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Develando misterios

     Una vez que regresó a su cuarto, se encontró con un nuevo ramo de peonías en la cama junto a una nota. Sus manos quitaron la tarjeta de entre las flores para poder leerla "Ten cuidado Laila, no te fíes de él. Malak". Una risa muda se escapa de entre sus labios, sorprendida de que no dijera que se verían pronto. Deja el nuevo ramo junto al que aún tenía de la otra vez, sin saber muy bien que hacer con ninguno de los dos y se va a dar una ducha para poder sacarse todo el agotamiento del día. 

     En cuanto termina de bañarse, corre la mampara para buscar una toalla, pero le parece ver un reflejo en el espejo del baño. Esta vez no es una mujer sino un hombre. Cuando intenta concentrarse en ver quién era, la figura desaparece. Toma la toalla para cubrirse y sale rumbo a la valija para buscar algo con lo que vestirse. 

      Al volver al baño para peinarse, nota que en el espejo se observan unas palabras escritas en el vaho generado en el. "Ten cuidado con él" Molesta con estos misterios intenta borrar el mensaje pasándole la mano por encima, pero no logra hacerlas desaparecer.

     Al recostarse en la cama comienza a invadirla el sueño. De la misma forma que la noche anterior, sueña que se encuentra en el pasillo del hotel, pero esta vez, Amunet no se encuentra con ella, está sola. La puerta de su habitación se encuentra cerrada y no puede abrirla. Comienza a caminar por el pasillo tratando de abrir cada una de las puertas, pero todas están cerradas, nadie contesta. Finalmente encuentra una que está abierta. Ingresa con cuidado, a pesar de saber que está soñando y nada le puede suceder no se siente del todo segura. No hay nadie en la habitación, pero ella sabe que el dueño no puede estar muy lejos. La cama está revuelta, hay ropa sobre ella y se escucha el ruido del agua correr en la ducha. Se acerca al mueble junto a la puerta y sostiene la llave de la habitación en sus manos. Era la número nueve. Al escuchar que la puerta del baño se abre deja rápidamente la llave en su lugar y se gira para ver al dueño salir. Un muchacho con una toalla atada en la cadera y el pecho desnudo y húmedo sale sacudiéndose el pelo. Todavía él no ha notado su presencia. Ella lo observa. En su pecho hay un sin fin de marcas. Entre tatuajes y cicatrices, tiene el cuerpo cubierto. 

     El muchacho se aparta el cabello que cae sobre su rostro y entonces se da cuenta de que hay una intrusa en el cuarto. La mira sorprendido, claramente extrañado de verla allí. Luego mira hacia la puerta que sigue abierta y sin decir palabra alguna va a cerrarla, parándose luego frente a ella. Laila seguía dura en su lugar sin saber que hacer. En ese corto trayecto que hizo entre ella y la puerta, pudo observar que la espalda mostraba el mismo patrón que el pecho. Tatuajes y cicatrices. Ahora que lo tenía más cerca podía observarlos mejor. Se veían antiguos, tanto por el color como por el estilo. Parecían tener mucho significado. Sentía como si una fuerza o poder emanara de cada uno de ellos. Pero no podía describir la sensación que le provocaba. Finalmente, el silencio se rompió. 

— ¿Qué haces aquí Laila? — pregunta él y ella finalmente logra salir de su quietud.

— Yo, lo siento, vi la puerta abierta y entre, creí que al ser un sueño no pasaría nada.

— Sí, en cuanto a eso está bien, pero recuerda siempre cerrar la puerta, incluso en sueños. Nunca puedes saber quién está espiándote. 

— Pero si no hay nadie aquí, ya revisé todas las puertas. Además ¿por qué alguien buscaría espiarme, hacerme daño?

— No debes preocuparte por la gente común Laila, el peligro es él. Él sí sabe que estas aquí.

— Pero si estoy soñando Ángel, no puede pasarme nada. — Ángel sujeta sus manos elevándolas a la altura de su pecho

— El podrá aparecer en tus sueños, no son seguros, no los tuyos. Son especiales. Tienes una conexión con nosotros. Si lo que él desea es lastimarte, créeme que lo hará, puedo mostrártelo.

— ¿Y cómo sé que no debo cuidarme de ti?

— Confía en mí, si yo buscara herirte ya lo habría hecho. — suspira y camina a tomar una nota.— Toma, léela. La ha escrito pensando en esto— Laila sujeta la nota entre sus manos y la lee. 

