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¿Señor Grey?


Al abrir mis ojos me encontré frente a un espejo. Tenía un traje de color azul, horrible para mi gusto, y con el cabello suelto. Mi cabello rizado se encontraba suelto, y llegaba hasta por debajo de mis pechos.

¿Qué mierda? ¿Sufro de insomnio? ¿Cuándo me había despertado? ¿Por qué traigo esto? ¿Dónde estoy? Según recuerde mi casa no tiene un espejo en el pasadizo. Es... ¿Acaso llegue sola? Pero, ¿por qué estoy llevando un traje que no es de mi gusto?

­­— ¿Hola? —Dije lo suficientemente fuerte.

— ¿Renata? — Una voz me llamo. Fui a la estancia donde se hallaba una rubia de ojos verdes, me observaba fijamente. — Lo siento, en serio, pero tarde nueve meses para conseguir esta entrevista. Si pido que cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces las dos estaremos...— Deje de escucharla y la mire fijamente. ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Está hablándome en inglés? — ¿Renata? ¿Estas escuchándome? — Tengo suerte de saber inglés y alemán.

—Si...— Susurre. Sabe mi nombre, esto sí que es raro. La rubia estaba tirada en el sofá con sus ojos rojos y nariz tupida. ¿Quién es ella?

— ¿Estas bien? Te noto extrañada, ¿pasa algo?

—Si... Es que no sé dónde demonios estoy parada. — Respondí confundida. La rubia empezó a reírse como si no hubiera mañana.

— ¡Ay, Renata! — Sonrió. — Amaneciste de buen humor hoy, eh. — ¿De qué me está hablando? — Bueno, bueno... Ve de una vez con el señor Grey. Necesito esa entrevista.

— ¿Grey? ¿Me estás hablando de Cristhian Grey? ¿El señor millonario? — Dije confundida y casi riéndome. — ¿Qué clase de broma es esta? Ahora si pueden salir las cámaras.

— ¿Estas bien Renata? —Yo asentí confundida. — Es que... Pareces que estas mal, te he dicho que hoy tenía una entrevista con el señor Grey, pero me ha pillado una gripe mortal.

—Katherine...— Ella me escucho atenta. — ¿Puedo desmayarme ahora?

— ¡Ay! Renata que cosas dices. — Comenzó a reírse. Yo también empecé a reírme como si no hubiera mañana. — Aquí tienes las preguntas y la grabadora, ya luego las transcribiré. — Fruncí el ceño y asentí. Guarde todas las cosas en una cartera.

— ¿Katherine? — Ella me volvió a mirar atenta. — ¿Esto es un sueño?

—Lo dudo, ahora ve por el hombre... ¡Necesito las preguntas! Y se te hace tarde. — Tome las llaves del auto y antes de salir de esa casa Kate grito. — ¡Amarra ese cabello! — Prácticamente salí de esa casa corriendo. — Renata...— Abrió la puerta y lanzo unas llaves. — Ve con cuidado. — Sonrió y cerró la puerta.

¿Se supone que ahora debo despertar? ¿Debo ir con "Grey"? ¿Qué me está pasando? ¿Se supone que soy Anastasia? Un Mercedes CLK y un viejo Volkswagen estaban frente a mí.

Estas deben ser las llaves del auto Mercedes. Me subí al auto, pero ahora venía un problema grande. — ¿Dónde mierda queda esa empresa?

Debo hacer memoria donde queda eso, donde estoy...

— ¿Estoy en Vancouver? — Sentí que la respiración me faltaba.

***

¡Jamás había tenido tanto miedo en toda mi maldita vida! Tuve que ir preguntando en cada esquina donde quedaba esa empresa. Todos me miraban como si fuera una estúpida, bueno, no es mi culpa no ser de esta realidad. Todos me decían que en Seattle, que tenía que tomar la interestatal 5.

¿Qué me había pasado? ¿Por qué estoy aquí? Yo no pedí esto.

¡Mierda!

Hace mucho tiempo pedí un unicornio mágico y no me cumplió ese sueño.

Estacione el maldito auto frente a ese edificio gigante, entre rápidamente ignorando el diseño y a las personas. Me detengo frente a un mostrador de piedra muy bien pulida.

— Vengo a ver al señor Grey, de parte de Katherine Kavanagh...— Sonreí.

—Disculpe un momento, ¿su nombre? — Sonreí.

¿Sigo siendo Renata Rogers?

—Renata Rogers. — Ella sonrió.

—Un momento señorita Rogers. — ¿Está pasando? ¿Hablaré con él? No puedo creerlo... Un sueño... ¿o pesadilla?

¡Demonios! ¿Cómo ha pasado todo esto? ¿Qué se supone que haga? O sí, le diré "¿Quiere darme con la fusta?" ¡Dios! Si esto es una broma, pues sí que la broma le saldrá bien...

¿Cómo es que no enloquezco?

—Sí, tiene cita con la señorita Kavanagh. Firme aquí...— Firme rápidamente. Quiero acabar con esta broma ahora. — El ultimo ascensor de la derecha, planta 20. — Asentí.

Me entrega un pase de seguridad y me lo pongo. Si no fuera por estas botas, ya estaría corriendo hacia su oficina para gritar "Me la creí"... Pero esto no es una simple broma.

Me dirijo al ascensor y espero.

Al llegar al piso 20, las puertas del ascensor se abren y salgo rápidamente. Otra rubia se encuentra en el mostrador.

—Señorita Rogers, ¿puede esperar aquí, por favor? — Me señala una zona de asientos de piel de color blanco.

Miro la punta de mis pies y evito zapatear. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Solo es un hombre.

Es más, esto es una broma.

Sí.

Ay...

¿Qué ha pasado?

Durante todo el camino vine pensado en qué había pasado, qué pecado... Bueno, pecados he cometido muchos... ¡Pero igual! No sé cuál es el punto. ¿Cómo así llegue a Vancouver? ¿Quién se tomaría el tiempo de hacer una broma de este tipo?

Es exagerada, así que dudo que sea una broma. Este no es mi país.

