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「ღ」Capítulo 16.

En cuanto bajo del autobús y me dirijo a la entrada de la universidad, lo veo sentado debajo de la estátua del piano mientras escribe algo en unas partituras, al sentir mis pasos cerca de él alza la cabeza y me observa, me sonríe ampliamente como siempre lo hace mientras alza la mano en el aire.

Lo había extrañado tanto. Procurábamos tener videollamadas todas las noches, pero definitivamente mi parte favorita de la semana era cuando por fin podíamos vernos.

Me acerco rápidamente hasta donde está. Sus dedos toman mi mano de forma disimulada y siento mis mejillas arder. Observamos a los lados, y al no ver a alguien cerca, él deposita un fugaz beso sobre mis labios que me hace temblar.

—Te extrañé mucho —me dice, siento mis piernas flaquear al escuchar su voz.

—Yo también te extrañé demasiado.

Él se acerca, sujeta mi rostro, pero antes de que una nuestros labios, vemos a unos de sus compañeros lejos que lo llaman, él los saluda y rápidamente guardamos distancia.

Lo amaba, pero la parte más dolorosa de esto era tener que aparentar que éramos dos conocidos frente al resto.

Sin quererlo termino agachando el rostro, él cuando se da cuenta vuelve a acariciar mis dedos y me sonríe para tranquilizarme.

—Te tengo una sorpresa.

—¿De verdad?

—Sí, vamos al estacionamiento.

Lo observé extrañada pero no importó, comencé a caminar junto a él hasta que llegamos al lugar, Ivan caminó hasta posicionarse frente a un hermoso automóvil de color negro que tenía lunas polarizadas. Se veía caro. Muy caro, posiblemente nunca tendría la oportunidad de ver otro mientras viva a una distancia tan corta.

—¿Te gusta?

—Oye, es precioso —le digo, él vuelve a sonreír— Pero no debiste, no se manejar.

Ambos comenzamos a reír y deposita un beso sobre mi cabeza, luego lleva su mano a su bolsillo y presiona el botón de la llave, el seguro del vehículo se desactiva y con un gesto de la mano me invita a subir.

Ivan abrió la puerta del copiloto y esperó a que entrara, una vez estuve dentro cerró con gentileza mi puerta y comenzó a rodear el vehículo para llegar a su lugar.

El interior del auto olía a nuevo, y todo estaba tan perfectamente limpio, que el revestimiento del tablero de control parecía un espejo.

—¿De dónde sacaste ese auto?

—Robé una concesionaria —comenta y lo golpeo ligeramente—. Bien. Estuve hablando con Benjamin durante la semana, le dije que si bien era un artista de Golden, quería poder vivir una experiencia normal, al menos en la universidad, así que le propuse que al menos los jueves me permitiera venir por mis medios sin el chofer de la disquera.

—¿Y el auto es tuyo?

—No, pero algún día tendré un auto tan bonito como este —comenta con falso llanto mientras abraza el volante—. La condición de Benjamin es que utilice un vehículo diferente cada vez que venga, ya sabes, para evitar que los paparazzis me persigan.

—¿Es de la empresa?

—Sí, así que tengo que devolverlo en una sola pieza el día de mañana.

—¿Pero no sería mejor que te transportara el chofer como venía haciendo hasta ahora?

—Tengo un buen motivo para haber pedido esto —añade y lo observo enmarcando una ceja—. Tú eres mi motivo, Zoey. Quiero pasar más tiempo contigo, y ser tu transporte es una excusa perfecta para verte un poco más.

—Ivan... no sé qué decir...

—No tienes porque decir algo —me interrumpe—. Sé que soy un novio perfecto.

