Parte 6
— ¿Acaso Insinúa que no fui del todo honesto con el propósito de ganar la confianza del rey y algún beneficio? — reclamó Pedro a Humberto.
— Solo digo que como consejero su deber era aclarar el asunto; usted sabía que la joven no era noble ni descendiente de algún rey o príncipe — le respondió Humberto sin inmutarse por los reclamos del otro — Debí decir que el consejo ha aceptado esta unión; pero no significa que sea de nuestro agrado. Y mucho menos la del pueblo.
— El consejero Pedro no tiene culpa de mis acciones — le dijo Lorenzo en defensa del anciano — Él me explico todo parte por parte sin evadir ningún detalle. Aún así soy yo quien tomará la decisión.
— De acuerdo, mi señor. He de disculparme entonces con mi hermano; es simplemente una preocupación la que llevo conmigo. — les respondió aquel anciano de la corte — Además, veo en el rey un semblante tranquilo y demasiado relajado; presiento que no se está tomando esta situación con él debido cuidado con que se debería. — reprochó aquel hombre hacia el rey.
Eso hizo que Lorenzo se sintiera airado; este se levantó del trono y caminó unos pasos hasta aquel hombre; se situó frente a él con el ceño fruncido y con el enojo correr en sus venas.
Mientras que Isabella miraba aquella escena con temor, ella también desvió su mirada de Lorenzo y del consejero Humberto a Pedro y Alonzo en busca de apoyo; ambos hombres, tanto el anciano como el escudero se acercaron un poco a Lorenzo y Humberto para evitar un problema mayor.
— ¿Acaso piensa usted, consejero Humberto que puede venir hasta mi y hablarme de esa forma? — le dijo un Lorenzo con voz grave y hostil — ¿Acaso piensa que mi intención es hacer caer a la nación? — siguió preguntando — Como cualquier humano cometí errores, pero también estoy intentando resolverlos, en ningún momento hice esto con la intención de dañarlos a todos ustedes — le dijo con firmeza mientras miraba cada uno de los rostros que estaban presentes — Yo no conocía las leyes, ahora lo hago, y no fue gracias a Pedro, quien tuvo la decencia de venir a mi y ayudarme, algo que usted y los dieciocho ancianos que acaban de salir por esa puerta no hicieron. — le recalcó — Así que no venga amenazando al consejero Pedro ni insinuándole cosas que no son ciertas. Además, a pesar de mi error aún merezco algo de respeto, mi título tiene más peso que el suyo, por ende no puede hablarme como si fuésemos familia.
— Está bien — dijo Humberto, tan firme y estoico como siempre — Espero que las cosas marchen para bien. — respondió simplemente. — Lamento señalarlo de esa manera; no fue mi intención soberano — se disculpó — Estoy confiando en la tranquilidad del rey y del consejero Pedro; eso me indica que confían plenamente en el plan que presentaron ante nosotros.
— Así es mi hermano — habló Pedro a Humberto — Debe mantener usted también la calma; ningún problema se resuelve con desesperación y temor — dijo sabiamente — Esperemos a que nazcan los herederos, así iremos tomando mejores decisiones a medida ellos vayan creciendo.
— Bien, entonces, solo puedo decir que confiaré en vosotros y en su plan.
— Estamos resolviendo todo de acuerdo a las leyes, no hay porque temer — le respondió Lorenzo — Y lamento de verdad lo que hice, consejero Humberto, no quiero que los ancianos sigan pensando que mi intención era perjudicarlos.
— Está bien soberano. Nadie volverá a pensar de ese modo — habló Humberto al rey — Si me permite, ahora he de retirarme.
— Puede hacerlo.
Así Humberto salió de aquella sala dejando a los demás reunidos. Pedro se acercó a Lorenzo con discreción ya que este anteriormente estuvo irritado.
— Lamento él comportamiento de mis compañeros, soberanos, sobre todo el de Humberto — dijo Pedro en disculpa — La intención del consejero no era faltarle el respeto al rey, lo conozco bien como para saber que se dejó llevar por la preocupación que siente. Pero su intención no es mala.
Lorenzo soltó un suspiro exhausto y rendido.
— Soy yo quien lamenta haberse portado de ese modo, ninguno de ustedes debía presenciar tal acto, yo también les he faltado el respeto a vosotros — se disculpó Lorenzo.
