Fuck him
Se había acostado temprano, algo muy inusual en él. Ese día había estado en constante movimiento, pues hace bastantes semanas que habían empezado con la promoción del nuevo vídeo musical. Se levantaba a las 6 am, practicaba, un fansing le seguía, y por último estaban las presentaciones, luego de esto llegaba al departamento y directamente se dormía, su organismo ya se había acostumbrado al nuevo horario alimenticio, por lo que algún que otro bocado por la noche era más que suficiente.
Hoy había sido un día de sólo prácticas, así que la razón por la que dormitaba a una hora tan temprana era esa; por primera vez en tantas semanas, por fin podría descansar como una persona normal.
Mirando hacia el techo, Hyunjin pensaba, en todo lo que le había costado —y que aún le costaba— haber llegado hasta lo que tenía hoy, repasaba mentalmente todo el recorrido que hizo para lograr su sueño. Era impresionante si se lo ponía a pensar con detenimiento, llegar a ser reconocido mundialmente no era algo que podrías hacer así de fácil.
«Si tan sólo supieras lo que te espera, Yo del pasado.», pensó con gracia, recordando aquellos años en los que aún tenía su cabello al natural, las mejillas regordetas eran algo que lo caracterizaban en el pasado, pero con el tiempo fueron desapareciendo, así como también aquellos rasgos aniñados, eso sí que no lo extrañaría para nada, le gustaba cómo se veía en la actualidad.
Sus ojos cansados ardían, así que los cerró, finalmente rindiéndose ante el sueño.
Se despertó de golpe, abriendo los ojos como platos. Había soñado que volaba por el aire como Peter pan, pasando por sobre muchas casas, y en cierto momento en el que reconoció lo que era su antiguo departamento, fue cuando empezó a caer en picada, con su corazón latiendo como loco, sus ojos cerrándose con fuerza al ver lo cerca que estaba del techo. No obstante, el impacto nunca llegó, así que volvió a abrir los ojos.
«Que sueño más extraño y realista.» Pensó Hyunjin.
Pestañeó varias veces, tratando de acostumbrar su visión, y al enderezarse sobre la cama se dio cuenta de algo peculiar; ese no era su cuarto, oh, claro que no. Pues en realidad, parecía tratarse del cuarto que tenía años atrás. Le pareció muy extraño, pues estaba casi seguro de que no se trataba de un sueño, pero por si acaso, para cerciorarse de que era así, se pellizcó, y rápidamente se quejó por el fuerte dolor. No parecía estar soñando.
A pesar de lo surreal de la situación, decidió no pensar mucho al respecto y sumirse a sus instintos, así que se dedicó a investigar, comenzando a caminar silenciosamente por los oscuros pasillos del departamento. Su andar continuó lento y tranquilo, hasta que unos extraños balbuceos lo detuvieron, frente a una perta que identificó como el baño. Se acercó con sigilo hasta la puerta entreabierta y asomó un ojo al borde de la misma. Y cuál fue su sorpresa, al verse a sí mismo ahí, aunque lo más impactante fue ver lo que estaba haciendo.
—Mmh —dejó escapar un jadeo. Una mano se ocupaba de masturbarse, mientras que la otra empujaba sus dedos dentro de su trasero.
Hyunjin quedó tieso, estaba en shock. Si bien era normal para él masturbarse de vez en cuando, no podía evitar sentirse raro y avergonzado al ver —lo que suponía—su otro yo haciéndolo.
Sin embargo, y aunque lo que estaba viendo le parecía algo completamente loco— y aparentemente sacado de la mente de un consumidor de hongos alucinógenos—, Hyunjin siguió observando, mirando cómo el otro disfrutaba dándose placer.
No se perdía de vista ningún detalle, movimiento o expresión en su rostro. No quería admitirlo, pues no quería sonar narcisista, pero le estaba empezando a excitar bastante, y a pesar de que actualmente le gusta su físico, nunca llegó a considerar que observarse haciendo esas cosas lo calentaría tanto como ahora.
—Diablos... —susurró al sentir que el pantalón empezaba a molestarle en sus partes.
Cuidadosamente, y tratando de no hacer ruido, bajó el borde del pantalón, seguido de su bóxer, los dejó a la altura de sus muslos, lo suficiente como para liberar su pene y poder tocarse cómodamente. Miró su mano acariciar toda la extensión, cerciorándose de que estuviera bien mojado. No obstante, cuando volvió su vista hasta el interior del baño su corazón dio un vuelco; no sabía cómo o en qué momento, pero la puerta se había abierto por completo, y frente suyo estaba un Hwang Hyunjin de posiblemente unos 19 años, mirándolo fijamente.
