💫Capítulo cuatro: Un hogar, unas cuantas sorpresas y confesiones. [LEIRE]
Después de tanto tiempo estaba deseando ver la casa que dejé atrás. Cuando me marché todo estaba diferente. Estaba inundada de recuerdos y alguna vivencia positiva —y por supuesto algunas cosas negativas, pero eso lo mejor era dejarlo atrás—. La casa no es lo que era ya debido a que gracias a Mar y Jesús se encargaron de reformarla completamente y de darle un aire más moderno a la par de hogareño. Ahora sí la sentía mía aunque no podía haberla visto antes de forma presencial. Durante todos estos años, mis amigos estaban viviendo allí mientras que ellos terminaban una casita similar a la mía pero un poco más pequeña, dicha casita estaba ubicada al ladito —y ya casi estaba terminada Así que para mí suerte, los tendría de vecinos. Ésta idea surgió cuando ellos dejaron un pisito donde vivían y decidieron construir algo conjunto en pareja, inspirados también por las ansías de ser padres, también los ayudó—. Estaba segura de que en cualquier momento me anunciarían su boda y la llegada de un bebé puesto que estaban loquitos por cumplir su gran sueño. Si fuera por mí, no les haría falta ni mudarse ya que mi casa era demasiado grande para mí, pero también comprendía que una pareja necesitaba tener su privacidad.
Al escuchar las palabras de Jesús tras interrumpirnos de cierta manera y sin darse cuenta, nos percatamos tanto Mar y yo que estábamos aparcados en casa. Sonreí y sin continuar la conversación que habíamos dejado a medias, salí del coche antes que ellos. Un soplo de aire fresco hizo que mi cabello bailase sobre el viento.
—Por fin estoy en mi hogar —anuncié observando todo aquello que me rodeaba—. Es todo mucho mejor de lo que me imaginé.
—Ya estás aquí, hermana —sentí unos pasos a mí lado y como mi amiga me abrazaba con un brazo.
—Para que no te quejes que no cuidamos tu palacio —escuché como cerraba el coche y se dirigía hasta la puerta principal con mis pertenencias.
—No tengo ninguna duda, ¡gracias!
—Vamos dentro que luego si quieres ves los exteriores —me animó mi amiga.
—¡Of course!
Los tres entramos en la casa y yo cada rincón que descubría quedaba más fascinada. Guiándome por ellos, vi toda la casa de arriba a abajo, hasta por la ventana vi el jardín. También aproveché para dejar con la ayuda de Jesús mis cosas en mi habitación.
—Espero que te apetezca, hemos hecho cocido para comer —me informó él—. Voy a calentarlo y a poner la mesa mientras colocáis tus cosas.
—Muchísimo —exclamé—. Anda, dame una alegría y dime qué tienes fideos.
—En la alacena tenemos un paquete —mencionó Mar—. Cari, ¿a qué vas a hacer sopa de fideos para todos? —lo miró con dulzura.
—Faltaría más —se acercó a Mar y la besó—. Voy a apartar caldo y agrego fideos. Estad atentas que en cuanto esté la sopa, os llamo.
—Gracias, amor —le agradeció su chica.
—Gracias, Jesusito.
—No hay de qué —salió de mi habitación y no cerró la puerta.
En ese momento coloqué mis cosas en los diferentes lugares de mi habitación —aunque no estaban vacíos ya que cuando me fui a Argentina dejé como un sesenta por ciento de mis cosas personales y ahí entraba la ropa también—. Con tanta emoción acumulada no me fijé que tenía en una esquinita un cestito bordado con el nombre de Miki. Ella se dio cuenta y sonrió.
—Ay, mi Miki —suspiré—. Si ve esto le va a encantar —miré a mí amiga agradecida—. Esto no me lo habíais dicho, ¿eh, pillina?
Mar me sacó la lengua pícara.
—¿Qué gracia tendría si te lo llegamos a decir? ¿Ninguna verdad? —me planteó en forma de cuestiones—. Así la sorpresa es mayor, cariño.
—Si es que te tengo que querer, lucero mío.
La abracé muy emocionada. Ya me estaba imaginando a Miki disfrutando aquí también y ojalá viviera pronto conmigo.
—Os compensaré a los dos, lo juro —agregué.
—No seas idiota, no hemos hecho todo esto por recibir nada a cambio —espetó—. A ver si pronto te lo traes aquí.
