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Parte 7

La hora más esperada por todos llegó. El rey estaba frente a todos los invitados, subido en el estrado junto a sus dos esposas quienes también esperaban ansiosas la presentación de sus hijos.

— Quiero darles la más cordial bienvenida a este evento. Un evento que es de suma importancia para mí, para mi reina y para la segunda esposa, pero sobre todo, también lo es para Luminis Imperium — habló Lorenzo con voz alegre pero firme, tal y como debería ser — Hoy nos reunimos para celebrar a los herederos de este reino, presentándolos ante todos ustedes, quienes serán fieles testigos de la descendencia del difunto rey Magnus; quien es abuelo de los mellizos, y del actual rey, yo Lorenzo Constantino I, padre de dos princesas y un futuro rey. — dijo entonces Lorenzo con una gran sonrisa.

Mientras que María luchaba contra el impulso de la ira, pues le enardecía escuchar el título del hijo de Isabella. Sabía que eso iba pasar, que el varón sería privilegiado con un título como ese. Deseo ser Isabella, deseo llevar la vida que ella tenía, deseo ser madre del pequeño, pero la vida siempre fue injusta con ella, y para colmo, fue maldecida con el nacimiento de una hija, y no con la bendición de un hijo...

— A mi lado derecho, mi reina y esposa, Isabella Munoz III; madre de mellizos, y a mi lado izquierdo, mi segunda esposa, María, madre de mi primogénita. — siguió presentando Lorenzo. Todos aplaudieron a las autoridades del reino y madres de los hijos del Imperio.

Los invitados, que incluían las tres clases sociales, esperaban ansiosamente el momento en que se presentaran los rostros de los hijos del imperio.

— Así que, sin esperar más, ¡He aquí a mis hijos! — anunció Lorenzo.

Las nodrizas entraron al salón cargando a los hijos de los reyes y de la segunda esposa. Venían envueltos en aquellas cunas improvisadas, que era unos cestos con colchonetas y mantos para resguardar a los pequeños. Ambas mujeres subieron al estrado, colocando las "cunas" frente al rey y sus esposas.

— Esposa mía, María, primera dama de Luminis — hablo Lorenzo a su segunda esposa. Leonidas sintió morir al escuchar ese título, hasta sintió mareos de lo absurdo que se escuchaba el asunto, pero no había de otra, aún faltaba llevar a cabo sus planes, pero para eso tendría que esperar un poco más de tiempo, incluso Alonzo ya le había advertido... — ¿Me haría el favor de tomar en sus brazos a nuestra hija, y presentarla ante todos los reyes de la tierra, y ante todo nuestro Imperio?

— ¡Claro que sí, mi rey! — dijo entonces la peli negra. Fingiendo entusiasmo pero con mucha vergüenza de tener que levantar a una "simple princesa". Sintió que su papel como esposa del rey había fallado debido a eso, y por ende, también como mujer. A pesar de que Lorenzo ya le había dicho que él amaba a su hija.

María colocó a Donum frente al público, mostrando así la carita de la pequeña.

— ¡Luminis Imperium, he aquí a la princesa y primogénita, Donum Constantino I! — anunció Lorenzo. Y los aplausos no se hicieron esperar.

Muchos gritaron de alegría y rieron en regocijo por su pequeña princesa mientras gritaban:

— ¡Viva la princesa Donum, primogénita del rey Lorenzo y heredera perteneciente al imperio!

Los únicos que se mantuvieron callados y mantenían la compostura era Leonidas y los ancianos. No era que no amaran a la princesa, pero aún no digerían por completo el giro de los acontecimientos.

Sin embargo, en el fondo, Leonidas estaba contento por su hermano. También sintió felicidad y sintió sus labios curvarse en una sonrisa discreta al ver la carita feliz y regordeta de la niña. Después de todo, no podía odiarla, era sobrina suya e hija de su hermano, ¡odiarla, jamas!

Solo odiaba a su madre, pero eso era una historia aparte.

Cuando todos dejaron de aplaudir, Lorenzo continuó con las presentaciones.

— Reina mía. ¿Me haría el favor de tomar a mi hija en brazos? — le dijo con una sonrisa suave y amorosa. Una sonrisa que Isabella devolvió.

Seguidamente tomó a la pequeña en brazos, imitando también el movimiento realizado anteriormente por María. De esa manera el rostro de los pequeños serían admirado por todos.

