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💫Capítulo veinte: Recupérate, dulce caballito. [LEIRE]

Fer:

Buen día, princesa.

Te echo mucho de menos.

Y por arte de magia, el mensaje recibido. Fue eliminado de la conversación de su destinataria.

***

—¡Ay! Ya estaba asustada por si lo había perdido —exclamé acercándome al botiquín de la caballeriza.

—Te lo dejaste en el cajón de los medicamentos —me devolvió el teléfono.

—Me has salvado la vida —guardé en el bolsillo del pantalón mi móvil. Teniéndolo ahí podía asegurar que no lo iba a extraviar más.

—Y tú me has devuelto la mía —confesó el Petronilo.

—Es...to, ¿volvemos a darle la medicación y le ponemos la inyección? —me quedé sin saber qué responder.

—Por supuesto.

Rodrigo y yo volvimos al lugar donde se encontraba el caballo y entre mimos pudimos inyectarle medicamento para que se sintiera mejor. Con la ayuda médica de un centro veterinario próximo, conseguimos hacerle un electrocardiograma para descartar también otras enfermedades. Además, aprovechamos la ocasión para hacerle las pruebas y radiografías que eran necesarias.

—¿Pasa algo doctor? ¿Tiene algo grave? —se preocupó la dueña al verle haciéndole tantas pruebas.

—Diría que no, pero ante la duda debemos de ir descartando futuras patologías. En unos días volveré y le realizaremos unos análisis que haremos aquí sin necesidad de moverle mucho.

—¿Y no será mejor que empiece a moverse?

—Por un lado sí pero por otro sería contraproducente —dijo el doctor especializado.

—Yo creo que le beneficiaría, al menos, paseos cortos. ¿Tu qué opinas? —se dirigió a mí Rodrigo.

—Estoy de acuerdo contigo. Pensad que si está en reposo, se puede estancar. En cambio si mantiene una actividad de al menos de cinco minutos, eso le ayudará al funcionamiento del riego sanguíneo. Por el contrario, deberíamos de inyectarle alguna medicina para que al levantarse, tenga movilidad.

—¿Y vosotros podríais hacer esa labor? —nos preguntó la mujer.

Los tres nos miramos.

—Yo todos los días no puedo, pero al menos tres si me las puedo arreglar —informó Ro.

—Yo puedo encargarme el resto de los días, además podría darle rehabilitación esos mismos días.

—Os lo agradecería mucho, de verdad —sonrió.

—Pues nosotros hablamos sobre la repartición de los días durante del primer mes y se lo comunicamos —confirmé yo.

—Igualmente si algún día lo tenéis mal para venir aunque yo esté en Sevilla, puedo venir a lo que haga falta —me ofrecí.

—No sé cómo agradecéroslo de verdad —la señora nos abrazó y luego le dimos las recetas que necesitaba.

El especialista cogió sus cosas, se despidió después de hablar con ellos y se fue.

—Si no pudieras conseguirlas, avísame y antes de irme te lo traigo yo —informó el rubio despeinado—. Ya te diremos las fechas del resto de pruebas.

—De acuerdo, gracias.

Escasos minutos después, yo acaricié al caballo y le di un beso en la sien. Después cogimos nuestras cosas y nos pusimos en marcha.

—Extraño la brisa del mar y la danza de las olas —abrió la ventanilla y el viento le soltó un mechón del cabello rubio.

—¿Sigues yendo a la Playita de Olivos?

—Si, sigo haciendo surf. Es vitamina para mí —cambio de marcha el coche y siguió conduciendo—. ¿No te animarías un día?

El espíritu aventurero de Rodrigo era una de las cosas que más me llamaba la atención de él, y una de las que más me gustaba..

—Mi equilibrio no es muy bueno, ya sabes que soy un poco torpe —me reí.

—Es cuestión de aprender, ¿te vendrías unos días a Argentina y probamos?

—Ahora mismo no puedo, tengo que incorporarme al trabajo —dije la verdad, no podía ya faltar más días. Me constaba que me necesitaban y mucho.