— Es entendible mi señor — le dijo Pedro — Ante tal situación nadie estaría bien. Pero debemos confiar en que todo saldrá tal y como se planeo, siempre y cuando sigamos el mismo camino nada tiene por que salir mal — dijo en referencia al plan que tenían con los herederos de Lorenzo.
— Aún así no es digno de un rey comportarse de ese modo. Le debo una disculpa al consejero Humberto. Es solo que no me gustó todo lo que estaba insinuando, aunque supongo que solo fue preocupación tal y como lo ha mencionado usted consejero Pedro.
— Conozco bien a mi hermano, soberano, confié en mí cuando digo que suele ser un hombre ejemplar, aunque tiene momentos similares a este de vez en cuando pero sus intenciones son honestas y trata de actuar según la ley. — explicó Pedro — Además de que Humberto suele sobre pensar las situaciones, sobre todo cuando son complejas; es ahí cuando se deja llevar por lo que siente.
— Está bien. Me disculpare con él la próxima vez que lo vea. — enunció Lorenzo — Y en cuanto usted consejero Pedro, agradezco mucho lo que ha hecho por mi, me ha ayudado a entender cosas que antes no hacía. Además de enfrentarse junto a sus compañero del consejo, mi gratitud estará siempre con usted. — agradeció Lorenzo — Es por eso, que tengo algo para usted. — Lorenzo le indicó a Alonzo que subiera al estrado y que tomara aquella caja tallada de bronce y regresara hasta él con ella.
Anteriormente el rey le había indicado a su escudero lo que debía hacer después de aquella reunión; era por eso que Alonzo no necesitaba más palabras que una simple señal para saber lo que debía hacer.
— Oh no, soberano. Simplemente he hecho mi deber, no tiene porque agradecerme.
— En mi familia solemos apreciar los pequeños detalles, consejero Pedro, y usted ya ha hecho muchos por mi. Por favor, reciba mi regalo como símbolo de gratitud, así sabrá que el rey agradece y respeta su trabajo en gran manera. — Alonzo regresó con aquella caja, Lorenzo la tomó y la entregó a su consejero.
Pedro, aunque avergonzado por recibir tal regalo, la tomó en sus manos y con curiosidad miró hacia el interior. Dentro de esta, habían objetos poco comunes y de bastante valor económico, ya que estaban bañadas en oro y con algunas gemas igual de valiosas incrustadas en ellos. Por ejemplo, habían dos copas de vino, cuatro bolsas hechas de telas finas y costosas que contenían monedas de oro. Sin duda un regalo muy valioso.
— Señor... — murmuró el hombre impactado — ¿No cree que esto es demasiado para alguien como yo?
— No, Pedro, incluso es poco para lo usted merece — le respondió Lorenzo — Créame cuando le digo que yo no olvido lo que alguien hace por mi, y esta vez no solo lo ha hecho por mi persona, sino también por mi familia. — sonrió Lorenzo con gratitud.
— Señor estoy... — dijo el hombre sin saber qué decir — Pero... si lo que hice fue aconsejarlo...
— Aconsejarme y enfrentarse a mi lado a sus compañeros, a pesar de que sabía usted cuál sería la reacción de ellos. Creyó que no sería buena y aún así estuvo de mi lado. — le dijo Lorenzo — Incluso si esto podía condenarlo a usted también.
Pedro abrió los ojos con sorpresa, jamás pensó que él rey se daría cuanta de esa parte...
Lorenzo sonrió ante la reacción del hombre.
— ¿Creyó que no me daría cuenta? — le dijo Lorenzo con diversión, pero no era burla, en realidad el rey estaba feliz por el consejero. Pedro merecía algo más que solo monedas — La reina Isabella me explico esa parte, ella también estudió leyes — sonrió Lorenzo con orgullo por su esposa.
Pedro miro a la reina asombrado, ella le sonrió cálidamente.
— Lo hice con la intención de respaldarlo, consejero Pedro — le dijo Isabella con voz dulce — No conozco las leyes a profundidad como usted lo hace, pero ya había leído algunos papiros del reglamento que mencionaban algo como esto. Sus compañero pudieron haberlo sancionado a usted también. — le dijo ella — Pero admiro su valor y lealtad, gracias a usted mi familia está a salvo.
