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💫Capítulo seis: Sevilla con amor y con una bendita coincidencia. [LEIRE]

Mis ojos parecían un cántaro que se estaba derramando y no había quien lo parase. No podía creerme que al venir a la protectora, iba a recuperar media vida. Después de tantos años, lo tenía enfrente. ¡Era él! ¡Mi Fer!

Estaba tan guapo y tan todo que aunque ahora se veía más formal y con más madurez encima. ¡Estaba el doble de atractivo! ¡Bendita coincidencia!

Antes de que mi locura se desatase —la verdad es que poco me importaba quienes vieran mi reacción— me fijé en el bomboncito qué estaba sosteniendo. Era una cachorrita la que estaba apoyada en su pecho. Y no me importó en absoluto.

«Ojalá fuera yo ese bebé para poder recostarme sobre su pecho y acurrucarme en él».

«¡Alerta roja! Leire, no fantasees más porque aunque quisieras, él seguro que tiene a alguien en su vida y no eres tú». ¡Y si, me acababa de romper el corazón yo sola!

Tras mis pensamientos, en un acto reflejo, ambos corrimos uno hacía el otro para acortar distancias.

—¡Fer! —exclamé como un flan, que si lo pensaba ni un postre recién servido estaba tan nervioso como yo.

—¡Leirelorijuuu! —mi corazón empezó a latir más fuerte con tanta emoción. ¡Adoraba como seguía pronunciando mi nombre!—. ¿Qué haces aquí? ¡Qué ilusión verte!

—Eso mismo me pregunto yo, ¿eres voluntario? —le pregunté ilusionada—. Nunca imaginé encontrarte aquí.

Lo abracé llorando como una tonta y él como pudo me rodeó con un brazo sin dejar de proteger al bebé.

—No me llores, mi niña —dejó de sostenerme por la cintura y me quitó las lágrimas de las mejillas.

«¿Es real? ¿Me acaba de llamar mi niña?».

—Perdón —le quité yo también las lágrimas que resbalaban por su carita. No sé qué sucedió pero noté un escalofrío y como un viaje al pasado volviendo a sentir el contacto de su piel. ¿Habría el sentido lo mismo? ¿Habría tenido la misma conexión conmigo?

—Tonta, no pidas perdón si yo también estoy a lágrima viva —me sonrió y yo casi muero de felicidad.

—Pues entonces no lloremos más —le sonreí—. ¿Eres voluntario o trabajas aquí?

—Vine a adoptar una perrita y mira, aquí la tienes —me señaló a la peque—. Y no soy voluntario.

—¿Hace mucho de eso? —quise indagar—. ¿Me dejas acariciarla? —le pregunté a modo de petición.

—Justo hoy, ya tengo todo el formulario rellenado y tengo que venir durante un tiempo para conocernos más. También antes, tienen que venir a ver mi casa y todo eso —me explicó—. Por supuesto que puedes.

—No me digas, ¿amor a primera vista? —la acaricié y la chiquita fue muy cariñosa—. Sabía que tarde o temprano adoptarías una perrita. ¿Ya tiene nombre? O... déjame adivinar. Su nombre es...

—¡Canela! —exclamamos los dos a la vez, y no pudimos evitar reírnos.

¿Sería eso una señal? Esa parte no había cambiado ni con el paso del tiempo.

—Si, vi todos los que están para adoptar y sentimos conexión ambos al vernos. ¿Y tu tienes alguno?

—Qué felicidad, entonces a por todas —espeté—. Miki, un perrito —se lo enseñé por una foto del móvil que tenía de fondo de pantalla—. Es la alegría de la casa.

—Qué bonito es, yo quiero conocerlo —me comentó.

Que quisiera conocerlo, era muy buena señal. Con esa escusa podría verlo más seguido aunque en realidad no necesitaba ese pretexto. Ahora que lo tenía a un paso de mí, iba a luchar para que volviese a formar parte de mi vida. ¡Tenía que traer a Miki a la de YA!

—Ahora está en Buenos Aires con mis padres, pero en cuanto pueda me lo traigo. Hoy he llegado a la ciudad y pues me ha dado tiempo a muy poco. Lo justo para ubicarme —me reí.