¿Cuándo volveré? No sé si reírme, llorar, gritar, emocionarme... Un remolino de emociones me recorría una y otra vez. Era una fusión de todo.

— ¿Señorita Rogers? — Me llamo.

— ¿Uh? —Sonrió. — Perdón, la escucho. — Di la mejor sonrisa.

—El señor Grey la recibirá en un momento ¿Quiere dejarme la chaqueta?

—Sí, por favor. — Dejo la bolsa a un lado y me la saco.

— ¿Le han ofrecido algo de beber?

—No, pero estoy bien. Muchas gracias— Asiente.

¿Ahora que se supone que haga? Espero por buen rato hasta que decida recibirme. Él tiene un fetiche con las castañas, yo soy pelinegra. No tengo los ojos azules. No soy Anastasia. Nunca pude identificarme al cien por ciento con el personaje, mi personalidad es diferente. Ella había caído en los brazos del señor Grey, casi al instante.

¡Un momento! No tengo que hacerlo con él, ¿o sí?

Es que aún soy virgen, no he cometido el pecado de acostarme con un hombre...

Bueno, aún.

La puerta de su despacho se abre y sale un afroamericano... Wow, que atractivo. El cabello rizado es mi punto débil, podría acariciarlo... Si me lo permitiera. Todos aquí están tan bien vestidos que me siento estúpida.

Por un demonio Ana, ¿es que no tienes sentido por la moda?

—Grey, ¿jugamos al golf esta semana? — Bajo la mirada y sonrió un poco.

Está bien. Debo sacar mis encantos y hacerlo mío.

Debo estar calmada, examinar las cosas.

—El señor Grey la recibirá ahora, señorita Rogers. Puede pasar. — Una de las rubias habla.

¡Puedo hacerlo! ¡Puedo hacerlo!

Pero, pero, pero ¿Se supone que también debo caerme? ¿Debería ser tímida? ¿Sonrojarme será fácil? ¿Le haré esa pregunta incomoda?

¡Al diablo! Lo haré a mi manera. La rubia abrió la puerta.

Al entrar quise hacerlo con paso firme, pero el pie de la rubia me interrumpió, su maldito pie se atravesó en mi camino. Mi cara iba a besar este lujoso piso, si no fuera por mis manos.

¡Mierda! ¡Se supone que iba entrar con paso triunfal! No con una caída típica para reírse.

Cuando me case con el señor Grey haré que te despidan por pendeja.

Sentí las manos del dominante en mis brazos quise reírme, soy alguien que tiene muchas cosquillas. Así que me aparte disimuladamente de él sin mirarlo a la cara.

— Ay que tonta, lo siento. — Susurré. Decidí verlo a la cara.

Oh por todas las vidas que hay... Es hermoso.

¡Houston, tenemos problemas!

Noté una chispa en sus ojos y un foco se me prendió en la cabeza. Tenía que actuar rápido, porque tenía este amarre, hechizo o lo que sea, era algo malo.

—Señorita Kavanagh. Soy Christian Grey. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse? — Oh sí, quiero sentarme en sus piernas.

¡Control Renata!

Estreche firmemente su mano.

—La señorita Kavanagh no pudo venir, se encuentra delicada de salud. Espero que no le incomode que yo haya venido en su lugar. Soy Renata Rogers. —Trate de sonar profesional.

Oh vamos, has visto hombres hermosos. Que Grey no te consuma por completo.

Este tipo me quería tomar el pelo, lo presiento. Pero yo no soy Anastasia Steele, soy Renata. Y si vamos a jugar quien es el más sensual en esta oficina... Vas a ganar tú porque yo no tengo oficina para practicar..., y con este traje no me veo sensual.

—Lo siento, no fue mi intención entrar de esa forma. Suelo ser...— Busque un adjetivo decente. Se supone que estudie literatura y soy bien culta. —, torpe con estos zapatos. — Mire las horribles botas.

Diablos.

Miro a todos lados buscando una salida... ¡Espera estoy en el último piso!

¿Salto? No es mala opción, pero quiero sentir que pasa al hablar con el señor Grey... ¡Oh cierto! Las pinturas algo que Ana dijo fue ¿extravagante? ¿Extraordinario? Me quede mirando los cuadros un buen rato.

—Un artista de aquí. Trouton. — Explico.

¡Ahora Renata! ¡Ataca!

—Elevan lo cotidiano a lo extraordinario. — Sonreí tímida. O bueno, eso trate. Seguí mirando las pinturas, una de mis cualidades era fingir demasiado bien... Pero estas pinturas eran hermosas, tal vez para cuando este en mi tercer año de la universidad estudie artes y pintura.

Pero eso sería un problema, demasiado estrés.

Grey se sentó al otro lado, me senté tan elegante como pude. Yo soy de esas personas que tiene los codos en la mesa, camina con pijama los días que está en casa, la que anda con chanclas o descalza. Pero por tratar de atraparlo fingiré timidez y elegancia.

Saque las hojas de Kate y la maldita grabadora con un poco de nerviosismo. ¿En serio lo haría? ¿En qué me estaba metiendo? ¿Y si le digo que se todo sobre él y salgo corriendo? ¿Y si le digo que soy de esa clase de juegos?

Accidentalmente se me cae la grabadora y me quedo fría. Mirando el objeto en el suelo, con los ojos más abiertos que nunca.

Bueno a Ana se le cayeron dos veces, a mí solo una. Al tratar de recogerla se cayó de la mano de nuevo. Bueno ahora son dos, estamos en empate.

¡Mierda! Tres. ¿Qué me pasa?

¡Cuatro! ¡Ahora sí estoy con los nervios!

¡Cinco! ¡Mierda!

Agarro el aparato con fuerza y trato de sonreír, pero no me sale bien. Trago saliva y saco el lapicero que metí en mi bolso. ¡¿Qué me está pasando?! Suelo ser un poco tonta, pero esta vez cruce todos los límites que había.

—Lo... Lo siento. — Susurré. Las mejillas me ardían demasiado. — Es que estoy un poco nerviosa, lo siento. —Mordí mi labio inferior con delicadeza y baje la cabeza.

