¿Qué estoy haciendo?
Desperté temprano gracias Kate, en serio, que esta mujer me saca de las casillas. Ella estaba lista, yo ni me cambiaba el pijama. Decidí ponerme modo elegante a mi manera, unos jeans negros, una blusa blanca y zapatos bajos. Algo que agradecía, era que mi mejor amiga Lilith, me despertaba a las 5 am para hacer ejercicio. Salimos, todo tranquilo hasta que Kate empezó a decir que deberíamos seguir sus órdenes y bla, bla, bla.
Renata haz esto. Renata consigue agua. Renata llama al señor Grey. Renata deberías ponerte maquillaje.
Justo ahora estoy en el baño limpiándome la cara, no pienso usar ni una gota de maquillaje. Esas cosas están hechas del derivado del petróleo, no pienso malograr mi piel.
Saco mi celular y observo la hora. Son las nueve y cuarenta, creo que el señor ya debe estar ahí. Salgo del baño y camino lentamente hacia el lugar.
Respiro calmadamente y entro. Kate está hablando con el señor Grey, ella parece que está feliz.
— ¡Renata! — José me llama. Voy hacia él sin ningún gesto en el rostro.
— ¿Qué pasa?
—Kate estuvo como loca buscándote. — Una gran sonrisa aparece en mi rostro. — Te asesinará.
—Le he conseguido una sesión fotográfica con el señor Christian Grey, no puede reclamar nada. — Encogí los hombros. — Vamos, te lo voy a presentar. — Doy media vuelta y me encuentro con la mirada furiosa de Kate.
Voy caminando tranquila hacia ellos.
—Buenos días, señor Grey. — Él se gira y sonríe.
—Buen día señorita Rogers. —José está a mi lado.
—Le presento a mi amigo y fotógrafo, José Rodríguez. — Poso mi mano en el hombro de José.
—Señor Grey.
—Señor Rodríguez.
Este momento lo sentí demasiado tenso, y como era digno de mí, me puse nerviosa. Estornude como gato y todos me miraron, más bien que soy rápida y me cubrí.
—Ay, lo siento. — Susurré.
—Bueno empecemos. —Dijo Kate con una sonrisa.
¿Y la salud?
Estaba parada observando a mis sombras, bueno, él dice que tiene 50 sombras, así que serían el plural. ¿No?
Esto era un deleite total para mí, observarlo sin que me gritaran o estuviera mal. Francamente, quisiera conocer solo el lado bueno de él. No quisiera que solo me quiera para que divierta su cuerpo, bueno, el mío también sería complacido, pero él me busca para algo dentro de la cama.
No sé si pueda hacerlo.
—Kate. —Murmure cansada. Llevaba parada como media hora.
—Dime. — Dijo distraída.
—Me iré ahora, debo hacer unas cosas. — La verdad es que estoy con los ánimos caídos y con dolor en los pies.
— ¿Qué? — Se giró a verme. — No puedes hacerlo. —Me advirtió. — Te lo prohíbo.
Casi se me sale una gran risa.
—No eres mi madre, ahora mira como me voy. — Camine hacia la puerta y salí de ese lugar.
No puedo quedarme aquí ahora, debo relajarme y pensar que pasa si él solo me usa. ¿Si me enamoro de él? No me imagino estar llorando por Grey en otro libro... Cierto, ¿cuál será el siguiente libro?
Leí 50 Sombras de Grey, luego Maravilloso Desastre.
¡Conoceré a Travis Madoxx! No sé si sentirme bien, o mal. No quisiera dejar ningún mundo.
Ya, bueno, regresando a esta realidad (si es que se puede llamar así). Hay muchas opciones, muchos caminos que puede tomar este libro. Podría irme a otro lugar, alejarme de él y sé que se olvidara de mí. Encontrará un buen reemplazo, eso no lo dudo. Una castaña, de ojos azules, y sobretodo, sumisa.
Yo solo les obedezco a mis padres, no sigo órdenes de otra persona. Si Kate vuelve a ordenarme algo, me largo a otro sitio. Me vale una mierda si tengo que dormir en la calle.
Al llegar a la puerta del hotel, sentí una necesidad de volver al lugar donde estaba él.
Pero no podía, no puedo, no puedo.
Quiero hacerlo, mis sentidos aclaman por su atención. Debo controlar mis impulsos y sobretodo mis latidos. Cuando él está cerca parece que todo es poco, y eso es malo. Lo admito, jamás he conocido a alguien con los ojos grises, ni azules.