—Espera... ¿de casualidad estabas en el aeropuerto a esa hora? —Fer me dijo la hora exacta—. Yo también he llegado hoy a Sevilla.

—¡Claro! En ese momento estaba buscando como loca a mis amigos —me sorprendió que él también hubiera aterrizado hoy—. ¿Con quién has venido? —temí que me dijese que con un nuevo amor.

—¡Eras tu! ¡No me equivoqué! —manifestó con brillo en los ojos—. He venido solo, ¿y tu?

—¿Ostias y si me viste porqué no me paraste? —alucinaba con tanta coincidencia. Si el pasado era caprichoso, ¿el futuro lo estaba siendo también?—. ¡Yo también vine sola!

—Pues porque cuando te busqué con la mirada ya no te volví a ver. Hasta pensé que lo había imaginado

«Qué inútil yo, ¡si lo sé no me doy tanta prisa! ¿Qué era lo que significaba esa imaginación? ¿Él también pensaba en mí como yo en él?».

—El destino es muy caprichoso y nos ha querido juntar en un mismo lugar —afirmé feliz.

Estábamos tan agusto hablando que íbamos mirando al resto de animalitos y no nos dimos cuenta que un chico se aproximó y por lo visto, conocía a Fer.

—Chicos, lamento deciros pero la protectora cierra en cinco minutos. Mañana podréis venir si queréis —nos avisó.

Contemplé como se le entristecía la mirada a Fernando y como se despedía de su pequeña a besito limpio. Después de cogerla el empleado, de despedirse de nosotros y de intercambiar unas palabras con Fer, nos hicieron salir.

Fernando y yo salimos del lugar y nos paramos en la puerta.

—Y tan caprichoso, ¿dónde estás viviendo? —interpeló él.

—En un chalet —le expliqué la zona donde estaba y toda la historia que tuve para arreglarlo. Incluyendo que Mar y Jesús me habían ayudado, y que de forma temporal estaban viviendo ahí—. ¿Y tu?

Él me dijo la dirección y yo la grabé en mi cabeza como si fuera algo existencialmente importante, que vaya que si lo era. ¡Podía ir a verlo cuando quisiera!

—Tenemos que ponernos al día, ¿eh? —lo dijo como una obligación.

—Faltaría más. Tu di rana que yo salto.

Fer y yo nos reímos, así como en los viejos tiempos.

—Cuenta con ello —cambió de conversación—. ¿Te acompaño a tu coche?

—He venido en taxi —le relaté lo sucedido durante el trayecto.

—Menudo rebote tendrán —se mofó cuando mi móvil empezó a sonar.

Saqué del bolso mi móvil —el cual antes le enseñé a Fer para que pudiese ver a Miki— y respondí.

—¡Hola! —respondí feliz de la vida.

—¿Has visto la hora que es? ¡Nos tienes preocupados! —me echó la bronca mi amiga.

—Lo último que supimos de ti era que ibas a la protectora.

—Pero si acaban de dar las nueve —intenté disculparme.

—¿Y es que has estado todo el tiempo en la protectora?¿Es mi impresión o la noto como más feliz?

—Ahora mismo vamos a buscarte —dijo Jesús—. Si, parece más animada.

—Si, todo el rato —miré a Fer con una sonrisa.

—¡Hola! —me arrebató el teléfono Fernando—. No hace falta que vengáis, ya la llevo yo.

Ya podía imaginarme las miradas de sorpresa que se estaban dedicando los dos tortolitos.

—¿Fer? ¿Eres tu? —preguntó eufórica mi amiga.

—El mismo que viste y calza —lo observé, su expresión era de ilusión y de añoranza.

Mi amiga pegó un grito que nos alarmó a todos. Hubiese dado lo que fuese por estar delante y ver el respingo que dio su marido.

—¡AAAAAAAH! ¡No me lo creo! ¡Por supuesto, tráela tu y eso si, en la parada incluye la obligación de quedarte a cenar.

Al oírla me reí. Esta mujer siempre conseguía lo que quería y aunque ahora él dijese que no. Supuestamente quería creer, ella ya iba a buscar la forma idónea para convencerlo.

—Trato hecho, ¿compro algo hecho para llevar? —me hice la tonta y me puse detrás de el para pegar un par de saltitos y hacer gestos de victoria. ¡Fer había aceptado!

