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「ღ」Capítulo 6.

Desde que recibí ese mensaje de Ivan me encontraba flotando en una especie de nube, había logrado responderle, aunque varias horas después y luego de una larga charla con Caro, pero todavía me sentía demasiado ansiosa por como estaban tomando el curso las cosas.

¿Esperaba que alguna vez un artista que amaba me respondiera? Desde luego que no.

¿Me incomodaba todo esto? En parte.

Me consideraba una persona aburrida en extremo sin nada interesante que decir o aportar, y desgraciadamente, siempre dudaba de que las intenciones del resto fueran completamente sinceras conmigo, pero a diferencia de mi entorno, Ivan no me conocía, al menos no al cien por ciento, y... quería creer que su acercamiento era más sincero.

—¡Cuidado niña emo! —escucho que gritan desde el lado izquierdo en cuanto logro cruzar las puertas del salón de gimnasia.

Apenas logré esquivar un balonazo que a todas luces iba dirigido a mi rostro. Al observar en la dirección de donde fue lanzado como un misil, vi a Drake Wilson y Amber Evans, junto a su séquito de inadaptados sociales riéndose a sus anchas de mi.

Cualquiera en mi situación posiblemente se hubiera parado con firmeza y les hubiera dicho unas cuantas verdades, pero ese no era mi caso. Les tenía miedo, mucho miedo.

—¡Ey, cara de mono! —gritó Caro desde atrás, ella acababa de llegar, inmediatamente tomó el balón y les enseñó el dedo corazón— Como te logre dar con la pelota créeme que ni tus padres te van a reconocer de lo feo que vas a quedar.

Ella blanqueó los ojos al sentir mis manos sobre su brazo, con un gesto de la cabeza le pedí que fuéramos a las bancas a esperar a que viniera la profesora, y por suerte me hizo caso.

—Un día de estos no la van a contar —me dice ella mientras truena sus dedos—. Estoy a nada de cometer una locura —confiesa, y la observo visiblemente preocupada. Caro es extrema, mucho, y tal como ella dice es capaz de cometer una locura—. Tengo un amigo que trabaja en una carnicería, podría pedirle la cabeza de un cerdo y se la ponemos en...

—Caro...

—Bien, bien, nada demasiado drástico —diciendo esto, ella comenzó a atar su larga cabellera negra azabache en una coleta superior.

Me la quedé observando mientras sonreía. Caro era una belleza exótica, siempre lo fue incluso cuando éramos niñas. Su madre era peruana y su padre mexicano, y gracias a esas hermosas raíces latinas que poseía siempre lograba resaltar a donde fuera por encima del resto; su piel era tostada, tenía los ojos de un color marrón claro, casi de tonalidad miel; era alta, delgada, atlética y su cuerpo se había desarrollado tan bien que aunque la mayoría no lo confesara abiertamente, más de uno tenía un crush con ella.

¿El problema para muchos? Su personalidad. Caro era enérgica, quizás a veces en exceso, no podía estar demasiado tiempo sentada. No sentía vergüenza ni miento. Era demasiado franca y directa, al punto que si algo no le parecía te lo hacía saber, aunque la gran mayoría de veces jamás tenía el suficiente tacto para hacerlo.

Yo por el contrario era una cara bastante común. Quizás la única cosa exótica que podía tener era que mis ojos eran azules con tonos verdosos, algo que claramente más de uno se percataría si fuera capaz de mirar a la gente más de dos segundos directamente. Mi cabello es de color negro azabache, y mi cuerpo, bueno, tengo algo de busto, pero en lo que respecta a nalgas es como diría un mago, nada por aquí y nada por allá.

—Bro, ¿Cómo que tenemos que hacer doce planchas? —dice ella luego de tomar la hoja que la maestra nos había proporcionado para el examen físico— Puedo darle dos, que lo tome o que lo deje.

—Si no hacemos todo lo de la lista afectará la evaluación —añado mientras caminaba a su lado, Caro se terminó tirando sobre una colchoneta en el suelo para comenzar—. Vamos, mientras antes acabemos será mejor.

De mala gana Caro hizo una pataleta, la gente la miró pero a ella no le importó en lo absoluto, seguidamente comenzó con los ejercicios muy a su manera.

—Es una mentira eso de que el yoga te ayuda con esto —añade mientras sus brazos tiemblan subiendo—. A partir de mañana vuelvo a mi modo de vida normal.