Debo pensar en sus defectos, en sus no atributos.
Jugar con los sentimientos.
No quiero hacer eso, ¿dónde queda mi moral? ¿En dónde?
Desearía alguna vez que todo esto se calmara o es más, despertar de una vez.
Si salgo lastimada de todo esto, levantarme y sonreírle a alguien más será difícil. Las cosas no son fáciles, no es como a ya bueno, lo disfruto y ya. Esto implica hacer que la persona se enamore de la tu forma de ser, de tu esencia y que tú... que tú solo lo manipules para que consigas lo que quieres.
No puedo hacer eso, ¿y si me lanzo de un edificio? Quizás despierte en casa y todo a la normalidad.
—Señorita Rogers. — Debí haber corrido hacia un taxi, no caminar a paso de caracol. Di media vuelta y Christian se acercaba a mí. El traje le quedaba muy bien.
— ¿Si? — Trate de sonreír.
— ¿Estas bien? —Me miró fijamente.
—Oh, sí, solo iba a una farmacia. Creo que me dará gripe. — Encogí los hombros.
—Deberías cuidarte. —Sí que le gusta ordenar. — Por favor, déjeme invitarle una taza de té. — Sus ojos grises se posaron en mí. Debo combatir ese efecto.
—Muchas gracias, pero no quiero quitarle mucho tiempo. — Me trague un suspiro.
—Para nada, estaré encantado de compartir una taza de té con usted.
—Entonces vamos.
Caminamos en un silencio nada agradable, no sé qué decirle. ¿Qué le digo? "Oye, ayer me hablaron que hay personas que amarran a otras a la cama, dicen que es muy placentero." ¡No! ¿De qué le hablo? Piensa, piensa, piensa. Tienes un gran cerebro. ¡Utilízalo!
— ¿Cómo va la bolsa de valores? — Frunció el ceño. ¿En serio? ¿En serio dije eso? — Lo siento, el silencio era demasiado horrible.
—Si quieres hablar, entonces cuéntame algo sobre ti. — Solté una risa pequeña.
—Le toca a usted, señor.
—Ya me entrevisto, Renata. Dime Christian, por favor.
—Bueno, Christian. — Recalque su nombre. — El día que llego a la tienda, le conté sobre mí, ahora le toca a usted.
—Me interesa saber más sobre usted.
— Me gustan los libros, durante un tiempo me perdí en ellos. Ahora le toca a usted. — Sonreí.
—Me gustan los helicópteros, hasta piloteo uno.
—Interesante. — Asentí. — Siempre quise estudiar música como ter... segunda profesión. — Espera sería cuarta. La tercera lo ocupa artes.
— ¿Música? ¿Le apasiona tanto así?
—Sí, una vez cuando accidentalmente tome unos tragos de más, me puse a cantar. Pero en vez de que las personas me abucheen, me aplaudieron y pidieron más. La verdad es que se me da bien el canto, nunca he probado un instrumento, pero el piano es algo que me ha llamado mucho la atención por años. — Explique feliz.
—Quisiera escucharla cantar. —Murmuro. — Y... ¿Qué tipo de libros le gusta?
— ¡Todos los géneros! — Sonreí. — En un principio solo leía muchos de romance, luego vinieron los de suspenso, luego los de terror. Poco a poco fui ampliando mi lista de lectura. — Hablar sobre mis libros me hacía feliz, pero recordaba la cruel "realidad" que vivía.
—Llegamos. —Señalo la tienda.
—Se ve bien. — Sonreí.
Entramos, yo trataba de parecer segura y evitar derretirme.
¡Valor! ¡Yo puedo!
— ¿Qué quiere tomar? — Lo pienso.
¡Es cierto! Estoy a punto de enfermar.
—Un té y con azúcar, por favor. — Sonrió.
— ¿Algo para comer? — Toda la tienda, por favor.
—Uh, un pastel de chocolate, por favor. — Él asintió. — Buscaré una mesa, en lo tarda usted.
Él sonrió y yo fui tranquila a buscar una mesa.
—Pero mira esa linda retaguardia. — Claro, como nadie habla inglés aquí. Me giré hacia el idiota de la voz. Un señor de unos 35 años y con dos amigos.
— ¿Me dijo algo? — Sonreí de manera dulce.
—No, señorita, le hablaba a mis amigos de la linda estancia aquí en Norteamérica y la linda vista que hay aquí. — Paso la lengua por sus labios. Yo me reí y asenti.