— Aun así no puedo creerte. Podrías haberlo hecho solo para tratar de convencerme. Por favor. Deja de aparecer a donde sea que voy.

— Lo intentare, pero créeme, corres peligro a su lado. — mira hacia la mesa de luz, a una foto que desde el ángulo en que ella se encontraba no podía visualizar.— Sé que te lo ha dicho. Recuerda todo lo que te ha dicho. Por eso estas aquí. Sabes la clave. 

— ¿Cómo sabes de mi sueño, sobre eso que me ha dicho?

—Se todo sobre ti, incluso más de lo que tú sabes de ti misma. Pero no falta mucho para que sigas descubriéndote, descrubriendo lo que debes hacer. 

— Tú la conoces, ¿cierto? A la mujer, a Amunet. — murmura sabiendo la respuesta que escucharía. 

— Sí, la conocí. Tienes razón, y ella es la razón de conocernos. Necesitabas un lugar donde estar. Este era el único lugar seguro que podíamos ofrecerte. Pero entonces apareció él, y ya no puedo asegurar de que sea lo más seguro para ti. Debes cambiar de cuarto, necesitas más protección. Haz lo que haga falta, pero sal de tu cuarto.  No lo dudes, despiértate y hazlo.

— No, no despertare hasta que me expliques que ocurre.— Se acerca a él y lo toma del brazo para que no pueda huir.— por favor.

— Laila —suspira— No puedo decírtelo, por más que lo desee no puedo contártelo. — Acaricia su rostro como alguien acaricia a un niño cuando necesita retarlo sin que el niño se sienta mal y besa delicadamente su mano al soltarla de su brazo. — Lo siento, pero intentare ayudarte en lo que pueda. Ahora, ¿puedes hacerme tú un favor? —la mira a los ojos sujetando los costados de sus hombros, firmemente, pero sin llegar a lastimarla.

— ¿Qué necesitas? — murmura desviando la vista, el sujeta su barbilla y alza su rostro hacia el suyo obligándola a mirarlo. 

— Necesito que confíes en mí. —dice seriamente, ella asiente débilmente con la cabeza y finalmente él la suelta— Cierra los ojos. —inmediatamente le obedece y siente como besa su frente. De pronto el calor de su cuerpo desaparece, sus manos ya no la sujetan. El sentimiento de soledad la inunda. Abre los ojos y se encuentro sola en su habitación. Está segura de dos cosas. Una, que sigue soñando y dos, que él se ha ido. Todas sus cosas han desaparecido. A excepción de la foto. Pero ella no posee la suficiente valentía como para acercarse a verla. La guarda en un cajón para asegurarse de no verla y se queda un rato vagando por la habitación, tratando de ver si hay algo que él hubiera dejado atrás y que la pudiera ayudar. No encuentra nada, era como si él nunca hubiera estado ahí. 

     Al despertar, guarda todas sus cosas en la maleta y por algún motivo, decide guardar también las tarjetas que le ha dejado Malak, incluso esa última que ha encontrado pegada a su puerta al salir "Por favor Laila, confía en mí, haz lo que te pedí. Malak" Esa tarjeta le resultó bastante confusa. Seguía sin saber quién era el Malak que le escribía, porque el muchacho que había conocido con ese nombre dijo no ser partícipe de esos regalos. Y el único que le había pedido confianza, había sido Ángel, en un sueño. 

     Se dirigió hacia la recepción a exponer sus temores. Quería un cambio de habitación porque sentía que alguien más tenía acceso a su cuarto. Comentó lo de las flores y la situación de haber visto a un hombre en su cuarto al salir de la ducha. El recepcionista le pidió disculpas en nombre de todo el hotel y llamó al gerente para que se encargara personalmente de solucionar el problema.    

     Le entregaron la llave y el gerente la acompañó hasta la habitación para mostrársela personalmente y poder conversar sobre las medidas de seguridad que tomarían a continuación para que ella se pudiera sentir cómoda. Una vez cerrado el asunto, la dejó sola. 

     Le habían dado la habitación del sueño. Nada había cambiado. Todo estaba acomodado como lo recordaba. Incluso una mancha en la pared se encontraba en el mismo lugar que soñó. Acomodó nuevamente sus cosas y se sentó en la cama junto a la mesa de luz, intrigada. Si todo estaba igual, había una posibilidad de que el retrato... Sí, al abrir el cajón se encontró con la imagen boca abajo, tal y como la había dejado. La sostuvo entre sus manos y la observó. Era ella. 




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