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Cap. 5: Stephanie Gothel.

Canción: Sabia es mamá - Enredados soundtrack.


Una señora choca de enfrente con nosotros. Me enderezo en mi sitio sabiendo que ya es muy tarde para esconderme. Flynn, a mi lado, hace lo mismo.

Ella se aleja unos centímetros y nos observa con gesto confundido. Es una mujer joven, no creo sea demasiado mayor que yo. Tiene el cabello negro y ondulado cayendo en cada lado de su rostro y terminando a la altura de su cintura. Trae un vestido rojo y sus ojos gatunos no dejan de mirarnos, son tan oscuros que siento que, si hubiera un poco más de luz, pudiera verme reflejada en ellos.

—¿Hola? ¿Los conozco? —pregunta con amabilidad.

—Yo... —empiezo a hablar sin saber muy bien que voy a decir.

Flynn pasa un brazo por mis hombros, abrazándome de lado. Lo observo, confusa.

—Mi novia y yo nos perdimos en el bosque —sonríe con naturalidad. La mentira se le da tan bien— La verdad seguimos sin saber qué camino tomar para volver, así que cuando encontramos la torre y vimos que había una entrada, decidimos subir. Pensamos que desde arriba podríamos fijar alguna ruta.

Asiento con la cabeza siguiéndole el juego. Me muerdo la lengua para no hacer ningún gesto de desagrado que descubra nuestra mentira.

La señora extiende una sonrisa cariñosa. Poco a poco suelto el aire con tranquilidad.

—Oh, claro, venga vamos. Suban —señala escaleras arriba.

—No queremos molestar... —empiezo a decir.

—Claro —dice Flynn a mi lado empezando a caminar. Se detiene al notar que no me muevo— ¿No vienes, amor?

Aprieto mis puños sin dejar desvanecer la sonrisa de mi rostro.

—Por supuesto, cariño.

La señora aplaude con emoción y sube las escaleras adelantándonos.

—Un gusto, chicos. Soy Stephanie Gothel.

No dejo de observar las linternas amarillas que rodean las escaleras y simulan esas linternas porta velas, como la que tiene Stephanie en sus manos.

—Stephanie... ¿Y qué haces aquí en esta torre? —pregunta Flynn.

—La encontré un día paseando por el bosque. Como supongo que les pasó a ustedes, encontré el hueco de las piedras. Inmediatamente lo convertí en una casa para usar como retiro espiritual. Un sitio al cual ir cuando la ciudad me parezca demasiado.

—Es sorprendente. Y la entiendo, este sitio es hermoso, incluso hay una cascada ¿Qué más pedir para estar un par de días? —esta vez soy yo la que habla con la impresión a mil.

Stephanie ríe.

—A que sí.

—¿Pero los que construyeron esto no pudieron crear otra forma de subida? —se queja mi compañero subiendo los escalones cada vez más con cansancio.

—En algún punto te acostumbras. Además, es un buen ejercicio —bromea.

La conversación desde ahí empezó a ser bastante fluida. Stephanie nos contó que tenía treinta años y había conocido esta torre hace varios años atrás. Incluso hablamos de la princesa perdida, ya que la curiosidad sobre ese crimen sin resolver hizo estragos en mi mente.

Contó que lo más probable es que la hayan secuestrado y sacado de la ciudad para que nadie la encontrase. Pero aún eso genera muchas dudas que no parecen encajar.

—¿Por qué no pidieron recompensa?

—Porque hay una leyenda sobre esa niña. Dicen que había algo especial en ella. La reina casi muere a mitad del embarazo y según cuentan consiguieron una planta mágica parecida a la flor tradicional de la ciudad y que hizo que la niña naciera con el don de la juventud.

Suelto una carcajada al escuchar algo tan disparatado.

—¿Y de verdad alguien creería algo como eso?

—La gente que se obsesiona con ser joven, supongo.

Stephanie hace una mueca antes las palabras de Flynn.

—Si. Creo que todos necesitan creer en algo, aunque sea demasiado extraño. Muchos piensan que esta ciudad es mágica, que exista una leyenda como esta no es cosa de sorprenderse —sus palabras fluyen con delicadeza. Escucharla hablar es casi hipnótico—. Pero, ahora lo que importa es que llegamos.

Señala una puerta bastante parecida a la que nos encontramos hace rato.

—¡Era hora! —Flynn alza los brazos al cielo casi hiperventilando.

Stephanie y yo reímos por su actitud.

—No te preocupes, puedes sentarte a descansar.

Al entrar nos encontramos con una enorme sala llena de iluminación gracias a la enorme ventana que ocupa buena parte de la pared. A nuestra derecha hay unas escaleras que creo llevan a una habitación. También en este piso de abajo hay un par de puertas, todas en el mismo lado de la habitación. La zona es realmente espaciosa y lo siguiente que capta mi atención son las pinturas que decoran las paredes e incluso el techo. Desde flores hasta incluso galaxias. Todo está decorado de distintos objetos y animales que me hacen sentir que esta es la habitación más perfecta que he visto en mi vida.

