Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Venganza y un... ¿Adiós?

La señora está detrás de mí, que maravillosa velada.

Christian se puso de pie y estrechó las manos con ella educadamente, ella miro por unos segundos para luego girarse a él con una sonrisa.

— Elena, déjame presentarte a Renata. — Christian me extendió su mano y me ayudo a ponerme de pie.— Renata, ella es la señora Robinson una amiga de la familia. Y Elena ella es Renata Rogers. — Christian me regalo una sonrisa brillante.

— Es un gusto conocerla, señora Robinson. — Sonreí. Me extendí mi mano y salude cortésmente.

— El gusto es mío, señorita Rogers.— Me miro detenidamente y acepto mi mano.

Por su forma de mirarme, podría ser que me odia con todo su corazón... Obvio, soy más joven que ella.

Me preguntó que pasara por su cabeza justo ahora.

Y después de esto me lavo con lejía y detergente, que asco con esta tipa.

— ¿Están aquí por negocios?

Separé mis manos de las suyas, ella trato de sonreír.

Hipócrita.

¿Cómo puedes sonreír?

— No. — Christian negó con una sonrisa. — Solo es una cena con mi pareja.

¡Muero! Me dijo pareja.

Su expresión estuvo a punto de caerse, pero la recuperó con una sonrisa.

— Oh, que sorpresa. — Dijo nerviosa. — No espera eso, ¿llevan mucho tiempo saliendo?

— No, vamos empezando.

Yo asentí con una gran sonrisa.

Me siento orgullosa, él contesta todo y no pasaré ninguna humillación.

Pero, en serio quiero saber qué está pasando por su cabeza.

— Que bueno, los felicito. — Empezó a reír. — Bueno, no los interrumpo más, seguro deben tener mucho de que hablar. — Dijo cortésmente.

— Fue un gusto conocerla, señora Robinson. — Le sonreí.

— El placer fue mío. Nos vemos Christian.

— Adiós Elena.

Dicho eso se largo la vieja pedófila, para dejarnos en paz. Sé que ella piensa en mí como una trepadora con él, pero no es así. Así fuera bien pobre estaría con él.

Christian y yo volvimos a tomar asiento sin problemas.

— ¿Qué te pareció?

— Es una señora muy elegante. — Dije sin importancia.

— ¿Algo más?

— ¿En serio quieres que te diga que pienso? — Sonreí "inocente".

— ¿Qué tanto sabes?

— Te he tocado a ti, sin contar que hace poco le acabo de tocar a ella. — Encogi los hombros. — Créeme que más claro que el agua, no puede estar.

— No estás molesta, ni nada. ¿Cierto?

— Christian no puedo molestarme contigo, es algo que ha pasado hace mucho tiempo. — Le di una sonrisa tranquilizadora.

A la que quiero ver en la hoguera es a ella.

— Te creo. — Sonrío. — Pero qué hay de ella.

— Solo es una señora, ¿qué podría hacerle? — Dije sin importancia.— Pero cuando ella mencionó negocios, se refería a ese contrato. ¿Cierto?

— Sí. — Asintió. — Pero olvida eso, no firmarás nada, confío en ti.

— Me alivia saberlo. — Baje la cabeza un tanto tímida. — Gracias por todo, hoy me has hecho temblar.

— ¿Te ha gustado el lugar?

— Me has presentado como tu pareja.

— ¿Te ha incomodado? Lo siento, yo...

— No. — Lo corté. — Me ha fascinado, no pensé que lo dirías.

— ¿Por qué piensas eso?

— Nunca has tenido una pareja, tampoco te has atrevido a entrar a este juego de las parejas. — Sonreí apenada. — No sé si esto es difícil para ti. ¿Lo es?

Él me miro anonadado por unos segundos. No puede evitar ponerme nerviosa, al punto que me empezaron a sudar las manos. Pero entonces me sonrió.

— Iré contigo hasta el final. — Soltó.

Esta oración la dijo con toda la sinceridad que podía, al punto que se me derramó una lágrima.

— Me alegra saber que tú estarás ahí para mí. — Limpié rápidamente la lágrima con el dorso de mi mano.

— Te lo he dicho. Buscaremos más que un resultado, no dejaré que la esperanza se pierda. — Asentí. — Así que olvídate de no ir, buscaremos a alguien que nos ayuda a salir de esto.

Asentí con una gran sonrisa.

Pero solo dos personas saben que no es así, que no será así.

— Buscaremos más alternativas. — Sonreí. — Gracias por darme este gran apoyo.

— Tranquila, Renata.

El joven mozo se acerco a nosotros con nuestros platos y las bebidas.

— Comerás todo.

— Señor, sí, señor. — Respondí sería.

Tengo el tenedor y cuchillo en mano.

Él empezó a reírse.

— Disfruta de la comida.

— Igualmente.

¿Cómo puede ser tan lindo? Él no merece todo lo malo, debió disfrutar de su niñez con una familia que lo amará.

Si hubiera sido de esa forma, la pedófila de la señora Robinson no habría puesto sus manos en él. Y él no sería un amo que le gusta azotar a las chicas que tienen cierto parecido con su mamá.

— La comida está deliciosa. — Sonreí.

— ¿En serio? — Asentí.

— La carne está jugosa y la contextura suave, se aprecia el sabor al mínimo detalle.

— No sabía que tenías un paladar exquisito.

— No es eso, solo que algunas veces miraba los programas de cocina y esos versus entre parrilleron. —Expliqué.

— Oh. — Asintió. — ¿Aprendes sólo viendo?

— Me han dicho que sí. — Musitó.

— Te puedo enseñar a tocar el piano.

Me quedo estúpida.

Digo estupefacta.

— ¿En serio? — Digo emocionada.

Conseguir un profesor de piano en mi barrio es difícil... Cierto, lo olvidaré. Pero en alguna parte de mí sabré que lo hice. No puedo desaprovechar esto.

— Claro.

— No sé qué decirte, muchas gracias.

— Es una forma que te relajes.

No miento.

Quiero estallar de la felicidad, quiero gritar y bailar. Hasta abrazarlo, pero se debe mantener la compostura.

— Me has emocionado. — Reí.

— Me he dado cuenta.

Con este hombre solo consigo ponerme roja, o sea que está pasando.

Y no.

No estoy enamorada, porque yo conozco al idiota de mi corazón.

Solo estoy feliz y agradecida de que me apoye con todo su ser, me alegra su sinceridad.

— Quiero ir a los servicios. — Musito. — Ya vuelvo.

— Estaré esperándote. — Asentí.

Me puse de pie y fui en busca del baño, para tomar mis pastilla. Que vergüenza sacar pastillas en medio de las personas, van pensar que soy una drogadicta o no sé.

Entro al baño y noto el acabado de mayólica super fino. El color guinda con acabados dorados, las puertas de los baños del mismo color de las paredes y manijas plateadas.

Voy al lavado y me enjuago bien las manos, busco en mi cartera las pastillas y doy con una.

— Renata. — Del susto se me cae el frasco al piso.

— Señora Robinson. — Me agacho a recogerlas.

— ¿Esta enferma? — Inquiere.

— Sí. — Me pongo de pie y me mantengo seria.

— Oh — Dice sorprendida. Pero esta cara no es de una sorpresa real, sino actuada. —, sino fuera indiscreción. ¿Me podría decir de qué se trata?

— No quiero incomodarla, no es necesario que sea modesta. — Sonrió.

— ¿Christian lo sabe?

— Por supuesto, él ha estado conmigo durante todo este tiempo. — Ella tenso la mandíbula.

— ¿Entonces por qué vienes hasta aquí? ¿Qué tienen esas pastillas?

— Nada en especial, solo quería un poco de privacidad. — Encojo los hombros.

La pedófila se acerco a mí con gran seriedad a mí, ¿piensa que me intimida?

Esta loca la señora.

La única que me pone los pelos de punta, es mi mamá.

— ¿Cómo lo has logrado?

— ¿El qué? — Digo "confundida".

— No te hagas la santa. — Acusó. — ¿Estás con él por su dinero?

— No. — Digo molesta. ¯ Sus suposiciones me causa molestia, señora. — Respondo.

— ¿Cómo alguien como tú, puede ser tan oportunista? Parece que tienes cara de ángel, pero no es así.

— ¿Cómo puede acusarme de eso? Ni siquiera me conoce. — Contesté molesta.

Quiero que me provoque más, si lo hace lograré mi cometido uno.

— Ni siquiera lo conoces.

— Se equivoca. — Susurre. — Sé todo de él, sé quién es usted y no le tengo miedo.

— Te dejará cuando encuentre a alguien más, ni siquiera eres su tipo.

Es momento de agregar drama.

— No es cierto.

— ¿Piensas que no? — Asentí.

— Usted se equivoca, reconozca que somos felices sin ese contrato. — Dije con la voz quebrada.

Ella empezó a reírse.

— Te dejará. — Soltó como veneno. — Mejor aléjate de él, no podrás satisfacerlo. Es más, recuerda que te queda poco tiempo, te vas sin retorno.

Tomé mi bolso y lo apreté con fuerza, eso es cierto.

— ¿Cómo sabe de eso? — Susurre.

— Tengo amigos, cariño. — Dijo evidente. — Aléjate de él, cuando vea que contigo todo esta perdido... Entonces se irá y tu corazón no aguantará... Es más, solo quieres su dinero, ¿cierto?

¡Es ahora!

— He tenido suficiente.

Cuando pase por su lado me tomo del brazo, me hizo mirarla fijamente.

Después de esto, ella se dará cuenta que Christian no es más de su grupo. Es mío.

¡Te vas arrepentir, vieja pedófila!

— Aléjate rápido y desaparece.

El aire me faltaba un poco, la adrenalina me recorría poco a poco.

Tire se mi brazo y sentí un rasguño, me aguante el dolor. Esto me servirá como evidencia.

Busqué la salida del restaurant rápidamente y salí. Me apresure y tomé un taxi. No mire atrás y evite que cualquier cosa me llamara la atención.

Fui llorando todo el camino, cuando llegará a casa con Kate tenía que verme realista. Sino de que me vale hacer todo esto y sacrificar mi vida.

Le pague al señor y entre rápidamente a casa, Kate estaba en el sofá y se paro rápidamente cuando me vio.

— ¿Qué mierda te hizo? — Rugió.

— Esa señora... — Susurre.

— ¿Quién?

Deje de llorar e inhale.