—Escúchame, maldito imbécil. Aquí simplemente no vas a faltar el respeto así por así, tú no me conoces. Así que si no quieres conocer el infierno, te recomiendo que te largues. — Sonreí. Algo que odiaba y que siempre odiare es el acoso callejero.
— ¿Crees que me asustas? Un par de palab...— Antes de dejarlo terminar le dije.
— ¿Y tú crees que a mí sí? — Fruncí el ceño y me acerqué lentamente. — El acoso es ilegal aquí, así que o te vas... O sino llamo a la policía. — Dije amenazante.
Los hombres me miraron por unos segundos, dejaron el dinero en su lugar y se fueron. La gente me observaba y trate de no intimidarme. Me fui hacia una mesa cerca a la ventana y aguarde pacientemente ahí.
Esto nunca paso en el libro original, entonces... Mi celular vibró y lo saque, tenía un mensaje de un número desconocido.
No pienses que todo ira tal cual, como esta en el libro.
Oh... ¿Esto se supone que era una prueba o qué?
— ¿Paso algo? — El señor ojos bonitos tomo asiento frente a mí.
—Lo típico, acoso. —Encogí los hombros. Me entrego mi té. — Muchas gracias.
— ¿Qué le dijeron? — Por algún motivo no quería mirarlo, tengo miedo.
—Lo siento, pero en serio, sería incómodo. —Susurré.
—Usted no se deja intimidar por nada, ¿quién le enseño a defenderse?
—Mi papá. — Solté y sonreí.
Espera, ¿el papá de Ana estaba vivo o muerto? Me acuerdo de Bob. Ay, maldita sea, no hablemos de padres.
—Debe ser un hombre maravilloso.
—Lo fue, falleció hace muchos años. — Mi papito está vivo, y yo aquí diciendo que se murió.
—Lamento escucharlo. — Le sonrió.
—No se tiene por que disculpar. — Juego con la cuchara. Alzó la mirada y me encuentro con él mirándome fijamente.
Rubor.
¡Ah!
— ¿Por qué no me cuenta acerca de usted? — Hablar sobre mí, implicaría mentirle.
—Ya le hable sobre mí, le toca a usted.
—Pero usted ya me entrevisto.
—Las preguntas nunca fueron mías, sino las de Kate.
—Buen punto. —Sonreímos. — Cuénteme sobre su madre.
—Ya se ha casado 4 veces, la verdad es que no le encuentro lógica. ¿Cuál es el punto de casarse si no amas a la persona? — Puse los ojos en blanco. — Además de que se gasta mucho dinero, podría irse de viaje con sus amigas en vez de estar gastando dinero en matrimonios que no valdrán la pena.
Él me observaba sorprendido.
—Sí tiene razón.
— ¿Y sus padres?
—Ellos sí se aman, y no se han divorciado. — Empecé a reírme. — ¿Tiene hermanos?
—Lastimosamente no, ¿y usted?
—Sí mi hermano Elliot trabaja en construcción y Mia está en Paris, estudiando cocina. —Cierto.
—París ha de ser preciosa.
—Lo es, ¿ha viajado? — Si no fuera por el deseo, ni salía de mi casa.
—Nunca he salido de Seattle. — Encojo los hombros.
— ¿Le gustaría viajar ahí?
—Tal vez, pero a donde desearía ir es a Rusia.
— ¿Rusia? — Frunce el ceño.
—Por supuesto, desearía conocer al autor de Crimen y castigo, aunque ya esta muerto. — Sonrío. — Crimen y castigo me ha encantado, lo bien que desarrolla el estilo policiaco y psicológico.
— Si le gustan las novelas policiacas. ¿Entonces porque ha estudiado literatura inglesa?
Por la...
La cague.
¿Qué hago? ¿Qué invento?
—Pues, la verdad, es que me parece una de las carreras más bonitas... Ya sabe, los sentimientos. — Digo casual. — Claro que Inglaterra es un país al cual deseo viajar, ya sabe Orgullo y prejuicio.
— ¿Le gusta el romance?
—Si hablamos Goethe y Las penas del... — Me detengo. — Lo siento, me fui a Alemania. —Él suelta una gran risa. — Bueno Las penas del joven Werther es algo que me emociona, un amor pasional no correspondido. — Le doy un sorbo a mi té.
— ¿Es usted romántica, señorita Rogers? — Miro aquellos ojos grises y sonrío.
—La verdad es que no lo sé. — Él se encuentra muy confundido. — Es que no lo sé, puedo serlo algunas veces pero otras no.
—Me agrada su actitud. ¿Es usted buena guardando secretos?