—Llevas menos de dos semanas con lo de yoga...

—Soy géminis, no me juzgues, solo ámame —contesta con una sonrisa dificultosa—. Hablando de amar... ¿Cómo van los progresos con ya tú sabes quién? —dice en un perfecto español.

—Bien... supongo...

—Vamos, Zoey, ¿qué pasa?

—Es solo que... ¿no es algo extraño todo esto?, es decir... que alguien como él sienta aunque sea un poco de interés en mí.

—Zoey, hasta donde sé eres igual que el resto, no vienes de un planeta extraño ni nada por el estilo —dice mientras se sienta y comienza a hacer estiramientos—. Es completamente natural lo que te está pasando, que haya una pequeña diferencia como que él sea alguien conocido, no significa que no sea alguien normal. Además, mírate, eres preciosa, eres divertida, un poco callada sí, pero quién te llega a conocer a fondo termina amándote.

—El problema es que siento que no estoy siendo completamente sincera —le digo mientras anoto las series de repeticiones que ha hecho—. A él le llama la atención Sky, la divertida, la skater interesante que siempre tiene algo que contar de sus amigos inexistentes con los que sale. No Zoey la aburrida, la que solo tiene una mejor amiga y a sus padres...

—Bien, de acuerdo, entiendo tu punto. Pero Sky y Zoey son la misma persona, Ivan habla casi diariamente contigo, Sky bueno... solo sale en determinados momentos, es tu alter ego por así decirlo.

—De igual forma, me pone un poco mal todo este asunto.

—¿Y qué tal si comienzas a actuar un poco más como Zoey y no como Sky? —sugiere, y yo la observo atentamente— Sky ya hizo su trabajo, la podemos mandar de vacaciones unos cuantos días, mientras tanto Zoey puede tomar el control e ir diciéndole sus verdaderos gustos e intereses, si no te ama con eso es un imbécil y deberías dejarlo, podrá ser un papucho, pero no vale la pena.

En cuanto Carolina dijo esto terminé abrazándola con fuerza, se cayó de espaldas, pero inmediatamente me correspondió, la maestra que nos observaba desde la zona contraría nos llamó la atención por no estar haciendo los ejercicios, pero no importaba, Caro era siempre el faro que me daba luz en medio de la deriva.

•----[🎵]---- •

Me despedí de ella en mi pórtico, observé el estacionamiento y vi el auto de mi padre ahí. Raro. Por lo general llegaba pasadas las cinco y eran apenas las tres de la tarde.

Abrí la puerta, a diferencia de otras veces no capté el olor de la comida que mi mamá estaba haciendo, en lugar de esto pude a escuchar a mis padres conversando en la sala, no alcanzaba a escuchar perfectamente que era lo que decían, pero por el tono de su voz parecía que estaban muy serios.

—Zoey, mi amor, ven por favor.

Dejé mi mochila en el colgador de la entrada, me acerqué hasta donde ellos se encontraban y los vi con ropa formal de color negro, la última vez que se vistieron de esa forma fue para asistir al funeral de mi abuela.

—¿Qué pasó? —preguntó a medida que tomo asiento en medio de ambos.

—Uno de mis amigos acaba de fallecer —me informa y lo observó, sus ojos están cristalizados—. Vamos a ir al velorio.

—Lo siento mucho, papá —diciendo esto lo abrazo, él me corresponde con fuerza—. ¿Es alguien que conocía?

—En parte, jugabas mucho con su hijo cuando eras pequeña ya que venían constantemente a visitarnos antes de que se mudaran del condado.

—¿El señor Brown? —asiente— No lo puedo creer... pensé que lograría recuperarse...

Theo Brown había sido el baterista de la banda de mi padre, era de hecho el único de los integrantes que lo había frecuentado por varios años luego de su separación, y luego de que se mudaran lejos, cada cierto tiempo siempre venía de visita junto a su familia.

Eliot, su único hijo, era dos años mayor que yo y había sido mi amor platónico en la primaria, inclusive nuestros padres siempre bromeaban con el hecho de que algún día los dos nos casaríamos y nuestras familias siempre estarían juntas.

—¿Y la señora Brown? —pregunté con miedo, mi madre luego de observarlo acarició mi espalda.

—Ella también falleció, mi cielo.

Hace dos años la noticia de un accidente automovilístico nos devastó por completo.