— ¡Luminis Imperium; admiren a su princesa Esmeralda Constantino Munoz I! — alzó la voz su rey con un enorme regocijo en su pecho.

Los súbditos también hicieron lo mismo, aunque sin pensarlo las alabanzas fueron mayores que cuando Donum fue presentada, no es que fuera planeado, pero siempre los hijos de los reyes traían meyor alegría que un hijo de la primera dama. Lastimosamente así funcionaba esto. María lo sabía muy bien, pero aún así la enardecía ver cómo Isabella y sus pequeñas criaturas eran adoradas más que ella.

— Así mismo, es un gran honor para la reina y para mi presentarles al mayor orgullo de esta tierra. Alguien que en un futuro liderará con sabiduría, honor y valentía sobre Luminis, quien mantendrá la paz y la esperanza sobre todos vosotros así como su padre y su abuelo. He aquí, al heredero de mi reino... — dijo Lorenzo. Este tomó al niño varón en brazos, lo sostuvo con delicadeza pero con la fuerza necesaria para asegurarse de mantenerlo a salvo.

Lo alzó en el aire frente a todos diciendo:

— ¡He aquí a su futuro rey, Magnus V, futuro rey de Luminis Imperium y príncipe de sus tierras! — gritó en voz alta.

Esto provocó una "fiesta", por así llamarla, donde todos aplaudían y gritaban con gozo, un gozo aún mayor que cuando las dos princesas se presentaron, gritaron en alabanzas y honor al futuro rey casi quedando sin voz ante tal felicidad. Un instrumento de aire fue tocado, llamado el "cuerno", tocando una melodía fuerte y resonante que indicaba cuan regocijado estaba su pueblo. Todos lo escucharon y, en los pasillos, jardines, habitaciones, salas, e incluso fuera del palacio los invitados cantaban en honor a las princesas y el príncipe. La fiesta arrancó y bailaban, cantaban y pasaban a felicitar al rey y su reina, también a la segunda esposa. Sin duda alguna fue una gran celebración esa noche.

— Hermano mío... — dijo Leonidas al acercarse a él y la reina — Reina Isabella, que bueno volver a verle.

— Lo mismo digo yo, su excelencia — dijo amablemente la soberana.

— Hermano... — dijo también Lorenzo al reconocer la presencia del mayor.

— Felicidades a ambos. Mis sobrinos serán sin duda unos gobernantes magníficos y sabios, estoy seguro de ello. — alabó el mayor.

Lorenzo e Isabella sonrieron en agradecimiento por tales palabras. Sin duda Leonidas, incluso si mantenía un rostro estoico, se notaba satisfecho, contento y orgulloso por los hijos de sus hermanos.

— Muchas gracias, rey Leonidas, por sus palabras — agradeció Isabella. Leonidas solo devolvió una media sonrisa a Isabella en respuesta.

María, que estaba en la otra esquina del salón, miraba el momento "familiar" entre los reyes de Luminis y el rey de Regnum. La peli negra aún cargaba a la pequeña Donum en brazos, y hastiada de hacerlo la entregó a la nodriza y se alejó sin importarle que la pequeña lloraba por volver a sus brazos.

Cabe decir que los demás en el reino incluyendo a los soberanos, habían caído estúpidamente en las actuaciones de María. No habían notado que cuando esta pasaba tiempo con su hija lo hacía con desagrado y solo fingiendo ser buena madre para llamar la atención del rey. Muchas veces la pequeña Donum lloraba durante horas por algo de comer y su madre simplemente la ignoraba o la dejaba con las nodrizas durante el resto de las horas, solo hasta que el rey preguntaba por su hija era que regresaba y cargaba a su "pequeña" de nuevo.

Pero mientras hubiera gente presente, esta trataba de dejarla sutilmente con alguien, alegando que la niña buscaba alimento en las nodrizas o que ella como "madre" tenía más cosas que hacer. Así fue como la dejo con Azucena y se dirigió a la charla familiar.

Por alguna razón, odiaba ver a Leonidas "sonriéndole" amablemente a Isabella; si es que a eso se le podía llamar una verdadera sonrisa, pero aún así parecía estar a gusto con ella. Mientras que a la peli negra solo le lanzaba malas miradas, gestos o simplemente la ignoraba.

— ... Sé que será un buen rey — fue lo único que pudo escuchar de Lorenzo al acercarse a los reyes.

— Buenas noches — dijo inocentemente al llegar a ellos.