— Yo... bueno, no sé qué decir — dijo Pedro un tanto apenado — Gracias mis soberanos, por el detalle.
— Quien le agradece somos nosotros — respondió cortésmente Isabella — Ahora lo que haga con el regalo es completamente su decisión, no tema beneficiarse de ellos si así lo necesita.
Muchos habitantes solían quedarse con el regalo que sus reyes les otorgaban, aún si estaban pasando una necesidad extrema, porque consideraban una falta de respeto vender aquellos objetos y ganar algo a cambio debido a que fue un regalo de la corona. Por eso Isabella le dijo a Pedro esas palabras, para que no se sintiera en la obligación de guardarlas, sino que también sacará provecho de ellas si así lo él lo necesita.
— Gracias mi señora. — dijo Pedro reverenciando a sus soberanos.
— ¿Quieren usted consejero Pedro, y usted escudero real Alonzo, acompañarnos a la reina y a mi a un almuerzo aquí en palacio? — preguntó el rey. Isabella bajó del trono y se colocó al lado del soberano.
Ella tomó su brazo y Lorenzo lo permitió con alegría. Ella aún no lo perdonaba, pero ante todos debían aparentar y no dar a conocer sus problemas matrimoniales. Lorenzo sabía que esa era la única razón por la que ella estaba interactuando con él, pero aún así esas pequeñas muestras, aunque fingidas, eran suficiente para alegrarlo.
Al final, Alonzo y Pedro aceptaron la invitación del rey y acompañaron a sus soberanos hasta el gran comedor real. Isabella también solicitó que su dama de compañía viniera con ellos, así fue como terminaron los cinco en aquella gran mesa.
Al terminar, Pedro agradeció y posteriormente pidió permiso para retirarse, camino tranquilamente a su casa llevando consigo aquel regalo del rey. Nadie sabía, pero el corazón del hombre se conmovió ante ese regalo, nunca nadie en sus setenta años de edad le había regalado algo, ni siquiera sus padres, quienes lo abandonaron a su suerte cuando cumplió sus cinco años. Sobrevivió gracias a un hombre que trabajó para el consejo, pero era tan duro de carácter que no fue capaz de reconocer las habilidades de Pedro o felicitarlo cuando esté hacía algo bien, algo que aquel niño interior del anciano siempre esperó, la gente tampoco ha sido capaz de agradecer los favores que les hizo en su momento, simplemente le daban la espalda cuando ya no lo necesitaban. Aún así él era incapaz de negar un favor, contrario a su apariencia y semblante el hombre tenía un corazón amable; nunca fue capaz de negar algo si podía ayudar, no espero nada a cambio, pero el gesto del rey había conmovido su alma.
Lorenzo no tenía ni la más mínima idea de lo mucho que significó aquel regalo, no por el valor económico, sino por el gesto. El regalo había traído felicidad al corazón de aquel anciano, un corazón que antes se encontraba escondido y olvidado en un profundo bosque lleno de zarzas que se amontonaban al rededor de el impidiéndole ser encontrado, en otras palabras, Pedro por muchos años mantuvo sus sentimientos escondidos, aunque se sentía en soledad jamás demostró lo contrario, simplemente siguió viviendo bajos las enseñanzas de aquel hombre que lo adoptó, haciendo aún lado lo que sentía, y eso no era vida. Pero el anciano por fin sintió que su trabajo era apreciado... y él también.
— Entonces, Pedro; ¿negará que fue por beneficio? — dijo Humberto saliendo a su paso.
— ¿Esto? — preguntó el otro anciano sin sentirse intimidado — Fue un regalo del rey; yo no lo pedí.
— No niegue que esperaba algo así — dijo el hombre con seriedad. — Usted y yo sabemos que lo que el rey hará podría significar algo muy grave.
— Estoy al tanto.
— ¿Por qué no le narró lo que sucedió en 1340? — acusó Humberto — ¿Acaso desea ver fracasar al rey?
— ¡Eso nunca! — le dijo el otro consejero ofendido por tales acusaciones, Pedro no deseaba el mal para su soberano — Si no lo hice fue porque no quería agobiarlo. El problema ya estaba presente; lo único que debía hacerse era buscar una solución para el problema, ese relato ni siquiera tiene que ver con lo qué le pasó al rey.
