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Parte 6

Lo demás en la gran celebración transcurría de buena manera, nadie notaba los problemas internos de la familia real; ni siquiera el rey había notado la pequeña "discusión" de sus esposas. Ya que estás parecían estar conversando tranquilamente fuera del gran salón, aunque la realidad era otra.

Mientras tanto, el rey daba la bienvenida a sus invitados; ya ni siquiera sabia cuántos más cabrían dentro del gran salón, eran muchos amigos y aliados, algunas caras conocidas y otras no tanto, pero eran bienvenidos debido a la mistad que tuvieron con el rey Magnus cuando esté aún vivía.

— Buenas noches y bienvenidos sean a esta celebración, que es en honor a mis herederos — saludo Lorenzo a un grupo de personas que venían ingresando. Y ellos respondían con sonrisas sinceras, sobre todo las damas; algunos de los caballeros solían tener un semblante más tranquilo pero no muy sonriente, solo respondían con asentimiento suave.

La mayoría eran reyes, ya que los nobles como condes, marqueses y otros, entraban por la puerta del otro salón, el cual quedaba al lado. Los de clase baja se encontraban un poco más lejos, pero igual eran bienvenidos al castillo.

— Gracias, rey Lorenzo Constantino I — saludó el otro rey, utilizando el título del joven ya que no había mucha confianza entre ellos, Lorenzo apenas si lo había visto un par de veces. — Debe ser el rey de Luminis. El que sustituyó en el trono al rey Magnus.

— Lo soy; lamento mucho no haberme presentado antes. — se disculpó cortésmente. — Apenas empiezo adaptarme y conocer a nuestros amigos.

— No se preocupe por eso; es normal en los jóvenes reyes. Yo también cometí en mi juventud esos mismos errores. — comentó el rey más viejo — Y dígame, rey Lorenzo, ¿es usted el hijo de Leonardo?

— Lo soy...

— Creí que Leonidas era el rey. Al menos eso escuche tiempo atrás — dijo el soberano en confusión. A lo qué Lorenzo aclaró la situación.

Después de un rato en donde aquel rey y Lorenzo se conocían, a Luminis llegó un carruaje familiar...

De aquel carruaje bajo el rey Leonidas vestido de gala, de la misma manera que todos los otros reyes, ya que era una ocasión formal. Las mujeres solteras al rededor debían admitir que aquel rey era apuesto y muy hermoso, incluso lo pensaban mujeres ya casadas. Aunque un poco cerio y no tan sonriente como su hermano, pero al final, era un hombre apuesto y eso era lo que importaba. Muchas de ellas deseaban poder llamar la atención de aquel rey; pero era una tarea un tanto difícil.

El rey con quien Lorenzo charlaba se despidió deseando a su majestad una linda noche y muchas felicitaciones por sus tres hijos. Sobre todo deseándole que el varón llegase a crecer sano y fuerte como lo fueron sus abuelos.

El hombre ingresó al salón dejando a Lorenzo en la entrada para recibir a los demás invitados.

— Veo que empiezan a llegar nuevos rostros, no los vi en las celebraciones pasadas — dijo aquella voz ronca y varonil, una voz muy conocida.

— Así es, mi hermano. La mayoría aquí son personas que no conozco muy bien, pero espero hacerlo pronto. — le respondió Lorenzo.

— Es cuestión de tiempo.

— Entonces... ¿por qué? — preguntó Lorenzo sin más. La cara del joven rey tenía un ceño fruncido esperando una explicación. Ni siquiera era necesario aclarar la pregunta, Lorenzo estaba seguro que Leonidas no era tonto, él sabría a qué se debía.

El mayor solo resopló en respuesta. Luego sonrió con diversión:

— ¿No puede esperar hasta más tarde? — dijo Leonidas fingiendo estar agotado — Vengo desde un reino muy lejano, mi hermano. Deje que al menos tome algo de los vinos que hay en esas jarras. Después hablaremos.

— Que atrevimiento — murmuró Lorenzo por el descaro de su hermano mayor; pero no objetó más — Adelante, mi hermano, es bienvenido a mi hogar. — dijo esta vez de manera audible.

Leonidas dejó su sonrisa de lado y regresó a ese semblante demasiado correcto que utilizaba la mayoría del tiempo. Incluso una vez, hace ya tiempo atrás, un pequeño Lorenzo se lo había señalado:

— "Es usted demasiado cuadrado, Leonidas. Diviértase un poco..." — habían sido las palabras "amables" de su pequeño hermano. Ojalá no lo hubiera escuchado ese día, a causa de esos en la actualidad rondaban muchos problemas.