—Pero podemos planear una escapada de un finde como en los viejos tiempos a Málaga. Días de descanso, nosotros y la playa.

—Te lo compro.

—Ya acordaremos el día cuando estemos situados en nuestros sitios —empezó a planear mentalmente.

Asentí y me apoyé en la ventanilla. Después de pasar varias horas sin mirarlo, decidí sacar el móvil del bolso.

—¡La vihen! —exclamé con la boca abierta. Por el rabillo del ojo vi como me dedicó una mirada alertado Ro.

—¿Qué pasó?

—Se me olvidó que lo tenía en silencio.

—Ahora que lo mencionas, yo también.

—Tengo más de cincuenta llamadas de mis abuelos —parloteó.

En cuanto di la noticia, a Rodrigo le cambió la expresión, ahora se le notaba que estaba más preocupado.

—¡Joder! ¿Qué habrá pasado?

—No sé, voy a llamarlos ahora mismo —marqué el número muy nerviosa.

Pi, pii, piii. Al cuarto tono escuché la voz de mi abuela.

—¡Hija mía! ¿Dónde estás?

—Yendo hacía allí, hemos terminado con el caballo hace nada.

—Foh, ya me había olvidado.

—¿Pasa algo, Abu?

—Solo necesito que vengas lo antes posible —escuché un cuchicheo a través del móvil pero no logré averiguar de quienes se trataban.

—¿Pero estáis bien? —insistí preocupada.

—Si, tranquila. Ahora nos vemos —colgó mi abuela y me quedé mirando el teléfono.

—¿Qué te ha dicho? —me volvió a mirar de reojo.

—Que quiere que vaya, y que todo está bien pero la noté como con prisas.

—Que raro.

—Definitivamente sí.

—Tu no te preocupes, nos faltan solo quince minutos para que los veas y seguro que las cosas están bien. La habrás pillado ocupada o algo —intentó tranquilizarme.

—Pronto lo descubriremos. Cada vez que me meten prisa... no suele pasar algo bueno —recordé la última que me hicieron con Anya.

—¿Porqué lo dices? —aceleró para llegar lo más rápido posible.

—Es largo de contar.

—Hazme un resumen —me pidió Rodrigo.

Cogí aire y le conté el suceso del aeropuerto sin dar mucho detalle.

—Anya es terrible —comentó.

—Yo diría que más bien es impulsiva.

—Entonces, intuyo por eso estás aquí —habló—. Y ahora aparece el pringado de turno para darte la castaña —se rio.

—Justo por eso si, necesitaba despejarme y aclarar mis ideas —lo miré—. No eres pesado, solo que no apareciste en el momento más adecuado.

—Entiendo, no quiero generarte presión por estar aquí. Mañana tengo que irme, pero hablaremos para vernos estés dónde estés —me informó.

—Chachi —dije sin más.

***

Una vez en la finca de mis abuelos, nos bajamos del coche y a Rodrigo le llamó algo la atención.

—¿Tendrán visita?

—No sé, ¿porqué lo dices? —le pregunté.

—Allí, hay un coche aparcado detrás de unos setos.

—Pues ni idea, puede ser que haya venido algún vecino de visita.

—Es posible aunque, no es un coche de campo —me informó.

—Vamos dentro y nos dirán de quién es. Aunque espera... voy a verlo yo antes de pasar —cuando me disponía a acercarme al coche, mi abuelo abrió la puerta y vino en mi búsqueda.

—¡Cariño! Acompáñame —me cogió de la mano y yo miré a Rodrigo, Me hizo un gesto para que fuera con mi abuelo al interior del domicilio.

A tirones mi abuelo me hizo entrar. En ese momento escuché a mi abuela hablar con una voz que me resultó muy conocida. Al cruzar la puerta del salón con mi abuelo y con Rodrigo a las espaldas, descubrí quién era el dueño del misterioso coche, el cual no había llegado a ver.

No, no podía ser lo que estaban viendo mis ojos.

«¡Virgencita mía, baja ahora mismo y llévame contigo!».

El número veinte ya no es especial sin ti.

Te quiero.

💞Número de palabras totales 1199.

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