Si no me equivoco eso es lo que le gustaba...

—Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Rogers. — Parece querer burlarse. Pero con esa carita le perdono eso, nada más. Sacudí un poco mi cabeza borrando imágenes indecentes.

— ¿Puedo grabar sus respuestas? — Lo mire a los ojos.

¡Estúpida! Para algo ya sacaste la grabadora.

En serio que quiero darme contra la mesa.

Me sentí más caliente, debo estar como un tomate.

— ¿Me pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora? —Abro ligeramente la boca. Baje un poco la mirada, pero la volví a subir como si nada hubiera pasado.

Esta no te la perdono. Me siento dolida, ya no te quiero ver.

Es más, hasta mi perro es más lindo. Por qué sé que si se me cae la comida, el me agradecerá.

—No, no me importa. — Dijo tratando de arreglar su error.

¿Qué arreglaras? Ya me dejaste ver como idiota, bueno mi pregunta fue estúpida. Bueno ahora todo será totalmente profesional.

— ¿Le explico la señorita Kavanagh, para qué era la entrevista? — Dije calmada.

—Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregare los títulos de la ceremonia de graduación de este año. — Ya voy haciendo memoria del libro.

—Bueno señor Grey, no quiero que pierda mucho su tiempo conmigo. Iniciare las preguntas. — Tome la hoja y leí las preguntas de forma rápida. — Muchas veces, inician las preguntas más triviales, como el ¿A qué se debe el éxito? Todo éxito debe a la gran mente, que por supuesto es usted, y ¿qué empleado no se podría sentir cómodo con eso? ¿Alguna vez tuvo algún atacante dentro de su empresa? Sé que muchos deben adorar la forma en la usted se desempeña. — Levante la mirada para encontrarme con sus bellos ojos.

¿Me pase? Él se encontraba mirándome fijamente, estudiándome.

O tal vez, realmente lo había sorprendido, si fuera así... Punto a mi favor.

Pasan unos segundos y no dice nada.

Tal vez llame a la policía.

—Tiene razón señorita Rogers. — Sonrió, pero era una sonrisa fingida. — Evito tener problemas, y eso es debido a que lo controlo todo. — Su expresión facial cambio totalmente, otra vez, estudiándome.

—Ah...— Me quede en blanco. — ¿Pero no tiene que presentarle algo a los directivos?

—Es mi empresa, no tengo el porqué. — Sonrió forzadamente.

—Realmente le gusta el control de las cosas, interesante. — Ladee la cabeza y mire mi hoja de preguntas triviales.

—Me gusta el control de las cosas, señorita. — Alcé la cabeza y lo miré directamente a los ojos.

—Por supuesto, a solo lo que es suyo. — Me regalo una sonrisa genuina. — ¿Y tiene algún interés aparte de su trabajo? — Como no sé, am... ¿Fustas? ¿Cadenas que cuelgan del techo? ¿Varas? ¿Látigos? ¿Correas? ¡¿Eh?!

—Me interesan cosas muy diversas, señorita Rogers. Muy diversas. — Jamás me atara a nada. Téngalo por seguro.

—Bueno, entonces debe hacer algo para relajarse. No me negara que estar sentado tras la computadora es agotador, debe haber algo. — Prueba de sinceridad.

—Navegar, volar y algunas actividades físicas. — Asentí.

— ¿Qué tipo de actividades físicas? — Sonreí con inocencia.

—Correr. — Alzó la ceja. Oh, oh. Tal vez sospeche.

¡Cambiemos de tema!

—Invierte en fabricación. ¿Por qué, específicamente? — Coloque el lapicero entre mis labios.

—Me gusta construir. Me gusta saber cómo funcionan las cosas, cuál es su mecanismo, cómo se montan y desmontan. Y me encantan los barcos, ¿qué puedo decirle? — Asenti y solo anote una palabra. Invertir.

—Parece que es una buena persona, señor Grey. — Él sonrió como si le hubiera contado un buen chiste.

—Para algunos no parece eso. — Encogió los hombros ligeramente.

Tome la grabadora y cruce las piernas. Puse la grabadora sobre su mesa.

— ¿Por qué dirían algo así? — Dije un poco molesta. —Tal vez solo ven lo superficial, y no logran apreciar lo que es. — Explique apresuradamente.

Rayos, se me salió lo que yo pienso de él.

—Ellos me conocen, es por eso señorita Rogers. —Sonríe irónicamente. La pregunta de Kate es una redundancia, así que paso a la siguiente pregunta.

—También invierte en tecnología agrícola. ¿Por qué le interesa tanto este ámbito? — Le observe atenta.

Ya sé que me vas a responder.

—El dinero no se come, señorita Rogers, y hay miles de personas con hambre en el mundo. —Me observa fijamente con cara de póker.

¿Qué?

—Y así se atreven a decir que no es una persona de buen corazón. — Sonrió de forma dulce.

Yo conozco tu pasado, no intentes ocultarme nada.

—Es un buen negocio. — Dice con aburrimiento. Oculto una sonrisa y leo la siguiente pregunta.

—Supongo que tiene una filosofía señor Grey, ¿en qué consiste?

—No es un filosofía como tal, pero me guio de Carnegie: "Un hombre que consigue adueñarse de su mente, puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que este legalmente autorizado". Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control... de mí mismo y de los que me rodean. — Antes de terminar mi universidad tuve que leer a ese autor.

—Con ese pensamiento, puedo asegurar que le gusta poseer cosas.

—No. Quiero merecer poseerlas. — Asiento.

—Tiene sentido, todo se logra a base del esfuerzo, algo que usted conoce bien. — Miro la hoja. — ¿Ha tenido que sacrificar el tiempo familiar?

—Tengo una familia, pero no me interesa seguir hablando de ella.

¡Uy, no! El interesante.

Leo las preguntas siguientes y me detengo en una en particular.

— ¿Es usted gay, señor Grey? — Me cubro la boca rápidamente. Fingiendo no querer haberlo soltado.

—No, Renata, no soy gay. — Encarna las cejas.

Mi mejor actuación.