— Buenas noches — respondió el antipático de Leonidas. Claro está, que lo hizo nada más por obligación que por palabras genuinas. Era rey y debía dar el ejemplo, así que si, era obligación suya responder.

— ¿Cómo ha estado, su majestad?

— Maravillosamente bien. Mi reino sin duda a encontrado la calma y la paz que tanto ha estado buscando.

Lorenzo con discreción pasó su mano izquierda por su rostro debido a lo frustrante que siempre resultaban estos encuentros entre su hermano mayor y su ahora esposa.

— Me alegra mucho. Así que los Umbras han sido derrotados por el grande y fuerte Leonidas, ¿no es así?

— Por supuesto que sí. No hay enemigo que se me escape. — afirmó el rey — Amo ver cómo se retuercen y cavan su propia tumba.

María sin darse cuanta de cada una de las "sutiles" palabras del rey Leonidas intentó seguir conversando con él, intentando sentirse bienvenida entre ellos. Aunque claro, el poder y mezclarse con los nobles era lo que más deseaba. Así que empezó en su propio círculo "familiar", de esa manera sería aceptada por el resto de los nobles.

— ¡Claro, jamás olvidaría que a su majestad le gusta el show! — exclamó con diversión — Recuerdo que disfrutaba de los espectáculos públicos.

— Y aún me gustan... son un entretenimiento para mi. — dijo con una sonrisa ladeada.

Isabella estaba confundida por el intercambio, la conversación se sentía tensa e incómoda, al menos así la sentía ella. Pudo notar también que el rey de Regnum no parecía agradado por la compañía de María, así que tomó cartas en el asunto y decidió intervenir.

— María, ¿dónde está su hija, la princesa Donum?

María alzó una ceja en confusión por la pregunta de la reina. Pero decidió responder:

— La deje junto a la nodriza. Tenía hambre así que la dejé con Azucena. — informó sin interés alguno.

— A estas alturas los pequeños herederos ya deberían estar durmiendo. Acompáñeme por favor.

— ¿Ahora?

— Si, ahora, María, obedezca que su reina así lo solicita — dijo Leonidas con diversión, siendo esta desapercibida por su rostro cerio y aparentemente "sin gracia" alguna. — Además, la reina necesita una mano derecha para cuidar a los tres pequeños... nose, quizás alguna sierva podría funcionar. — dijo de manera "distraída" el rey — O alguien que fue una sierva tiempo atrás...

— Está bien — dijo la peli negra entre dientes, no le había quedado de otra más que aceptar pese al enojo que había sentido.

Isabella se llevó con ella a María perdiéndose entre la multitud y yendo a algún lado. Leonidas y Lorenzo no sabían muy bien el porqué la joven reina se había llevado a María, pero el mayor de los hermanos si que se sentía agradecido por esa acción.

— Que raro... — murmuró Lorenzo con voz susurrante y solo para él, ya que sus palabras no estaban destinadas a ser escuchadas por su hermano.

Lo extraño era que en ningún otro momento la reina había intervenido en una conversación ajena; no era parte de sus enseñanzas y se consideraba una falta de respeto en algunos casos. Isabella solía ser muy discreta, callada y reservada, con el único que mantenía una conversación más detallada y extensa era con su esposo Lorenzo, así que fue extraño que haya intervenido para liberar a María de esa tensión. Pero como se dijo antes, a Leonidas no le importo en lo absoluto.

— Leonidas, se muy bien que ella no es de su agrado, ¿pero no podría si quiera fingir tolerarla? Los invitados están atentos en la familia real, no provoquemos un escándalo — reprendió Lorenzo.

— ¿Qué acaso no observo bien? Si fingí tolerarla.

— Pero esas palabras con las cuales se dirigió a ella no fueron...

— Nadie lo notó. Ni siquiera ella — corto Leonidas — Mis palabras fueron cuidadosamente bien elegidas, cualquiera aquí solamente pudo apreciar una conversación como cualquier otra — se defendió el mayor.

Lorenzo suspiro. Realmente se sentía agotado mentalmente; ya no podía luchar contra Leonidas y María, realmente era muy cansina la situación.

El soberano mayor observó con satisfacción el rostro de su hermano. Sabía que el menor ya no tocaría más el tema. Realmente ya ni siquiera quería dar explicaciones, desde el inicio Lorenzo supo de su malestar con respecto a María, no debería ni de preguntar lo que ocurre. Además él trataba de evitarla, pero ella ni siquiera colaboraba. ¿Cuál era el afán de acercarse a él aún sabiendo que no era de su agrado? Ni lógica tenía pero viniendo de María ya ni extraño era. ¡Esa mujer no razona bien!

