「ღ」Capítulo 34.
Llevaba tanto tiempo apretando el libreto que este estaba a punto de deformarse. Traté de calmarme, pero que el auto avanzara tan lento solo incrementaba mi ansiedad. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le pregunté a Agustín cuánto faltaba para llegar, y aunque siempre me contestaba de forma cordial, otro en su situación ya me habría mandado a callar, o peor aún, me habría bajado del auto y dejado a mi suerte.
El director nos había dado una semana para prepararnos, pero entre la nueva escuela, las tareas y los ensayos en Golden, me sentía tan agotada y estresada que hasta el ojo me palpitaba.
—Llegamos —escucho que dice Agustín mientras estaciona.
Al bajar, me topo con el enorme estudio; era el mismo que se utilizó para la película donde tuve una pequeña participación, pero ahora todo había sido adaptado para la nueva película.
Los miembros del staff me saludaron, pero aunque trataran de disimularlo, sabía que estaban hablando acerca de Iván, Camille y de mí por el supuesto escándalo que mencionó Úrsula en televisión nacional.
Desde que se anunció nuestra participación en la televisión, las redes estallaron. Golden aprovechó el momento para citarnos a una sesión de fotos, y como era lógico, siempre me colocaban en medio de ellos. Me sentía demasiado incómoda con toda la situación, pero no quería darle el lujo a los demás de que me vieran renunciar a esta gran oportunidad.
—¡Zoey, bienvenida! —gritó Corbin mientras terminaba de dar unas indicaciones.
Lo saludé y él comenzó a contarme acerca del itinerario. Aparentemente, hoy se grabarían las escenas de Camille y de Iván durante la mañana, y por la tarde, se grabarían las mías. Agustín anotaba todo lo que él decía; se notaba que quería dar lo mejor de sí, pero antes de que Corbin terminara de darnos las indicaciones, el chillido de algunas chicas se escuchó a lo lejos y no necesitaba ser adivina para saber quién acababa de llegar.
Volteé hacia la entrada; Iván estaba llegando de la mano con Camille, y atrás venían sus respectivos representantes. Por unos breves segundos nuestras miradas se cruzaron, pero él rompió rápidamente el contacto entre nosotros. Benjamín, que iba unos pasos más atrás, me observó a detalle, y como últimamente hacía, todo su lenguaje corporal gritaba que me consideraba una molestia.
—Director Corbin, un placer volver a verlo —dice Benjamín, quien pasa por mi lado y termina dándome la espalda—. Sepan disculpar la tardanza, Iván y la señorita Reynolds tuvieron sesión de fotos y el cambio de vestuario demoró más de lo planeado.
—Pierdan cuidado —añade—, por suerte estamos a tiempo. Ahora, Benjamín, Mark —diciendo esto observa al representante de Camille—, mi asistente guiará a los jóvenes a los camerinos, por favor acompáñenme.
Las tres puertas de los camerinos fueron visibles tras dar algunos pasos. La de Iván quedaba justo a la izquierda, un poco más lejos que la de nosotras, y la de Camille y la mía estaban prácticamente una al lado de la otra.
Cuando estuvimos lejos, ambos se soltaron las manos. El asistente nos indicó que dentro ya nos estaba esperando el estilista, así que no teníamos que preocuparnos por nada. Camille fue la primera en entrar sin mirar atrás; me quedé observando la estrella que tenía mi nombre sin todavía procesar todo esto, pero la mirada que me proporcionaba Iván en ese momento me forzó a entrar con prisa.
Del otro lado, una muchacha comenzó a alistarme; era joven, probablemente era apenas unos cinco años mayor que yo, pero el profesionalismo con el que trabajaba era algo admirable.
Cuando terminamos, me dirigí detrás de las cámaras y tomé asiento en una de las sillas que tenían mi nombre. Sujeté el libreto y comencé a releerlo una y otra vez para aprenderme las escenas que se grabarían por la tarde.
Iván y Camille llegaron y se posicionaron en medio del escenario. Las luces los apuntaban directamente y, tras darle unos retoques a Camille, finalmente el director dio inicio a la grabación.
Aunque odiara aceptarlo, Iván y Camille eran increíbles. La capacidad que tenía ella de cambiar de personalidad cuando la cámara estaba encendida era demasiado intimidante; por momentos, uno no sabía cuál era la verdadera persona, hasta podía jurar que el personaje fue diseñado exclusivamente para ella.
Iván, por el contrario, no se quedaba atrás. Era relativamente nuevo en el mundo de las actuaciones, pero las correcciones que recibía del director eran mínimas, y en su mayoría, eran pedidos de que pusiera más énfasis en alguna de las oraciones que estaba interpretando.
