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💫Capítulo quince (3ra parte): Aléjate del pasado [...] [LEIRE]


[...] Aléjate del pasado, piensa en el presente y quizás... en el futuro.

Mi mirada se dirigió a las maletas de viaje y alguna que otra incógnita empezó a revolotear por mi mente. ¿Cómo habían llegado hasta allí si antes no había visto que nadie las introdujera en el maletero?

Anya empezó a andar guiándome con ella para hacer los movimientos oportunos antes de subir al avión.

—Oye —rompí el hielo.

Anya me miró a los ojos.

—Dime —terminó de hacer el check-in en uno de los mostradores y me tendió un pasaje.

Sin prestarle atención a los billetes, seguía buscando respuesta.

—¿Cómo llegaron las maletas al taxi?

—Antes de que tú vinieras pasó a recogerlas para agilizar el trayecto y no llegar tarde —me aclaró.

Entre la conversación, otra vez volvimos a la fila de espera.

—Tu siempre tan supervisora, y eso que eres un poco desastre —me reí.

—Soy tu desastre favorito, muñeca —se acercó lentamente para besarme pero una niña pequeña se tropezó con nosotras y nos lo impidió. Siempre le estaría eternamente agradecida a la pitufa, me ahorró el tener que interrumpir el momento y así no fastidiarla.

Antes de responderle, mis mejillas se encendieron al recordar cómo en una competición nos deslizábamos sobre la pista bailando la canción Muñecas de Tini, La Joaqui y Steve Aoki y en ese instante escuché como decían mi nombre completo y el de Anya.

https://youtu.be/vuTPXmFXrak

—Ya pueden pasar —nos informó un trabajador y yo me quedé a cuadros.

—¿Pasar? Sólo viaja ella —señalé a mí amiga.

—¿Eres Leire Ruiz Muñoz? —preguntó una azafata.

—Claro.

—Entonces no hay ningún error —me quitó de las manos el billete que ignoré y no presté atención—. Aquí se confirma que su vuelo sale ahora.

La sangre de las venas se me paralizó.

—No puede ser... si yo no he comprado ningún billete de avión.

El trabajador se fijó en los datos y con una máquina le pasó el lector al código QR.

—Efectivamente usted no pagó los billetes... —antes de que terminase la frase Anya lo interrumpió y yo la miré.

—He sido yo —confesó Anya y me cogió de ambas manos.

—Tu... ¿Por qué lo has hecho?

—Porque quiero que nos vayamos juntas sin planear nada y si te lo decía, probablemente no estarías aquí ahora —me miró con un aura de tristeza—. Tenemos pendientes miles de locuras por vivir juntas.

—Lo estaría, pero no para volver a Buenos Aires sino para acompañarte.

—Piensa en las oportunidades que nos depara el futuro. Competiciones, viajes, gente nueva y nuevas experiencias.

Por un momento fugaz, me paré a plantearme la propuesta que me estaba haciendo —y cabe decir que me sentí tentada en decirle que sí—, de repente, en mí mente apareció su nombre. ¿Era correcto irme ahora que me había reencontrado con mi pasado y estaba empezando a construir un presente y un futuro con el amor de mi vida?

—Señoritas, hay una larga cola esperando así que agradecería que entréis o os apartéis —se empezaron a quejar varias pasajeros.

—¿Es por él, verdad? Hace unos meses no lo hubieras dudado.

Una voz extremadamente familiar irrumpió mis pensamientos.

—¡Leire! ¡No lo hagas, por favor! ¡No te vayas!

Anya y yo —y también media terminal— dirigimos la vista hacia Fer, venía corriendo como alma que se llevaba al diablo y entre la multitud vimos también acercarse a mí pareja favorita.

Con cautela Fer me alejó de la fila un par de metros y me abrazó con los ojos llorosos.

—Por favor, por favor —me besó en los labios con desesperación—. No te vayas, no me dejes.

Indignada se acercó Anya y me cogió del brazo izquierdo para que lo soltase.

—¿De qué vas, chaval?

Jesús se puso en medio de los guerreros hambrientos para separarlos y a mi me cogió mi hermana.

—Haced el favor los dos y bajad la voz. Ahora mismo nos vamos fuera —les riñó Jesús mientras a mí se me partía el alma de verlos enfrentados. No podía más con la culpa porque si estaban en esa posición, yo tenía todas las que perder.

—Yo no pienso irme a ningún lado —refunfuñó Anya.