— Necesito tu ayuda.

— ¿Estas bien?

— Sí pero necesito tu ayuda.

Ella parecía asustada, pero asintió.

Le explique a Kate quien era la señora Robinson, evitando el dato que ella domo a Christian, que me quiso humillar en el baño diciendone oportunista y poca cosa. Que me voy a morir, pero a ella le dije que no era cierto eso. El punto es que le dije que esa señora era una traba para Christian y para mí, que por eso hice todo este llanto. Ella aceptó mi juego y empezó a insultar a la señora.

Todo en un período de 5 minutos, y no estamos contando que en ese período mi celular sonaba como loco.

Fui a cambiarme y seguir llorando, busque vídeos de maltrato animal para llorar más fuerte. Sé que él vendrá por mí.

Kate ya estaba lista para el discurso y es más, ella se puso a ver los vídeos de maltrato animal para llorar. Me dijo que haría un escándalo, pero durante eso nos acordamos de la pastilla.

La tomé y la puerta sonó.

— ¡Ve a tu cuarto!

Corrí hasta mi cuarto y cerré la puerta. Pegue mi oído a la puerta y escuche la voz de él.

Comencé a pensar cosas tristes para seguir llorando.

— ¿Ella está aquí? — Esa es la voz de mi bebé.

— Christian, déjala por ahora. — Soltó con la voz quebrada. — No sé qué clase de amistades te rodean y no planeo meterme en ellas, pero... ¿No te parece cruel los comentarios de tu amiga? Ella no conoce a Renata, sin embargo le ha hablado como si la conociera.

— ¿De qué estás hablando?

Esto se pondrá intenso.

— ¡Mi amiga vino hecha mierda! — Explotó. — Sino no haces algo con esa perra de Elena, personalmente me encargo de ella y que nunca vuelvas a ver a Renata.

Wow.

¡Qué directa!

— ¿Elena? — preguntó confundido. — Solo hablaré con ella.

— ¡Espera!

Corrí a mi cama y me tape completamente con el enredon. Mis ojos ya me estaban doliendo, en serio que mañana me va a pasar factura esto.

— ¡No abras la puerta!

La puerta se abrió con fuerza y no pude evitar sobresaltarme.

¡Yo puedo!

¡Piensa en gatitos!

— Renata. — Llamó.

Apreté con fuerza mis sábanas y trague duro.

— Dime, ¿por qué has salido sin avisarme?

— Ahora no — Susurre con la voz quebrada. —, por favor.

Christian trato de quitarme la sábana, pero yo opuse resistencia ante su fuerza. Aunque obviamente deje que terminará ganando.

— No me iré, dime qué ha pasado.

Me senté y lo observe furioso, todo lo que pude.

— Se lo has dicho, ¿no? — Mis lágrimas caían como lluvia. — ¿Porqué? ¿Te quieres burlar de mí?

Ante esta última frase rompí en llanto como una bebe desconsolada.

— Ella lo sabe todo y se ha burlado de mí, piensa que yo...

— Espera. — Christian me tomó de los hombros. — Ten por seguro que no le he dicho sobre ti.

— ¿Entonces porqué lo sabe? — Susurre entre llantos.

— Yo no lo sé. — Susurró. — ¿Qué más te ha dicho?

— Olvídalo. — Traté de alejarme de él.

— Dímelo. — Exigió.

— Por favor, ya no quiero saber nada...

— No. — Me cortó. — ¿Qué te ha dicho?

— Ella sugirió que me alejará de ti, que nunca podré... — Baje la mirada y las lágrimas caían como su fuera un glaciar en pleno cambio climático. — Que yo nunca podré ser lo suficiente para ti y que solo te busco por tu dinero. — Al final termine musitando. — ¿Esa percepción doy? — Solté.

Seguía con la mirada en el suelo.

— Renata. — Llamó.

— Sé que moriré en algún momento, pero no quiero ese concepto de mí. — Dije para mí misma.

Christian me abrazo fuerte y acarició mi cabello, mis lágrimas seguía cayendo.

— Olvida todo eso. — Me susurro. — Olvídalo.

Me mantuve callada y cerré los ojos.

¡Me están doliendo los ojos!

— No morirás y no me cansaré de ti, nunca.

Bingo.

Christian se acostó conmigo y me dormí entre sus brazos.

Pero antes de eso.

¡Lo hemos logrado!

***

No aguanto el dolor de ojos, los siento hinchados y adormilados. Pero sentía una mano en mi cabeza, la acariciaba lentamente. Es relajante.

He logrado mi cometido, pero no me gusta usar al nene de esta manera.

No estaba en mis planes que ella fuera buscarme, se suponía que eso debía ocurrir en la segunda parte.

— No dejaré que nadie te haga sentir menos, ni siquiera ella. — Susurro.

Él debe pensar que aún duermo... Que siga pensando eso.

— No lo volveré a permitir, te has convertido en un farol en medio del océano. ¿Bien loco, no?

Hey, no te robes mis líneas.

— Déjame hacerte mía y te mostraré el mundo, te daré todo el poder que quieras.

Como que me siento un poco como la protagonista de Rubí, que loco.

Pero ya sabemos el final de Rubí, yo no quiero quedar así. Sino como le hago para darle sus buenas cachetadas a la perra de Elena.

Debo mantenerme fuerte.

— Aún no puedo comprender el porqué de su reacción, pero es increíble que sepa lo de tu salud.

No eres el único que tiene dinero, baby.

Haré que esa mujer me suplique perdón, le haré sentir la furia de todo el fandom unida.

Pero necesito saber cuando volverá para el segundo round, porque ese si le ganó. Y si me busca para más, con gusto le respondo... A palabras o a golpes.

— Hablaré con ella, no importa quién sea... Tendrá que pedirte perdón por lo que te ha dicho.

Si ella viene a mi casa...

— Espero no se vuelva a repetir la situación.

No le quites la diversión.

Tengo que divertirme de alguna manera sino, ¿quién me saca del aburrimiento en mis horas de soledad? Al menos tendré algo para poder reírme como una enferma mental, solo espero que Kate no asuste. Quizá me manda con el señor Loquero, eso sí que no.

Y todo esto, ¿qué hora es?

Mejor me "despierto"

Comencé a moverme poco a poco, solté un suspiro y frote mis ojos. Abrí los ojos poco a poco.

— Buen día. — Salude.

— Hola ¿Cómo amaneciste? — Sonrió.

Pues con dolor de ojos.

— No me quejo. — Sonreí.

— ¿Estás más tranquila? — Asentí. — No quería que terminará así, lamento eso.

— No ha sido tu culpa, Christian. — Suspire. — Yo debí hablar contigo primero, no debí salir corriendo. - Susurre apenada.

¿Y mi Óscar?

— No huyas más, te prometo que está será la última vez que pases por esto.

Asentí tranquila.

Me abrazo y terminé perdida entre ellos... En serio, este hombre es como una cabeza y media más alto que yo, y pensar que en mi país yo soy considerada "alta". No puedo creerlo, ando mirando hacia arriba, para la próxima andaré con mi banquita para ponerme de tú a tú.

— Pero las palabras de esa señora no dejan de resonar en mi cabeza. — Susurre. — ¿Y si nunca llego a llenar tu vida?

— Renata, haz caso omiso a ese tipo de comentarios. Te doy mi palabra que eso nunca pasará. — Asentí.

Que mal me siento al usarlo de esa manera, pero solo será hasta que esa loca desaparezca.

No sé cuánto tiempo permanecimos así, abrazados compartiendo el calor. Pero se sintió bien, con el a mi lado no necesito muchas colchas. Es una máquina de calor automático.

Luego de eso, le dije que iba a ir a la cocina a cocinar algo para comer. Él se negó, pero lo convencí mediante los sentimientos fingidos.

No le haré daño.

Pero mi ley de vida es "No te enamores o te va doler". Además si actuó por puro sentimiento corro con el riesgo de que pierda, debo usar a Kant (la razón), para poder lograr salir de aquí. Es más, algunas veces cuando estoy con él, recuerdo mis tareas de la universidad o algo para filosofar. Así mantengo a mi cabeza lejos de mi corazón. Protejo a uno para salvar al otro.

No se porque pero el día de hoy está helando ha muerte, así que estoy haciendo un poco de sopa y café cargado. Estoy preparando un poco de ají pero bien picante, por si desean.

Me habré tardado unos 40 minutos y fui a buscar primero a Christian, este se encontraba durmiendo muy tranquilamente. Le moví poco a poco.

— Christian. — Susurre.

Él empezó a moverse un poco, un quejido salió de sus labios y abrió aquellos hermosos ojos.

Me sonrió.

— La comida está hecha. — Sonreí.

— Está bien, ¿le has avisado a Kate?

— Voy justo ahora. — Señale la puerta con la cabeza.

Me tomo mi brazo y me tiro a la cama con él. Quedé debajo de él asombrada.

— ¿Qu-ué...? — Musite.

Acerco su rostro al mío, me sentí enrojecer.

¡Noumeno es diferente al fenómeno!

— Renata. — llamó.

— ¿Si?

— Estas roja.

Quiero estallar.

Comte, me has fallado.

— ¿Qué está pasando por tu mente?

Aquellas palabras salieron como un susurro contra mis labios. Entonces volví a sentir aquellos labios que me erizan la piel debido al miedo y fascinación. Sentir sus labios era una sensación delirante que no podía comparar, ni siquiera sé cómo acabaré. Cada cierto momento mordía mis labios y se volvía más rápido e intenso. Sentía sus manos por mi cintura, apretando esa parte fuertemente... Sentí sus besos por mi cuello y mi piel erizarse.

Debes parar.

— Chris... — Volvió a mis labios con fuerza.

Jugaba conmigo, ¿qué quiera lograr?

¿Sexo? No, no, no.

Eso sí que no, que miedo por ahora.

Mi boca se abrió ligeramente para llamarlo, pero sentí su lengua jugando con la mía. Caí en el delirante mundo del extasis, su boca me dejaba dejaba fuera de la realidad. Sentirlo apasionado conmigo me encanta, mi cuerpo vibra de satisfacción.

Pero no de amor.

Debo detenerlo, pero que debería hacer.

Tomé su rostro con mis dos manos y lo aleje lentamente, le sonreí.

¿Ahora que le digo?

— Renata. — Murmuró.

— ¿Si? — Musite.

— ¿Qué esperas?