—Eso es lo que le da emoción a mi vida, saber que guardas algo es porque esa persona te lo ha confiado. — Empiezo a comer mi pastel. — ¿Y usted es un romántico, señor Grey?
—No, es algo que no creo necesario para mí. — Toma un sorbo de su café.
—No tiene en planes casarse. —Susurro.
— ¿Y usted?
—Todo a su tiempo. ¿Entonces usted no tiene novias? — Él me mira con una sonrisa de labios.
—No tengo. ¿Y usted? — Encojo los hombres.
—No hay nadie que lo haya pedido. — Miro mi pastel con tristeza.
¡Hazme caso!
— ¿El fotógrafo?
—José solo es un amigo, casi como un hermano. — Tomo más mi té.
— ¿Y el joven de ayer?
—El hermano de mi jefe, y amigo a medias.
Ahora que lo pienso, me estoy pasando de borde.
—Señorita Renata...— Miro el reloj y me hago la sorprendida.
—Oh, se me hace tarde. — Termino de tomar mi té y pico un poco más el pastel. — Señor Grey, ha sido una linda charla.
—La puedo llevar, así que no se preocupe.
—No quiero molestarlo más, en serio. — Susurro.
Me pongo de pie y él hace lo mismo, salimos y caminamos un poco más.
— ¿Iras con la señorita Kavanagh? —Lo miro, y él tiene las cejas fruncidas.
—Prefiero ir sola. — Miro mi camino para evitar caerme.
— ¿Pedirás un taxi? — Escucho algo de molestia en su voz.
—Creo que iré en metro, la verdad no lo sé. — Encojo los hombros. — Dudo que me pase algo malo. —Solté una pequeña risa
—Señorita Rogers, no creo que...— Miro hacia mis lados y veo un ciclista viniendo a toda velocidad. Y el señor Grey no se ha percatado.
Lo tomo del brazo y lo jalo con fuerza, pero creo que aplique mucha fuerza. Él termina cayendo al suelo y yo junto a él.
Siento su pecho junto al mío.
Me muero.
Ahora sí puedo morir, señores.
—Discúlpeme, ¿pero se encuentra bien? — Alzó la mirada y me encuentro con sus bellos ojos observándome.
Su rostro está muy cerca de mi rostro, no puede ser.
Él se encuentra estudiando mi rostro, no puedo evitar sonrojarme. En serio, que solo leer el cómo se ve un personaje es muy diferente... A lo que es. Quería dejar de respirar para desmayarme, tal vez así despierte en casa.
Trague saliva y retrocedí poco a poco.
—Realmente discúlpeme, no fue mi intención tirarlo de esa manera. — Musite.
—Sé que no ha sido su intención señorita. —Respondió con tranquilidad.
Me puse de pie y él hizo lo mismo. Me duelen las rodillas, al parecer caí con mucha fuerza.
— ¿Usted se encuentra bien? —Asentí.
Por alguna razón me siento mal, es como si algo malo fuera a pasar.
—Realmente fue un gusto conocerla, señorita. —Oh, era un presentimiento. — Por la forma en la que se expresa veo que es una persona muy ambiciosa y es bueno eso.
—Y sí que me lo han dicho muchas veces. — No podía mirarlo a la cara.
—Realmente espero que encuentre a alguien que cumpla sus expectativas. — Asentí.
Me ha rechazado.
Y sí que se siente fatal.
Ni siquiera me he declarado.
—Sé que lo encontraré, gracias por las palabras señor Grey. — Sonreí, a pesar de que no quería hacerlo.
Yo nunca he dado una sonrisa falsa, esta era mi primera vez.
—Debo irme, se me hace tarde. — Él seguía estudiándome.
Extendí mi mano y él la acepto.
—Que todo los éxitos y las buenas vibras estén con usted, le deseo lo mejor.
Él abrió los ojos un poco más de lo común, al parecer lo había sorprendido. Deslice rápidamente mis manos y camine lo más lejos de él.
Decidí perderme entre la multitud lo más rápido posible.
He fallado.
He fallado.
He fallado.
***
Me había perdido por unas tres horas, pero de cierta manera lo había disfrutado. Conocí una pastelería donde hacían unas ricas tortas, realmente que me enamore. Lleve cinco más a casa, quería que me dé la depre como se debe. Kate estaba con mala cara, pero me valió, me acaban de rechazar y ni siquiera me he declarado.
Me parece injusto.
Debí hacerlo yo.
Mi cama y Avril Lavigne, excelente combinación.