Ambos comenzamos a reír, pero luego Ivan pega nuestras frentes y me observa con sus profundos ojos, siento su aliento rozar mis labios y el contacto se hace eterno. Al cabo de unos minutos el beso se volvió más intenso, me acerqué a su cuerpo, él sujetó mi cintura e inconscientemente un suspiro emanó de mis labios. Siento como todo mi ser quema, últimamente cada vez que había contacto entre nosotros esta sensación era algo que surgía rápidamente y me quemaba desde adentro. Mis manos inconscientemente se dirigen a la altura de su pecho y puedo sentir su desbocado corazón palpitando, sus labios terminan dirigiéndose a mi cuello, pero antes de que todo escalara otro peldaño, escuchamos la voz de sus compañeros que se estaban subiendo a otro vehículo que estaba al lado, él se aleja y pone una pequeña distancia entre nosotros.

—Perdón, me dejé llevar un poco.

Mi rostro estaba tan enrojecido que desvié el rostro para que me viera, lo vi removerse con cierta incomodidad, pero finalmente luego de algunos segundos en silencio, lo escucho introducir la llave en el arrancador.

—Quiero llevarte a un lugar especial, ricitos.

Lo observo y él me sonríe, asiento sin ser capaz de hablar todavía con el rostro enrojecido, antes de partir selecciona una canción desde su celular y esta comienza a sonar por los parlantes del interior del auto.

Desde el primer contacto que habíamos tenido las cosas habían sido de esta forma, él provocaba que mi cuerpo quemara desde adentro, y me sentía demasiado bien cuando eso pasaba, deseaba con todas mis fuerzas sentirlo más cerca, pero siempre estábamos a punto de cruzar ese límite, y me terminaba acobardando.

Ivan parece percatarse de que todavía me encuentro nerviosa y sujeta mi mano, lo observo, deposita un beso sin despegar la vista de la carretera y coloca mi mano en la palanca de cambio y posiciona su mano justo arriba.

Perfect de Ed Sheeran comenzó a sonar, y no pude evitar sonrojarme porque él me observaba cada cierto tiempo mientras cantaba. Lo seguí y ambos comenzamos a divertirnos.

El tiempo pasó, los edificios de la ciudad se hicieron presentes y tras algunos minutos más él se estacionó frente a la cafetería que recientemente había abierto y le había mencionado que vi en instagram hace poco: El lugar era enorme, las paredes eran de tonalidades verdes, había unos preciosos ventanales que dejaban ver el interior del lugar que se veía bastante elegante, y la puerta de color dorado tenía una mariposa tallada en relieve.

—Bien, llegamos.

—Lo recordaste...

—¿Cómo podría olvidar algo que me dices?

Diciendo esto dobló su cuerpo a la parte de atrás de su asiento y abrió una mochila, del interior sacó una peluca corta negra y unos lentes oscuros y tras darse un vistazo en el espejo se la colocó encima, yo observé atenta sus movimientos sin saber que estaba haciendo.

—¿Qué dices, me veo guapo? —pregunta y yo asiento.

—Sí... pero no entiendo.

—Hoy quiero regalarte algo que no pudimos tener —me dice—. Sé que esto dista mucho de la cafetería a la que te dije que iríamos, pero al menos durante unas horas, quiero poder caminar contigo de la mano como una persona normal.

—Ivan...

—Quiero agradecerte por ser una novia tan comprensiva —comenta y siento deseos de llorar—. Sé que soy tu primer novio, y se que no es fácil toda esta extraña situación, pero...quiero que sepas que me importas mucho, Zoey, y que siempre tengo en cuenta tus sentimientos.

Podría morir hoy y sentiría que he ido al paraíso.

Ivan vuelve a besarme y luego sale del vehículo para poder abrir mi puerta, estira su mano al interior y sujeta mi mano para ayudarme a bajar, entrelaza nuestros dedos y luego de asegurar el auto, comenzamos a caminar tomados de la mano a la puerta del lugar.

Al llegar a la puerta estas se abren dando paso a una pareja, por inercia agacho la cabeza y observo a Ivan nerviosa pero este no les toma importancia y ellos ni siquiera reparan en nuestra presencia, estaban enfocados en su conversación así que pasan de largo.

El lugar era hermoso, la paredes eran de color blanco y el estilo que tenía era algo clásico que conversaba con lo moderno. Las fotos definitivamente no le hacían justicia.

—Buenas tardes, ¿mesa para dos? —pregunta el mesero mientras se aleja de su puesto.