—He dicho que, ¡ahora! —la cogió de un brazo y miró a Fer. El mismo que clavaba su mirada en mi descompuesto.

Los pasajeros y las personas que vagaban por la zona en ese momento ya empezaban a murmurar. Jesús enganchó también del brazo a Fer y salió con ellos hasta una zona más tranquila —a la par que Anya soltaba unos cuantos improperios de la gente que cotilleaba por la disputa que acababan de presenciar—. El muchacho le hizo una seña a mí amiga y fuimos detrás de ellos.

—Respirad y tranquilizaros, lo primero —los soltó del brazo.

—Yo estoy tranquila. Es él quién se mete donde no debe —Anya seguía con la metralleta cargada.

Fernando le dirigió una mirada de enfado aunque de los dos, él parecía el más controlado.

—Por tu bien métete la lengua por el culo y no me hagas hablar —rechistó el calmado.

—Vaya con el finolis —se acercó a él—. ¿Me estás amenazando?

—No lo estoy haciendo pero cuidado con lo que dices, que por detrás bien te tienes que aburrir —allá que fue la bomba.

—¿Perdona? A ver si el aburrido vas a ser tu. Sé que te duele que no te ofrezca unirte a nosotras pero... —lo miró de arriba a abajo—. No das la talla. Antes me lío con la niña de la curva.

—No tengo que darla para ti, me importas tres pimientos toda tu. Sólo deja ya la fiesta en paz o hablo. Antes de entrar en tu círculo vicioso, me tiro por un puente.

—Dejad de comportarnos como críos —gruñó Jesús—. ¿No veis que la estáis haciendo sufrir?

—Estoy tratando que la señorita pare —agregó y se acercó a mí. Me envolvió entre sus brazos y yo lo abracé por la cintura.

—Habla, valiente —se acercó a nosotros y yo me puse en medio para que no se acercarán tanto.

Jesús miró a Fernando.

—¿De verdad quieres que lo haga? Puedes salir muy perjudicada.

—Venga, don macho. Ten huevos y di lo que tengas que decir.

Todos nos miramos preocupados.

—Aquí la señora se dedica a mandar anónimos —miró a Anya.

—Uh... hasta el calmado ya está volviendo a dar guerra —me susurró mi amiga y yo quise intervenir pero ella me lo impidió. No entendía en absoluto de lo que estaba hablando Fernando.

—¿Yo? ¿Anónimos? ¡Y cartas de amor también! —se mofó en su cara.

—Eres incapaz de negarlo.

—Soy capaz de muchas cosas que ni te las imaginas —se defendió y no pude callarme ahora.

—¿Está diciendo la verdad? —me separé de Fer para mirarla a los ojos.

—Puede decir lo que quiera, ni me va ni me viene.

—Verás si te va a venir si... —sacó la nota del anónimo y la leyó en voz alta. Me volví a acercar a él y la leí con mis propios ojos.

Estaba totalmente segura de que si lo había hecho aunque no lo negase. La conocía muy bien y sabía de qué era capaz.

—¿Puedo verla? —me preguntó mi amiga junto a su chico.

Yo dejé que la cogiera y me empecé a enfadar.

—Esto no está nada bien, ¿sabes lo que puede significar? ¡Que te metas en un buen lío!

—Soy rebelde e impulsiva, ya lo sabes. Pero el amor que siento por ti, mueve fronteras si hace falta.

—Discúlpate con él y prométeme que no lo volverás a hacer.

—Amor, no necesito ninguna disculpa —se acercó Fer de nuevo—, y menos viniendo de ella.

—Ni lo pensaba hacer —se dirigió a él.

Sentimos por megafonía como reclamaban a los últimos pasajeros que faltaban por subirse al avión.

—Vamos, muñeca —me incitó ella a ponerme en camino.

—Ella no sé va a ningún lado si no quiere, ¡deja que lo decida por sí sola! —le gritó Fer. Pude notar como se le congelaba la sangre y el corazón—. Te lo suplico, no te vayas con ella.

Retrocedí hasta mis amigos.

—Perdónanos, si hubiéramos sabido sus intenciones no te hubiésemos metido en la boca del lobo —susurró Mar.

—De la loba, será —bromeó Jesús y su mujer le dio un golpecillo en la espalda.

—¡Ay!

—No tengo nada que perdonaros —dije sincera.

—Creo que están esperando a que decidas —me recordó Jesús.

Fer se me acercó y me cogió de las manos.

—Quédate conmigo —me besó la frente.

—Perdóname por lo que voy a hacer pero, no puedo más —todos me miraron.