—De eso nada, ¡nos vemos ahora! —mi confidente colgó y Fer se giró para verme al guardarse el móvil.

¡Uff, menos mal que ya había acabado de hacer mi actuación de felicidad!

—Vamos.

Más adelante me paré delante de un coche que era idéntico al de él y el se giró unos pasos más allá.

—¿No vienes?

—Pero si es éste el coche.

Él se desternilló y yo me quedé mirando la matrícula del auto, no correspondía al del vehículo que yo recuerdo.

—Ese coche ya pasó a ser historia, ahora tengo aquél —me señaló la avioneta que se había negociado. Incrédula, lo miré.

—¿Me estás tomando el pelo? Ese es el que siempre quisiste, al menos cuando estuvimos juntos.

—Y ese es el que tengo ahora —me indicó—, está nuevo porque lo tenía aquí.

—Várgame, qué pasada y que bien te ha ido, ¿eh? —me carcajeé—. Ya me puedes ir contando cosillas.

—Durante el camino, pero antes vamos a hacer una parada en una pastelería —abrió el coche con el mando a distancia, me abrió la puerta como el caballero que había sido siempre y con la ayuda de su mano me senté.

—¿Y eso?

—Ya que me invitasteis, hay que llevar un presente.

—Illo que no hace falta, si lo hicieron encantados —repliqué. «Y para que pasaras más tiempo conmigo».

—Insisto.

Luego, él cerró la puerta, se subió y fuimos a una de las pastelerías que nos pillaba de camino. Gracias a mis instrucciones para ir al chalet y a la conversación que manteníamos, el trayecto pasó volando antes de aterrizar en mi casa. La bienvenida fue mejor de lo que me esperé y lo recibieron con los brazos abiertos. Casi, lo hicieron entrar a trompicones porque nada más aparcar la vieja del visillo y su escolta, ya lo estaban esperando en la entrada. Casi me los asfixian del abrazo que le dieron.

La velada transcurrió de infarto, entre risas, recuerdos y nuevas historias que contar sobre todos estos años. Ellos le agradecieron el detalle de los pasteles y él lo de la invitación a cenar. Qué bonito se sentía estar los cuatro juntos, como en los viejos tiempos.

Se hicieron las doce de la noche y Fer anunció que debía irse. Ellos trataron que se quedase a dormir pero no aceptó. Con pena y entre cuchicheos entre mi amiga y yo se despidieron de él. Y se buscaron la escusa perfecta para irse a dormir y dejarme a solas con él. «Nos vamos a dormir, esperamos que pronto vuelvas y repetimos la quedada». Al rato yo lo acompañé al coche y de reojo vi como nos vigilaban la parejita desde la ventana sin que él se diese cuenta.

—Bueno, ahora si —abrió el coche y me miró—. Tengo que irme. ¿Quieres que nos veamos mañana?

—Me parece perfecto, ¿irás a ver a la peque, no?

—Si, pero además de ir juntos podemos pasar el tiempo que te venga bien —casi me faltó brincar con una sola pierna, pero intenté no exteriorizar mis emociones.

—¿Me avisas cuando te venga bien?

—Tengo que hacer unas cosas por la mañana pero si quieres, quedamos a medio día y ya que fluya el tiempo. ¿Qué tal a la una? —propuso.

—Me viene bien, ¿quedamos en algún sitio?

—Yo te recojo —comprobamos tener bien los números de teléfono y nos acercamos más de la cuenta.

Nuestras miradas se cruzaron y nos quedamos inmóviles.

—Buenas noches. Entra a casa y ya me voy —miró la escalinata.

—Avísame cuando llegues —me quedé cortada porque no sabía como actuar después de tanto tiempo.

Fer me acarició el cabello y me dio un beso en la mejilla. Una vez entré en casa y él se fue, los curiosos del hogar bajaron para enterarse de todo. En cuanto Fernando me avisó que estaba en casa, me fui a dormir más feliz que una perdiz.

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10.04.2023 UN MES SIN TI, VIDA MÍA.

💞Palabras totales según Wattpad, 2008. Según word 1931.

💞La vieja del visillo es un personaje ficticio que lo protagoniza José Mota. Un humorista español que formó parte de Cruz y raya.

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