¿Qué espero? Pues vivir, pero también deseo ayudarte antes de irme. Quiero verte feliz, no te quiero ver con esas pesadillas.

— Llegar a ti. — Confesé.— ¿Y tú, qué esperas de mí?

— También quiero llegar a ti, siento... Algunas veces siento que hay algo más, cuando te quedas callada y pareces divagar en cosas que te preocupan. ¿Por qué no me lo dices?

Estoy estupefacta.

¿Tanta atención me pone él?

— Solo con cosas de mi trabajos... Si es que consigo uno. — Sonreí para tranquilizarlo.

Desde aquí, debajo de él, puedo apreciar sus ojos hermosos... Estos lindos ojos que han visto cosas tan horribles, cosas que no merecía ver. Que nadie merece.

— Christian... — Susurro. — ¿Por qué no dejas ir todo? ¿Por qué aún lo atas a ti?

Él se quedó callado.

— Sé que es difícil desahacerse de esos recuerdos, no sé como te has de sentir... Pero por tú bien, déjalo. No te suprimas más, por que tu no mereces esto. Christian, eres una maravillosa y casi perfecta para mí... Y sé que has cometido errores, pero quién no lo ha hecho. — Sus ojos se hallaban puestos en mi rostro. — Quizá suene un poco tonto, pero me alegra haber tropezado con el pie de esa chica. Me alegra saber que eres tú, solo tú.

Me quedé callada por la confesión falsa, por partes, que había dado. Si la he jodido, pues que lastima. Me quedaré trabajar aquí y tendré que buscarmelas para sobrevivir.

— ¿Me aceptas? ¿No tienes miedo de mí?

Negué.

— ¿Por qué tendría miedo de ti? Tú no me harás daño, y si lo haces... Sé que no habrá sido tu intención.

Él se recostó sobre mí y enterró su rostro en mi cuello. Le acaricie el cabello delicadamente, con la otra tomé su mano y la apreté ligeramente.

— Recuerda esto Christian, no pienso dejarte nunca... Solo habrá una cosa que me aleje de ti. — Susurre.

Realmente serían dos, una es Kalan y la otra es la muerte.

Christian se quedo ahí durante varios minutos, no parecía querer despegarse de mí.

¿Qué siento por él?

Simple.

Él es una persona que tiene un gran corazón, puedo llegar a quererlo por lo que me ha mostrado en todo este tiempo. Las atenciones y motivaciones, las acciones limpias que me ha mostrado. Nunca podría llegar a odiarlo, así que...

— Christian, vamos a comer, el desayuno es lo más importante del día.

Sentí que asintió lentamente.

Se está comportando raro...

¡Kalan!

Porque siento que él tiene algo que ver.

Después de que Christian durmiera en mi pecho unos minutos más, fuimos a desayunar. Kate ya estaba comiendo toda la comida, me sentí ofendida. Como puede comer sola, lo he preparado yo... No pensé que fuera a quedar rico. Kate y Christian empezaron a discutir cosas sobre las noticias, realmente se podían llevar bien. Después de eso, le dije a Christian que debería regresar a casa y que el trabajo aguarda por él.

— ¿Estarás bien? — Asentí. — No huyas.

— Estaré contigo hasta el final. — Sonreí. — Te llamaré ante cualquier situación, cuidate. — Sin pensarlo dos veces lo abracé. — Te estaré esperando. — Susurre.

Él correspondio mi abrazo, parecía que fuera el último... Pero no será así.

— Sino me voy ahora, nunca me iré.

— Esta bien. — Susurre.

Lo solté.

Me dio un beso rápido y salió por aquella puerta que ayer lo vio entrar como un loco.

Kate salió una hora después de él, me quedé dormida hasta que escuche la voz de mi querida hada madrina.

Renata. — Llamó.

Dímelo, baby. — Susurro.

¿Qué querías lograr ayer?

Te explico, yo odio a la señora Robinson... Tanto así que haré que mi Christian y ella se separen para siempre, además puede ser un posible obstáculo para llegar al fin de esto. Siento que si Christian encara a la señora Robinson hoy por lo que me dijo, ella vendrá a decirme algo. No se que pero algo me dirá.

¿Y...? — Alargó.

— Quiero humillar a esa perra. — Susurro con odio.

¿Piensas pelear con los personajes que odias? — Asentí histéricamente.

No enloquecí por si quieres saber, solo quiero una venganza... Por así decirlo.

Él soltó un gran suspiro cansado.

Bien sabes que no todo personaje es inofensivo, también te recuerdo en el algunos caso tu estarás en desventaja. — Señaló. — No dudes que te ayudare en lo que yo pueda, pero debes proceder con precaución.

Asentí.

Vale. — Acepté. — Evitaré ganarme problemas grandes, pero solo quiero darle su merecido a esos... Lo hago por el fandom.

Él se empezó a reír.

No seas chistosa. — Sonrió. — Te advertire si cualquier situación que te pudiera poner en riesgo. — Asentí.

Gracias.

No. Recuerda que esto nos beneficia a ambos, aunque si soy consciente, me beneficia más a mí.

No hay problema, Kalan. — Le sonreí.— Te mereces esta segunda oportunidad, sé que vas a ser feliz.

Gracias. — Susurro.

El timbre de la puerta sonó y los giramos la cabeza.

Es ella. — Susurra.

¿Quién?

La señora Robinson.

¿Qué es lo que quiere? — Me salgo de mi cuarto y voy hacia la puerta. — Kalan, que no te vea.

Llego a la puerta, tomo aire y abro.

— Señora Robinson. — Saludo sin señal de emociones.

— Buenas tardes, señorita — Recalcó irónicamente. — Rogers.

— ¿Qué hace aquí?

— ¿No es obvio?

— No.

Una guerra de miradas estaba empezando ahora, no dejaré que me minimice.

— Christian me llamo a su oficina.

— ¿Negocios? — Dije irónica.

— ¿A qué pretendes jugar?

— ¿Vino a preguntarme eso? No me interesa responderle. Que tenga un buen día. — Estaba a punto de cerrarle la puerta en la cara.

Su pie y su mano se interpusieron en el camino.

— ¡No!

Empujó con fuerza la puerta y entró. Cerró la puerta y me observó furiosa, como si quisera matarme.

Que cosas.

Es momento de entrar en papel.

— ¿Qué es lo que quiere? - Solté furiosa.

— ¡Dime! — Grito. — ¿A qué juegas? ¿Qué pretendes hacer con Christian?

— ¿Y quién es usted para interrogarme? — Solté con asco. — ¿Mi madre? ¿Su madre? Para él solo eres una amiga de la familia, así que no me moleste la existencia. ¿Para qué se mete en algo de dos adultos? ¿Aún sientes algo por él? ¡Pues que pena! Él y yo somos una pareja que se quieren.

La mujer estaba roja como un tomate maduro en todo su espesor, el ceño fruncido resaltaba la furia de su rostro. Tiene las manos en puños temblando, quizá, de la impotencia.

— Estas jugando con él. — Acusó.

— Se equivoca, señora. — Dije firme. — No tengo intensiones de jugar con él, porqué sé que merece lo mejor y eso se lo pienso dar yo.

— ¿Darle felicidad? — Empezó a reírse. — ¿Si entendies que tienes el tiempo justo? ¿Qué felicidad? ¿Una falsa y efímera? No me hagas reír.

— Cállese. — Dije molesta. — Déjenos en paz, sus acusaciones y amenazas no me dan miedo.

— ¿Entonces por qué saliste corriendo ayer?

— ¿Quiere saberlo? — Sonreí. — Sabía que usted iría a buscarlo, pero... ¿Cómo se sintió cuando él vino a buscarme? — Encogi los hombros. — ¿Ahora sí quedó en claro cómo está el tablero? — Sonreí complacida.

— ¡Arribista! — Chilló.

Solté una gran carcajada.

—¡Te quítare esa máscara!

— Te reto. — Encogí los hombros.

— Si es dinero lo que quieres, te doy un cheque.

— Señora, le invito cordialmente a que se largue de mi casa. — Señale la puerta y le guiñe.

Espero que haya salido bien.

— ¡Apartate de su camino, mocosa!

— ¿O qué? — Rete. — No me orino con sus amenazas, la que debería quitarse del camino es usted.

Ella empezó a agitarse, los orificios de su nariz se dilataron con fuerza.

¡Amo esta sensación!

— No soy alguien con quien debas jugar mocosa. — Hize un puchero.

— ¿Usted es terca o qué? Madure señora, para Christian es historia.

— Nunca podrás llenarlo y me buscará. — Encogi los hombros.

— Sus palabras me tienen sin cuidado, señora. — Solté un bostezo.

— Vas a arrepentirte.

— Ajá. — Solté sin cuidado y cruce mis brazos sobre mi pecho.

— Maldita zorra. — Musito.

¿Eh?

— ¿No quieres decirlo más fuerte? — Sisee.

— Que eres una golfa, zorra que busca el dinero fácil. ¿Eso te ha enseñado tu madre? De seguro son tal para cual.

¡Metiste a mi mamá!

Me acerque a ella y le tire un cachetada con toda mi fuerza, al punto que me dolió la mano. El sonido de la cachetada lleno toda la sala.

— Me vale un mierda que hables de mí, pero a mi madre la respetas. — Le susurre molesta. — Al menos mi madre no le ha sido infiel a su esposo, así que quitese el aire de señora... Por que eso nunca lo tuvo. — Ella tenía una mano en su mejilla roja. - ¿Ahora si se va?

— Te vas a arrepentir de...

La empuje contra la pared con fuerza. Ella parecía estar impresionada con mi arrebato.

— He dicho que te largues, tus amenazas me tiene sin cuidado. — Abrí la puerta y la empuje a la calle. — Ahora ve y busca la poca dignidad que te queda, suripanta. — Cerré la puerta con rabia.

Silencio.

¿Lo hice? Sí. Y no me arrepiento de nada.

— ¡¿Dónde quedó la conversación de hace 8 minutos?! — Kalan me hizo saltar del susto.

— ¿En el pasado?

— ¡Renata!

— Se lo merecía, además... ¿Qué me va a hacer? ¿Acusar con mi mamá? — Dije entre risas, pero Kalan era total seriedad. — ¿Qué? — Dije asustada.

— Qué sea la última vez que haces este tipo de actos, niña. — Advirtió.

— No soy una niña.

— Actúas como tal. — Pongo los ojos en blanco. — Que maleducada.

