen y cuando lo sientas durito lo metas a lo loco? ¡No puedo decirte eso weón! ¿O te lo explico con manzanitas?

—No será muy sutil, pero Santiago tiene razón. Y otra cosa, y esto es muy importante que te lo grabes en la cabeza, pero en la que piensa, no en la que actúa. Después que tengan su momento y lo pasen bien y pierdan su virginidad y todo el cuento, ¡lo que pase que sea de ustedes, no andes por ahí gritando a los cuatro vientos lo que hicieron y cómo lo hicieron! Es lo peor que puedes hacer.

—Nunca se me ha pasado por la mente hacer algo así, —aseguraba Maximiliano— eso sería de muy poco hombre de mi parte.

—Bueno, por lo menos algo tienes en claro.

—El tema se mi sexualidad es muy complicado para mí de hablar, y si lo hablo con ustedes, es netamente por la confianza que les tengo.

—Creo que hablo por Abdón al darte las gracias por eso, en estos tiempos donde la juventud se pierde en cada esquina, la gente ve normal el ver a jóvenes que no terminan la escuela, que trafican y usan armas, que andan por la vida repartiendo hijos como para asegurar la especie humana. Eso es un gran valor de tu parte.

—Sin contar que cuentas con los dos beneficios, por decirlo. —Acotaba Abdón.

—¿Con los dos beneficios? Explícate. —Maximiliano no entendía las palabras de Abdón.

—Lo que Abdón te quiere decir, —antes que éste comenzara a hablar, Santiago tomaba la palabra, intuyendo que éste no tendría el tacto para decirle las cosas— tú y tu chica son vírgenes, ignoro si ella o tú se han masturbado en secreto y no se lo han dicho al otro…

—¡Pero cómo dices eso! —Exclamaba sorprendido Maximiliano, sonrojándose nuevamente.

—¡Ay hombre, eso es natural en los hombres y en las mujeres, —le aclaraba en el momento Abdón— y bueno, más en los hombres eso sí.

—Bueno, la cosa es que ustedes están a un paso de cruzar esa línea y dejar atrás su virginidad.

—¡Pero si ni siquiera he dicho cuando lo haremos! —Nuevamente Maximiliano se exaltaba por las palabras de Santiago.

—Si me dejas terminar.

—¡Sí muchacho, deja que “acabe”. —Abdón no aguantaba las ganas de decir eso en doble sentido, haciendo con sus manos la señal de comillas al decir acabe.

—¡Pendejo este! ¿Podemos hablar en serio? El muchacho nos está pidiendo ayuda y tú sales con tus babosadas.

—¡Está bien oh, continúa tu historia!

—Como te decía, —Santiago se volteaba para mirarlo— tú y tu chica tienen un mundo nuevo que explorar, y lo harán en su momento. No apuren las cosas ni lo hagan porque tengan que hacerlo. El perder la virginidad es una etapa muy especial en la vida del hombre y de la mujer, y hay muchas cosas que pueden arruinar ese mágico momento. No se sientan presionados a dar ese paso.

—Pues ahí está el problema, —interrumpía Maximiliano— en ocasiones siento que Sandy sí me presiona para que lo hagamos, mi problema es que no tengo experiencia.

—¡Por algo eres virgen idiota! —Abdón nuevamente salía con sus palabras tan especiales.

—¿Te puedo preguntar algo sin que te incomode?

—Creo que no tengo de otra, pregúntame Santiago, ¿qué quieres saber?

—¿Has mirado pornografía alguna vez, una revista, una película?

—Me retracto, —decía nervioso Maximiliano— es bastante incómoda tu pregunta.

—¡Yo sí veo porno de repente, —exclamaba Abdón— hasta me masturbo!

—¡Ah pero eso es porque tu mujer no te da bola en la cama, si te lo pasas castigado!

—¿Y quién te pateó la jaula weón? —La broma por parte de Santiago no le caía en gracia a Abdón, y le daba un fuerte golpe en la cabeza— ¡Yo no ando gritando tus problemas de faldas! Max, déjame en la esquina, me voy en taxi.