—Tú... —habló el castaño, con una expresión de sorpresa en su rosto. Paseó sus ojos por su cara, continuó por su pecho, y al bajar un poco más se sorprendió, y se sonrojó al instante.
—Bien, creo que me descubriste —dijo muy avergonzado, riendo incómodamente.
— ¿Quién rayos eres? —preguntó serio, aún desnudo.
Hyunjin quiso reírse en aquél momento, por lo extraño que era hablarse a sí mismo, por haberse descubierto con las manos en la masa, pero sobre todo; por la apariencia seria que tenía el castaño, ya que incluso aparentando dureza se venía tierno. Ahora comprendía por qué sus amigos no lo tomaban enserio.
—Sonará loco y tal vez creas que soy un demente pervertido, pero esta noche me acosté; soñé que estaba volando sobre la ciudad, caí en este departamento y desperté en tu cuarto, comencé a caminar y me encontré con mi yo del pasado masturbándose, me calenté, fui descubierto y acá estoy —suspiró con cansancio, luego de narrar todo tan rápidamente.
El otro quedó con la boca entreabierta, probablemente pensando en qué rayos era lo que estaba sucediendo.
— ¿Estás diciendo que eres yo del futuro? —preguntó sin creerle del todo.
—Lo más obvio es que no me creas, así que permíteme demostrártelo —el rubio avanzó dentro del baño, cerrando la puerta detrás de él. El castaño fue retrocediendo hasta chocar contra la pared de la ducha —. No haré nada que no quieras, tranquilo— y luego de decir eso rodeó su cintura con un brazo, a la vez que le tomaba del cabello suavemente, tironeando hacia atrás, para besar el suave cuello lentamente —. Sé cada debilidad, cada rincón de tu cuerpo, sé cómo te gusta hacerlo —mordió el espacio entre su hombro y el comienzo del cuello, sacándole un leve gemido —. Porque soy tú.
Sus miradas conectaron por un momento, escaneando sus facciones mutuamente, transmitiendo el deseo que sentían a través de sus ojos; el deseo de hacerse uno mismo.
—Debo admitir que somos idénticos, exceptuando el pelo, —aceptó el castaño —. Pero me gustaría confirmarlo, así que demuéstramelo —desafío con una sonrisa lasciva plasmada en sus labios.
El rubio, sin dudarlo más, lo giró, e hizo que sus piernas subieran sobre la tapa del inodoro, quedando con los brazos apoyados sobre la caja del mismo, dejando su espalda curvilínea y el trasero en alto. Se arrodilló, agarró las desnudas nalgas con sus manos, y tras separarlas hundió sus labios entre ellas, besando su entrada suavemente, bajando una mano hasta su desatendido miembro.
—Omhn, se siente tan bien. Tu lengua se siente demasiado bien —gemía el castaño, al sentir que su agujero era penetrado por aquél escurridizo músculo.
El rubio, inspirado por la aguda y sensual voz, siguió unos cuantos minutos estimulando esa zona; a veces lamiendo, a veces penetrándole. Su mano detuvo su vaivén, para atender el miembro del castaño, al mismo tiempo que con su mano sobrante, se encargó de acariciar los testículos y el perineo.
— ¿Te gusta? —preguntó entre sus nalgas, volviendo a lo suyo una vez terminado la pregunta.
—Ahm, sí, se siente tan rico, hmn—contestó entre gemidos y suspiros. El castaño estaba empezando a creerle, y es que lo estaba haciendo tocar el cielo con un simple beso negro. Sabía cómo, dónde y en qué momento hacer las cosas, tan bien se sentía que faltaba muy poco para correrse —. Si sigues así me correré —avisó con desespero.
Entonces, y sin que el pequeño Hyunjin se lo esperara, el rubio dejó su cuerpo para cargarlo en brazos.
— ¿Qué haces? —indagó el castaño, viendo cómo el otro comenzaba a caminar por el pasillo.