Y sabía de sobra que era cierto, yo tampoco haría nada para recibir nada de vuelta y menos de mi familia. Aunque no corra la misma sangre por nuestras venas, en ocasiones era más familia quienes nosotros elegimos como tal, que la que tenemos por forma biológica o genética.
—¡Te amo! —proferí—. Y si, en cuanto tenga un trabajo estable y encuentre algún peque para darle clase de tarde ya me lo traeré.
—¡Y yo! —exclamó mi bomboncito—. Eh, y no olvides la conversación dónde nos han interrumpido. Que me tienes que explicar muchísimas cosas aún.
—¿Sobre? —le pregunté
—Fernando, ese tal Rodrigo y... ¿Cailín? ¿Anya? ¿Cómo era? —se quedó pensativa—, recuerdo que tenía un nombre muy raro.
Me reí exuberantemente mientras ella meditaba cuál era el nombre correcto.
—¿De qué te ríes, zagala? ¿Me estás viendo sufrir y no me aclaras mi duda existencial?
—Cailin Anya se llama, es un nombre compuesto —aclaré.
—Esa, jamás me contaste lo que pasó con ella —seguía dándole vueltas al bombo—. ¿Se metió en tu relación con Rodrigo? ¿No me digas que te puso los cuernos con ella? ¡Exijo verla por foto pero ya!
—Nada que ver —busqué mi móvil y cuando lo tenía en mi posesión le busqué una foto para enseñársela—. Ella es.
Mar se quedó mirándola fijamente.
—Pues no es que tenga pinta de ser una rompe parejas, tiene pinta de otra cosa.
—¿De qué?
«¡Ay cuando se entere de lo que sucedió! O me mata o me remata por no contárselo. Una información tan valiosa para ella ya que se trata de mi vida personal».
—¡A comer! —gritó desde la cocina Rockefeller—, daros prisa que se enfría y no quiero comer espaguetis.
Mi amiga resopló.
—A este hombre hoy le dio por interrumpir.
—Mira que hoy estás cotilla, ¿eh? —dije para picarla—. Anda, vamos ya que yo tampoco quiero comer espaguetis.
—¡Mucho!
Me puse detrás de ella y comencé a empujarla con delicadeza hasta donde se encontraba Jesús. De repente, se giró y me miró.
—¡Pero no sé te olvide contármelo todo! —me advirtió.
—Que sí, pesada. Te voy a contar hasta el horario en el que se me escapan los gases —le respondí mientras la giraba y avanzaba junto a ella.
—Cucha, la fina que me quiere contar hasta las ventosidades que se tira.
—Tu eres quien me hizo ser una basta y quién quiere saberlo todo —me carcajeé.
—Contenta me tienes —gruñó.
—Lo sé.
Entramos al salón comedor y nos sentamos los tres.
—Anda, si no hay espaguetis —dije con ironía al ver la ensalada, tres raciones de sopa y una fuente con el resto del cocido con pringá—. ¡Qué hambre me acaba de dar con éste aroma!
—¡A comer, pues! —atacó mi amigo—. Qué aproveche.
Los tres nos deseamos un buen provecho y empezamos a comer. Al cabo de una hora, dieron las cinco de la tarde y ya lo teníamos todo recogido. Mis amigos y yo nos pusimos cómodos en uno de los salones después de ver los exteriores de la casa.
—Ahora si que no te me escapas —me miró mi amiga mientras se acomodaba en el pecho de su amor.
—¿Qué ha pasado ahora? —preguntó él.
—La señorita que no me cuenta nada, empieza —me fulminó con la mirada.
—Pero si os contáis todo —salió en defensa mía mi cuñado. Y yo se lo agradecí con una mirada.
—No, no sé nada de Cailin.
—¿De quién? ¿Esa quien es? —quiso enterarse mi amigo.
—Que nos lo cuente y nos enteraremos.
Abracé un cojín y me puse cómoda porque se avecinaba contar cositas sorprendentes —para ellos, obviamente, porque a mí ya no me sorprendía porque lo experimenté en un periodo de mi vida—.