Hay un armario azul, un sofá verde, un espejo gigante, escritorio, un maniquí con unas telas a su lado y... ¿Qué es eso?

¡Un camaleón!

Chillo de la emoción acercándome al verde animal que empieza a cambiar de color. Se pierde entre la madera azul del armario, pero al sentir mi tacto vuelve a su color natural y trepa por mi brazo. Me giro hacia Flynn que me observa con una sonrisa muy distinta a las tramposas que he conocido en este viaje, esta vez se ve muy real, incluso tierna.

—¡Pascal! No molestes a la invitada —dice Stephanie entre risas.

—¿Molestarme? No tiene idea de lo mucho que amo estos animales.

Flynn se posiciona a mi lado con los brazos cruzados y la misma sonrisa de hace unos segundos.

—Cada vez eres más rara, castaña.

Me giro hacia él con una sonrisa. Por un momento me intimido por la cercanía de nuestros rostros. Él parece no inmutarse, sigue viéndome con una sonrisa de ojos brillantes.

—¿Quieren agua o algo de comer? —nos pregunta con amabilidad la habitante de esta torre.

—¿Un sándwich? —susurro con timidez.

—Agua —suelta Flynn casi a gritos.

—Ok, queridos. Ya vuelvo.

Juego con pascal un rato más. Le acaricio la cabeza y él se acaricia tal cual un gato. Creo que encontré a mi mejor amigo en mascota, y, estoy procesando la idea de preguntarle a Stephanie si es de ella, o si me lo puedo llevar.

—Eres muy bonita cuando no estás de malas —susurra el castaño agachándose a pascual que le huye apenas lo ve y se acerca más hacia mí.

—Sí, supongo que tú te ves guapo dormido, cuando no puedes hablar —respondo en broma.

Él me giña un ojo con coquetería y reímos juntos. Por un momento, la idea de ser amigos me cruza la mente, pero al recordar su actitud irritante al inicio del viaje, despego la idea y me levanto del suelo.

Mi vista se dirige a la puerta del segundo piso sin poder evitarlo. Algo extraño me insta a ir, y mi sexto sentido de artista me hace creer que hay más arte por allá.

Llamo la atención de Flynn dándole un pequeño codazo y señalo la puerta.

—¿Si subimos?

Observa el sitio con duda.

—No creo que sea buena idea. No creo que debamos abusar de la confianza de...

—¡Vamos! —le interrumpo— Stephanie es un sol. No se enojará.

Entrecierra los ojos, sopesando la idea.

—¿Y esas repentinas ganas de investigar?

—Mi sexto sentido de artista —me encojo de hombros.

Sigue observándome con ojos entrecerrados. Coloco los ojos de perritos asegurándome de que esto lo convencerá. Y afortunadamente lo logro. Sonrío al verlo acceder.

Chillo emocionada y no pierdo tiempo para salir corriendo escaleras arriba. Flynn me sigue a pasos lentos, pero no tarda mucho en llegar hasta mi sitio. Abro la puerta entrando de una vez.

Mi sonrisa decae y no es tanto por no encontrar lo que esperaba, es por encontrar algo que hubiera deseado no ver. Frente a mí hay una chica, o lo que creo yo que es porque ya casi se ha reducido a un esqueleto donde le recorren insectos por todos lados.

Su cuerpo yace tirado en el suelo. Trae un vestido que logro notar que inicialmente era morado, pero ahora está lleno de manchas de lo que me niego a que sea sangre seca. Las pocas hebras de cabello son más largas que ella, y parecía ser rubia.

Estoy por gritar, pero una mano cubre mi boca antes de que salga algún sonido de mi garganta.

Flynn me observa con los ojos orbitados, tan en pánico como yo. Coloca su dedo tembloroso en sus labios en señal de silencio.

La habitación se reduce en respiraciones agitadas a causa del miedo, y un cadáver frente a nosotros. No puedo evitar verlo, no tardo mucho en encajar todo en mi mente y gracias a todo lo que me han contado de ella, sé que ese es el cuerpo de la niña perdida. La princesa que desapareció.

—¿Qué vamos a hacer? —mi voz sale en un susurro tembloroso.

Mis ojos se llenan de lágrimas y estoy a punto de colapsar, pero una voz nos deja helados.

—Ay florecilla. No debiste entrar aquí.

La voz de Stephanie deja de ser amable y tierna, ahora suena hosca, tenebrosa. Al girarnos, la encuentro frente a nosotros con gesto serio y en sus manos... Una daga.

No pude evitar gritar.

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