Quiero ver alguna película, pero no quiero estar sola, eso me hace sentir más patética. Quiero ver una de comedia, pero con alguien. Tal vez deba invitar a José, que me sirva de algo.
Oh. Eso sonó mal, soy una mala persona.
Me iré al infierno.
Así es.
No tengo sueño, solo quiero irme a casa o pasar al siguiente libro.
No, es mejor ir a casa.
No cumplo con las expectativas de los protagonistas, ellos buscan otros tipos de mujeres.
— ¿Por qué esa cara?
—No tengo ánimos. —Susurré — Me enfermaré.
—No te creo, él ha dado el primer paso y te dijo que no.
—Para que mierda me preguntas si ya sabes. —Gruñó.
—Renata, no seas grosera. —Suelta con un suspiro.
—Lo que más me molesta es que no me declaré, o sea, ni siquiera me insinué. — Quería gritar, pero si Kate me escucha hablar "sola", me manda al manicomio.
—Yo también me lo estaba preguntando, no soltabas nada súper romántico. Creo que si fuera por ti metías a Nietzsche en la conversación.
—Tampoco creo que llegará a tanto. —Sonreí.
— ¿De qué le ibas a hablar? Explicación de como pasamos por el camello, león y llegamos al niño.
Solté una gran carcajada.
—Renata, sabes cuales son las condiciones. Debes cumplirlas, lo siento.
—Ay, en serio, ya me harte de esto. Los voy a demandar por daño psicológicos.
— ¿No deberías demandar a Grey? Te rechazo y no te habías declarado. — Se empezó a reír.
—Todos hemos pasado por eso. — Dije molesta.
—Yo no. — Encoge los hombros.
—Apuesto a que nunca se te han declarado. — Dije feliz.
— ¿Qué? Estas mal de la cabeza, niña. — Dijo orgulloso. —En mi mundo se podría decir que soy un modelo.
—Modelo de radio. — Musite.
— ¿Qué? —Se empezó acerca a mí.
Por cosas suicidas de mi vida, no le tuve miedo. ¿Qué me va hacer? ¿Acusarme con mi mamá? ¡Ja!
—Si quieres atacar, dilo fuerte.
—Ay, no sé pitufo.
— ¿Qué?
—Es que tus ojos son azules, me recuerda a esos seres.
—Tengo un nombre. —Responde molesto.
—Pero no sé cuál es, sino me lo dices te diré como se me dé mi ingenio. — Él frunció el ceño.
—Creo que no me vas a necesitar, así que me voy. — La expresión en su rostro desapareció.
—No, espera. No te insultaré ni te voy a molestar, he traído algunas tortas de un pastelería y están ricas. — Sonreí. — Te parece mirar un película, si quieres tú la escoges.
Se me quedo mirando por unos segundos.
—Por favor. — Suplique.
—No quiero preguntas. —Asentí.
—Gracias. — Sonreí. — Podemos verlo por la computadora que me he comprado, te puedes echar en mi cama.
No creo que este tipo intente nada, se me amigable... No de eso nada, solo que por algo no desconfió. Llámele instinto suicida.
— ¿Qué película vas a querer? — Puse unas almohadas más por la cama.
Prendí mi laptop y traje los pasteles hacia la cama.
—No lo sé, no soy de ver muchas películas.
Tengo las ganas de preguntarle de dónde viene, qué clase de personas son.
Fregada curiosidad.
—Algo romántico con comedia, tal vez terror o acción.
— ¿Algo que tenga un poco de todo?
Me está dando un colapso mental.
Te podría recomendar varios libros y mangas, pero películas... Es mi talón de Aquiles.
No quiero decepcionar al chico, ¿qué le recomiendo?
— ¿Te parece ver una que tiene de contexto la Segunda Guerra Mundial?
— ¿Es buena? — Alzó una ceja.
—Sí, lo es.
—Bueno, ¿cómo se llama?
—La vida es bella.
***
Me termino todo el rollo de papel higiénico, que estúpido.
—Mejor hubieras escogido una de comedia. — Soltó un suspiro.
Yo me seguía limpiando las lágrimas y los mocos, no soporto ese final.
—Creí que sería fuerte.
Son las doce de la noche.
Durante la película me callaba porque mis sollozos eran muy fuertes, jamás había llorado en silencio.
Esta sí que fue una nueva experiencia.
—Ya se me pasó, lo superare.
—Niña, solo es una película. — Dijo obvio.
Ah, vete a la mierda.
— ¿Quieres algo para tomar? — Sonreí.