—Al iniciar una vida nueva en Buenos Aires, como no conocía a mucha gente de mi edad decidí ir todas las semanas a un recinto donde se concentraban unos grupos de gente joven para hacer bailes urbanos. En ese punto conocí a Anya y nos hicimos amigas, al enterarse que yo buscaba trabajo me ofreció trabajar con ella en su estudio de tatuajes y piercings. No fue sencillo empezar porque tuve que hacer varios cursos intensivos en apenas dos meses y además estuve de aprendiz con ella hasta que ya me quedé con el curro
—Vaya, eso sí que no me lo esperaba —Jesús se sorprendió—. ¿Tu bailando y tatuando?
—No ves todo lo que nos perdimos, y tu sin cooperar —miró a su pareja con cara de enfado, pero estaba claro que no era real. Ni tampoco se lo estaba echando en cara.
—Oye, que si coopero —se quejó—. ¿Y bien? ¿Sigues tatuando?
—En el trasero quiere un grano más grande que ésta casa —bromeó Mar.
—Omitiré lo último que acabo de escuchar —pestañeé dos veces poniendo ojitos—. Si, aunque suene increíble si.
—Qué alucine, tía —me contestó el discípulo de la reina de los mares—. No seas mala, amor mío. Hasta te hice la sopita que tanto querías —intentó ablandarla con un golpe bajo.
—Algo sí, cuando partí a Buenos Aires jamás imaginé que trabajaría de eso pero, ¿sabéis? Ese mundo me encanta —les confesé.
—Ñi,ñi, ñi —le hizo burla mi amiga. Había que ver que hasta podía ser infantil cuando la illa se lo proponía—. ¿Y en cuanto al baile, qué pasó? —ahora la flecha iba encarada a mí—. Te sirvió tela el irte para descubrir una nueva faceta tuya —yo asentí.
—Pues nos juntábamos todos y ya empezaron a surgir las primeras parejas de baile. Como ahí estaba permitido que hubiesen bailarines en grupos mixtos o en parejas tradicionales, también admitían parejas tanto de dos chicas y dos chicos —les fui explicando antes de soltarles la gran bomba.
—¿Y ahí entró Rodrigo? —preguntó él.
—No, Rodrigo ahí no estaba. De hecho, ni lo había conocido por ese entonces.
—Menuda historieta, ¿qué pasó después?
—Anya y yo formamos una pareja y empezamos a ensayar a diario —les comenté.
—¿Es cierto que para los campeonatos es necesario entrenar muchas horas al día?
—Si, es súper importante —corroboré—. Pasaron los meses y ya empezamos a competir de manera profesional y ya fue cuando ganamos varios certámenes.
—Al próximo te queremos ver, ¿eh? —me anunció ella.
—¡Por supuesto! No nos lo vamos a perder y no nos importa en el lugar que sea.
Me encantaba sentir el apoyo de ellos, era reconfortante. Ya estaba deseando que hubiese algún acontecimiento para poder llevarlos conmigo.
—Yo encantada.
—¿Hay alguno a la vista? ¿Dónde suelen ser? —me preguntó él.
—Pues ahora no, pero casi todos han sido por ciudades de Argentina. Estábamos mirando a ver si dábamos el salto por España o otros países de la Unión Europea.
—Anda, baila para nosotros, que aún ni te vimos —me pidió mi amiga.
—¿Ahora? —me sorprendí—. ¿Qué tal si mejor vemos un video y así me veis? Aquí tengo poco espacio en esta sala para moverme.
—Venga, aceptamos —busqué un video de un ensayo y les pasé mi móvil.
Los dos se quedaron anonadados al verme.
—Wow.
—Impresionante. ¿Y con los tatuajes qué pasó? ¿Quieres ejercer de ello aquí también? —me preguntó Jesús.
—Pues yo estoy abierta a trabajar de lo que sea pero en un rato me acercaré a la protectora de animales para entregar mi currículum. Y si ahí no tengo suerte, me busco algún nene y lo combino con otra cosa.
—Es interesante, ¿eh? ¿Te has planteado que puedes apuntarte a ON Dance Studios Sevilla? Luego hay otras dos escuelas de baile pero esa es una de las más prestigiosas.
—¡Hasta podrías ser profe! —me propuso Jesús.
—Pues no me he planteado en ser profesora de baile aunque Anya si lo es, ni tampoco apuntarme ahora mismo a ninguna escuela, pero prefiero centrarme en mi carrera de veterinaria.
—Lo bueno de todo esto, es que siempre tendrás las puertas abiertas en varios sectores y te será más sencillo encontrar un puesto fijo —me alentó Mar.