Esa frase causaba las risas de todos dentro de la cabina, lo que les servía para distenderse y tomar un nuevo aire dentro de la conversación. La pregunta de Santiago a Maximiliano seguía inconclusa, y éste no sabía si responderla o no. Dijera lo que dijera, solo serviría para una cosa, que sus compañeros se burlaran de él no solo por el resto del viaje, sino por un largo tiempo. Para evadir la pregunta, lo mejor era cambiar el tema de conversación.

Lo que no sería difícil para Maximiliano, pues éste tenía algo que compartir con ellos, algo muy importante para su futuro con Sandy, y quienes más que sus compañeros y amigos más cercanos para que lo guiaran y le dieran un punto de vista diferente. Aunque con la conversación que llevaban, no sabía si era el momento ideal para ello.

—¡Muy gracioso Abdón, a veces eres muy gracioso! De hecho necesito que me den una mano, ya que ustedes están casados, y sobre todo que son de mi confianza, creo que son las personas idóneas para ayudarme.

—¡Ni cagando te paso mi mano weón, si quieres una mano para masturbarte usa las tuyas weón!

Nuevamente Abdón causaba las risas con su comentario, el modo tan gracioso en que lo dijo hizo que no pudieran parar de reír por largos minutos, al punto que Maximiliano se vio forzado a disminuir la velocidad del camión para poder controlarlo y evitar tener un accidente. En compañía de Abdón las risas nunca faltaban, era un personaje muy particular. No le importaba con quién estuviera, las bromas las tenía a flor de piel, en especial si la conversación se tornaba un tanto pesada o, en este caso, incómoda.

—¡No hay caso contigo Abdón, tú tienes respuesta para todo! —Santiago era el primero en retomar el habla tras reír por largos minutos.

—¡Eres muy gracioso, te estás perdiendo dentro de un camión, —Maximiliano también lograba sacar el habla— tendrías que trabajar de comediante.

—¡La vida es un chiste mis amigos, y hay que aprovecharla al máximo! No hay que perder el tiempo amargándose por estupideces.

—Es verdad, la vida se pasa en un abrir y cerrar de ojos, y cuando ya crees que empiezas a disfrutarla, te toca partir al otro mundo. —Maximiliano intentaba poner seriedad a la conversación, pues lo que estaba a punto de decir lo ameritaba— Por lo mismo yo no quiero perder ese tiempo tan pequeño en la vida.

—¿A poco le vas a pedir matrimonio? —La voz chillona de Abdón quedaba de lado, y se mostraba sorprendido tras las palabras del joven Maximiliano, poniéndose serio también.

—¡Ah no, este pendejo sí está enamorado, ya lo perdimos! —Exclamaba Santiago, llevándose una mano a la frente y mirando hacia el cielo.

—¿En verdad vas a dar ese paso? —Abdón seguía sin creerle, por lo que lejos de seguir con las bromas, lo volvía a interrogar— ¿Estás seguro?

—Pues sí, ¿hay algún problema con eso?

—¡Que todavía no hacen el delicioso y ya te quieres casar con ella!

Y nuevamente explotaban en risas por las palabras de Abdón, aunque en esta ocasión Maximiliano se encargaría de retomar en segundos el tema en cuestión, ya que para él era muy importante.

—¿Bueno, me van a ayudar o no?

—¡Yo no, no quiero participar en tu suicidio! —Le alegaba Abdón, volteando la mirada hacia el exterior y observando el paisaje.

—Ya hombre, ¿en qué necesitas ayuda? —Santiago por su parte, quien iba sentado al costado de Maximiliano, era el primero en acceder a la petición del joven.

—Quiero pasar a comprar un anillo de compromiso, y quiero que me ayuden a escogerlo.

—Pues siendo así, vamos. —Abdón volteaba la mirada hacia el muchacho tras sus palabras, sumándose a la causa— Conozco el lugar adecuado donde encontrarás el anillo perfecto para tu novia.

—¿No que tú no ibas a participar? —Le reprochaba Santiago.

