
Vete
¿Vuelves? Quizás nunca te has ido.
Siento a cada paso tu presencia. Me observas con tus cuencas vacías desde el fondo de tu rostro cavernoso. Tu hedor te delata, como bruma sulfatada, cual vapor el inframundo. Te postras ante mí como vencido, intentas poseerme pero no me desarmas.
Me hablas con dulzura, eres provocador y lisonjero. Mil veces le has susurrado a mi conciencia palabras hermosas. Te presentas como oscuro almíbar y me tientas. Miro tu contorno llameante, tu promesa, y tú te preparas para devorar mis entrañas. Apareces como niebla de ignominia asomándote al balcón de mi ira, te derramas como torrente espumoso por la comisura de los labios de mi odio. Eres el fango en las charcas umbrosas de mis miedos, me abrazas en la penumbra de la duda.
Pero no, no habitarás en mí. La herrumbre de tus dedos sólo ha acariciado los contornos de mi esencia. Si te planto cara te debilitas. Mi ser te alumbra y tú te diluyes. Un mero resquicio, una esperanza. No has anegado por completo las fisuras de mi espíritu quebrado. Soplo en tu ardiente cara y la gélida llama de mi ser te aplaca.
No importa cuántas veces hayas de regresar. No te entregaré ni mi aliento ni mi conciencia. Me haré fuerte y te esperaré en lo alto de mi montaña, observando cómo te deslizas sinuoso como sierpe emponzoñada por las laderas de mi alma. Y caerás al abismo desde el que me observas esperando que yo me asome de nuevo a tus perversas profundidades. Porque no te temo.
¿Ya te marchas?
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