Bajo mi cabeza y me sonrojo adrede. Uno de mis rizos cae y se empieza a balancear.

—Ay... Yo...—Trago saliva y paso el rizo detrás de mi oreja. —Es que... No he escrito esto. Lamento haberlo dicho de esa forma, señor. — Susurro.

— ¿No son estas tus preguntas?

—No, son de la señorita Kavanagh. — Lo vuelvo a mirar y asiente. — Le soy sincera, hasta hoy a las 5 de la mañana no sabía nada de usted, pero Katherine me dijo que se encontraba fatal. — Me observa fijamente frotándose la barbilla. — Así que investigue sobre usted, lo que encontraba en internet y lo que mi compañera me decía.

—Entiendo. — Solté un pequeño suspiro. — ¿Qué encontraste en internet? ¿Algunas cosas corroboraron sus dudas?

— Pues la verdad, más del 70 % era basura mediática. Y ni siquiera le toma la importancia. — Tomé la grabadora y la apague.

Mi madre me decía que me veía muy sumisa a simple vista.

Con Grey, creo que fracase.

Sonreí ante el recuerdo de mi madre.

Cuando iba a preguntarle si le importara que cerráramos todo, alguien toco la puerta. Una de las rubias entro.

—Señor Grey, perdón que lo interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos minutos.

—No hemos terminado, cancela todo lo que tengo durante una hora. —Me observa como si estuviera estudiándome.

Bajo la mirada rápidamente.

¿Qué ha pasado?

Escucho la puerta cerrándose y levanto la mirada para apagar la grabadora rápidamente.

— ¿Dónde nos quedamos, señorita Rogers?

—Señor, Grey— Susurré. — En serio, que no deseo incomodarlo, debe haber cosas más importantes que seguro deber atender. —Suspiro disimuladamente.

—Quiero saber de usted. Creo que es lo justo. — Se recuesta sobre su silla y sonríe. No puedo evitar derretirme.

¡Pero debo tener algo de pudor! ¡Vamos Renata!

—No hay mucho que saber, señor. Además, las preguntas se suponen que eran para usted. — Remoje un poco mis labios.

— ¿Qué carrera está cursando?

—Fil...Literatura, literatura inglesa. — Sonrió. Mierda, sé supone que debo ser más precavida.

— ¿Tiene algo planeado después de terminar su universidad?

—Sí, deseo encontrar un excelente trabajo. Quiero sacar la maestría y doctorado, no quiero dejar solo con una carrera. — Encojo los hombros ligeramente.

—Aquí hay un excelente programa de prácticas.

—Oh, gracias por la oferta. Pero dudo poder encajar en este lugar.

— ¿Por qué?

—Es una gran empresa y creo que debo empezar con algo pequeño, además no quiero comprometerlo. — Juego con mis manos.

— ¿Le gustaría que le enseñe el edificio?

—Oh, señor Grey, no se moleste por favor. Además llegar a Vancouver puede ser un problema a esta hora, mejor dicho con el tiempo que se está manejando ahora. —Señalo la calle, sé que hay una fuerte lluvia ahora.

—Vuelva con cuidado. — Suena severo. — ¿Me ha preguntado todo lo que debía?

—Sí, muchas gracias por todo señor Grey. —Tal vez no me busque, no puede ser Anastasia. De alguna forma logró sonreír, como si fuera la despedida. — Realmente, que ha sido un gusto conocerlo.

—Ha sido un placer. — Estrecho su mano.

Mire nuestras manos sentí que se acabó todo.

No puedo seguir aquí... Debo buscar ayuda y salir de este mundo, de este libro, fantasía o no sé. Separo nuestras manos y sonrió.

Él abre la puerta de su oficina.

—Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie. — Bromea.

¿Qué, piensas que me voy a caer?

—Oh, sí que lo haré seño...—Antes de terminar mi frase vuelvo a tropezar, pero esta vez no caigo al suelo.

El señor Grey me sostiene entre sus fuertes brazos.

Nuestras miradas se cruzan, observo ese gris y siento que estoy en una nube estrato. El parece estar estudiándome, como si estuviera guardando cada milímetro de mi rostro. Su ojos viajan a mis labios, yo evito hacer lo mismo porque sé que rechazara mi beso y no quiero que mi dignidad este por los suelo.

—Lo siento de nuevo, señor Grey. — Susurro.

Él asiente y ayuda ponerme de nuevo de pie. Caminamos hasta donde estas las dos rubias y antes de poder abrir la boca se me adelantan.

— ¿Ha traído abrigo?

—Solo una chaqueta. — Se la quita a la rubia y ayuda colocarme. Jamás pensé en estar entre los brazos de este hombre.

Nos dirigimos al ascensor y presiona el botón. Me mantengo relajada, pero me siento totalmente triste. Puede que al salir de este ascensor aparezca Anastasia con la policía, diciendo que le robe a su hombre.

—Señor Grey, deseo que me responda con sinceridad. — Miraba el piso bien bonito. — ¿Lo que traigo puesto es horrible? — Lo mire y él se quedó pasmado.

Creo que ha quedado en shock.

—Señorita...

—La verdad, por favor.

—Pues, no quiero sonar grosero, pero sí. — Me empecé a reír.

Mi mamá me decía no debía regalar mis risas así por así, pero este hombre se lo gano.

—Yo también lo creo.

Las puertas se abren y entro firmemente, sin tropezar. Giro y miro al señor Grey del otro lado.

—Renata. — Se despide.

—Christian. — Sonrió. Las puertas de los ascensores se cierran y me dejan en el silencio de todo.

¡Conocí a Christian! ¡Oh sí! Bueno, duro mucho mi felicidad. Ahora debo buscar a alguien que no crea que esté loca. Con el dolor de mi corazón saldré de este libro... Aunque puedo quedarme un ratito más.

Al salir del lugar camine lentamente hacia el auto. Deje que la lluvia me mojara por completo, solo protegía la cartera. Solté mi cabello y lo sacudí.

Al entrar al auto, tire la cartera en la parte trasera del este. Encendí el auto y conduje por el mismo lugar por donde vine.