—Es mejor si estamos cómodos —contestó. Y al llegar al cuarto en el que apareció, tiró al castaño sobre la cama, para luego cerrar la puerta y volverse hacia él. Gateó sobre el mullido colchón, hasta posarse sobre su presa, ubicándose entre sus desnudas y delgadas piernas — ¿Quieres saber quién soy? —interrogó el rubio, respirándole en la oreja, causando escalofríos en el cuerpo del contrario —Te lo haré saber, así que prepárate —dictaminó con determinación.
El chico tragó duro, completamente embelesado con los encantos y la sensualidad peligrosa que emanaba aquél sujeto, que decía ser él mismo.
Hyunjin dio vuelta el cuerpo debajo de él posicionándolo con la cara contra el colchón y el trasero elevado.
— ¡Ahh! ¡Ohm! ¡Duele! —exclamaba el castaño, al sentir las fuertes nalgadas que le eran propinadas con firmeza.
— ¿Crees que no sé qué te gusta? Pequeño masoquista —se burlaba el rubio, sin detener sus acciones.
—Mhn, me encanta ¡Ah! —admitió el otro, al verse descubierto. Sus lagrimeantes ojos se cerraban con fuerza en cada impacto recibido, adolorido pero excitado.
La situación comenzaba a calentarlo en sobremanera, por lo que sin más espera, y abriendo las largas piernas del otro, el Hwang mayor se alineó en la entrada palpitante y se clavó en ella de una fuerte estocada, provocando un gemido ahogado en el castaño. No se preocupó mucho por la falta de preparación, pues supuso que ya lo había lubricado lo suficiente, aparte de saber que el dolor era algo que no le disgustaba en absoluto cuando se trataba del sexo, sino todo lo contrario; le encantaba demasiado.
— ¿Estás listo? —interrogó el rubio. Su respiración errática por la adrenalina y la emoción del momento denotaba lo ansioso que estaba por moverse.
Hyunjin asintió a ciegas, con los ojos cerrados desbordando pequeñas lágrimas. Entonces comenzó a moverse, meneando sus caderas danzantes e inquietas, entrando y saliendo constantemente, suave y a un ritmo intermedio. Los suaves gemidos del castaño no tardaron en surgir, ahora más desvergonzados, más atrevidos.
—Más fuerte, por favor. No tengas piedad de mí, quiero que me rompas, hyung —pidió el Hwang menor, en un tono suplicante y complaciente, demostrándose completamente sumiso ante el contrario.
Esas palabras eran todo lo que se necesitaba para desatar sus más bajos instintos. Las grandes manos del mayor se aferraron a las piernas del sometido, agarrándolas por las corvas, sólo para tener un mejor acceso al interior del delicioso y apretado trasero; el ritmo de las penetraciones se tornó duro y salvaje al instante. Hyunjin finalmente se liberó de aquellos prejuicios que tanto tiempo lo oprimieron. Ya no necesitaba preocuparse por ser dulce y cuidadoso, como usualmente era con sus parejas sexuales, ni debía temer por afectar a otro por ser brusco, al fin era libre de ser él mismo.
— ¡Oh, Dios mío! ¡Ah! ¡Ah! —la garganta del menor había perdido control por sobre su voz. No podía dejar de gemir y gritar incongruencias, y es que lo estaban sometiendo tan salvajemente y de una forma absolutamente excitante, como nunca nadie lo había hecho. El largo pene del rubio penetraba tan profundamente, que no era sorpresa que encontrara su próstata rápidamente.
El sonido de sus pieles sudorosas chocando una y otra vez, formulando un sonar húmedo, chapoteos que se escuchaban tan sucios y exquisitos, cumpliendo como un estimulante extra para sus oídos.
El movimiento frenético y desquiciado de caderas ahora emitía sonidos similares a cachetadas, que se fundían a su vez con el ruido del respaldar de la cama chocando contra la pared. Todo se había transformado en algo tan severo e insano, producto de un instinto digno de un animal; inconsciente de su alrededor, que sólo buscaba saciar un hambre voraz e incontrolable.
Quién sabe cuánto tiempo estuvieron así; para ellos el concepto de tiempo había pasado a ser algo desconocido y abstracto, pues sólo se concentraban en deleitarse en el acto carnal que estaban experimentando.
1, 2 , 3, 4 ... varias estocadas certeras fueron las que determinaron un fuerte orgasmo en el más joven, quien tras liberar un largo gemido desde el fondo de su garganta, terminó por correrse sobre su propio estómago. El rubio al darse cuenta de aquello, decidió sacar su miembro un momento, sólo para dejar que el otro descansara un poco de las sensaciones que le envolvían.