La noche transcurrió muy bien entre los dos hermanos. Pero llegó un momento donde Lorenzo exigió una explicación decente a lo que él mayor había hecho el día de la boda.

— Se lo toma tan personal; yo no soy un villano amado hermano — le respondió Leonidas fingiendo estar ofendido.

— No es así, no lo veo como un villano, pero usted ni siquiera pensó en las consecuencias de ello. Tenemos suerte que Isabella sea una joven sensata. ¿Qué hubiese hecho yo si no fuese así? — le recalcó el menor.

— Eso en realidad me llena de curiosidad. ¿Qué le dijo Isabella? — preguntó un Leonidas curioso por saber el desenlace.

— Se entristeció. — dijo Lorenzo recordando ese día — Por eso le pregunto a usted, ¿cuál era su intención? Entristeció el corazón de mi reina, Leonidas, a causa de hacer sus maldades.

— Espere un momento. — dijo Leonidas igual de cerio — Yo no tenía ninguna intención detrás del obsequio que envíe, ya le dije que se lo toma tan personal. De hecho yo también tengo mi propio harem. Uno que tampoco pedí.

Lorenzo calló esperando que el mayor continuara con su explicación. En realidad, los reyes están en todo el derecho de tener un harem, no hay ley que lo impida y es totalmente aceptable, sea que la reina lo apruebe o no. Pero derecho es para todo rey. En cuanto a la molestia de Lorenzo por aquel regalo, se debía al amor que había nacido en su corazón por su amada Isabella. Desde que supo identificar el sentimiento se dijo así mismo que no la haría pasar por lo mismo, no otra vez.
Estaba dispuesto a ganar su amor incluso optando por no poseer más mujeres aunque fuera su derecho si así lo quisiera. Pero su amor por Isabella había crecido, a tal punto que ni siquiera podía ver a otra mujer de esa manera. Claro, eso fue hasta que Leonidas envió a esas mujeres. Su enojo también se debía a que ese acto departe del mayor había entristecido a su reina, cosa que a él no le agradó. Para él la felicidad de su esposa valía más que su reino, incluso que el mundo entero y lo que en el habita. Y Leonidas había causado tristeza y desesperanza en su reina, aunque ella parecía más animada cuando aclaró las cosas con el rey. Sin embargo Lorenzo aún seguía molesto con su hermano.

— Todo empezó con un viaje, una visita que hice al reino de Terra Gloriae. — comenzó a explicar — Cironum piensa que ya es tiempo de ir sentando cabeza. Él a visto mi desinterés en el matrimonio, según el, no es bueno que gobierne solo.

— Ah, es verdad. — reconoció Lorenzo — Me había olvidado que los herederos a la corona también tienen un tiempo para encontrar una pareja. ¿Cuánto tiempo le queda?

— De dos a tres años. Al menos la ley dicta que ese es el tiempo suficiente en los que un rey puede encontrar a alguien y contraer matrimonio de manera natural. Ya pasaron dos años para mi, ya falta poco para que ese lapso de tiempo termine.

— Debería preocuparse más, amado hermano. El reino empezará a exigirle una reina. Sino los ancianos se encargarán de todo.

— Jamás pensé que escucharía eso de usted — dijo Leonidas en broma — Pensé que solo a mi me preocupaban las leyes.

— Bueno, desde que me convertí en rey he estado estudiando más, quiero hacer las cosas bien esta vez. — admitió Lorenzo — Pero aún no me explica como esas 126 concubinas vinieron a parar en mi reino.

— Cierto. Como le decía, Cironum también estaba preocupado, cree que mi falta de interés podría provocar un problema en mi reino. Aunque a diferencia de las damas yo no necesito casarme para saber gobernar — admitió — Pero él insistió en que debería hacerlo, mencionó que es bueno que el hombre tenga a alguien a su lado. Le dije que lo pensaría. Pero no escuchó.

— Entonces las concubinas eran suyas. — concluyó Lorenzo. Leonidas asintió con aburrimiento. — ¿Y por qué las envío a mi?, ¿no había nadie más en su lista?

— ¡Oh, créame hermano! Envíe concubinas a 10 reinos, incluyendo el suyo.

Lorenzo se sorprendió al escuchar eso:

— ¿Cuantas de ellas?

— 1342 en total. — dijo encogiéndose de hombros. — Cironum pensó que mientras más de ellas tuviera bajo mi poder más rápido encontraría a alguien.