— ¡Deseo que aparezca quien concedió esto! — El grito quedo en atrapado en el auto. — ¡Quiero respuestas! ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda!

Nada... ¡Maldición! ¿Qué hago?

— ¡Vamos! ¡Necesito ayuda! ¡Sé que esta bueno el hombre! ¡Pero necesito saber si esta será mi nueva vida!

Nada.

Rayos.

***

Al llegar a casa, me demore mucho en abrir la puerta. No sabía que llave era la correcta.

— ¿Cómo te fue? Creí que volverías antes. — Pregunto la rubia.

Ignorando el hecho que casi me pierdo cinco veces, que esta no es mi vida, que haya visto a Mrs. Grey o que no sé cómo regresar a mi vida...

—La verdad es que estuvo excelente. — Sonreí. — ¿Hoy debía ir a trabajar? — Ella asintió. — Estoy súper cansada, manejar tanto me canso... ¿Puedes decirles que enferme? Diles que tu gripe se hizo viral. — Sonreí de forma inocente.

—Uhm. Está bien, ve a descansar. — Encogió los hombros. Saque la grabadora y la hoja de la cartera y se lo entregue. — ¡Gracias!

—De nada. — Sonreí. — Iré a descansar. Si quedo en coma, me dejas ahí. — Reí.

Ahora, ¿cuál es mi cuarto? Lo dejare en obra del destino y haré de tin marin. Mire varias habitaciones y entre a la que estaba casi al fondo. Mire el cuarto y sonreí.

¡Es este! Sí que tengo suerte. Había libros bien ordenados.

Sé que no soy una persona buena, pero en serio, en serio, necesito ayuda. ¿Quién me podría ayudar?

Cerré mis ojos y solté un gran suspiro.

¿Qué hago en este libro? ¿Se supone que me vuelva una persona sumisa, humilde o algo así? No cambiare, a mis 18 años nada lograra hacerme cambiar. Moriré orgullosa y sola, bueno, espero que eso ultimo no.

¿Qué debo hacer? Hoy cumplo 18 años, y me pasa esto... Prefiero estar en el Infierno de Gabriel. Daría lo que sea por el profesor Emerson...

Tal vez si duerma, todo regrese a ser lo que era antes.

***

Salte de la cama con el corazón sobresaltado y mire a todos lados.

—No es un sueño. — Suspiro. — ¿Qué está pasando? — Me puse de pie.

— ¿No te gusta tu deseo? — La voz masculina de alguien me hizo girar. Se encontraba en la puerta, los brazos sobre el pecho y sus ojos brillaban. Ese color azul me hacía recordar...

— ¿Quién eres? — Me puse en posición de combate.

—Cuando tenías 6 años eras más tierna y amigable, ¿qué te ha pasado Renata? — No lograba ver su rostro. Todo estaba oscuro, no puedo creer que haya dormido demasiado.

— ¿Quién eres? ¿Qué sabes sobre todo esto? — Espete.

—Mi nombre lo debes recordar tú, pero supongo que debo comentarte que está pasando. —Encendió la luz y logre apreciar su rostro. El rostro fino, labios delgados y rojizos, ojos grandes y de un azul hermoso.

— ¿Dónde nos conocimos?

—Cuando tenías 6 años pediste un deseo, solo cumplí lo que pediste. Déjame recitar lo que me habías dicho esa noche. "Quiero pedir algo que disfrute por buen tiempo, pero que sea algo que... ¡Ya sé! Cuando cumpla 18 años quiero estar en todos los libros que he leído. Sí, eso." — Pestañe varias veces. — Hoy cumpliste 18 años, Renata.

— ¿Qué? No creo haber sido tan estúpida para desear eso.

—Sí lo hiciste. —Dijo serio.

— ¿Ah?

—Algo salió mal con el deseo y tienes que cumplir ciertas normas. — Fruncí el ceño. — Obviamente tú eres muy diferentes a las protagonistas de tus libros, solo debes lograr enamorar a los chicos y pasaras al siguiente libro.

—Ya no quiero ese deseo, quiero que lo deshagas o no sé. Pero no puedo...

— Lo siento, pero no puedo hacer eso. —Wow, este era hombre seriedad.

— ¿Porque? — Susurre con cólera.

—Cuando eras niña tenías un corazón más puro, una actitud más inocente. Ahora tienes cosas malas en tu mente, no eres la de antes. No eres digna para que pidas un deseo, ahora.

—Pero, pero... Son 12 años...

—A esa niña ya se le concedió su deseo. — Sentencio.

—Quiero mi antigua vida. — Exigí con tono de súplica.

—Entonces tendrás que pasar por todos los libros que has leído. — Sonrió. —Yo que tú me apuro en enamorar al señor Grey. — Soltó una risa amarga.

— ¿Enamorarlo?

—Sí, debes hacerlo para pasar al siguiente libro y así sucesivamente. — He leído más de 100 libros. — Solo enamóralos, ¿qué tan difícil es?

—Cuando termine con todos los libros... ¿Regresaré a ser yo? — Asintió. Cerró los ojos y logré apreciar sus largas pestañas.

—Conservaras tu rostro, nombre y cuerpo. Pero no tu edad, ni tus carreras, ni padres, ¿entiendes? — Asentí.

— ¿Qué pasa en mi mundo? — Abrió sus ojos y aquel brillo volvió.

—El tiempo ahí va lento, pero muy lento. — Entrecerré mis ojos. — Eso es todo, debo irme. Buena suerte, Renata.

— Espera, espera, espera, por favor. — Me acerque dos pasos a él. — ¿Cómo hago para que vuelvas? ¿Tienes un número de teléfono o algo así?

—No creo que sea necesario vernos de nuevo, Renata. — Elevo una ceja.

—Por favor, tú eres el único que sabe que me está pasando. Necesitare a alguien a mi lado, quédate por un tiempo conmigo. — Susurré. — Por favor, ayúdame.

—Escucha, no puedo hacer nada.

—Solo quédate conmigo, no quiero enloquecer. — Suplique. — Por favor, en serio, siento que enloqueceré con todo esto.