—Sí, ¿estará disponible la zona del jardín?

—Desde luego caballero, por favor, síganme.

El sujeto nos indica el camino y comienza a guiarnos, ambos íbamos tomados de la mano. Sentía mi cuerpo temblar, me daba miedo que alguien lo reconociera, pero él se encargaba de disipar mi nerviosismo.

Luego de pasar por el salón general, el mozo nos lleva a una hermosa zona que tenía un jardín al centro, había más parejas en las mesas de color blanco de los alrededores, pero nadie nos miraba, era como si fuéramos invisibles, y por primera vez me gustaba esa sensación.

Al llegar Ivan sujetó mi silla y tras sentarme me acercó a la mesa, el mozo sonrió en complicidad y nos entregó los menús.

—Bienvenidos al Mariposario —dice con una radiante sonrisa—, en breve mi compañero se acercará a anotar su orden.

—El lugar es hermoso —le digo, él asiente.

—Está bien, aunque hay lugares mejores —dice mientras se encoge de hombros.

—Perdone majestad —respondo sarcástica, él ríe—, no todos vamos a lugares caros.

—Créeme que prefiero los lugares no tan conocidos —me dice y veo que pone una mueca triste en el rostro—, hasta los diez años me obligaban a ir a lugares como estos.
—¿Quiénes te obligaban?
—Mis progenitores —contesta escuetamente mientras señala algo en el menú—, tienen un postre de pistacho, deberías probarlo.

—¿Quieres hablar de eso? —pregunto, él sonríe forzadamente.
—Bien, supongo que... debes tener muchas preguntas rondando tu mente porque por lo que te habrás dado cuenta, evito hablar mucho de ellos —asiento—. Entonces ¿Qué te parece si preguntas y respondo?
—¿Seguro?

—Yo prácticamente sé todo de tu familia, creo que lo justo es hablar de la mía.

Algo en su mirada me indicaba que el tema le costaba bastante, Ivan trataba de disimular con sarcasmo, pero lograba sentir como hablar sobre sus padres era un tema complicado, aunque no entendía porque.

—¿Listos para ordenar? —pregunta el mozo.
—Un frappé y un biscuit de pistacho.
—Un expreso y un Éclair.
—Excelente elección, en breve traeré sus pedidos.

Tras traernos nuestros pedidos lo vi tomar un gran sorbo del expreso. yo apenas toqué mi frappe, sentía curiosidad, pero no sabía exactamente por dónde empezar.

—Lo siento, tengo tantas cosas en la mente que no puedo ordenar mis ideas.
—Bueno, te ayudaré entonces —tras decir esto hundió el tenedor dorado en su postre y probó un poco de este—. Cuando comenzamos a hablar te dije que mis padres me pidieron que renuncie a mi carrera musical, ¿verdad? —asentí—. Bien, es porque ellos son músicos clásicos: Bertrand White, pianista estrella y el mejor docente de Berklee, actualmente toca en la orquesta sinfónica, mi progenitora es Giuliana Ryss, solista destacada ganadora cinco veces del Premio Sarasate.

—¿Ellos son tus padres?

No podía creerlo, ambos eran músicos destacados de la música clásica, era extremadamente difícil concurrir en su círculo, incluso los cantantes y compositores de la música contemporánea sabían quienes eran ellos y deseaban tener algún tipo de acercamiento.

—Hasta mis diez años me obligaban a ir a muchos eventos de roce social, tienen amigos en todas partes, desde políticos, inversionistas, dueños de franquicias asquerosamente ricas, hasta me atrevería a decir que también en el Vaticano —suspira—, lógicamente para gente que está acostumbrada a asistir constantemente a reuniones o tener presentaciones un niño es un estorbo, cuando cumplí diez ambos se fueron al extranjero, dejaron a una persona encargada para mi cuidado, pero ella solo cobraba los jugosos cheques, únicamente me dejaba comida que se podía calentar en el microondas para que no muriera de hambre.

—Dios, eso es horrible.