—¡Ya me arrepentí weón, se ve interesante la cosa! El único problema es que el lugar donde podremos estacionar está a un par de cuadras, y hay que pagar. —Aseguraba éste.

—Eso es lo de menos, lo pago yo. —Decía Maximiliano, sintiéndose a gusto por el hecho de que siendo ellos dos de sus mejores amigos, lo apoyaran en eso, pese a las bromas de las cuales era objeto.

—Pues no se hable más, vamos andando. ¿Dónde es la cosa? —Inquiría Abdón, sobándose las manos.

—En el centro de Melaza.

—¡Idiota, y lo dices ahora que salimos de Ciudad Dramática, —Exclamaba Maximiliano en el acto, dándole una mirada poco amigable a Abdón— no tenemos como devolvernos ahora!

—¿Acaso fui yo el weón que mencionó lo del anillo después de salir de la ciudad? —Abdón se cruzaba de brazos y fruncía el ceño al lanzar la pregunta, para luego alegarle al joven conductor— ¡Si lo hubieras dicho allá, hubiésemos pasado en el acto a comprarlo!

—En eso este weón tiene razón. —Santiago esta vez intercedía por Abdón, pues en esta ocasión, la razón estaba de su parte.

—Pues tendremos que pasar a comprarlo una vez que retornemos de Ciudad Zeta, de no ser que veamos algo ahora en Conchetumorrow o en Ciudad Carambola. —Maximiliano no tenía de otra que aceptar los argumentos, pues eran totalmente válidos.

—¿Estás loco? De ninguna manera. —La idea planteada por Maximiliano no era la más acertada, y Abdón se lo hacía ver, dándole los puntos en contra, ya que a ojos de él, no había nada a favor— Donde te digo es el mejor lugar. Piensa en esto, si por alguna razón el anillo que compres le queda chico o grande a tu novia, tendrás que devolverte a cambiarlo donde lo compraste. O lo haces cuando tengamos ruta en ese lugar, o en tu cafetera con ruedas.

—En eso también tiene razón este weón. —Una vez más, Santiago estaba a favor de lo que planteaba Abdón.

—Pues ni modo, igual algo de razón tienes, excepto que mi automóvil no es una cafetera con ruedas. —Viéndose perdido con el lugar donde comprar el anillo, no tenía de otra que defender el honor de su humilde vehículo, aunque en el fondo sabía que no era más que una broma— Será chiquito y viejo, pero me sirve para moverme, y hasta ahora no me ha dado problemas.

—Bueno, bueno, es solo un decir ¡si solo estoy bromeando hombre! —Abdón aclaraba la broma, pues sentía que sin querer, había herido los sentimientos de su compañero— ¿Cuánto nos falta para llegar?

—¡Apenas salimos y ya quieres llegar, relájate un poco! —Exclamaba Santiago.

—Digo, para desviar el tema.

—De igual manera no nos serviría pasar a comprar un anillo en Conchetumorrow o Ciudad Carambola. —En voz alta Maximiliano reflexionaba sobre la compra del anillo— Recuerden que el lugar al que vamos se encuentra en la entrada de Conchetumorrow y no sé cuánto tardaremos en el trámite de lo que vamos a buscar.

—Pues en lo que nos queda de viaje, me echaré una siesta, —Abdón se acomodaba en el asiento, dispuesto a dormir en lo que quedaba de viaje— me despiertan al llegar.

—Y por si te interesa, yo también conozco un lugar muy bueno donde poder comprar el anillo.

—¿Cuál es ese lugar? —Inquiría Maximiliano.

—Una pequeña joyería llamada Joyas del Paraíso.

—¡No hombre, la que yo conozco es mejor! —Interrumpía Abdón.

—¿No que estabas durmiendo?

—¿Cómo cresta quieren que duerma con el gallinero que tienen ustedes? Mejor compra el anillo en la joyería El Anillo de Plata.

—¡Idiota, esa joyería quebró hace años! —Le alegaba Santiago.

—¿En serio? No tenía idea weón.