—No me gusta el alcohol. —Frunció el ceño.
—Es un vino delicioso, no te vas arrepentir.
—Deja de beber, el alcohol destruirá tu vida. —Me regaño.
—Solo será una copa, nada más.
—Quiero media copa, nada más.
Asentí como estúpida, saque el vino que escondí debajo de mi cama y unas copas pequeñas. Lo puse en una mesita y busque en la cajonera una saca corcho.
— ¿Te gusta que este aquí?
—Me haces sentir que estoy cuerda. — Solté. — Si no fuera por ti, quien sabe dónde podría estar.
Encontré la saca corcho y procedí a abrir la botella de vino. Le extendí una copa, él la recibió y vacié un poco del vino en su copa. Me serví un poco y suspire.
—Un brindis por las cosas de la vida. — Él alzo su copa y tomo un poco, casi nada. — ¿Qué te parece?
—Me gusta.
Se sintió bien escuchar eso.
También tome un poco de mi copa y lo saboree antes de pasarlo.
Algo de este vino, es que tiene un buen porcentaje de alcohol. Mis amigas y yo jugamos con este vino, quien perdía se tomaba una copa llena de un sorbo. Muchas veces mis amigas terminaban llamando a sus ex's.
Fatal.
— ¿Cuántos años tienes? — Lo miré.
—Te dije que no quiero preguntas.
Maldito desgraciado.
—Solo es la edad, no te estoy preguntando el secreto del Estado.
—A tu edad multiplícalo por cinco.
—No pareces de noventa. — Susurré.
— ¿Por qué será eso? — Ladeo un poco la cabeza con una sonrisa.
Tome toda mi copa y me serví más.
— ¿Niña? ¿Estás bien? — Asentí. — ¿Estas asustada?
—Estoy sorprendida, solo eso. — Encogí los hombros.
—Evita estar haciéndote preguntas, solo quiero que cumplas tus retos. — Asentí.
Él parecía cansado, esa frase era como si habría algo más. Es como si me estuviera pidiendo que se acabara algo, pero ¿Qué?
—No puedes culparme por la curiosidad. —Él había terminado su copa. — Todo humano, ante algo diferente se asombra.
—Tranquila niña, lo olvidaras todo. — Dijo tranquilo.
¿Olvidar? ¿Qué?
— ¿Olvidaré todo? ¿En serio?
—Así funcionan las cosas. —Encogió los hombros.
Mire la botella y sonreí.
—Está sola botella quedara pequeña. — Musite.
—Mañana tienes tu último examen. —Volví a tomar otra copa y me serví otra.
—Ayúdame a acabarlo. —Sonreí inocentemente.
—Olvídalo.
—Por favooor, solo serán dos o tres copitas más. — Puse mi mejor cara de niña buena.
—Solo cierra la botella y échate a dormir.
Oblígame perro.
—Ay, no. Lo terminare sola, que mal. — Hizo sonar la boca y me quito la botella.
Vació el vino en su copa y se lo tomo. Así lo hizo cinco veces, no podía dejar de estar como estúpida mirándolo.
Me entrego la botella y puso una sonrisa fingida.
— ¿Qué ha pasado? —Susurre.
—Ha pasado que te ayude, ahora a dormir. — En la botella solo quedaba unas dos copas.
—Estas demente, amiguito. — Tome lo que había en mi copa y vacié más.
—Mañana tienes examen, Renata. Estarás con resaca.
¡Ja! La palabra resaca no existe en mi diccionario, compadre.
—Sí, prometo que sacare buena nota. — Sonreí y le guiñe un ojo.
Puedo hacer de todo, pero guiñar un ojo es complicado. Yo no cierro un ojo, yo cierro los dos.
Escuche una risa de su parte, y no pude evitar reírme también.
—Sí que eres pésima para guiñar. — Paso la mano por su cabello.
Trate de mirar su cara bien, pero la oscuridad no me ayuda mucho.
—Lo sé, nunca se me ha dado bien guiñar. —Bebí toda mi copa y me serví la última copa.
— ¿Qué tiene ese vino? —Me miro y ladeo la cabeza. —Oye niña, ¿qué haces bebiendo? Te hará mal.
Se puso de pie, me quito mi copa y se lo tomo.
¿Qué le ha pasado?
—Mañana tienes examen, tienes que dormir. — Tomo la laptop y lo puso encima de mi repisa. —No bebas y no fumes, deja esos hábitos. — Me señalo con su dedo. —Aún eres joven.
— ¿Estás acostumbrado al licor?