—Lo harás estupendo —escuché a Agustín colocarse a mi lado. Le sonreí y luego devolví mi vista al libreto.
—¿Todo bien con el dúo terrible? —pregunté. Él rió por mi ocurrencia. —Bien, para tratarse de ellos.
Agustín me había contado lo que pasó el día que nos reunimos todos. Aparentemente, Benjamín y Mark lo estaban tratando de convencer, o mejor dicho, forzar, a que yo renunciara al protagónico. Él, por supuesto, se había mantenido firme, pero también era consciente de que acababa de firmar su sentencia. Nadie le decía que no a Benjamín Moore y tenerlo como enemigo, en sus palabras, era algo que jamás hubiera pensado en todos los años que llevaba dentro de Golden.
Para cuando nos dimos cuenta, ya era momento de que yo comenzara a grabar mis escenas. Tuve que volver al camerino para que me dieran los otros accesorios que faltaban. No tardé demasiado; mi idea era ir y salir rápido para no cruzarme a ninguno de ellos, pero no se incluyó el paquete de buena suerte en mi nacimiento, así que al salir me topé con Iván.
Caminé serena; debía mostrar profesionalismo. Sería desastroso ponerme a correr como si tuviera algún tipo de peste contagiosa. Ambos estábamos en silencio, él no dijo nada, pero comenzó a caminar a mi lado. Mi teléfono vibró; lo tomé y leí el mensaje de Eliot que acababa de llegarme. Sonreí, y fue en ese instante cuando él me tomó de la muñeca y me llevó al lado contrario.
—Zoey —empezó a decir. Yo me quedé en blanco por su repentina acción—. ¿Están juntos? —ahí caí en cuenta de que había leído el mensaje de Eliot.
Él me observaba atento, aguardando una respuesta. Su mano todavía mantenía sujeta mi muñeca; se veía contrariado por la situación, pero pese a su cercanía en ese momento, no sentía nada. Lo único que deseaba era alejarme para que no continuara con todo esto.
—Suéltame —le dije. Él negó y acercó su rostro hacia mí. —Zoey, responde... —¿Por qué tendría que hacerlo? —ataqué. Él aún se mantenía peligrosamente cerca—. Mi vida amorosa no te incumbe.
—¡No puedes estar con él! —añadió mientras murmuraba entre dientes.
Iván me tomó de la cintura y me acercó todavía más; su mano terminó sujetando mi mentón, y aunque trataba de librarme, no podía; él era más fuerte.
—¿A qué juegas? —pregunté, y él no lo entendía—. Me engañaste... y ni siquiera tuviste la decencia de terminarme antes; tuve que enterarme por los medios —enfaticé. Él agachó el rostro—. No soy tu juguete. Si tuviste algo de cariño hacia mí, merecía una explicación, pero no lo hiciste. Me culpé a mí misma; pensé que había sido yo la que no fue suficiente —dije dolida, sintiendo un nudo en mi garganta—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Que esté disponible para que cuando te aburras de jugar vuelvas?
—Zoey, no es así...
—¿Entonces, qué? Si decidiste irte y dejarme de lado por alguien, esa fue tu decisión. No soy la segunda opción de nadie. Puede que ella sea más bonita, tenga talento y lleve el mismo estilo de vida que tú, pero yo te quise genuinamente —comencé a llorar sin haberme dado cuenta. Él continuaba observándome—. Te quise sinceramente... pudiste no haber tenido nada y aún así te habría elegido, porque mis sentimientos fueron sinceros... pero elegiste lastimarme. Este fue el camino que tomaste. Ahora, por favor. Suéltame.
—No lo haré, no puedo hacerlo.
—¡Que me sueltes! —enfaticé con voz firme.
—¡No quiero hacerlo, yo te amo, Zoey!
Apenas pasaron unos segundos, pero él terminó tomando mis labios. Traté de soltarme, pero no pude; Iván todavía me mantenía aprisionada contra su cuerpo. Lo único que pude hacer en ese instante fue morderlo lo suficientemente fuerte como para que el dolor lo hiciera alejarse. Me soltó y limpié mis labios con la manga del vestuario.
—Eres increíble —respondí herida mientras lo observaba. Aparentemente, mi actitud lo descolocó—. No te importó lastimarme y ahora no te importa lastimar a la persona que tienes al lado —bufé—. Pues, ¿qué crees? No seré tu juguete. Cumpliré con mi contrato porque ahora este es mi trabajo.
—Zoey...
—Tú lo dijiste ese día. No fui suficiente para ti, pero eso es porque tú no eras la persona ideal para mí.
Lo dejé ahí y rápidamente limpié todo rastro de lágrimas en mi rostro. Caminé al escenario y cuando dieron la orden, comencé a actuar. El show debía continuar.
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