—Eso es lo que busco, y si tengo la mala suerte de que no puede ser de nada de eso, no se me caerán los anillos por trabajar en otra cosa.
—Así se habla —asintió Jesús.
Ahora llegaba la parte que los iba a dejar con la boca abierta.
—Aparte de eso, tengo algo que contaros.
—Esperamos que no sea nada malo —me comunicó con temor ella.
—Es algo que está relacionado con el tema sentimental.
—¡Por fin me sacaste el tema de Fer! Venga, ya puedes contarme o que hablemos de lo que sea de él —reventó mi petarda. Era raro que no hubiese vuelto a sacar el tema.
—No, quiero hablaros de Anya.
—¿Anya? —dijeron al unísono.
—¿Qué pasó con ella? —me sugestionó él.
Respiré varias veces hasta que logré conseguir todo el aire posible para soltar tremenda noticia.
—Entre baile y baile, y tiempo juntas entre nosotras surgió algo —puntualice y no continué para así observar bien sus reacciones.
—¡La ostia! —gritó la efusiva de mi gran amiga—. Amor, ¿he escuchado bien?
—Me parece que sí, ¿ya no te gustan los chicos? ¿Cómo es que estuviste con Rodrigo?
—La relación con Rodrigo empezó un tiempo después, pero si, me gustan los chicos.
—Déjame que entienda, ¿eres bisexual? —me preguntó Mar.
—No me considero así, a ver... dejadme explicarme —me disculpé con la mirada—. En ese momento estaba experimentando cosas nuevas en el ámbito profesional. Sin esperarlo, empecé a sentirme atraída por Anya y se juntó con que ella me confesó que ella sentía cosas por mi. Desde Fer mi vena pasota floreció y me daba igual todo. Nos fuimos dejando llevar y ella me propuso intentar ser pareja. Yo aunque tenía temor porque jamás había tenido una relación con una mujer, acepté y estuvimos durante seis meses.
—¿Con intimidad y todo? ¡Estoy que no me lo creo! —Mar estaba alucinando a full con mi confesión.
—Tesoro, no preguntes cosas privadas a ver si la vas a incomodar —le regañó su marido.
—Perdón —me miró confundida.
—La cuestión es que solo he sentido atracción por ella, ninguna zagala me ha vuelto a llamar la atención —conté.
—¿No puede ser que te hayas confundido al no tener alguien cercano al lado? —cuestionó Jesús.
—Si, puede ser pero bueno, tras estar un tiempo con ella la dejé y más tarde inicié una relación con Rodrigo. Pero por mi parte, ambas relaciones fracasaron aunque fue por mi parte. Él aún busca la oportunidad de volver, pero por suerte con Anya no.
—Menudo batacazo se llevó la pobre —comentó ella—. ¿Sabes de sobra que a nosotros no nos importa con quien estés, verdad? Mientras tú seas feliz, nosotros también lo somos.
—Lo sé. Cailin se ha portado como una mujer como la copa de un pino y aunque yo estaba con Rodrigo ella lo respetó y seguimos la amistad que nos unía.
—Qué bien me está cayendo esa mujer —reconoció Mar azul.
—Y a mi, a ver cuando nos la presentas. Me alegro que se haya portado bien contigo, es otra y la arma. Algunas personas suelen ser muy intensas y dan igual de que sexo sea.
—En cuanto tengamos la oportunidad lo haré.
—¿Y quién te marcó más? ¿Rodrigo o Cailín? ¿Cómo conociste al chaval?
—En un master de farmacia veterinaria que hice en Buenos Aires —articulé—. En realidad eran personas diferentes y cada uno me daba estabilidad de forma distinta —dejé caer al aire porque aún me costaba admitir la realidad.
—¿Segura? Eso no nos responde nuestra pregunta —insistió—. ¿No sentiste más conexión con alguno de los dos?
Me quedé callada.
—¡Espera, espera y espera que me lo estoy viendo venir! —prorrumpió Mar—. Normalmente si no es con una persona, se suele tener más conexión con otra.
—Suele ser así, ¿con quién te costó más romper? —me preguntó Jesús.
—Eh... yo... —me quedé en blanco. No sabía cómo iba a salir del túnel sin salida donde me habían metido.
—Mierda —refunfuñó ella a la vez que escribía algo en mi móvil y el curioso lo vio bien—. Toma.