— "Algún problema mental ha de tener"... — pensó.

— No sabía que el rey Cironum aquí estaba — comentó Lorenzo sacándolo de sus pensamientos, quien se había posicionado a su derecha.

— ¿Qué? — preguntó. Lorenzo señaló a un extremo del salón, y efectivamente era el rey Cironum. — ¡Ay no! — suspiro Leonidas con agotamiento.

— ¿Qué sucede? — preguntó Lorenzo con extrañeza — Pensé que el rey de Terra Gloriae era de su agrado, hermano. — dijo aún más extrañado por el comportamiento del mayor — Yo debería ser el que está desagradado por la aparición del rey en la ceremonia de mis hijos.

— No es eso. Por supuesto que aún siento aprecio por el hombre. Pero ya me canse de que me pregunte por mi futura reina.

— ¿Por qué le importa tanto de todos modos?

— No lo sé. Quizás se deba a las viejas costumbres.

— Puede ser. Los reyes antes que nosotros pensaban que el gobierno de los soberanos eran más efectivos si tenían una esposa al lado de ellos. Él viene de esa generación, no me extraña entonces que piense de esa manera.

— No, ni yo me sorprendo de eso. Pero me está cansando.

Lorenzo sonrió cuando una idea cruzó por su cabeza, pero en forma de broma:

— Deberíamos ir buscándole una esposa adecuada entonces, mi hermano.

— No, lo haré yo mismo. — expresó el mayor. — Sé muy bien qué clase de mujer tengo en mente. Ni siquiera me importa estar enamorado de ella, simplemente necesito a alguien capaz de llevar un reino a mi lado. Alguien con valor y fuerza, leal y segura. Y sobre todo bien educada.

— Entiendo... — dijo Lorenzo ante las palabras del mayor. — Quizás pueda presentarle algunas de las primas de Isabella.

— ¿Qué?

— Si, mi esposa tiene familiares. Magnus se deshizo de sus hermanos varones, pero sus dos hermanas aún viven. — comentó Lorenzo. — Una de ellas es una duquesa, la otra una marquesa.

— Mmmm... buenos títulos si tienen — murmuro Leonidas. — De todas maneras aún no estoy interesado en encontrar una reina y mucho menos casarme.

— "¡Vaya hipocresía!" — pensó Lorenzo con ironía. Pero no estaba enojado, al fin y al cabo que gracias a su hermano había encontrado a su amor verdadero. Gracias al mayor había despertado y su capricho por una joven como María había desaparecido.

— Bien, si desea encontrar a alguna yo podré ayudarle, claro esta, si usted me autoriza para hacerlo. Le puedo asegurar que las primas de mi reina podrían ser buenas candidatas.

— Lo tomare en cuenta, mi hermano.

— De acuerdo. — sonrió Lorenzo. En el menor se había despertado una idea, así estaría a mano con su hermano mayor...

— Cuénteme más sobre mis sobrinos. Hace un tiempo que no los veía. — dijo Leonidas empezando otra conversación.

Mientras tanto, Isabella había salido con María de la ceremonia y caminaban en dirección a sus habitaciones.

— ¿Por qué me sacó de la fiesta?, ¿acaso no vio que estaba hablando con Leonidas?

— En primer lugar, debería llamarlo rey Leonidas, ¡que los cielos nos libren de él si llega a oírla llamarlo por su nombre! — expresó Isabella. Aunque un tanto dramática pero no estaba tan lejos de la realidad. — En segundo lugar, el no estaba agradado con la conversación. El hombre es muy poco para conversar, rara vez lo ha hecho conmigo y solo lo hace cuando estoy cerca de Lorenzo, de lo contrario no lo hace.

— ¿Eso que tiene que ver?

— Que no debería acercarse a él si sabe que no es de su agrado — dijo Isabella ya hastiada de las actitudes de la peli negra.

— ¿Y quien dice que no soy del agrado de Leonidas?

— Yo. — dijo simplemente la reina — Se nota desde lo lejos. No insista tanto en acercarse a él. Porque el hombre ama su espacio personal.

María escuchó las palabras de la joven y sintió aún más rencor por esta. Porque la mujer parecía caerle bien a todos, incluso al malvado de Leonidas, pero pronto haría de las suyas e Isabella se perdería del mapa.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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