— Ojalá no me busque más problemas, su cara me estrés a niveles inimaginables. — Solté un suspiro.

— Ya la golpeaste, relájate niña. — Kalan se tiro en uno de los sofás. — ¿ Cómo te sientes con Grey a tu lado?

— Realmente me encanta su atención, pensé que quería azotarme con la fusta ya, ya. — Comentó asustada. — Pero veo que se está conteniendo.

— ¿Tú crees? — Asiento. — ¿Por qué?

— La forma en la que me besa, cada vez siento que me pide más y empiezo a quedarme sin excusas para rechazar. — Me siento frente a él.

— Pero que problema, eh.

— Si yo llego a perder mi virginidad en uno de los libros... ¿Cuando despierte tampoco lo seré?

— Ya no tendrás tu virginidad. — Afirmó.

— Entonces tengo que buscar una forma más eficiente para enamorar a los protagonistas. — Mire al techo para luego casi orinarme del susto. — ¡No!

— ¡¿Qué?! — Kalan me observaba asustado.

— ¡Me arrepiento de haber leído "Pídeme lo que quieras", me muero.

Él me observó asustado, sabía el por qué.

¿Qué se supone que deba hacer?

***

Kate llegó en la noche cansada y con comida riquísima. Me preguntó cómo me fue en mi día de "no hacer nada por que estoy enferma y si hago algo puedo colpasar". Le conté acerca del problema con la señora Elena, me dijo que si me había hecho algo. Al final me terminó diciendo porque no le meti un par más, que debería haber trapeado el piso con su cara de vieja oportunista.

— Es que su cara me estresa, no la aguanto. — Solté. — La veo y quiero que me desinfecten los ojos.

Kate soltó una carcajada.

— Renata debes mantener la calma, en cierto casos, pero esa señora está mal de la cabeza. Yo creí que si venía sería para pedí perdón por lo que te dijo. — Kate esta molesta.

— Si a la próxima me encuentro yo presente, le quito el botox de una cachetada. — Empecé a reírme.

— ¿Botox? Estas loca, amiga.

— Te apuesto que si se lo ha hecho.

El timbre sonó.

Kate y yo nos observamos.

— Apuesto que es Christian.

— Apuesto que es un abogado de la señora Robinson. — Solté.

— ¿Te haría feliz esa idea?

Solo me empecé a reír, fui hacia la puerta y la abrí.

¡Qué se un abogado!

Christian se encontraba ahí con la mirada un tanto molesta, le sentí incómoda.

— Hola. — Salude con una sonrisa inocente.

— Hola Renata. — Contestó neutral.

¡Mierda!

— ¿Qué tal tu trabajo? — Solté casual.

— ¿Podemos hablar? — Asentí. — A solas. — Volví a asentir.

— Kate, tocaré la puerta, ya regreso.

— Vale.— Me habló desde la cocina.

Salí y él me abrió la puerta de auto, entré y tome asiento. Él hizo lo mismo y hubo un silencio prolongado.

— ¿Por qué la golpeaste? — Soltó.

— Insulto a mi madre. — Contesté.

— ¿Qué hay de ti?

— Si estás preguntando si me insulto, sí, lo hizo. — Me quedé mirando la puerta de la casa.

— ¿Por qué no me llamaste?


— Quería hacerlo sola, que sepa que me puedo defender sola... No te ofendas Cristian. — Gire mi cabeza y me quedé mirándolo. — Me encanta que estés conmigo, que me apoyes en todo lo que puedas... Pero hay cosas que deseo hacerlo sola.

— Esta bien. — Asintió.— Pero llámame cuando esta situación vuelva a pasar, no sabía si te habías alterado o si sufriste algún ataque.

— Christian, vamos bien. — Sonreí. Tomé su mano y la apreté ligeramente. — No dudes que te llamaré a ti ante cualquier cosa, no hay síntomas por el momento.

Él asintió.

— ¿Te llamo o fue a verte?

— La llame en la mañana para que me explique su actitud, que no se acerque a ti. En la hora de mi almuerzo ella vino furiosa, me dijo que tú eras... No pienso decir esas palabras. Disculpa. — Asentí.

— No pasa nada. — Sonreí.

— Me dijo que la habías golpeado sin motivo, que habías confesado cosas.

— Vino a decirme arribista, que soy una zorra como mi madre. — Solté un suspiro cansado. — Nadie es perfecto en esta vida, pero ella no tiene el derecho de insultarla.

— Entiendo tu molestia.

— ¿Qué más dijo?

— No le des importancia, no vale la pena repetirlo. — Baje la mirada y algo paso por mi cabeza.

— ¿Por qué estar con la alguien que tiene el tiempo contado? — Lo mire y él está soprendido.— Te lo dijo. — Afirmé.

Si llego a morir sin haberlo ayudado, no podría irme tranquila, al menos quiero que supere ese pasado tan horrendo. Debo mantenerme serena y no hacer más drama.

— Gracias por estar conmigo, Christian. — Levante la cabeza y le sonreí.

— No le des importancia a eso, ya te lo he dicho, vivirás más de lo que te puedas imaginar. — Tomo mi mano. — No dejaré que te pase algo, te ayudaré.

Me acerqué a él y lo abracé con todas mis fuerzas, quiero robarle algo de seguridad, el correspondió el abrazo. No puedo simplemente decirle que vengo de otro mundo y para poder curarme, él necesita enamorarse de mí. Suena descabellado.

— No tengas miedo de las personas, ni de las situaciones por que estaré aquí. — Asentí. — Estarás bien, te lo prometo.

— ¿Cómo podré pagarte todo lo que haces? — Susurre.

— Me basta con que estés a mi lado, solo eso.

¿Lo he conseguido?

Cerré los ojos con fuerza, recordando este momento... Que se irá de mi cabeza cuando despierte en casa. Es un tanto triste esta situación.

Es muy triste la verdad.

Nos separamos y él tiene una gran sonrisa en su rostro.

— Tengo una regalo para ti. — Me quede sorprendida.

— Gracias... — Dije riendo.

Christian sacó una caja de terciopelo de su bolsillo.

No se ustedes, pero a mí ya me dio miedo.

Me la extendió la caja y la recibí, con una sonrisa un tanto forzada.

Estaba sudando del miedo, no quiero cosas extravagantes. Pensarán cosas que no son y volveré a tener problemas con la doña.

— Ábrelo. — Asentí lentamente.

En la caja había una pulsera con varios adornos alrededor, pude distinguir un piano, libros y a... ¿Este es Nietzche? Estoy sorprendida por este detalle.

— Es hermoso. — Susurre sin querer.

— Me alegro que te guste, lo mande a hacer... Tienes grandes pasiones. — Sonreí. — Hablas de ello como si fuera un motor para que sigas.

— Gracias, realmente es bello... — Mire la pulsera un poco más y me percate que hay unas piedras rojas pequeñas con otras transparentes.

Que sean de fantasía, por favor.

— Am... — Mire a Christian. —  Las piedras que están aquí son de fantasía, ¿no? — Dije algo asustada.

— No. — Sentí que mi corazón paro por un segundo. — ¿No te gusta?

— No es eso... Solo que es demasiado para mí, yo me compraba esas joyitas de fantasía y...

— Renata, deberías solo aceptarlo. — Trague saliva. — Este regalo lo mande hacer para ti, con todo el aprecio que te tengo.

— Gracias. — Asentí. — Es solo que... No pensé recibir un regalo así, nunca lo pensé.

— Te daré más cosas para que aprecies, viajaremos y conocerás el mundo a tu manera. — Abrí ligeramente la boca. — Es una promesa.

— Me estás dejando sin palabras, Christian. — Él sonrió.

— Que siempre sea así.

Volví a mirar la pulsera y sonreí.

Quiero llorar.

— ¿Quieres entrar?

— ¿Cocinaste? — Negué. — Me gusta tu comida.

— Si vienes mañana, te preparare algo delicioso. — Sonreí.

— Estaré mañana aquí, ¿vas a necesitar algo para traerlo? — Negué.

— Ya tengo todo listo.

— Perfecto.

Salimos del coche super feliz y antes de tocar la puerta le robe un beso corto. Kate abrió la puerta y lo saludo lo más cordial posible.

Fuimos a la sala y me senté con Christian, al final él terminó echándose sobre mi pecho. Me siento tan romántica, ojalá mi estupidez no me haga hablar de la metafísica.

— Me debes dinero, Renata. — Cantó.

— ¿Le debes? — Asentí.

— Lo que pasa es que apostamos quién era el que tocaba la puerta.

— ¿Quién pensaste que era?

— Según ella, los abogados de la señora Robinson. — Ella empezó a reírse. — Yo aposte que eras tú.

— ¿Abogados? ¿ Qué más pasó?

— Solo lo que te relate, pero esa cachetada también me dolió a mí. — Él frunció el ceño. — No medí mi fuerza. — Sonreí inocente.

— No es por meterme por que soy una chismosa, pero a esa mujer ya la tengo atorada aquí. — Señaló su cuello. — Si hubiera estado aquí en ese momento, habría trapeado su cara por el piso. — Señaló el piso.

Nos empezamos a reír y hubo un poco más de charla hasta que Kate dijo que se iba a descansar. Se despidió y desapareció.

— Una amiga muy linda.

— Seguro que da buenos tips para asesinar personas, ¿no? — Él asintió con una gran sonrisa. — Ni me imagino el poder que tendrá sobre su querido esposo.

— ¿Ella quiere casarse? — Asentí.

— Es un ideal de muchas personas, casarse para poder tener una linda y hermosa familia. — Sonreí.

— ¿Y cuál es tu ideal? — Me sorprendí por su pregunta.

— ¿Mi ideal? — Pregunté nerviosa. — Creo que también es tener una familia, pero ahora no estoy preparada... Apenas cuido de mí. — Susurre divertida.

— ¿Entonces planeas casarte?

— Eso es cuando se de la oportunidad.

— ¿No tienes apuros? — Negué.

Él tomó mi mano empezó a jugar con ella.

— No puedo adelantarme al tiempo, ni al destino o a lo que controle esta vida. La paciencia es fundamental en todo, así que estoy tranquila.

— Tiempo. — Susurro.

Él seguía sobre mi pecho y con mi mano entrelazada con la suya, momento perfecto. Tener su cabello cerca de mí es droga, aquel cabello rizado tan sedoso y huele bien.

¡Quiero tocarlo!