—Está bien, te ayudaré. Vendré todas las noches a las 10. — Puso los ojos en blanco. — Debo irme.

—Adiós. — En un abrir y cerrar de ojos había desaparecido. Solo quedo una pequeña forma de humo azul.

Entonces, no estoy tan loca como supuse... Todo esto es un deseo que pedí hace años, un deseo del cual no me acuerdo.

Me siento una estúpida.

¿Enamorar a Grey? ¿Cómo? O sea, sé que se enamora de Ana en el primer libro, pero ¿en qué parte? No leí su perspectiva. ¿Y si le pido a ojos bonitos que me de ese libro? ¿Lo haría?

Para que la relación avance, Ana le pidió más a Grey. Le pidió flores y chocolates, yo odio las flores, pero amo el chocolate. Pero debo hacerme la difícil, no pienso darle mi virginidad a cualquiera. O sea que mierda con eso.

Jugar al gato y al ratón.

¡Qué empiece el juego! Oh, señor Grey, prepárese para ver mis encantos.

Una latina deja todo en la cancha.

***

Me encontraba leyendo todos los libros que había en el cuarto de Ana, me acordé que ella tenía exámenes. Pero no sabía que libros tenía que leer, no sabía que estudiar.

— ¡No puedo con esto!

Si bien iba a la universidad, me encontraba demasiado perdida. Sin contar que había hombres que se me insinuaban. Más de una vez, en serio, casi les rompo la cara. No soportaba que miraran de esa forma, que me abrazaran sin mi maldito consentimiento. Todos se preguntaban si tenía un mal día, si había pasado algo. Porque cuando me abrazaban o se acercaban demasiado, los mandaba a volar.

¿Y el señor Grey?

Él es millonario, por eso lo perdono... Bueno, solo me sostuvo para no caerme.

Salí del cuarto y vi a Kate escribiendo algo.

—Kate...— Susurré. — Quiero jugar a algo...

—Estoy ocupada Renata, tal vez luego. — Dijo mirando su pantalla.

— ¡Oh vamos! Te ayude con el señor Grey, solo 10 minutos.

— ¿Me lo echaras en cara? — Me observo con el ceño fruncido.

—Si me ayudas, lograré que pose para unas fotos.

— ¡¿Qué?! — Chillo. — ¿Cómo harás eso? ¿Algo que no me has contado?

—Tú decides. — Susurré. — Te espero en mi cuarto.

Fui saltando a mi cuarto. Me encerré ahí e hice un baile festivo.

Confió en usted señor Grey.

Me había aprendido dos libros, en siete horas. Debí estudiar algo más, voy perdiendo el conocimiento sobre la literatura. Solo sé analogías, algo así como: Shakespeare es a Romeo y Julieta como García Lorca es Poeta en New York.

¿Eso está bien?

—Renata, me dirás ahora mismo que paso en esa oficina. — Dijo entrando a mi habitación.

—No quiero, pero sé que quieres una foto de él. — Sonreí inocentemente. — Ya luego te diré todo, solo juega conmigo.

Eso sonó mal.

— ¿Qué te está pasando Renata? Desde el día de la entrevista has actuado muy raro. — Su ceño se encontraba fruncido. — Antes eras callada, amigable con todos, no los mandabas a rodar. Ahora no permites que te digan algo...

—Estaba hartada de ser ese tipo de persona, odio los abrazos sin mi consentimiento, odio que me traten como una niña, no me gusta que exijan más de lo que puedo dar. ¿Entiendes?

— ¡Renata!

— ¡No me grites! ¡No eres mi madre! — Rugí.

—Está bien. Tal vez necesitas un momento. — Salió de mi habitación sin agregar nada más.

¿Qué quiere? Le ofrezco fotos de Christian Grey y viene a recriminarme sobre mi actitud. Yo puedo ser perra mañana y ella no me lo puede recriminar, puedo ser terrorista y a ella que más le da. Puedo criar un gato, y a ella no le debería importar.

Espera. Eres alérgica a los gatos.

¡Pero que más le da!

Está bien. Estudiare todo estos libros y aprobaré todas las malditas materias, así sea lo último que haga.

Le eche cerrojo a la puerta y retuve las ganas de llamar a Kate para que me perdone por gritarle. Solo por eso.

Pero soy demasiado orgullosa, como para hacerlo ahora.

—Eres muy orgullosa, Renata. — Le rompería la cara.

— Ya lo sé.

—En esta lista están los libros que debes estudiar y los puntos más resaltantes. — Me di vuelta y se encontraba sentado en mi cama.

—No son las diez.

—Pero necesitabas mi ayuda, ¿cierto?

—Gracias por la información. — Susurré.

—Ella también es tu amiga...

— Solo la conozco un día, un maldito día. — Susurré furiosa. — Yo no estudio literatura inglesa, yo estudio filosofía e ingeniería.

—Ahora puedes aprender literatura inglesa. — Sonrió.

—Pero...— El chico se volvió a convertir en humo azul. — Genial, me dejaste con la palabra en la boca.

***

No mentiré.

Me fue bien... ¡Me fue genial! Obtuve las mejores calificaciones que había en la universidad. También arregle las cosas con Kate, le dije que tenía unos cólicos muy fuertes esos días. Nos abrazamos y todo eso.

Era un maldito viernes. Kate dijo que José vendría, así que trate de no arreglarme mucho. Trate de parecer pordiosera, alegando que me encontraba empacando y limpiando.

La noche no fue gran cosa, no es algo que quiera conmemorar para toda la vida. Es algo así como que una noche más. Tuve que acostarme temprano, no quería llegar tarde al trabajo al día siguiente. Tampoco quería embriagarme, porque quizás de mi boca escapen ciertas cosas que no deben. Cuando desperté hoy había una nota que decía.

"No te embriagues, ni dejes que lo hagan."

Obviamente no le haré caso, me encanta dar la contra.

Me encontraba en mi trabajo, me estaba aburriendo... A un punto que iba a decir en voz alta.

¡Renuncio desgraciados!