— ¿Licor? No, buen sí, aunque solo bebo cada año. No me agrada mucho. —Encogió los hombros.
Se tomó la cabeza y cerró los ojos.
— ¿Te traigo agua? —Me puse de pie.
—No, solo debo dormir. — Empezaba a arrastrar las palabras.
Me acerque poco a poco a él. Él no parecía darse cuenta, seguía con los ojos cerrados.
Cuando estaba frente a él, me dedique mirarlo detenidamente. Él es hermoso, me encanta su cara... Su piel parece una tela fina, tan delicada.
— ¿Qué estás haciendo? —Abrió sus ojos.
Sus ojos color azul brillante, eran atrapantes.
¿Quién es él?
— ¿Estás bien? Tengo una pastilla, tal vez agua. — Musite.
Él sonrió y acaricio mi cabello.
—Aún conservas algo de tu pasado. — Su sonrisa era hermosa. Parecía que se había iluminado algo en él.
—Desearía recordar tu nombre, lo siento.
—No importa, en serio, después de que acabe todo esto. Ni te acordaras de mí. — Encogió los hombros.
— ¿No me acordare de ti? ¿Por qué?
—Olvidaras todo, cuando acabe esto despertaras en tu cama como si nada hubiera pasado. — Soltó un suspiro.
—Acuéstate en la cama, descansa. — Lo empuje lentamente hacia la cama.
Sentó y bajó la mirada.
— ¿Estas asustada?
—Sí, dudo que sea normal todo esto. — Solté una risita.
—Debiste pensarlo bien, antes de pedir el deseo. — Dijo molesto.
—Lo siento por no pedir un pony. — Digo sarcástica.
—Ay, niña, solo prepárate mentalmente. —Levanto su cabeza y me observo. — Las reglas no las he puesto yo.
¿Cómo se supone que deba sentirme?
—Descansa. —Sonreí.
Se acostó en la cama y le puse una colcha sobre él. Me quede mirándolo, no cerraba los ojos, miraba algo.
Perdido en sus pensamientos.
—Niña, ¿qué harías sino logras salir?
—Los demando por daños psicológicos. —Dije con cierta obviedad.
—No, no me refiero a eso. — Se sentó rápidamente. —Ay, la cabeza. — Dijo arrastrando las palabras.
—Mejor duerme. — Sonreí. — Sé que encontraré alguna forma de salir, bueno, eso quiero creer.
—Yo también. — Se volvió a acostar.
¿Cómo salir si tengo unas variantes de por medio? Fingir ser alguien que no soy, tratar de domar a los protagonistas. Tener que enamorarlo para salir a otro mundo.
Desearía haber leído solo 10 libros, nada más. Me evitaría de tantas cosas.
—Solo tengo 18, no quiero estar aquí. — Susurre.
***
Mire mi cama y él aún no se movía.
¿Estará muerto?
Ya había tomado un baño, me había cepillado los dientes y cambiado para ir a la universidad. Hoy tenía mi último examen y se podría decir que ya tenía una carrera profesional hecha.
—Um...—Sonó un quejido.
Se empezó a mover poco a poco de la cama y a quejarse más fuerte.
—Sh...— Lo trate de callar.
— ¿Ah? ¿Dónde estoy? — Se sentó en la cama.
Quería reírme, su rostro estaba pálido y los labios resecos.
— ¿Qué me has hecho? —Gruño. Se agarró la cabeza.
Saque la pastilla de mi bolsa y se la extendí.
—Anoche te tomaste casi todo mi vino, ¿si te acuerdas? —Él me observaba molesto. — No es mi culpa.
—Maldita sea, niña. No quiero que vuelvas a tomar, me pones tenso cuando agarras una botella. — Dijo molesto.
—Está bien, si tomo no me veras. — Dije molesta. Tire la pastilla en la cama.
—Niña...
— ¡Me llamo Renata! Ese es mi nombre.
— ¡No me estés gritando, niña! — Advirtió.
— ¡Entonces tú tampoco me estés alzando la voz! — Amenacé.
—Por si no recuerdas, soy tu mayor.
—Por supuesto ¡Eres una anciano!
—No te estés pasando de la línea.
— ¿Qué me harás?
—Estoy cansado me está doliendo mi maldita cabeza.
— ¡Eres un malagradecido!
— ¡Ja! ¡¿Yo?! ¡Pero mira que cambios de planes!
— ¡Te estaba ofreciendo una pastilla para que se te pase ese dolor de cabeza! — Estaba furiosa. — ¿Pero sabes qué? ¡Me largo!