— Mmmm — murmuró con seriedad el otro hombre — ¿Qué clase de consejero piensa eso?, ¿qué no tiene nada que ver? — dijo la última pregunta con ironía — Dos hermanos causaron la miseria de nuestro reino. Y justamente el soberano traerá dos hijos al mundo.
— ¿Cuantos hermanos luchan por el poder casi a diario, Humberto?
— ¿Y eso que tiene que ver?
— Responda la pregunta — dijo tranquilamente Pedro.
— No lo sé, he perdido la cuenta.
— Por supuesto, ¿sabe por qué? — preguntó a Humberto, este simplemente negó, a lo que Pedro continuó diciendo — Es porque sucede todos los días, son miles de ellos, y ninguna de esas luchas ha llevado a la miseria a una nación entera. Quizás solo algunos meses o un par de años, ¿pero siglos?
— Entonces no cree lo que está escrito en los papiros — Acusó Humberto.
— No es que no crea, hermano mío, pero muchas cosas que están escritas ahí son más unas leyendas urbanas que hechos reales; por ejemplo; el día número 6 de 1370, ¿aún cree que eso es verdad?
Humberto no respondió, pues era difícil saber con exactitud los hechos reales a la fantasía, existieron algunos ancianos en la antigüedad que gastaban bromas de ese estilo, por lo que muchos papiros que se encontraban en la biblioteca parecían ser más una fantasía que una realidad; lo que sí tenían eran moralejas, por eso se fueron agregando más leyes, evitando que se repitan los mismos errores de aquellos relatos pero en la realidad.
— Veo que no tiene una respuesta concreta — remarcó Pedro al ver el silencio de Humberto.
— ¿Entonces no le preocupa que los hijos del rey puedan causar algún caos?
— En primer lugar; hay que esperar sus nacimientos. — dijo sabiamente Pedro — No sabemos si uno de ellos será hombre y la otra una mujer, o en todo caso que ambas sean mujeres. — le recordó Pedro — Si son dos hombres ya tenemos una solución.
— Mmmm no lo había analizado de esa forma — confesó Humberto — Sabes Pedro; creo que haré caso a sus palabras. Trataré de relajarme un poco, hace tiempo no me tomo un descanso.
— Lo he notado — le dijo Pedro en broma, aunque no lo pareciera — Aunque aún debemos analizar algo; y deseo su ayuda para ello. ¿Puedo contar con usted?
— ¿Eh? — dijo anonadado — Depende — respondió al final.
— No es algo malo así que tranquilo; usted me preguntó si mis intenciones eran ver caer al rey; y yo le respondí que no. Así que haré lo que sea por mantenerlo a él y a su familia a salvo; incluyendo a sus hijos.
— Bien; ¿entonces para que soy bueno?
— ¿Tiene tiempo?
— Por los momentos si.
— Entonces acompáñeme a mi casa; es un mejor lugar para hablar sin ser escuchados por oídos de chismosos.
— Tiene usted razón, así que vamos.
Los dos hombres caminaron hasta la casa de Pedro, al llegar, el anciano preparo café y le sirvió una taza a su compañero del consejo.
— Bien Pedro, ¿qué era eso que debíamos analizar?
— Hay respuesta para el caso de dos varones; dos herederos, uno de ellos será dado de baja mientras que el otro subirá al trono con respaldo del rey y la nación. ¿Pero qué sucede en el caso que uno de ellos sea hombre, y la otra una mujer?
— ¿Esa era su gran pregunta?
— ¿A qué se refiere con eso? — dijo Pedro desorientado ante tal respuesta del consejero Humberto.
— Que es fácil en ese caso; el varón sube al trono mientras que la mujer no.
— ¿Y si la mujer es de la reina Isabella, Humberto? — dijo Pedro rodando los ojos por un Humberto despistado.
— Oh — murmuró con entendimiento.
Era obvio que la nación esperaba que el hijo que la reina Isabella traería al mundo sería a un varón, lo mismo esperaban los ancianos, aunque también existía la posibilidad de una niña. En ese caso, los ancianos tenían que pensar en una solución a ese pequeño "problema".
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Luz
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