— ¿Tan rápido? Aún no he acabado —dijo el mayor, mientras masturbaba suavemente su miembro.
— ¿Quién dijo que habíamos terminado? —preguntó el castaño, mostrando una media sonrisa —. Puedo aguantar más que esto —dictaminó con arrogancia.
—Sería raro que no fuera así —sonrió el otro Hwang. Y luego del comentario, se acostó a su lado, reposando su cabeza cómodamente sobre la almohada, confundiendo al chico —. Sube —ordenó, palmeando sus muslos.
El menor entonces lo entendió, y lentamente se acomodó sobre él, agarró el miembro duro y erecto, y conectando miradas con aquellos familiares y penetrantes ojos se dejó caer sobre éste, penetrándose a sí mismo. El sube y baja comenzó gentil y perezoso, y luego avanzó a un ritmo más emocionante, ayudado por el rubio; el castaño se inclinaba primero hacia arriba y adelante mientras contraía levemente sus nalgas, haciendo presión en el miembro, para luego bajar y retroceder, relajando sus glúteos nuevamente, haciendo que se adentrara en sus profundidades de un rápido sentón. Estas acciones se repitieron sucesivamente, subiendo el ritmo poco a poco, deleitando y provocando al rubio, quien se mantenía relajado, dejándose dominar tranquilamente.
—Te mueves tan rico —comentó Hwang mientras presionaba con sus manos los lechosos muslos del contrario. Un fuerte sentón le sacó un grave gemido —. Eres lento, pero sabes perfectamente cómo tomarme.
—Por supuesto, ya sabes eso que dicen de los bailarines —dijo el castaño entre pequeñas risitas, contagiando al otro.
El trasero del menor realmente hacía maravillas sobre su miembro, lo apretaba deliciosamente, succionándolo como si lo quisiera devorar.
El castaño se había tomado su tiempo para disfrutarlo más detenidamente, pero no se abstuvo demasiado en retomar un ritmo más ansioso. Se acomodó en una nueva posición, sin sacar el pene de su trasero, flexionando sus piernas y posicionándose de puntillas sobre el colchón, sus manos tomaron apoyo sobre el pecho del rubio. Y cuando estuvo listo, retomó los sentones, ahora sintiendo mejor la larga extensión adentrándose en su esfínter, complaciendo mejor al chico debajo de él.
El orgullo del pequeño Hyunjin se agrandó al escuchar cómo el mayor liberaba pequeños y tiernos gemidos. La vista que tenía del rubio se le hizo adorable y caliente al mismo tiempo; sus gruesos labios se mantenían entreabiertos mientras emitía lo que para él sonaba como el cantar de los ángeles, sus ojos oscuros se clavaban en la unión de sus cuerpos mientras fruncía su entrecejo levemente, y sus inquietas manos se mantenían pellizcando y acariciando sus propios pezones. Había un fuerte contraste entre éste Hyunjin y el que hace unos minutos le estaba sodomizando salvajemente, y eso era quizás lo más fascinante.
Cuando la voz del rubio se fue elevando, el castaño fue sorprendido una vez más, cuando las manos del mayor tomaron las suyas para dirigirlas hacia su cuello, suplicándole en silencio con aquellos ojos vidriosos. Hyunjin para entonces estaba comenzando a creer en la extraña explicación del chico, pues había experimentado más de una vez ese extraño sentimiento de estar fuertemente conectado a él; era como si supiera exactamente lo que quería, sin siquiera hablarle.
Presionó, al principio con cuidado, a la vez que trataba de mantener el ritmo de sus caderas, y ya cuando se sintió más cómodo, aumentó la fuerza que ejercía alrededor del cuello, sólo aflojando el agarre para asegurarse de que tomara un poco de aire. Pocos minutos de mantenerse así, pudo sentir en su interior cómo el miembro se iba calentando más, manteniendo su dureza firme; sabía que faltaba poco para que acabara. Así que ahora más confiado, afianzó el agarre nuevamente, conservando la fuerza justa y necesaria para obstruir el paso de oxígeno a los pulmones, provocando que la cara del rubio comenzara a tornarse roja y que sus ojos se pusieran en blanco. Fue entonces cuando paró, y luego de que el otro recobrara el aliento, los roles volvieron a invertirse de forma fugaz; el Hwang mayor se inclinó con fuerza hacia adelante, y en un parpadeo lo tenía debajo suyo, con el pecho y cara pegados al colchón y el trasero en alto siendo penetrado con fiereza pura. El rubio se clavaba en él como una daga, sin parar ni una sola vez, tan rápido y fuerte que temía que la cama llegara a estropearse.