— Entonces me mintió toda la vida, Leonidas.

— ¿Y yo por qué? — exclamó intrigado y confundido.

— Me dijo que no podía casarme con María en aquel entonces debido a que ella no era noble.

— Y así es — declaró Leonidas — Lo que Cironum hizo es delito, por eso obsequie a todas ellas. Bueno, aún tengo algunas pero... no serán reinas. — terminó admitiendo. — No me casaría con esclavas.

— Aún así no le perdonaré eso. Entristeció a Isabella, para mí eso es algo imperdonable. A causa de esas mujeres ella llegó a sentirse mal y menospreciada...

— Pero en parte es culpa suya — interrumpió Leonidas — Si usted se hubiese enfocado desde el inicio a darle un espacio en su corazón, ella no estaría dudando del amor que usted le profesa ni de su título. Ella hubiese tomado el obsequio como cualquier otra reina, sabiendo que nadie la reemplazaría.

Lorenzo no respondió. Sabía que su hermano tenía razón en eso. Muchos reyes tienen concubinas y las reinas ni siquiera se inmutan ya que sus reyes han demostrado amarlas, así que no se sienten amenazadas ante la presencia de otras mujeres. Así que si... en parte era su culpa, por no haber sido honesto con ella ni con el mismo desde el inicio.

Los dos dejaron eso atrás, siguieron conversando de cosas triviales olvidando el incidente, se alejaron también de los invitados para ponerse al día. Hasta que Leonidas soltó algo que lo dejó impactado:

— ¿Y cómo por qué esa mujer querría atentar contra mi reino? — preguntó Lorenzo con molestia, mucha molestia a decir verdad.

— Fácil. La señora piensa que usted es un bandido y aprovechado. Según sus palabras María merecía más que ser una simple segunda esposa.

— ¿¡Qué está diciendo!? — exclamó confundido y lleno de ira — ¿Por qué esa mujer piensa eso de mi?, ¿qué acaso no conoce la ley?

— He ahí el porqué no cualquier mujer debería llegar al poder. — dijo el sabelotodo de Leonidas. — Ella reunió a varios reinos en nombre del rey Cironum, en el cual me incluyó. El propósito era quitarlo a usted del camino, diciendo que no era apto para ser rey...

— Maldita serpiente... — murmuro entre dientes.

— Calma, hermano mío. No se concretó ningún plan. Los demás pensaron que usted era justo en sus decisiones y que había actuado con sabiduría al colocar a María como una segunda esposa. Dijeron que sus errores eran comunes en reyes que apenas ascendían al trono, no era algo fuera del otro mundo. — le comentó el mayor al menor — Lo que contaba era la manera en que lideró todo, al final resultó una excelente decisión lo que usted había hecho.

— Me alegra escuchar eso. Al menos por ahora estoy a salvo. ¿Qué dijo el rey Cironum?

— Cironum venía entrando al reino, el hombre había ido de visita al reino de Floridas, ni siquiera sabía lo de la reunión. Grande fue su sorpresa al encontrar a varios aliados ahí en su casa. — comentó con diversión — Cuando se enteró de todo pidió perdón y aclaró la situación, también admitió que se sentía avergonzado por lo que la reina había hecho. Personalmente fue y me pidió disculpas, diciendo que jamás atentaría contra mi hermano de esa manera, menos si no es requerida la fuerza bruta ya que usted había actuado bien ante una situación compleja.

— Me alivia saber eso — dijo Lorenzo con vergüenza y con un poco de tristeza.

Era de esperarse algo así, su comportamiento tiempo atrás había sido el peor, y a causa de eso casi gana algunos enemigos.

— De los errores se aprende, hermano. No se sienta usted mal por eso.

— Claro... pero dígame una cosa — dijo Lorenzo después de pensar — ¿Cómo es que la reina hizo tal cosa?, ¿acaso no sabe lo que es delito o lo que es permitido?

— Mmm no, no sabe mucho de eso — murmuró el sabelotodo de Leonidas y con una enorme sonrisa cargada de ironía — La esposa de Cironum, la actual reina Valentina, en realidad debería ocupar el título... de Segunda esposa. — aclaró Leonidas — Si me pregunta cómo fue que llegó a ser reina, bueno, hay una explicación para todo. Quizás la historia le suene de algún lado... — dijo Leonidas con sarcasmo.

— Si... pasó algo similar a lo que me pasó, ¿no es verdad? — dijo Lorenzo de manera intuitiva.