Envuelta en una calle sin salida miré a Mar y de nuevo a Fer.

—Cuida de Miki y de Canela, pronto tendrás noticias mías —le anuncié hecha añicos.

La mirada de Anya se iluminó mientras la de Fer se ensombrecía.

Necesitaba paz, desconectar y alejarme de toda esta situación para poder aclarar mis sentimientos. La situación me había superado hasta el sitio más alto.

—No... no lo hagas —pronunció Fer.

Anya me tendió su mano para irnos juntas y se la rechacé.

—Solo os pido, que no me sigáis —hice mi última petición.

Me di la vuelta, cogí a mí Mar de la mano y me alejé con ella. Al fondo escuché los llantos y murmullos, y como mi amigo evitaba que los dos me siguieran.

—Hermana, ¿qué piensas hacer? Me estas preocupando.

Llegamos a una parada de bus que estaba a una calle de la salida de la terminal. Paré un taxi y esperé a que Jesús apareciese solo para subirme en el taxi.

—Me voy con mis abuelos —les informé—. Nada a nadie, os lo suplico.

—Pero... Fer —intervino Jesús—. Está al borde de la locura.

—Tesoro, ella necesita su espacio —habló Mar.

Jesús lo comprendió y asintió.

—En todas tus decisiones, te vamos a apoyar —miró alrededor—. Vamos, nosotros te llevamos.

—No, vosotros id a por Fer. Seguramente vinisteis con él.

El móvil mío empezó a sonar varias veces, y luego el de mis amistades.

—Son ellos.

—Es cierto... vinimos con él.

Abrí la puerta del taxi y los abracé.

—Cuidaros mucho —los miré a los ojos—. Y no lo dejéis solo. Os quiero.

—Avisa cuando llegues —me despidieron con la mano cuando ya estaba en el taxi. El conductor arrancó y se puso en marcha en cuanto le di la dirección.

Conforme me iba alejando vi que Fer apareció junto a ellos, evitaron que no se subiera a otro taxi para seguirme ni que intentase parar el mío.

Para viajar al pasado era muy necesario desconectar y plantearse qué se quiere realmente para un presente cercano sin necesidad de fastidiarla en... un viaje al futuro.

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¿Viajamos al pasado? ha sido una historia que empecé sin planear a tu lado. Esos días en los que te tumbabas en tu cestito al ladito mío. Mientras yo escribía reclamabas un poquito de atención, me mirabas con esos ojazos que me tienen enamorada y me sonreías. Me dabas paz y me ayudaste a que la historia de Fer y Leire tuviera su oportunidad.

Todo cambió el día que decidiste convertirte en una estrellita del cielo. Ese día tan inesperado y al que más le temía, había llegado. Era consciente que ya acababas de cumplir quince años, que este año o el que viene ibas a partir para irte con la abuelita. Pero maldita sea, aunque quería concienciarme que algún día iba a ocurrir. Tan pronto no te quería dejar partir. No me sentía preparada para que sucediera esta mierda ley de vida.

Me has dado los quince mejores años de mi vida. Desde el cielo sé que me iluminas y me das fuerza para seguir adelante. Pero duele, duele y mucho.

Aunque no estemos físicamente juntas, siempre estarás en mi corazón porque dé el paso que dé, sé que aunque no te vea estás a mi lado. No dejaré de poner la música por la mañana ni de ver todo lo que veíamos juntas para así sentirte cerca. Gracias por formar parte de mi vida, eres lo mejor que me ha podido pasar en estos treinta, casi rozando treintaiún años.

Este veinte de agosto no quiero que llegue, no lo quiero sin ti.

Simplemente, porque te quiero y me cuesta afrontar la vida sin esos lengüetazos con esos achuchones que compartíamos mi alma gemela.

Aunque en muchas ocasiones quise desistir y dejar esta historia de lado, tu y mis Annie_CNHjPilgrim  me habéis dado el suficiente coraje para sacarla adelante. Así que esta obra, va por vosotros y mi pequeña. ¡Gracias! ¡Os quiero!

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💞Número total de palabras 1764.

💞Esta novela consta con un final de tres partes por las siguientes razones:

15.1 Simboliza el mes de enero y porque el diecisiete es tu cumpleaños. En 2023 has cumplido tus 15 primaveras.

15.2 Porque cada catorce de febrero desde hace quince años, ha sido mi San Valentín contigo.

15.3 Marzo el mes en el que te convertiste en la más bonita de las estrellas del cielo. 

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