Ahora ambos chicos se encontraban en el cuento de Cenicienta, con la fea diferencia de que la hada madrina fue acabada por un hombre sin gracia y con vibras malas.

—¿Y aquel cara de loco quién es? —preguntó Henry preocupado por la joven.

—Se llama Mr. Gold y es un ser demasiado despreciable.

Pues sí que el hombre carecía de belleza y bondad.

Él le ofreció un trato a la pobre cenicienta, diciendo que tendrá toda la riqueza del mundo a cambio de que le ayude.

Ella ingenuamente aceptó sin prestar la importancia necesaria al contrato que firmó.

—Henry, sé lo que estás pensando; debemos irnos.

—Claro que no.

☀☀☀☀

—Mira, quienes le van a salvar serán el propio grupo de princesas y príncipes, así que ¡ya!

—Espero creerte, pero ahora se me ocurre una mejor idea...

Henry recordó el hechizo oscuro y necesitaba de suma urgencia descubrir un hechizo contrario a ese.

La única manera era viajando en el tiempo cuando su madre Regina era adolescente.

Y la maravillosa Hada no quería colaborar.

—Solo necesito eso... para poder regresar y que todo esté bien. Se me acaba el tiempo.

Le miraba detenidamente, analizando cada una de las palabras.

—Tú dices que crees que ese hechizo hizo que pierdas la memoria; al final solo estás provocando que se alteren las cosas más.

—O me ayudas o me veré obligado a aplastar el botón del reloj.

Y lo cumplió llevándolos a la academia Merlin.

A que conozcan a la Regina del pasado...

El problema que no tomaron en cuenta es que el tiempo máximo del viaje se estaba acercando.

E ignoraron todo.