Pero no tenía más trabajos. Además, qué más da. En uno de estos días iba a aparecer el señor Grey, o bueno, eso espero. Me puse los audífonos y empecé a cantar. Iba tan relajada hasta que la señora de la tienda me mando hacer una mierda con el catalogo.

¡Ni siquiera me pagan!

Puse la canción Mi cama de Karol G.

Lo bueno de esto es que tenía mi celular y mis adoradas canciones.

La empecé a cantar en voz baja, pero había algo en mi pecho que la quería cantar con más ganas, con más sentimiento. Así que me movía un poco. Al poco rato me sentí incomoda, pero muy incómoda.

¡Qué más da si me miran! Sé que canto fabuloso.

Alcé la mirada un momento y me encontré con los de Christian Grey. Volví a bajar la mirada, para seguir haciendo lo que hacía.

Christian delante de mí... ¡Espera! ¿Qué?

Alce la mirada para ver esas nubes estratos, digo ese gris hermoso e intenso. Me agarra cuando estoy cantando su canción.

¡Diablos! Lo bueno es que no me verá bailando.

—Señorita Rogers, qué agradable sorpresa. — Me sigue mirando.

—Señor Grey...— Musito. Inhalo fuerte. — ¿Qué lo trae por aquí? ¿Desea algo... para llevar?

Si me dice "Sí, a ti". Yo misma me envuelto y sin costo. Se ve tan bien con esos vaqueros, aunque los hombres de traje son más sexys. Y a él le queda muy, pero muy bien el traje.

—Solo pasaba por aquí, necesitaba un par de cosas. Es un placer volver a verla, señorita Rogers. — Sonríe.

—Solo dígame Renata, señor Grey. — Sonreí. — ¿Lo ayudo con lo que busca?

—Sí, solo unas cosas. Quiero bridas para cables. — Murmura divertido.

¡No las usará conmigo!

—Pasillo ocho con los artículos de electricidad. — Salgo del mostrador y lo guio caminando un poco sensual. Me acuerdo cuando mi tía me dijo que al chico le gusta que camine sexy, pero natural. Costo mucho, pero lo he logrado.

Lo que no he logrado es mantener la calma en mi estómago cuando él está cerca. ¡Y solo nos hemos visto dos veces!

— ¿Qué hace por aquí, señor Grey?

—He ido al departamento de agricultura de la universidad, que está en Vancouver...

—Financiando la investigación sobre rotación de cultivos y ciencia del suelo. — Susurro distraída.

—Sí, ¿acaso lo sabía?

—No sabía que usted lo estaba haciendo...— Susurre y me tuve en el estante. — Estas son las medidas que tenemos. — Coge una caja y sonríe.

— ¿En qué más puedo ayudarle, señor?— Sonrió tiernamente.

—Cinta adhesiva.

¡No las usará conmigo!

— ¿Esta decorando su casa o algo así? — Me rio en voz baja.

—No, no las estoy decorando. — Contesta rápidamente.

Doy media vuelta evitando reírme. — Por aquí. — Lo guio hacia la zona de decoración.

— ¿Hace cuánto trabaja aquí? — Pregunta en voz baja.

—Ni yo lo sé. — Susurro distraída.

— ¿Qué?

— Unos años. — Me sonrojo.

¡Eso estuvo cerca!

Me agacho para tomar las cintas y entregársela.

—Me llevaré esta. — Golpea suavemente el rollo de cinta que le tiendo. Nuestros dedos rozan por segundos.

Mis dedos están fríos, hasta creo que un muerto está más cálido que yo. Me trago la saliva y con la voz un poco chillona le digo:

— ¿Algo más?

—Un poco de cuerda.

¡Jamás me tendrá atada! Siempre he logrado escapar cuando me amarraban.

—Por aquí. — Doy media vuelta y salgo rápidamente de ahí.

— ¿Qué tipo de cuerda busca? Tenemos de fibra sintética, natural, de cáñamo, de cable y...— Sus ojos se vuelven oscuros.

¡Sé lo que piensas! No lo haré, no puedo hacerlo.

—Cinco metros de fibra natural, por favor. — Mi madre me enseño como medir cinco metros.

¡Gracias! Extraño a mi madre, ella debe estar con papá ahora.

Les extraño demasiado, y tan solo han pasado unos días.

—Señorita Rogers, ¿está bien? — Me llama.

—Sí, solo me acordaba de mi madre. — Sonrió, o eso trato.

— La debe extrañar mucho.

—Sí, cuando era pequeña me decía que debía hacer cuando saliera a la calle. Cuando me puse rebelde me reprendía, pero luego me abrazaba y me decía que tenía que calmarme. — Susurro. — Siempre trataba de comprenderme. — Digo una sonrisa.

— ¿Y su padre?

—Maravilloso hombre. Nunca dejaba que mamá me lanzara algo, siempre decía que sí a mis pedidos. Pero también me ponía límites, no podía quebrantarlos. —Él escuchaba atento y parecía agradarle que le contará todo eso. — Lo siento. Debe estar apurado y yo lo distraigo con cosas de mi vida.

Corto la cuerda y le hago un nudo.

— ¿Por qué piensas que estoy apurado?

—Solo lo estoy suponiendo. — Digo rápidamente. — Es que usted es una gran persona, dirige esto, lo otro. No lo sé. — Encojo los hombros.

—Tranquila Renata, yo también tengo tiempo libre. — Sonríe.

—Sí. — Le regalo una sonrisa sincera. — ¿Algo más señor?

— ¿Me estas corriendo?

—No. La verdad, es que encuentro agradable su presencia. — Digo sinceramente.

—Entonces comprare un par de cosas más.

¡Madre mía! ¿Está coqueteándome? ¿O solo soy yo?

— ¿Qué me recomiendas?

—Si es de bricolaje, la verdad es que siempre reprobaba en artes. Hasta química era más fácil. — Susurro. — Qué opina de pintar las paredes, el color crema es una buen color, o tal vez el azul. — Digo rápidamente. Él me observa divertido.

— ¿Pintura?

— O tal vez no, se puede manchar la ropa y no queremos eso. — Susurro avergonzada.

—La ropa me la puedo quitar. — Me doy vuelta y cubro mi cara.