— ¡Ahn¡ ¡Nghm! Y-ya no puedo-¡ Ohhm Dios!— exclamó el castaño entre fuertes gemidos, y sin aguantarlo más, volvió a correrse con ímpetu, justo antes de sentir cómo era llenado con la esencia del rubio.
El cuerpo del castaño se aflojó enseguida, tirándose completamente a lo largo del colchón, mientras el rubio seguía dentro suyo, pero ahora con la mitad de su cuerpo relajado sobre el suyo y sosteniéndose a duras penas sobre sus brazos.
Chiiiiiir. Un sonido chirriante y molesto llamó la atención del par. Y al mirar hacia dónde provenía el ruido se congelaron.
—Oh my god —musitó Felix, con cara de auténtico shock.
Hyunjin entonces se sumió en sus nervios. Un joven y rubio Lee Felix los miraba, estático en la entrada, con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos como platos. Lo observó a los ojos sin saber qué hacer, y entonces su vista fue desenfocándose poco a poco, hasta el punto en el que no podía discernir bien las formas a su alrededor, su audición comenzó a fallar a la par, y luego de un fuerte pitido en sus oídos éstos quedaron con la sensación de estar taponados, sólo alcanzó a escuchar de forma lejana a la que parecía ser la voz del australiano preguntando; "¿Qué está pasando?", "Hyunjin, ¿estás bien?". Luego el silencio absoluto, y todo a su alrededor se inundó en la oscuridad total.
"Hey, ¿me escuchas? ¿Estás bien?"
Abrió los ojos con pesadez, recobrando de a poco la visión, hasta que finalmente pudo ver todo con nitidez, así como también corroboró que su audición volvía a la normalidad.
Se encontró con la preocupada mirada de un morocho de cara pecosa.
— ¿Felix? ¿Qué sucede? —preguntó Hyunjin, aún confundido.
Felix lo miró como si estuviera loco.
—Eso debería preguntar yo. ¿Qué te sucedía? Estabas gritando como un loco —contestó el australiano, sentado al borde de la cama. Parecía igual de confundido que él —. Te escuché gritar fuerte y pensé que te había pasado algo. Realmente me preocupaste.
Hyunjin quedó estupefacto, cuando su mente comenzó a bombardearlo con flashbacks de lo que aparentemente había soñado. Sus mejillas enrojecieron casi al instante.
Observó alrededor en silencio, comprobando que se encontraba en su habitación actual, con el Lee Felix actual. Definitivamente había sido un sueño, un extraño, realista y lujurioso sueño.
—Yo... creo que tuve una pesadilla. Siento haberte preocupado —dijo Hyunjin, verdaderamente avergonzado.
—Lo supuse —comentó Felix, ahora más relajado —. No te preocupes, me alivia saber que estás bien —dijo sonriente, contagiando al rubio —. Ya que estás desierto, baja a desayunar si quieres. Minho hyung y yo hicimos panqueques.
La boca de Hyunjin se hizo agua al escuchar aquello, y asintiendo con emoción, se paró para vestirse rápidamente.
Felix y Hyunjin se dirigieron a la cocina, donde se pudo visualizar a Minho de espaldas, aparentemente preparando un té.
—Buenos días, hyung —saludó Hyunjin mientras se sentaba en una silla, justo donde ya se encontraba un plato con algunos panqueques preparados con mermelada y algunos arándanos encima.
—Buenos días, Hyunjin-ah —saludó de igual manera el mayor. Y al girarse le miró con extrañeza —. ¿Estás bien? —indagó un poco preocupado.
Hyunjin se preguntaba qué es lo que tenía la gente con hacerle esa pregunta.
—Sí. ¿Por qué? —respondió confundido.
Entonces Felix lo miró también, sorprendiéndose.
—Hyunjin, ¿qué tienes ahí? —preguntó Felix, señalando debajo de su barbilla.
Hyunjin se levantó de su lugar, y al ir hasta el espejo que había en el living pudo divisarlo; unas rojizas marcas con forma de manos decorando a su alrededor.
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Ni idea qué hice, pero quedó joya.
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