—¿Qué has escrito?
—Míralo con tus propios ojos —me cedió mi móvil y me quedé inmóvil cuando comprobé que lo que había registrado era el número de Fernando en mi agenda.
—Se ha quedado como un copito de nieve —pronunció en voz bajita.
—Ella es incapaz de responder porque sigue enamorada de Fer —y ahora sí que se quedó agusto, mientras yo me quedé en blanco.
—¿Leire? ¿Estás enamorada de Fer y por eso no respondes a nuestra teoría?
El contacto de esos cuatro ojos clavados en mi. Me estremeció. Sin ser dueña de mis actos me puse de pie y fingí mirar la hora.
—¡No puede ser! ¡A éste paso no voy a llegar a tiempo! —refunfuñé—. Lo siento, pareja. Me voy ya que si no no llego —salí como una bala.
Me los dejé mirándose desconcertados. Entré a mí habitación, cogí el bolso y me dirigí a la puerta. Antes de que la abriera, noté la presencia de ambos detrás de mi.
—¡Eh! ¿A dónde vas? —captó mi atención Mar.
—A entregar el currículum —les recordé.
—Te llevo yo, espérame —se ofreció Jesús.
—No, llega en cinco minutos un bus a la parada.
—Pero qué necesidad tienes de irte en bus, si podemos llevarte —me informó mi protectora.
Me acerqué a ellos y volví a insistir.
—Llévate el coche —me tendió las llaves del coche y una copia de las de la casa.
En un acto reflejo, les arrebaté las llaves de casa, abrí la puerta principal y salí. Bajé la escalinata que me llevaba hasta la salida, dejando el porche atrás y me fui a la parada del autobús guardando las llaves en el bolso.
—¡Llámanos y vamos a recogerte! —escuché a lo lejos.
Si no podía empeorar más la cosa, nada más llegar a la parada vi como el autobús partía.
—¡Eh, no te vayas! —grité con esperanzas de que me escuchase el conductor.
—No malgaste su voz, el conductor está un poco sordo y además iba lleno. No hubiéramos podido subir —me informó una mujer de unos cincuenta años.
—¿Y el siguiente?
—En unos cincuenta minutos pasa.
«¡No podía estar saliéndome la jugada peor. No puedo volver a casa ahora!».
—Gracias —le agradecí nerviosa y ella me respondió con un de nada.
Miré hacia atrás y medité qué debía hacer. Insospechadamente vi un taxi aproximarse y sin preguntarle a nadie, me subí en el vehículo y el taxista arrancó.
—A la protectora, por favor.
—¡Eh, ponte en la cola que yo iba antes! —gritó un joven.
El taxista me miró.
—Señorita...
—Se lo pido por favor, me urge llegar a la protectora ya —le imploré—. Le pagaré el doble si es necesario.
El taxista se puso en marcha y se dirigió hacía mi destino. Mi móvil no paraba de sonar y yo era incapaz de contestar.
Me agobiaba admitirlo. Era incapaz de hacerlo ni de confesarles a mis amistades que aunque hubiesen pasado muchos años, no podía olvidarme de él.
Diez minutos más tarde, llegué a la protectora, le pagué al taxista y les escribí un WhatsApp.
Yo:
«Ya estoy en la protectora, en cuanto acabe os aviso y salimos a cenar. Perdonad mi reacción"».
Mi móvil sonó a los dos segundos.
Mar:
«¿Estás bien?». Ella me respondió.
Yo:
«Nerviosa, ahora os cuento a ver qué me dicen».
Guardé el móvil y con el currículum en mano, entré a la protectora y con ayuda de una muchacha jovencita pude entregarle a recursos humanos mi currículum. Después de ello, la misma chica se ofreció a enseñarme las instalaciones y la zona veterinaria.
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💞Se llama pringá a los ingredientes cárnicos del cocido andaluz, es decir, a la carne —magro, falda, pollo, etcétera—, morcilla, chorizo y tocino, que, una vez cocinados junto al resto del guiso, se desmenuzan y pringan con trozos de pan para tomarlos como segundo plato, o bien se trituran para untarlos en pan.
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💞Zagala se refiere a una chica en andaluz.
Siempre estarás viva en mi corazón.
TRES SEMANAS SIN TI Y NO DEJO DE PENSARTE.
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💞Palabras totales 3348 según wattpad y según word alrededor de 3287.
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