¡Aléjate vil tentación!

Pero... No creo que grite, o sea, no voy a tocar su pecho. Solo es cabello...

Con mi mano libre acaricie su cabello suavemente, jugando con uno que otro rulo.

Se siente bien jugar con el cabello de otros.

Prometo hacerte feliz, a una manera complicada, pero feliz como una lombriz.

— ¿Cómo vas? — Pregunté.

— ¿A qué refieres?

— Perdona si soy imprudente con la pregunta... — Musite. — ¿Cómo vas con tu pasado? ¿Hay algo que te moleste ahora?

— No me incomoda que preguntes Renata, no es un problema responder. — Respondió tranquilo. — Pero por el momento voy bien, supongo, cuando estoy contigo olvidó muchas cosas que me atormentan y al dormir... Las pesadillas no me atormentan más. — Sonreí. — Tú eres como un farol nuevo, iluminas a todos al punto que llegas a cegar.

¿Llegó a cegar?

— Lo que pasa es que, por algún motivo que no llego a comprender, confío demasiado en ti. — Soltó un suspiro.

— No sé cuántas veces te voy agradeciendo por todo, pero prometo que jamás traicionare tu corazón. — Coloqué mi barbilla sobre su cabeza. — Estaré para protegerte de todo lo que yo pueda. — Susurre.

Él apretó mi mano fuertemente, mientras que mi otra mano se posó en su hombro lentamente. No se que tan difícil ha de ser para él aceptarme en su mente y corazón, soy una nueva. Llevamos un mes en este plan, solo uno y yo he mentido... Espero que me perdone en algún momento, no lo amo... Pero lo aprecio como persona.

— ¿Me contaras algún día lo que tanto te atormenta? — Preguntó.

— Estoy preparando una respuesta para eso, quiero ser sincera pero dame tiempo. — Contesté.

— ¿Podré ayudarte?

— Siempre lo haces.— Conteste feliz.

Nos quedamos así buen rato, disfrutando aquella sensación de tranquilidad que habitaba en nuestro alrededor. Por mi cabeza solo pasaba la idea de un niño de ojos grises y lágrimas, todo el llanto y dolor que pasó durante su infancia. Algo que siempre estaría ahí, que no podría borrar pero tal vez, con un poco de suerte, podría ayudar a superar. Pero tengo el miedo de no poder hacerlo como se debe... Tengo miedo.

Christian se había quedado dormido y yo no me cansaba de verlo detenidamente, saber que este hombre me sonríe y me que me protege... Este hombre intenta protegerme de la muerte, algo que llame yo sola por mis tonterías. No importa la situación, no importa el dinero... Moriré sino logró entrar a aquel corazón.

— Christian — Susurre. —, prometo hacerte feliz hasta la hora que toque irme. — Continúe susurrando. — Trataré de sacarte más sonrisas, lo prometo.

Cerré mis ojos olvidando todo lo que había pasado, todo el mal rato.

***

Mi cuerpo está contra algo duro, un cuerpo... Oh, sí.

Christian.

Abrí mis ojos y él estaba frente a mí, con una sonrisa de oreja a oreja. Estábamos en la cama.

— Hola. — Sonreí.

— Hola. — Me susurro. — ¿Cómo amaneciste?

— ¿Qué más puedo pedir? Tengo una fabulosa vista casi todas las mañanas.

Él empezó a reír.

— Te cuento que duermes como un gato, mueves la nariz cuando te mueves.

¿Qué?

Me estoy muriendo de vergüenza.

— Me sorprende ver lo roja que te puedes poner. — Empezó a reír.

— Me voy muriendo de la vergüenza. — Musito.

Él quito un rizo de mi cara y acarició mi rostro, como si fuera algo delicado.

— No te has sentido mal estos días, ¿no?

— He estado bien, seguro que me recuperó. — Sonreí.

Si fuera Pinocho...

— Hoy quiero ir contigo al cardiologo, hable con un amigo y me ha dicho que estaría libre a las cuatro. — Asentí.

— ¿Dónde es?

— Vendré a recogerte aquí a medio día, te invito a comer.

— Vale, la cena la pongo yo. — Sonreí.

— No puedo esperar a que llegue la cena.

Se acercó a mi y me besó, sus manos estaban en mi rostro acariciando cada contorno.

Si en algún momento falló, perdóname Christian.

Luego del desayuno, él se fue para su casa a cambiarse para ir al trabajo. Me dijo que iríamos a un lugar libre a comer, que no me preocupará por la ropa.

Kate después del desayuno se puso a acomodar su ropa, de acá dos días se va de viaje así que debe alistar sus tangas... Digo su ropa.

Después de eso salió a compra no se que, pero que volvería dentro de una hora.

— Renata. — Llamó.

— Kalan. — Contesté feliz.

— Lo que te diré es algo que debes tomar con tranquilidad, ¿si?

¿Se acuerdan de esa sensación de que toda va bien pero luego viene algo y se va todo al tacho?

Kalan me esta haciendo sentir así, con esa mirada de miedo.

— Te voy a decir lo que el doctor te dirá hoy, pero para evitar que te asustes te lo digo ahora. — Asentí con miedo. — Renata, acuérdate que estaré para cualquier cosa, cuentas conmigo.

— Gracias, pero ya me pusiste alerta.

— Renata, te queda menos de un mes.

¿Menos... De... Un... Mes?

No se que fue lo que me había pasado, ni que ordenó mi cabeza al cuerpo. Lo último que recuerdo es Kalan teniendo entré sus brazos y luego todo negro.

— ¡Renata!

— Me duele la cabeza. — Susurre.

— Te diste contra el piso. — Sobe mi cabeza y me senté. Estaba en uno de los sofás. — Lo siento, debí ser un poco más se sensible.

— El doctor hubiera hecho lo mismo.

— Tu cuerpo no reacciona a las pastillas, esas pastillas solo son algo así como tranquilizadoras. — Me extendió un vaso con agua, lo recibí. — No entiendo porque va así, tus palabras deberían cumplirse pero no van así.

— Tranquilo, saldrá bien. — Sonreí.

— Perdona, no quiero que... — Susurro. — Debi ser más cuidadoso con todo, hablarte bien y no... — Se puso de pie y empezó a caminar como loco por la sala.

— No es culpa tuya, Kalan. — Tome un sorbo de agua. — No me iré tan fácil Kalan, te he prometido algo y debo cumplir. — Sonreí.

Él me observó por unos segundos con culpa, luego bajó la mirada y soltó un suspiro.

— Ven aquí. — Sonreí. Él se quedó ahí de pie. — Kalan, vamos.

Me senté correctamente y le hice un lado a mi costado, él se acercó y tomó asiento.

— Vamos a salir de esta Kalan, no esta nada dicho.

— Renata..., es mi culpa que tú...— Soltó un suspiro. — Perdóname. — Susurró.

— No. — Dije molesta. — No tiene la culpa de nada, niño. — Regañe. — No te estés disculpado de algo que no puedes controlar, además no lo has hecho intensional.

— Soy quien debería haberte cuidado y ahora tú...

— Saldrá bien, confía en mí. — Le sonreí.

Él asintio con temor.

Si los dos perdemos las esperanzas de esta forma, entonces estamos cavando nuestras tumbas. No puedo rendirme rápido, no así.

Mis abuelo no me enseñaron eso.

Antes que llegara Christian me cambie rápidamente con algo sencillo, un Jean y un polo negro suelto sin diseño. Unas zapatilla negras y una cartera negra.

Kate me dijo que iba a comer con sus padres y Elliot. Así ella se estaba bañando refeliz en la bañera.

Llegada la hora Christian me estaba esperando, afuera de la casa. Llevaba un polo blanco que se ajustaba a su cuerpo, unos jeans negros y zapatillas blancas.

¡Se ve fantástico!

Ahora sé por qué la loca de Elena me lo quiere quitar.

— Hola. — Salí corriendo a su encuentro.

Él me tomó de la cintura, me levanto ligeramente y me dio una vuelta.

— Hola. — Susurro y me robo un beso.

— ¿Cómo te fue?

— Un poco cansado. — Soltó.

— Me lo imagino. — Hice un puchero.

— ¿Tienes hambre? — Asentí.

Me bajo de sus brazos y me abrió la puerta del auto.

— ¿Quién ha dicho que la caballerosidad desapareció? — Pregunté entre risas.

Durante todo el trayecto íbamos hablando sobre la música, acerca de la teoría. Christian me hablaba de los tiempos, pentagramas, armonías y compás. Saber diferenciar del tiempo de una blanca y corchea, como marcar los tiempo.

Clase introductoria de música.

Llegamos a una pizzeria, me emocione como una niña pequeña. Amo la pizza.

— ¿Qué te parece?

— Es fantástico. — Sonreí.

Entramos y nos fuimos a una mesa cerca a la ventana. El mesero se acerco, tomó nuestras órdenes dos pizzas personales y dos coca colas, luego se retiro.

— ¿Te gusta estar pegada a la ventana?

— Sí. — Admití. — Tengo esa costumbre desde pequeña, pero a quien no le gusta la ventana. Cuando viajaba a ver a mi madre, siempre tenía que ir en la parte de la ventana, pase lo que pase. — Sonreí.

— Te gusta admirar. — Asentí.

— Pero a quién no le gusta admirar. — Sonreí. — Observar lo nuevo, las experiencias es fantástico. Te llena la vida de nuevos sabores.

— Claro que sí. — Admitió. — ¿Se siente cómoda aquí en Seattle?

— Usted hace que mi estadía sea una experiencia maravillosa, señor Grey. —  Contesté sincera.

Él me sonrió de una forma dulce y no pude evitar devolverle la sonrisa.

— Me siento halagado de escuchar eso, Renata.

— Sino me salgo un poco del tema... ¿Qué pensó de mí cuando entré en su oficina?

— Me causaste curiosas, sobretodo cuando te ayude a levantarte. — Paso una mano por su barbilla. — Parecías saber lo que quería hacer y quisiste ponerte a la defensiva. — Me sonroje un tanto. — Las deducciones que sacabas de las cosas y tus gestos, me causaste una buena impresión y luego lo de tu trabajo.

O sea, como que buena deduciendo... No soy, lo leí en el libro.

Culpa, ven a mí.

— Realmente no me trague en cuento de que pasaba por ahí. — Sonreí.

— Ese día estabas cantando algo en español.

Que no le haga cantarlo, por favor.