— ¡Correcto, mi pequeño hermano! Cironum amaba a su reina, la reina Gabriela Terra I, se casaron por amor, al menos eso dicen — explicó — Pero tiempo después, Cironum se "enamoro" de una sirvienta, la mujer dicen que era de buen parecer, aunque era más conocida por su astucia. Algunos incluso dicen que tiene al rey envuelto en un embrujo.

— Valentina es la sirvienta, ¿no?... — murmuró Lorenzo.

— Si. Ella misma. El rey se casó con Valentina convirtiéndola en segunda esposa, y un tiempo después la reina Gabriela enfermo y murió al cabo de unos días. Algo inexplicable, ni siquiera los médicos o los embalsamadores pudieron determinar la causa de muerte.

— Que triste. Pero nunca había escuchado la historia. — dijo Lorenzo intentando recordar algo de eso, pero por más que buscaba no lo lograba.

— A Cironum no le gusta hablar de eso, incluso se borraron los datos que tengan que ver con la difunta reina. Y claro, al verse el rey sin su reina convirtió a Valentina en soberana; incluso yendo contra las leyes.

— ¿Y los ancianos de ese reino dónde quedan?, ¿qué no deberían haberse opuesto a tal decisión?

— Ellos están bajo metros de tierra, amado hermano. Mandaron a matar a todos los antiguos ancianos haciéndolo pasar por un accidente. Buscaron nuevos maestros de ley y listo. Los nuevos no sabrían cómo manejar bien las enseñanzas, además no había un anciano líder que guiara a los nuevos, así que fue muy simple. El reino quedó con miedo por la masacre así que nadie enfrentó a Cironum. — expresó Leonidas. — Pero todo esto posiblemente sean sólo chismes de la gente. No se sabe con exactitud debido a la falta de registros.

— ¡Vaya mujer tan cruel!, jamás he conocido a alguien con un plan tan malvado, Valentina solo buscaba beneficio propio. Estoy seguro que ni siquiera ama al rey.

Leonidas solo pensó en lo irónico de la situación, al parecer Lorenzo no captaba nada; pero mejor calló y le habló sobre otras cosas, olvidando ese tema.

Mientras tanto, Isabella conversaba con María, Y más que una conversación, era una disputa:

— ¿Por qué hizo eso, María? — reclamó la reina — Soy yo quien decide que se dará de comer a los invitados.

— Disculpe, reina Isabella, pero yo le dije que tenía una dieta estricta, y usted no respondió. Algo tenía que hacer yo.

— Las decisiones las tomó yo. Usted solo sigue mis órdenes María.

— Lamento decirle, soberana, pero a mí las órdenes me las da el rey, no usted.

— Por si aún no lo sabe, yo soy la reina. Yo soy la hija del rey Magnus IV, y este es mi reino — recordó Isabella — Lorenzo es rey por matrimonio, y solamente él manda sobre mi. Mientras que yo, soy más grande que usted o que cualquier otro, los reyes son los únicos que van por encima de mi. Así que usted debe obedecerme, María, le guste o no.

— Claro, lo lamento su alteza — dijo fingiendo arrepentimiento — Solo me preocupe por mi dieta.

Mientras que en el fondo María explotaba de ira, odiaba que Isabella mandara, odiaba sentirse como una sirvienta otra vez. Porque incluso con el título de segunda esposa aún la trataban como esclava, sobre todo la "ridícula" de Isabella. Que todo el tiempo quería decirle lo que debía o no debía hacer. ¡Como la odiaba!

— María... — dijo Isabella con voz suave. Su intención no había sido gritarle a la segunda esposa; pero sentía que María no tenía el más mínimo respeto por las leyes; y eso le preocupaba. Había hecho de todo por caerle bien a la joven, sobre todo porque ahora eran familia, pero sentía que María solo la contradecía en todo intentando humillarla. Aún así, intentó que la joven no se metiera en problemas, por el aprecio que sentía por ella. — Solo quiero que nos llevemos bien, pero mientras siga yendo en contra de las leyes y en contra mía no lo lograremos...

— Lo siento mi reina. No volverá a pasar — interrumpió la peli negra — Con su permiso, he de retirarme — le dijo intentado alejarse sin querer seguir escuchando a la reina.

Isabella solo soltó un suspiro cansino y le otorgó el permiso. No lucharía con ella esa noche, habían muchos invitados y no quería armar un escándalo. En cualquier otro momento hablaría con ella.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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