El señor Theo, Marge, Eliot y su novia, quienes regresaban de sus vacaciones habían sido impactados por un conductor ebrio, el auto de ellos había terminado cuesta abajo por una pendiente. Los señores Brown quedaron en coma, la novia de Eliot terminó relegada a una silla de ruedas debido a la fractura de su columna; los tíos de Eliot aparecieron luego de varios años, ya que entre el Señor Brown y su hermano hubo una pelea muy fuerte, y se hicieron cargo de Eliot y lo llevaron lejos para que fuera operado y volviera a tener una vida normal.

Fue una tragedia. Se habló de esto durante casi un mes. Hasta ese momento la carretera antigua que conectaba con la ciudad estaba muy descuidada, no había señalización ni mucho menos barricadas que impidieran que los autos cayeran al abismo, el municipio siempre daba largas cuando la gente se quejaba y pedía que hicieran algo. No fue hasta el accidente de la familia Brown, por ser familia del medio musical, que el municipio comenzó a hacer mejoras para tratar de tapar su ineficiente trabajo.

—Que horror, ni siquiera puedo imaginar como se debe sentir Eliot.

—¿Quieres venir con nosotros? —pregunta mi padre.

—Desde luego... —le contesto, él sonríe cabizbajo— Ellos siempre fueron muy buenos conmigo, debo decirles adiós.

Al cabo de algunos minutos salimos en el automóvil. No hablamos. Mis padres observaban al frente la ruta mientras yo iba en la parte trasera del asiento observando por la ventana.

Luego de casi dos horas de camino llegamos a la residencia Brown. Era enorme, y esto en parte se debía al trabajo del sr Brown. Cuando la banda se separó, él había continuado con el camino de la música, se volvió un compositor de renombre y varios de sus trabajos habían aparecido en la lista Billboard en más de una ocasión.

En la entrada había muchos automóviles lujosos estacionados, los arreglos florales llegaban uno tras otro, y pronto el espacio que había dentro estaba completamente lleno. La gente lloraba, logré distinguir a muchos conductores de televisión distribuidos en pequeños grupos.

—Vamos, debemos ir con Eliot.

Mis padres comenzaron a avanzar, yo los seguía desde la parte de atrás pero no podía evitar sentirme intimidada por el resto. La gente nos estaba observando, aunque fuera un velorio, éramos los que más desentonaban. No teníamos ropa de marca, nuestro automóvil era uno de segunda mano, y claramente nuestro arreglo de flores distaba también de opulencia en comparación a los demás.

Al llegar al centro vi los dos féretros uno al lado del otro, se me formó un nudo en el estómago al ver la fotografía de los señores Brown sonriendo en la parte trasera.

—Bienvenidos —una señora pequeña que tenía uniforme se nos acercó, parecía ser la ama de llaves—. Muchas gracias por venir.

—Señora Gilda... mis más sentidas condolencias —mi padre se acercó y abrazó a la mujer con fuerza, ella limpió su mejilla con un pañuelo y palmeó ligeramente su espalda en respuesta.

—Buenas noches señor Noah, es bueno volver a verlo, aunque las situaciones no sean las mejores.

—Lo mismo digo...

Mis padres conversaron con la mujer, yo decidí acercarme a los féretros y me quedé observando los cuerpos del otro lado del cristal. Terminé llorando. Si bien el tiempo se había encargado de distanciarnos, sentía gran cariño y aprecio por ambos. Eran unas hermosas personas de gran corazón, siempre estuvieron dispuestos a apoyar a mi familia cuando hubo épocas malas, y reencontrarme ahora con ellos en esta situación era muy doloroso.

—Eliot... no está —dice mi padre en voz baja mientras se sitúa a mi lado. Está llorando, mi madre trata de reconfortarlo, pero ella está igual de quebrada.

Luego de despedirnos de la pareja los tres tomamos asiento cerca de la puerta, aguardamos pacientemente, pero pronto pasó una hora y no había señal alguna de Eliot por ningún lado, la única que recibía a las visitas era la señora Gilda, que claramente, cuando le preguntaban por él no sabía qué responder.

Una hora más pasó.

Luego dos.

Luego tres.

La gente comenzó a retirarse, las puertas de la residencia se cerraron, el aroma a flores inundó por completo el espacio, los pequeños faroles situados debajo de las fotografías sonrientes se encendieron iluminando de esta forma las sonrisas apagadas.

Pronto dio la media noche...

Y Eliot... nunca apareció. 

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