— ¿De qué va la canción?

¡Miente!

— La historia de dos aves. — Sonreí.

Mentira, esa canción decía "Y mi cama suena oing oing"

¡Sh! Él no debe saberlo.

— ¿Dos aves? — Asentí. — ¿Qué más?

— Se dice que la ave vivía atrapada en una jaula y pasó otra ave por ahí le ayudó a ser libre.

Estoy hablando de otra canción, que mentirosa.

Apuesto que soy el orgullo de Pinocho.

— Parece ser una linda canción. — Sonreí y asentí. — Debería aprender español y así poder disfrutar la música como tú.

Una persona no puede aprender un idioma tan rápido... ¿O sí?

— Te ayudo si deseas. — Ofrecí con una sonrisa.

— ¿En serio?

— Por supuesto.

El mesero vino con las pizzas que huelen riquísimas y las gaseosas. Después de eso me la pasé hablando en español, me pregntaba por palabras y yo le respondía.

Empecé a asustarme cuando ya quería formar frases en español, pero me daba risa como lo iba pronunciando.

Después de esto fuimos a un parque con el carro, lo estaciono y empezamos a caminar por el parque hablando de cosas tan banales y observando a los niños haciendo la rabieta.

Quería gritarle a la señora "Tirale un puñete", pero me mantuve al margen.

Christian observaba con cierta desconfianza a lo niños y yo, como loca que soy, empecé a reírme. Le dije que así son la mayoría y un tema llevo al otro y termine hablándole de psicología.

¿Qué está mal conmigo?

Llegada la hora fuimos con el doctor, amigo de Christian, para hablar. No puedo crees que me estoy comiendo la ansiedad, ni que estoy temblando del miedo. Pero debo actuar como si no supiera nada de lo que pasa, hacerme la estúpida.

Entramos a una clínica muy bien decorada por fuera y por dentro todo reluciente. No como los hospitales de mi país, que lo limpian cuando les da reverenda gana. Christian se acerco a la señorita secretaria para hablarle sobre la cita y la babosa se quedo mirándolo buen rato, obvio que es bello... Pero la dignidad, amiga... No, no, no. Debería ser el profesionalismo, amiga. La chica reaccionó y busco algo en su computadora, señaló y pasadizo a su izquierda. Él agradecio y vino a mí.

— Nos está esperando. —Sonrió.

— Genial. — Dije nerviosa. No podía controlar mis emociones debido a lo que sabía.

— Todo irá bien Renata, no estés nerviosa estaré contigo. — Tomo mi mano y la apretó ligeramente.

Sonreí tranquila, o eso aparente.

— Estoy contigo. — Afirme.

Caminamos por donde la señorita nos había indicado y llegamos a una puerta donde estaba gravado "Doctor Jane". Toque y escuchamos un adelante.

Un señor de aproximadamente 50 años se puso de pie con una gran sonrisa, parecía mi abuelo. Canas y unos ojos marrones claros, piel caída y ojos brillosos.

— ¡Buenas tardes! — Saludo contento.

— Doctor Jane, cómo se encuentra. — Christian saludo con una sonrisa.

— Christian, ya me ves, aún conservo la juventud. — Contestó feliz. — Señorita, es un gusto conocerla.

— Doctor Jane, le presento a Renata mi novia. — Sonrió. — Renata, él es la persona de quién te hable.

No mueras. No mueras.

— Es un gusto conocerlo. — Sonreí.

No se si era por que el señor me recuerda a mi abuelito o por que Christian me dijo novia, o si fue por las dos cosas. Pero ando feliz y emocionada... Y con los parásitos en mi estómago que se mueven.

— Es un gusto conocerte. — Me sonrió. — Tomen asiento.

— Gracias.

Tomamos asiento y después de un poco de charla, le explicamos la situación que estaba pasando. Al señor se le iba quitando la sonrisa poco a poco, cuando le mencionamos la conclusión del antiguo doctor se sorprendió. De mi bolso saque los exámenes y medicamentos que me habían recomendado.

— No te preocupes, te ayudere.

Sonreí.

Sus palabras me llenaban de una esperanza que iba desapareciendo con las palabras de Kalan.

Los exámenes consistieron en un electrocardiograma, ecocardiograma y una angiografía coronaria por catéter. Con esta última me quería ir corriendo del hospital, no quería llegar a tanto.

En el primer examen notaron irregularidades en mi ritmo cardíaco, mala señal. En el segundo examen, parecía que habían obstrucciones lo cual se confirmó con el último y que se encontraban en un estado delicado. Él doctor afirmó que hacer una operación era muy peligroso en estos momentos, que se corría un riesgo muy grave.

— Christian, quiero hablar con Renata un momento a solas. — Sonrió.

— No la voy a dejar, se lo que sea...

— Ella se avergonzara si se lo pregunto en voz alta. — Mis ojos querían salirse.

— ¿Son íntimas? — Él asintió.

— Estaré bien, Christian. — Sonreí.

— Estaré en el pasadizo ante cualquier cosa. — Asentí.

Él salió del consultorio y mire al doctor, creo saber porque quería la privacidad.

— No se lo diga. — Susurre.

— ¿Lo sabes? — Asentí. — ¿Él lo sabe?

— Él cree que hay una solución ante todo, pero yo sabía que no. — Admití.

— El doctor te dijo dos meses, pero yo creo que es menos tiempo. — El doctor bajo el volumen de su voz. — Realmente lo siento, pero en mi experiencia de estos años jamás he visto un caso como el tuyo que avanza tan progresivamente.

— No quiero que él lo sepa, no quiero que me mande de doctor en doctor y que le digan la misma conclusión. — Lo mire a los ojos, estoy desesperada. — Dígale que hay una vía mediante algunos medicamentos para aliviar los síntomas y que no avance de esa manera, no se lo comenté. — Suplique.

— Él merece saberlo, debe estar preparado ante cualquier situación.

— Yo sé que él merece saberlo, pero... No quiero que se compadezca más de mí, quiero que piense que voy mejorando. — Solté un suspiro.

— ¿No quieres alejarte de él?

No puedo hacerlo... Así pueda hacerlo, no quiero. Hay cosas que están en peligro por si me alejo, hay cosas que no dejar puedo perder.

— Sé que soy egoísta, pero quiero estar con él por que es la primera y última vez que conozco a un hombre como él. — Baje la mirada.

— Me quedaré callado por usted, pero preparelo inconscientemente ante cualquier situación. — Asentí.

— Dígale que pase, no quiero que entre sorpresivamente.— Asentí.

Me puse de pie y me dirigí a la puerta, la abrí y él estaba ahí. Pegado a la pared con el celular en la mano.

— Puedes entrar.— Sonreí. Él asintió.

Entramos y nos sentamos frente al doctor, no podía evitar estar nerviosa.

— Bueno, te daré una receta que te ayudará a calmar los ritmos cardíacos, además debes hacer reposo por un buen tiempo. — Él se encontraba escribiendo. — Estos medicamentos también ayudarán a que duermas bien, y contienen vitaminas. — Arranco el papel y me lo dio. Lo recibí y vi una letra impecable, no como los doctores de mi país que escriben en árabe. — Puedes volver en... — Me miro y volvió su mirada a su calendario. — Tienes un mes. — Sonrió.

Asentí con una gran sonrisa.

— Gracias por todo, doctor. — Me puse de pie y le extendí mi mano. — Volveré en un mes. — Él aceptó gustoso mi mano.

— Gracias por todo. — Christian se puso de pie y sonrió.

Luego de despedirnos, puse la mejor cara que pude. Le conté algunos chistes  y anécdotas, él reía. Al menos puedo hacerlo reír, puedo verlo reír. El coche se lleno de risas y sonrisas, una que otra falsa.

— ¿Hay algo que no sepa? — Preguntó.

— No... ¿Por qué? — Contesté casual.

— Ocultas algo detrás de esos chistes y sonrisa. — Aseguró.

Modo Pinocho activado.

— Las medicinas que me dio tendrán un mejor impacto en mi sistema — Sonreí pero todo se volvió en una mueca. —, pero tendrán un efecto colateral... — Musite.

— ¿Qué efecto? — Solté un suspiro.

— Las posibilidades de ser mamá se irán reduciendo a medida que tome la medicina. — Confesé.

¿Qué más da una mentira más?

Hubo un silencio prolongado durante minutos, pareciera que él estuviera procesando todo poco a poco. No le puedo reprochar eso porque es mi asunto, además... Él nunca quiso hijos.

— Podemos hablar con otro doctor para ver qué solución nos puede dar.

— No. — Negué rápidamente. — Sólo hay un camino para estoy y debo aceptarlo.

— ¿Estas segura? — Asentí.

— Sí. — Contesté. — Estoy segura.

Mire hacia la calle y pasábamos por varios restaurantes, tiendas y hoteles. No se a dónde vamos, pero que más da ahora.

Pero dije que le iba a cocinar, además ya está tarde. Entre examen y examen, pasaron como dos horas y media, paso volando. Debo ir a casa ya si quiero cocinar lo que planee.

— Christian tengo que regresar a casa, lo que tengo que preparar toma un poco de tiempo. — Lo mire y el miraba la carretera. — ¿Christian?

— No es necesario, podemos pedir comida a casa. — Frunci el ceño. — ¿Qué quieres comer?

No sé qué está pasando por su cabeza pero me está dando nervios.

***

Después de una larga platica en el coche, Christian me dijo que iríamos a su departamento... Que por supuesto es super lujoso por que el se baña en dinero.

Decidimos pedir comida china, antes de eso me dijo que me tomará las medicinas, feliz de la vida tome las pastilla y las disolvi en agua. Mientras el no me vio las arroje por la tubería, porque después de lo que dije tengo miedo que algo le pase a mi cuerpo. Si me muero, mis órganos pueden ser donados incluso los ovarios. Para algo tiene que vale el cuerpo... ¿No?

Christian y yo estábamos solos, su ama de llaves había salido pero regresaba mañana por la mañana. En el libro la señora Jones es una persona maravillosa, me muero por conocerla. Ay no, mejor quitemos eso del morir que ahora ya me da miedo todo.

Después de comer, fui al baño a darme un ducha relajante, cepillarme los dientes y el cabello. Y ponerme los pantalones de Grey y un polo super largo, hasta podría ser un vestido.

Salí del baño bien aseada y también después de desfogar lo que se acumula uno dentro. Que te hace sentir en paz.