Aunque yo esté viviendo aquí, me voy. Me acerque a la puerta y la abrí con fuerza.
Kate estaba parada ahí con el ceño fruncido. Miro detrás de mí y abrió ligeramente la boca.
—Ka-Kate. — Susurré. Sentí mi cara arder. — Hola. — Dije casual.
— ¿Estas bien? — Me miro a los ojos unos segundos, para luego mirar detrás de mí.
—Sí...
Me gire y lo encontré a él con el rostro totalmente en blanco.
— ¿Te ha hecho algo?
—Oh, no. No te preocupes. — Dije asustada.
—Es por eso...— Me miro y luego lo volvió a ver a él. — ¿Qué te pasa? ¿Piensas que puedes gritarle a mi amiga solo porque están saliendo? — Entro al cuarto y se puso frente a él.
—Señorita, no es...
— ¡A ella no le faltes el respeto! — Lo amenazó.
El tipo me miro pidiendo ayuda, yo solo mire a otro lado.
— No es lo que parece...
—Es por eso que ella ha cambiado, tú eres el responsable. — Yo asentí dándole la razón.
—Señorita, que tenga un lindo día. —Dijo molesto.
Salió rápidamente y me empujo ligeramente.
—Renata, niña, ¿quién es ese? — Se me acerco y me tomo de los hombros.
—Olvídalo Kate, solo es un amigo. — Sonreí.
—No sabía que tenías a alguien, como pude ser ciega. — Me abrazo fuerte y me dio palmaditas en la espalda. —Esta guapísimo, pero no creo que sea tu tipo.
— ¿Tú crees? — Ella asintió. — Gracias. — Sonreí.
Gracias a la discusión que tuvimos Kate pensó que la culpa la tenía él. Todo el camino a la universidad me interrogo de como lo había conocido, en que idioma estábamos hablando, porque estaba en mi cuarto, si había pasado la noche con él, como me sentí con él, cuanto lo quería.
No sabía que responder, me puse a inventar una historia que fuera verosímil. La verdad es que me puse muy nerviosa, no quiero que le diga a nadie. Ya le dije que lo mantuviera en secreto, que evitara el tema frente a otras personas.
Luego empezó a preguntarme por el señor Grey, hasta ya se me había olvidado que estaba en un libro por todo el dramón que había pasado. Cuando hable con Kate sobre él sentí cierto alivio. Me dio a entender que tenga cuidado porque soy muy inocente para este mundo.
Casi me río, pero decidí fingir inocencia y decirle que sí a todo. No quiero ganarme más problemas con ella, quiero estar tranquila y evitar solucionar varios problemas a la vez. Necesito escapar de aquí, no creo que pueda soportar mucho la presión.
Después de todo, termine de dar el examen y fui a la cafetería de la universidad. Debido a los inconvenientes de hoy en la mañana no pude tomar mi desayuno adecuadamente.
— ¡Renata! —Kate vino a mí con una sonrisa. — Te he estado buscando durante diez minutos.
—Disculpa, me olvide decirte a donde iba. —Sonreí. — Pero dime, ¿para que soy buena?
—Hoy nos vamos de fiesta, iremos todos. — Sonreí.
— ¿En serio? —Ella asintió. — Bueno, vámonos de compras, quiero verme bien hoy.
— ¿Quieres superarlo?
—No somos nadaaaa, solo amigos con problemas de ideas. — Ella empezó a reírse. —Kateeee, créeme. — Hice mi puchero.
—No te creo, ese tipo es hermoso. Y además estaba con la ropa arrugada, ¿en serio quieres que te crea? — Dijo divertida.
—Me lastimas, amiguita. —Toque mi pecho como si me doliera.
—Deja el drama, ahora vámonos. Que el tiempo no espera. — Me dio una sonrisa resplandeciente.
Quiero relajarme, quiero pensar bien que puedo hacer en estos días.
¿Cómo consigo que Grey venga por mí? ¿O yo voy por él?
Puedo entrar a su casa y decirle.
"Encuérate, papi"
Sí, puede ser una opción.
Holaaaaaa, un gusto, espero que estén disfrutando de los capítulos y si creen que le falta algo háganlo saber por favor. Sé que está con so dos capítulos aún, pero el lunes habrá maratón de 5 capítulos. Cada capítulo que hago tiene un aproximado de 5 mil a 7 mil palabras, espero que la maratón que se acerca, les gusta 💖
Saludos y feliz cuarentena :'v
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