—¿Se puede saber cuándo compraste un anillo ahí? —Maximiliano tenía la duda.

—¡Pues cuando me casé! —Exclamaba Abdón.

—¡Ah con razón! Para tu información, esa joyería quebró hace como tres años.

—Y no me avisaron estos bastardos.

—¿A poco ibas a comprar otro anillo ahí? —Inquiría Santiago.

—Pues no.

—Mejor duérmete.

—Buena idea.

Abdón se acomodaba nuevamente para comenzar a dormir, mientras Santiago subía un poco el volumen de la radio, entablando con Maximiliano una nueva conversación referente al viaje que estaban realizando, el cargamento que debían retirar en Conchetumorrow y el largo recorrido que los mantendría en ruta por varios días lejos de sus familias, y con el temor de ser asaltados en algún punto. En este sentido sabían lo que debían hacer, entregar todo y evitar ponerse la capa de héroes y perder la vida en el proceso.

Durante los siguientes días no habrían llamadas entre la pareja, salvo uno que otro mensaje que sería contestado horas más tarde, producto del largo viaje por parte de Maximiliano y lo ajetreado de los días que pasaba Sandy. Durante el día, Maximiliano, Santiago y Abdón se turnaban en la conducción del camión, a pesar de que en estricto rigor debía conducirlo solamente Maximiliano, pero sus compañeros entendían que aquello sería una carga muy grande para él pese a su juventud.

Durante las noches, si no alcanzaban a llegar a algún aparcadero de los que se encontraban en las diferentes rutas que debían transitar, estacionaban a un costado de la carretera para descansar un poco y poder dormir unas cuantas horas para recuperar energías. En la penumbra de la noche y en la soledad de la carretera, mucho tiempo no podían estar estacionados, pues se exponían a ser presa fácil a manos de los criminales que comúnmente asaltaban camiones. Corrían menos riesgo en los aparcaderos, pues estos se encontraban bien iluminados y custodiados, además de encontrarse con otros camioneros.

Hasta que por fin, tras dos agotadores días de viaje, el que partió en la oficina principal ubicada en Six City, con escala en la ciudad de Melaza para dejar un cargamento importante y a su vez, desde este punto trasladar otro cargamento hacia Ciudad Dramática y dirigirse a buscar el tan preciado cargamento en Conchetumorrow, atravesando Ciudad Carambola para ello, y hacer toda esa ruta de vuelta, lo que significó desde Conchetumorrow atravesar las ciudades de Carambola, Ciudad Dramática y Aron City, se encontraban en las afueras de Ciudad Zeta con el cargamento que tenían por misión llevar.

Al llegar al lugar, una larga fila de vehículos se encontraba delante de ellos. A un costado de la ruta 56 se emplazaba uno de los tantos aparcaderos que se extendían por las diferentes rutas principales del país, donde los diferentes vehículos debían aguardar para atravesar el largo puente en dirección a dicha ciudad, la cual no era otra cosa que una pequeña isla artificial. Dadas las extrañas condiciones climáticas que ofrecía el lago en cuestión, las cuales comenzaron a gestarse hace varios años atrás, las autoridades habían tomado la determinación de restringir el paso de los vehículos a la isla en ciertas horas.

Fueron muchos los científicos que se apersonaron en el lugar para comenzar extensos estudios que determinaran el origen de los fenómenos que ocurrían. Años más tarde de que finalizaran los trabajos de construcción del puente que conectara la isla con el resto del mundo, las tranquilas aguas de aquel lago comenzaron a revelar cambios en su habitual sosiego, comenzando a elevar de la nada, marejadas capaces de cubrir con sus aguas aquella megaconstrucción forjada por el hombre.

Los científicos tardaron alrededor de seis meses en determinar con exactitud las horas del día y de la noche en las cuales se producían estos eventos. Lo que hasta hoy sigue siendo un enigma, es la razón por las cuales se producen. A raíz de las vidas que arrebató aquel lago, es que fue bautizado con el nombre que hoy por desgracia carga… El Lago de la Muerte.

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