— Termine. — Christian estaba caminado sin algo que le cubra la parte de arriba.

Mire a otro lado distraída.

— ¿Ya? — Asentí.

Piensa en Hegel, piensa en el papi de Hegel y su filosofía.

Todo lo real es racional.

— ¿Renata?

Pero él es real, y por lo tanto, que lo toqué no es irracional.

— ¿Renata? — Él estaba frente a mí.

— ¿Si? — Susurre.

— ¿En qué piensas?

Mire su cara y me centra en ella.

— ¿En Hegel? — Dije inocente. Él frunció el ceño.

— ¿Porqué?

— Pensaba que para el todo lo real es racional y empecé hacer analogías.

— ¿En qué analogías?

— Uh... — Mire hacia otro lado. — Deberías bañarte, un cuerpo relajado estómago contento. — Afirmé.

¿Qué?

— ¿Estás nerviosa? — Él se acercó un poco más.

— ¿Yo-o-o? — Tartamudee. — Nah... Son cosas que te imagines. — Conteste casual pero con la voz temblorosa.

— ¿Así? — Sentí su rostro más cerca.

Lo mire y sus ojos estaba posado en mí, no pude evitar morderme el labio debido a la tentación. Él se acerco más y comenzó un beso lento, me tomó de la cintura para pegarme más a él, pase mis brazos por cuello.

Sentía sus labios encajando tan bien con los míos, cada vez el beso se hacía más ardiente y sensacional. Sentí su lengua con la mía, me ponía pícara cada vez que hacía eso y quería más.  Cargo y envolví mis piernas alrededor de su cintura y sentí aquel pecho firme contra el mío. Sentía aquel calor que emanaba todo su cuerpo, quería tocar más, pero sabía que no podía ser así. Además debo pagar esta situación, no puedo seguir así o acabaré muriendo de vergüenza mañana.

— Christian... — Susurre.

— ¿Uhm? — Murmuró contra mis labios.

— ¿Sabías que mi otro sueño era ser astronauta?

— ¿Astronauta?

— Pues sí, para poder llevar a mi hombre a la Luna y hacerle ver estrellas. — Sonreí.

Renata ligando desde tiempos inmemorables.

Christian empezó a reírse y me dio un beso en la frente. Me llevó a la cama y me hizo sentar ahí, me observó con cuidado y sonrió.

— No me engañas, Renata. — Susurro. — Era tu sueño tener una familia, querías niños y ahora... Lo siento.

— Hay niños que esperan ser rescatados de algún orfanato y buscan una familia. — Sonreí. — Amor es lo que se desbordara de mi corazón. — Acaricio mi rostro y sonrió.

— ¿Adoptarás un niño? —Asentí.

— Le regalare toda la felicidad que pueda darle, yo tengo una misión en este mundo y es sacar sonrisas a muchas personas. — Me incline hacia él y le di un beso corto.— Así que Christian Grey, prepárate para ser feliz conmigo.

— Estoy listo contigo.

¡Llevenme al infierno!

Tan pronto mi cabeza tocó la almohada caí en un sueño profundo del cual no desperté.

***

Me siento extraña pero...

Abrí mis ojos con miedo y me halle en la habitación de Christian, que estúpida.

Se me paso que ayer vine ayer con él.

Él no estaba en la cama, me levante y fui a la cocina. Había una mujer ahí parada preparando algo que olía bien rico.

— Buenos días. — Salude.

La señora se dio vuelta y me sonrió.

— Buenos días señorita Renata.

— ¿Usted es la señora Jones? — Asintió. — Es un gusto conocerla. —Sonreí y me acerque a ella.

Hable con la señora Jones durante todo el desayuno, me habló un poco de ella y yo un poco de mí. Pasó el tiempo y ella puso más pastillas en la mesa y me las tome, no podía escapar de ella. Me habló de que tenía que comer bien para poder asimilar las pastillas y que tenía que cuidarme.

— El señor Grey me habló de que estará con nosotros durante todo el mes, la verdad es que me alegra tener a alguien con quien charlar. — Sonreí.

— Señora Jones, usted es un amor de persona. Me alegra que me haga compañía durante todo este período, espero no causar molestias.

— Para nada niña. — Sonrió.

Hablamos de cocinar y le dije que quería enseñarle una receta para el almuerzo, acepto gustosa. En lo que íbamos buscando los ingredientes alguien llamó a la puerta. Ella fue a abrir y yo me quedé lavando algunas verduras.

— ¡Espere! — Me gire al escuchar la voz de la señora Jones.

Frente a mi se encontraba la señora Robinson.

Sonreí maliciosamente.

— ¿Qué hace aquí? — Pregunté evitando reírme.

— Ya conseguiste entrar, que rápida eres. — Ella tenía el ceño fruncido.

— Ayer salí con Christian y me invitó a quedarme. — Sonreí.

— ¿Supongo que te vas ya?

— Me invitó a quedarme todo el mes, a más. — Dije riendo.

— ¿Qué ganas jugando con él?

— Yo no estoy jugando con él, señora entienda que él ya no será el mismo que usted creó. — Sonreí. — Él no irá con usted para nada, se quedará conmigo.

— ¿Te pusiste tan fácil en la cama?

Empecé a reírme como si me hubiera contado un buen chiste.

— Señora, si es que se le puede decir así, él y yo aún no llegamos a ese nivel. — Sonreí. — Él y yo somos algo más que lo carnal, usted jamás entenderá eso creo. — Encogi los hombros con simpleza.

— Te lo estoy advirtiendo por las buenas, no quiero llegar a los límites.

Me acerque lentamente a ella  y con la cabeza en alto contesté.

— Es un chiste para mí — Sonreí pero la cambie con una mueca de asco. —, señora.

— Calienta camas, te quitare esa tiara de plástico.

— ¿Así como usted se quitará lo sobre valorado de señora? — La señale de pies a cabeza. — Sabe, yo nunca me puse una tiara por que no finjo ser algo que no soy... Mucho menos juego con palabras importantes, ya sabe la palabra señora se gana a base de esfuerzos y logros de capacidad y ética. No se gana con esforzarse en la cama. — Dije evidente y casi riendo.

Ella estaba apunto de tirarme una cachetada pero mi mano la detuvo.

Sonreí.

Me iba a doler, pero lo voy a gozar como no te lo imaginas.

Le tire una cachetada con toda mis fuerzas y rápido.

— Esa es por querer burlarte de mí.

Para la otra mejilla tampoco hubo compasión.

— Esa por usar a Christian cuando era un niño.

Mi otra mano ya estaba lista, así que se la di con toda mi fuerza.

— Esa por... — Me quede sin palabras.

No puedo decir por el fandom, se vería raro.

— Y esa es una advertencia que no tengo miedo de usted, Elena. — Sonreí. — Ahora quite su asquera presencia de esta linda casa.

La señora Jones observaba sorprendida a mi derecha, a la pedófila Elena. Debería hablar con ella después de esto, además debo hablar con Christian.

— Señora Jones, perdone el arrebato pero por favor llame a Christian. — Le regale la mejor sonrisa. Ella asintió.

— ¿Christian? — Ella empezó a reír. —¿Harás tu papel de víctima?

— Ese le queda mejor a usted, ahora larguese. — Di media vuelta y camine hacia la cocina.

Coloque las verduras en un recipiente.

Renata, al suelo.

¿Ah?

¡Al suelo!

Me agache rápido y un florero se estampó contra los gabinetes, los restos de vidrio cayeron sobre mí.

¡Maldita loca! 

Me puse de pie y fui rápidamente hacia ella, la tomé del brazo y la arrastre hasta la puerta.

La pedófila empezó a arañarme brazo con fuerza y empezó a gritarme.

— ¡Sueltame!

— ¡Usted saldrá ahora! — Rugi.

La señora me piso el pie con fuerza, la afloje mi agarre y ella aprovecho para empujarme contra el suelo. Caí como un saco de patatas al suelo, me dolió el pecho después de esa caída. Tomé aire y me puse de pie, pero la señora se monto sobre mí y me tomó de las dos manos.

— ¡¿A quién engañas?! — Me grito en la cara. — ¡Solo eres una muerte en vida! — Trate de zafarme pero ella me tenía bien agarrada. — ¿Cada segundo en este mundo solo es un tormento? ¿Por qué no acabas ya con esto? — Frunci el ceño.

Empecé a moverme como un gusano con fuerza, pero hacerlo tan rápido hacia que me agitara.

— ¿Te falta aire?

— ¡Estas loca!

— ¡Sí! — Admitió. — ¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ¡Tu maldito teatro me salió caro!

— Ups, pero que pena. — Dije agitada, pero por algún motivo estaba riendo.

— ¿Y si te quedas sin aire?

— ¡Atrévete!

Salte del closet.

¡Renata!

— ¿Si te dije que eres un chiste, no?

— ¡Señorita Renata!

La señora Jones vino rápidamente y la loca puso sus manos en mi cuello, de la impresión al ver a la señora Jones me olvidé respirar.

Asi que justo ahora me va dando un ataque por la falta de aire.

— ¡Sueltela! — La señora Jones tiraba de los brazos a la pedófila. — ¡Ayuda!

En un intento en vano por salvar mi miserable vida, y del cual estaré asqueada toda mi vida, golpe uno de los senos de la loca. Así me puedo aflojar su agarre, quite sus brazos y la señora Jones quito a la loca que estaba encima de mí.

¿Esta bien que me ría?

No puedo porque me he quedado de aire, me arrastre lejos de la loca para recuperar algo de mis sentidos. No dejaba de toser y mi corazón dolía demasiado, por momentos veía puntos.

— ¡Señorita Renata!

Me piso es mi soporte ahora, creí que era mi cama. Me estoy mareando.

Trate de ponerme de pie, con torpeza apenas conseguí sentarme, vi a la señora Elena acercarse a mí lentamente.

¡Reacciona!

¡Ah! ¡Está doliendo!

Me puse de pie rápidamente, aún tosiendo y agitada, ella estaba apunto de abofetarme. Pero no se de donde saque mi último suspiro, que levante mi mano transformada en un puño y se lo estampe en la cara.

El brazo izquierdo se entumecio, al punto que ya no estaba sintiendo dolor. La pedófila esta en el suelo, no puedo caer tan fácil. Mire a la señora Jones que venía hacia mí rápido, alcé mi brazo en dirección hacia ella y caí al piso.

No puedo respirar.