—En parte —contesta mientras se encoge de hombros—, pero debo admitir que prefería eso a tenerlos a mi lado —tras decir esto me observa—. No tienes ni idea de los métodos... que usaban para que aprendiera y fuera un prodigio rápidamente, cuando estuve solo aprendí a tocar un instrumento que deseaba, la guitarra.

—¿Tus padres cuánto tardaron en volver?

—Seis años —diciendo esto dio otro sorbo a su café y luego acarició el asa de la taza—. Pero antes de que te escandalices, no estuve solo. Cuando cumplí doce me fracturé el brazo en la escuela, al no tener a mis padres cerca mis profesores llamaron a mi tío, lógicamente al inicio me molestó ya no tener mi libertad, pero hoy en día le agradezco que me acogiera en su casa, le debo la vida, soy quien soy hoy en día por ellos y por mi primo.

—Me alegra saber que no estuviste solo durante este tiempo.

—Creo que eso es lo único que le agradezco a mis padres —dice y me observa atento—, me dieron la oportunidad de tener una familia.

Luego de que dijo esto la pantalla de su celular se encendió, una mueca se formó en sus labios y alzó el brazo para llamar al mesero y pedirle la cuenta.

—Perdón, preciosa —me dice—, tengo una emergencia y debo regresar.

—¿Pasó algo malo?, ¿te puedo ayudar?

—Descuida, todo está bien, te llevaré a casa.

—No es necesario, yo pued...

—Zoey, no dejaré que te vayas sola desde acá, no es seguro, además, a donde voy me queda de camino.

Luego de que pagara Ivan se puso de pie y sujetó mi mano, ambos subimos al auto en completo silencio. Su rostro estaba tenso, no sabía que era lo que había pasado pero por como había empezado a comportarse luego de leer ese mensaje me indicaba que no podría ser algo bueno.

Al llegar a una esquina lejos de la casa de Caro me despedí de él con un beso, prometió llamarme por la noche luego de solucionar el problema que tenía, así que tras cambiarme volví a casa. Papá no se encontraba, mamá estaba sentada en la sala sujetando el teléfono entre sus manos.

—¿Mamá?

—Zoey, cielo.

—¿Ha pasado algo?

—Eliot tuvo un accidente, tu padre ha ido a buscarlo...

Sentí como el corazón se me detuvo luego de escucharla. Mis rodillas empezaron a temblar y una sensación gélida me recorrió de pies a cabeza.

Me senté a su lado aguardando recibir la llamada de papá, pero tras una larga y tortuosa hora de no tener noticias, escuchamos a dos autos estacionarse frente a la casa, lo siguiente fue que la puerta se abrió y mi padre entró con el casco partido de Eliot en una mano.

—¿Papá, Eliot está bien? —pregunté con la voz temblorosa, él asiente, aunque en sus ojos cansados pude darme cuenta de que pasó momentos de angustia.
—Está bien cielo, por suerte el casco resistió, tan solo tiene una férula en la muñeca que deberá usar durante algunas semanas.

Eliot cruza el umbral de la puerta, inconscientemente corro a abrazarlo y entierro mi rostro en su pecho, él se queda quieto unos segundos, pero finalmente sus brazos terminan rodeándome.

—Ey, estoy bien, hierba mala nunca muere —dice, y al observarlo, él me está sonriendo.
—Eres un idiota, te he dicho que tires ese ataúd lineal, casi te mueres, cabeza hueca —escucho que dicen desde atrás pero reconozco esa voz perfectamente.

—No fue mi culpa, el imbécil ese del auto me cerró en la autopista —contesta Eliot quien todavía me estaba abrazando y gira su cuerpo dejando ver a su acompañante.

Al observarlo me quedé estática, y cuando cruzó la puerta él también. No entendía que estaba haciendo en mi casa y porque Eliot lo conocía.

—Ivan...

—Sí, la estrellita con la que has empapelado tu cuarto —suelta Eliot con cierta molestia mientras coloca un brazo sobre mis hombros—. Ivan, ella es Zoey, te hablé mucho de ella cuando éramos niños, Zoey, él es Ivan White, mi primo.

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