—Buen punto. — Respondí.

¿Qué?

¡Respira! Inhalo y exhalo una vez. Está bien. Me giro y lo encuentro con una gran sonrisa.

— ¿Está bien?

—Sí, solo que la respuesta fue muy sincera. —Suelta una carcajada, me cubro la boca para evitar reírme con ganas. — ¿Cómo va el articulo?

—Disculpe pero si no llevará nada más, acompáñeme a la caja. Si me ven conversando podrían pensar que estoy haciendo amigos.

—Por supuesto. — Asiente.

—Bueno, la que lo está escribiendo es Kate. Está muy apenada por no haber podido ir a la entrevista. — Susurro. Cuando llegamos al mostrador dejamos todas las cosas sobre la mesa. — Solo le preocupa que no tenga una foto de usted. — Paso las cosas lentamente por la caja.

— ¿Qué tipo fotos desea?

—Ya sabe, una de esas publicitarias donde sale con traje. — Él asiente.

—Estaré por aquí mañana, quizá...

— ¿Lo haría? ¿En serio? — Sonrió. — ¿Una sesión de fotos?

—Sí. — Asiente. Saca una tarjeta de su bolsillo y me la entrega. — Ahí está mi número de móvil. Tendría que llamarme antes de la diez de la mañana.

—Muchas gracias, señor Grey. — Sonrió.

— ¡Renata!

Paul aparece al otro lado de pasillo. ¡Estúpida! ¿No ves que estoy con el señor de mi vida?

— Solo deme dos minutos, señor Grey. — Susurro.

Me acerco a Paul y trato de no mandarlo a rodar. Trata de abrazarme, pero lo esquivo sin querer, o eso debe pensar él. Le dio un leve puñetazo en el hombro.

— ¡Renata! ¡Me alegro de verte! — Sonríe. Yo no.

—Hola... ¿Cómo has estado? ¿Te gusto tu viaje?

—Sí, Renata. Estoy muy bien. Te ves totalmente hermosa, en serio.

—Gracias. Oye, estoy atendiendo a alguien.

—Oh, está bien.

—Te veo luego. — Me dirijo al señor Grey. —Perdón, es el hermano de mi jefe. — Susurro. — ¿Algo más?

—No. —Responde entre dientes.

— ¿Está bien?

— ¿Qué?

—Es que parece molesto, ¿hice algo malo?

—No. — Responde tajante. Pongo los ojos en blanco.

—Serian cuarenta y tres dólares. — Dijo serena. Si me mandas a la mierda. Yo te mando a la verga. Así de fácil amigo.

—Está bien. — No lo miro.

— ¿Quiere una bolsa? — Cojo la tarjeta de crédito.

—Por favor, Renata. —Asiento y pongo las cosas en la bolsa rápidamente. — ¿Renata?

— ¿Qué?

— ¿Está bien?

—Sí. —Respondo tajante. Lo miro a los ojos y le entrego su tarjeta. —Gracias por la compra.

—Bien, gracias a usted. Espero su llamada. — Coge las bolsas.

—Gracias, señor Grey.

—Me alegra que haya sido usted la que me entrevistara, señorita Rogers. — Sonríe. Y se va.

¿Quién te entiende? Pero no lo negaré, esa declaración... ¡Uf! Me ha gustado.

***

— ¡Gracias! — Sonríe.

—De nada, Kate.

—Pero, ¿cómo lo conseguiste? —Frunce el ceño.

—Paso por la tienda, ya sabes, pura casualidad. — Susurro desinteresada.

— ¡Madre mía! ¡No te creo!

—He llamado a José para que tome las fotos, espero no te importe.

—Para nada. El fotógrafo de la revista no está aquí, así que resolviste el problema.

—Solo falta llamar a Christian.

—Hazlo ya. —Dijo con felicidad.

—No. Hazlo tú. —Le entregue la tarjeta.

—No.

— Sí.

—Renata, por favor. — Suplico.

—Está bien. — Dije a regañentes. — Dame un minuto. — Saque el celular y marque el número.

Espero unos segundos y me quedo sin aliento.

— ¿Señor Grey? — Mi voz salió como un ronroneo. Kate se me queda mirando con los ojos abiertos, yo me cubro la boca. Kate se cubre la suya evitando reír.

— ¿Renata?

—Sí. — Susurro. — Señor, no quiero ser muy entrometida, solo quería sabe si puede mañana...

—Tranquila. — Lo estoy. — Estoy en Heathman de Portland, ¿qué le parece a las nueve y media?

—Muy bien, lo espero mañana ahí...— Susurro.

—Lo estoy deseando, señorita Rogers. — Me cuelga y me quedo mirando a Kate.

—Me ha colgado. — Digo indignada.

— ¿Qué te ha dicho?

—Mañana en Heathman a las nueve y media. — Sonríe.

— ¡No puedo esperar!

—Yo tampoco. — Murmuré.

Pedimos comida china a domicilio, vimos una película. La verdad es que es demasiada romántica para mi gusto, y demasiada dramática. Kate me decía constantemente que estaba nerviosa, que era mañana, que no podía dormir. Me llego hasta los ovarios y le dije que vaya a dormir, que no es la gran cosa. Le di palabras de apoyo y se fue calmada.

Ahora el problema era yo.

¿Está pasando realmente? ¿Y si nunca llego a casa? Lo más importante a todo esto, es que debo protegerme, no debo involucrar mis sentimientos. No señor.

— ¿No puedes dormir?

—Pues no.

— ¿Es por él?

—Pues sí.

Él soltó una risita. Yo estaba preocupada.

— ¿Cómo se supone que voy a pasar este reto? — Puse la almohada en mi cara.

—Pues no lo sé, además recuerda que tienes más libros por delante. — Su voz era profesionalmente irritante.

—Bueno, uno a la vez por favor. Yo creí que sería fácil cuando era una adolescente, pero acá son otras reglas. — Solté un suspiro.

—Deberás aprender a jugar con los sentimientos de las personas.

—No quiero. Hacer eso, es horrible.

— ¿Qué otra opción tienes?

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