Me duele el pecho.

No puedo...

No puedo...

***

— ¡Ya va así cinco días!

Me duele la cabeza, ya no aguanto esto.

— ¿Si comprende la gravedad? Salvarla fue un milagro, ni sabemos cómo es posible que llegó con vida.

¡Kalan!

¡Kalan!

¿Renata? ¿Despertaste?

Perdón, perdón, no fue mi intensión hacerlo creí que solo acabaría ahí.

¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

Me encuentro casada e incómoda.

Tienes aparatos en toda tu cara, te encuentras con un respirador artificial.

No... ¿En serio?

Renata, ya no saldrás de aquí.

Perdón.

Quiero entrar pero no puedo, él está ahí contigo.

No puedo abrir los ojos, me pesan.

Descansa, Renata.

Quiero despertar, Kalan.

— ¿Hay algo que se pueda hacer?

— La señorita tendrá que quedarse aquí durante un buen tiempo, o tal vez hasta que se acabe su tiempo.

— ¿A qué se refiere con eso? — Dijo asustado.

— El periodo de la señorita ya se va acabando en este mundo, señor.

— Imposible, no es así...

— No se altere señor, por favor. — Hablo un señor.

Respiro más profundo para llamar su atención.

— ¿Renata? — Trague saliva.

Moví mis manos y las sentía pesada, pude reconocer un aparato en mi dedo y al parecer tengo agujas metidas en el dorso de mi mano. Moví ligeramente mi cabeza y sentí la mascarilla que me incomodaba.

Sentí unas manos cálidas alrededor de las mías, tan familiar.

— ¿Puedes hablar? — Negué lentamente. — Está bien, tranquila.

¡Quiero abrir los ojos!

Pero no puedo, no puedo.

— Señorita, ¿siente alguna incomodidad?

Negué.

Quiero agua.

— ¿Quiere algo? — Asentí.

La máquina me estresaba con los sonidos que salían de ahí, quiero que se apaguen.

— ¿Comida? — Negué. — ¿Agua? — Asentí. — Le daré el agua con un sorbete, ¿si?

Asentí.

Retiraron un poco la mascarilla de mi rostro y sentí el sorbete en mi boca, la abrí ligeramente y empecé a beberla.

Me empecé a sentir más tranquila.

Hice un gran esfuerzo para abrir los ojos, todo se veía borroso pero las imágenes empezaron a acomodarse. Christian a mi izquierda y el doctor a la derecha.

— Renata. — Llamo Christian.

— ¿Desea más agua? — Negué. Me acomodo la máscara.

¿En serio me acabe toda el agua?

— Sus resultados ya están listos, iré a traerlos. Con permiso.

El doctor salió y me quedé con Christian.

— ¿Cómo...? ¿Estas segura que no te incomoda nada? — Negué. — Teníamos miedo, Renata.

— Per...dón.— Susurre.

— Tranquila, no tienes por que decirlo. — Se acerco a mí y me dejo un beso en la frente. — Tienes que recuperarte, sabes que...

— No. — Solté. — Christian, yo... — Tomé aire. — Lamento las... — Más aire. — promesas que... — Pausa. — no podré... Cumplir.

— No, no, no... — Dijo asustado. — Tranquila, todo está bien Renata.

— No. — Negué. — Te mentí... Perdón.

Cerré mis ojos y respire un tanto agitada.

Estúpida vida.

— Renata... — Llamo.

— Christian. — Logre contestar.

— Debes salir de aquí, por favor.

Al abrir los ojos me encontré con su mirada triste, parecía querer llorar.

— No llores. — Dije cansada. — Tú mereces ser feliz con... — Respiro. — Con alguien que te valore más que... Yo. — Respiro. — Vales más de lo que piensas, Christian.

Pestañee lentamente.

— No me digas eso, no te puedes ir. — Dijo asustado.

— No soy quien toma las decisiones, ojitos bonitos. — Trate de sonreír. — Si pudiera tomar... Las... Querría... Yo... Contigo... Estar.

La máquina empezó a emitir sonidos rápidos y constantes, él se se asusto.

— Chris... — Susurre.

Y cerré los ojos.

— ¡Renata!

Christian empezó a llamarme y una voz más entró en escena.

— ¡Renata!

Kalan, ¿podré disculparme correctamente contigo algún día?

***

¿Este olor..?

¡Ugh!

¿El hospital huele así?

Abro los ojos para encuentrarme en medio de un montón de personas que apestan, hay gritos por todos lados.

¿Dónde estoy?

Alguien me tiene de la mano y me jala.

Me suelto y camino lejos de todo el bullicio, pero es imposible. Hay olor de cigarrillos y alcohol, además hay personas que parecen que no se han bañado. Esto es asqueroso.

¿Es un sueño? Yo estaba en el hospital hace un momento y...

— ¿A dónde vas? — Escuche una voz detrás de mí.

— Kalan... — Susurre. Me di vuelta y él estaba ahí. — Kalan... — Mis ojos se llenaron de lágrimas y lo abrace.

— Tranquila, niña. — Me abrazo fuerte y acaricio mi cabello. — Todo estará bien ahora.

— Perdón... — Dije contra su pecho.

— Sé que no volverás a ser imprudente, calma. — Asentí. — El camino es largo y debemos continuar niña.

Me tomo de la mano y jalo de ella, la gente hacia bullicio y aprestaba horrible. Miraba con terror mi entorno.

— ¿No reconoces tu entorno? — Dijo con una sonrisa.

Muchas personas gritando, algunas con dinero en mano y mujeres con ropas pequeñas. Cigarro y alcohol. Me giró y me pongo de puntas, hay como una especie de lugar para luchar, libre.

— ¿Maravilloso desastre? — Dije sorprendida. Asintió.

— ¿Aún te acuerdas como inicia?

— No pienso ir ahí, mejor pienso en otra cosa.— Sonreí.

— Solo es sangre, no es ácido.— Negué rápidamente.— Venga, estaré contigo.

Me jalo hacia el lugar donde habría una lucha, donde estaría mi siguiente verdugo.

¡Diosito, ayudame!

Miraba todo el lugar con terror, si alguien me hacía algo le rompo la cara... Espera, ¿el señor Grey se había enamorado de mí? Ni siquiera me despedí... Y además que pasó con todo y... Oh, no... Culpa.

Culpa.

¡Perdón! ¡Perdón!

No te culpes Renata, todo esta bien.

No me despedí de él como quería, me siento fatal Kalan.

Lo sé, pero creeme que eso fue lo que te ayudo al final.

No es manera, no es la manera.

Ahora estás sana Renata, piensa en eso por favor.

Ya estoy mejor y no moriré, debo alegrarme.

¿No?

— ¡Bienvenidos al baño de sangre!

Ay, ni me lo repitas.

— Amigos míos, si andan buscando un curso básico de economía...¡Pues se han equivocado lugar!

Yo ando buscando la manera de llegar a casa.

El tipo sigue hablando mil estupideces, pero yo estoy más asustada protegiendo mi cuerpo, sentía cosas raras y no parecen ser manos solamente. Apreté la mano de mi único amigo no loco y él se detuvo.

— ¿Qué pasa? — Baje la mirada y me aferre a su brazo.— ¿Qué?

— Siento que le están tocando y ni siquiera puedo identificar al responsable.— Él acarició mi cabeza.— Les quiero romper la cara y sus aparatos.

— Tranquila, irás delante de mí.— Asentí.

Kalan está como mi escudo y me siento bien, sé que no me traicionará nunca. La personas iban enloqueciendo más y más, se empujaban por aquí y por allá.

Pero estoy irritada, lo último que recuerdo es dormir con el señor Grey y de nuevo, ya estoy por aquí. ¡Exijo una reparación! Si fueran concientes, me dejarían dormir y abrir mis ojitos en una cama bien normal.

¡Pero no!

Te duermes y ¡Pam! Ya estás en lugar raro que huele super horrible, sobretodo a sudor.

— ¡Ya comenzó la lucha! — Kalan empezó a empujarme más rápido.

— Kalan, sé que puede hacer otro método.— Dije asustada.

— ¡No seas llorona!

Espero que la fuerza de todo el fandom me apoye, en serio que ser salpicada de sangre... No es nada romántico, ni siquiera es normal.

¡Jamás he conocido a un chico de esta forma!

— Ya casi, recuerda que debes quedarte ahí. — Me tomo de los hombros y presionó un poco.— Tú puedes, Renata.

Asentí rápidamente.

Llegué a la primera fila de todo, ahí se hallaban los dos hombres aún de pie. Miré a mi alrededor y la gente gritaba "Travis Madoxx" o "Perro loco", sin contar de que habían algunos billetes en el piso. ¿Y si apuesto? No, ya es tarde para eso. Tal vez para la próxima debería intentarlo, ganaría dinero sin mover mucho mi cuerpo.

Cuando mi cara volvió a la pelea visualice como el tipo le clavaba el codo en la cara del otro, luego la sangre en mi cara.

¡Qué asco!

Miré mi polera y toque mi cara, se siente viscosa.

Solté un suspiro de cansancio.

Ya a la mierda, que puedo hacer.

Alce la mirada y me topé con el mismísimo Perro loco, miré a mi izquierda y había un hombre.

¿Me está mirando a mí?

¿Tan sexy me veo bañada en sangre? Quién lo diría, eh.

La gente seguí con el bullicio y escuché mi nombre en alguna parte de este sitio. Las personas empezaban a dar empujones, a lo que yo me sentí incómoda. Di media vuelta y salí de ahí, que se maten entre ellos.

¡Tengo que bañarme!

Todo por seguir los consejos de mi hada madrina.

¿Qué sucederá mañana?

Que sea lo que mi bañada en sangre quiera.

Holis queridas viajeras de libros, espero que la semana les haya tratado bien este tiempo. A partir de este capítulo dedicaré un cap a cada una porque me siento feliz por el apoyo que le han dado a este peoyecto que empezó  hace tiempo en mi cabeza.

También quiero disculparme por no subir el capítulo ese día que les dije, en el mensaje anterior mencione que mi abuelo estaba mal... Pues durante la madrugada él decidió partir así que fueron unos días difícil porque no les mentire lloré hasta cansarme. Pero él ha sido una persona que ha luchado contra todo, a pesar de todo y yo también quiero hacer esto. Gracias por todo el apoyo.

Posdata: ¡Feliz día del libro!

Capítulo dedicado a Arthera_00

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro