Parte 5
Y así, Lorenzo e Isabella terminaron sentados en sus tronos mientras veinte de los ancianos esperaban pacientemente el inicio de la reunión.
— Entonces, ¿para qué hemos sido llamados? — preguntó Humberto, uno de aquellos líderes del consejo. — Pedro dio aviso de una sesión solicitada por los soberanos, aunque los motivos de estas son desconocidas para nosotros.
— Hay un tema un tanto complejo, por ende, solicito a los ancianos pasividad, comprensión y paciencia — les dijo Lorenzo — He cometido un error; pero también tengo la solución a el.
Muchos murmullos de asombro e intriga se escucharon, algunos de los ancianos fruncieron el ceño con molestia mientras que otros mantenían sus rostros estoicos y esperando que el rey explicase la situación. Humberto por otro lado; era más directo en los asuntos de consejo, así que dijo al rey:
— ¿Podría el rey explicar con mayor claridad tal error? — Empujó el anciano.
— Paz hermano mío — le dijo Pedro, aunque ambos parecían tener congeladas las expresiones faciales en un rostro neutro — El soberano explicará pronto de que se trata el problema, como compañero les pido a todos ustedes, mantener la calma y la mente fría; no hablen y dejen que el rey pueda informarles sin ninguna interrupción alguna.
— Está bien — accedió Humberto aunque no fuese de su agrado tal petición; pero les daría el beneficio de la duda — Por los años en que hemos trabajado juntos Pedro, accederé, además supongo que él rey habló con usted y la falta grave del rey tiene la solución adecuada y necesaria.
— Por supuesto — Afirmó el otro anciano — Si tan solo dejan que continúe.
— De acuerdo soberano; prosiga con su narración.
— Estaba diciendo que he cometido un error, pero para esto debo ir atrás en el tiempo — les dijo Lorenzo — El consejero Pedro me ha explicado las leyes sobre la posibilidad de un harem, o en algún caso, una segunda esposa.
Todos guardaron silencio tal y como lo habían prometido. Esperaron pacientemente a que el rey Lorenzo continuara.
— Mi esposa, la reina Isabella está de acuerdo conmigo — Informó el rey. No había sorpresa en los rostros de los ancianos, una segunda esposa era común en la nobleza, lo único preocupante era la reunión para un acuerdo de reinado, más que nada por los títulos, pero de ahí nada más era de asombro.
Humberto miro en dirección a la reina, con la intención de preguntar si estaba segura de ello.
— Pido el permiso para romper el silencio — habló el consejero. El rey asintió positivamente — Creo en las palabras de mi soberano, pero aún así es una costumbre preguntar directamente a la reina, ¿está usted, soberana, de acuerdo con el rey?
— Agradezco su preocupación consejero Humberto, pero estoy de acuerdo con mi rey sobre su unión con otra joven. — respondió cortésmente Isabella, siempre con su voz dulce y melodiosa — Aún así tengo algunas condiciones.
— Es comprensible. Antes de escuchar dichas condiciones, queremos saber por boca del soberano sobre esta joven. — dijo Humberto, quien ahora miraba directamente al rey Lorenzo — Respóndame algo soberano, ¿la joven tiene algún parentesco con un rey o príncipe?
— No.
— ¿Título noble? — siguió preguntando.
Lorenzo miro a Pedro en busca de apoyo; pues sabía que Humberto y los demás consejeros podrían reaccionar de manera negativa y no de la misma manera en que Pedro lo había hecho. Mientras que el anciano tiene mayor conocimiento sobre la conducta y carácter de sus compañeros, él podría tener una mejor manera de explicar la situación y evitar una discusión. Pedro bajo su cabeza pausadamente y volvió a levantarla con la misma tranquilidad; dándole a entender a Lorenzo que él hablaría si la situación se sale de control.
— No — respondió con firmeza Lorenzo. Al menos era respaldado por Pedro.
— ¿Quién es ella entonces? — volvió a Preguntar.
— La conocí en casa de mi padre cuando aún era soltero y la amé. Lastimosamente mi hermano Leonidas no estaba de acuerdo con dicha unión, por ende, me vi en la necesidad de contraer matrimonio con alguien más y olvidar a la joven. — Informó el rey — Ahora que conozco las leyes, quiero comprometerme con ella. Su nombre es María.
— Quizás no di a entender bien la pregunta, mi error soberano — dijo aquel hombre con voz molesta pero al mismo tiempo hablo con él respeto que el soberano merece — ¿Quién es la joven? — esta vez, enmarco bien su tono de voz, y dio a conocer la ironía en él — ¿Ha recibido la educación adecuada?, ¿conoce ella de leyes, de física o de ciencia?, ¿está ella preparada para asumir ese rol? — siguió preguntando.
Lorenzo solo negó cada una de sus preguntas.
— ¿Entonces por qué desea poner a la joven María casi a la misma altura que la reina Isabella? — Humberto parecía reacio a tal decisión del rey — Es casi un insulto para el difunto rey Magnus y su ahora esposa, quien se encuentra a su lado escuchando todo esto. — acusó el hombre — ¿O qué opinan mis compañeros de tal unión?
Algunos de ellos murmuraron en acuerdo ante las palabras del anciano Humberto, otros simplemente mantuvieron su boca cerrada y sin pronunciar una sola palabra.
— Por favor; Humberto — intercedió Pedro — El rey Lorenzo no es el primero ni último rey en casarse con una sirvienta; muchos antes que él ya lo han hecho; además las leyes no se lo impiden — recordó el anciano — Recordemos las normas, el decreto número 12-405 dicta que el rey puede tomar como segunda esposa a una sirvienta; siempre y cuando está se mantenga por debajo de la reina y se someta a una mejor educación, incluso si esta ya es mayor de edad, además la reina Isabella ha dicho que aprueba la unión entre el rey y la joven. Pero contrario a lo que se cree, el rey si podrá casarse con la dama María.
— ¿Y usted cree que será lo mismo una educación para una mujer adulta a comparación de una educación temprana? — contraatacó Humberto — La reina Isabella lleva recibiéndola desde la niñez, y aún hay mucho que aprender. ¿Cree que será lo mismo?
— Quizás no, pero puede intentar. No veo razón para negarle el derecho — le respondió Pedro. A lo qué Humberto solo resoplo. — Y como he dicho anteriormente, no hay ley que lo impida, quizás no sea bien recibida; pero no podemos oponernos. Nuestra misión es aconsejar, y ya lo he hecho con el rey.
Lorenzo solo se mantenía a la expectativa junto a Isabella. Desde el inicio sabían que sería difícil su relación, y más cuando hay leyes de por medio. Mientras que Isabella no había vuelto a decir una sola palabra, al escuchar a Lorenzo confesar el amor por María, Isabella solo se sumía más en la tristeza, la joven había empezado a amar a su esposo, y deseaba negarle y evitar que este tomara como esposa a María o incluso prohibirle tener un harem; pero no quería ser egoísta y tenía que ser honesta consigo misma... Lorenzo no la amaba. Era ese el motivo por el cual permitía tal cosa; evitando que este llegase a odiarla por negarle envejecer al lado de su verdadero amor, y sobre todo, no valía la pena atarlo de una manera egoísta, no podía obligar a Lorenzo a amarla. Si amas a alguien, déjalo ir...
Mientras en el corazón de Lorenzo, solo existían algunas emociones que impedían que floreciera la alegría y el gozo. Estas eran la decepción, la decepción consigo mismo, la frustración de no poder retroceder en el tiempo y hacer las cosas mejor, y la tristeza, pues ahora su esposa y su familia sufrirían las consecuencias de sus acciones, él descubrió hace un tiempo, que aquel sentimiento extraño que empezaba a despertar por su esposa era algo más, era amor; y deseó poder hacerlo florecer, empezar a conquistar a su esposa de una mejor manera, enamorarla como debió haber hecho desde el inicio... pero ahora es complicado, debía ir por pasos, debía resolver el problema que tenía en esos momentos, pues la vida de sus dos hijos depende de eso; y si logra hacerlo, continuaría con sus planes... conquistar el corazón de Isabella. Su corazón tenía otra misión.
— Bien, supongo que Pedro tiene razón — dijo uno de los ancianos, este se encontraba a mano derecha de Humberto — El rey puede tomar como esposa a María, bajo esas condiciones que ya están escritas en los testamentos. Y claro esta, también bajo las condiciones de la reina Isabella, que debo recordar, aún no las ha dicho.
— Cierto — respondió Pedro — Por favor hermanos míos, escuchemos lo que la reina tiene que decir.
— Como mencioné anteriormente; no me opongo ante la unión de mi esposo, el rey Lorenzo con aquella joven de nombre María; pero pido primeramente, que mi hijo sea el único heredero a la corona, y que los consejeros, los guardias y la sociedad mantengan respaldado a mi hijo, evitando una confrontación entre el hijo de María y el mío. — Pidió Isabella.
— En cuanto la herencia mi señora, obviamente será su hijo — le respondió Humberto — Pero, él hijo que podría engendrar el rey Lorenzo con María tendría derecho a pelear por el trono, porque también lleva la sangre de nuestro rey. Así que puede luchar contra su hermano mayor.
Pedro recordó entonces la palabra de su rey; donde él había explicado que el mayor no será el hijo de la reina Isabella, pero ya habrá tiempo para tocar esa parte del tema.
— Comprendo muy bien, pero como madre estoy angustiada — dijo Isabella en un casi susurro — Además... mi hijo tiene sangre real tanto por Lorenzo como por mi persona; yo soy noble, Lorenzo también lo es, por lo que él hijo de María no sería así. Pido por favor, si quiera, que le eviten la muerte a mi hijo.
— De acuerdo mi señora, intentaremos mantener seguro al príncipe heredero.
— Hay más... — dijo Lorenzo después de tanto tiempo guardando silencio — María esta embaraza...
— ¡¿Qué dice?! — dijeron varios de ellos al mismo tiempo.
— Y es mi primogénito... — agregó Lorenzo — Será incluso mayor al hijo que espero con Isabella.
— ¿Pero qué es esto? — preguntó un Humberto intrigado — ¿Usted sabía de esto, consejero Pedro?
— Si — respondió con seguridad — Lo sabía. Ya le expliqué las leyes al rey y...
— Esto amerita ser llevado incluso frente a la nación entera, el rey a cometido un delito enorme. Ha puesto a sus hijos en un lío y junto a ellos a la reina Isabella, además cometió adulterio. — interrumpió a las palabras que Pedro había tratado de explicar.
— Por favor, consejero Humberto, déjeme terminar de explicarles — le rogó Lorenzo.
— Dejaré que lo haga, simplemente porque necesito oír la solución que han pensado usted y el consejero, pero si no es la adecuada, que sea el pueblo quien decida.
— Dios... — dijo Isabella con temor, llevando una mano para tapar suavemente su boca en señal de miedo.
Lorenzo también sintió temor, pero debía mantenerse firme y demostrar que no estaba afectado por tales amenazas.
— El consejero Pedro y yo hemos decidido, dar de baja al hijo que María espera — informó Lorenzo — De esta manera, mantendré seguro a mi hijo menor, asegurando también el ascenso al trono. Así, mi hijo mayor no tendría derecho a atentar contra su hermano, pues yo mismo le impediría llegar a hacerlo.
Isabella se asombró ante las palabras de su esposo, sabía que eso era muy duro para Lorenzo, pues estaba eligiendo entre sus dos hijos, pero ella como madre tenía que elegir lo mejor para su bebé, y aunque no deseaba mal al bebé de María, la solución de Lorenzo podía funcionar.
— Esto significa humillarlo ante la nación, ¿está seguro de hacerlo? — dijo Humberto después de analizar la situación.
— Lo estoy.
— No veo alguna falla en esa solución, consejero Humberto — mencionó otro de los ancianos presentes — Una baja dada por el rey podría detener el conflicto entre los dos hijos del soberano.
— Además, el pueblo, la corte y la guardia respaldarían al hijo que el soberano elija, que en ese caso sería el hijo de la reina Isabella — comentó otro de ellos.
Humberto lo analizó bien, y el plan podía funcionar.
— No veo entonces algún fallo. ¿Los demás están de acuerdo? — preguntó Humberto a la corte.
Estos respondieron con un "si" audible. Pero Humberto aún tenía cosas que aclarar.
— Muy bien. Aún así debemos escuchar a la reina. Mi soberana, al parecer su hijo continuará con la línea y gobernará sobre Luminis Imperium; así que no debemos preocuparnos por la seguridad del hijo que está esperando — comentó. A lo qué Isabella asintió entre melancólica y feliz, pero no respondió ante Humberto, así que el anciano continuó — Aún así, siempre estaremos vigilando que nada salga mal. Mientras tanto... — esta vez se dirigió a Lorenzo — El pueblo y el consejo desea seguir manteniendo a la reina Isabella como tal, como la reina que es. Así que la joven María no puede ir por encima de ella, ni su hijo por encima del hijo de la reina Isabella. ¿Está usted de acuerdo, soberana? — dijo aquel anciano regresando a ella.
— Estoy de acuerdo, consejero Humberto.
— Yo también lo estoy — agregó Lorenzo solo para aclarar que él no volvería a cometer más faltas en contra de la ley — Es lo justo, no voy a interferir con eso.
— Bien, entonces que así sea — declaró el anciano Humberto. — El consejo también mantendrá bajo vigilancia a esa joven, y cuando el niño empiece a crecer, también lo vigilaremos el, ¿están de acuerdo compañeros?
— Lo estamos — dijeron todos ellos, incluso el anciano Pedro.
— ¿Por qué harían tal cosa? — preguntó un Lorenzo cerio e intrigado.
— No confiamos en una esposa sin conocimientos o tan siquiera que conozca de las leyes, y eso podría perjudicar a nuestra nación. Además, el poder tiende a exaltar y convertirnos en desconocidos, no cualquiera puede con el poder y el peso de un título noble — comentó aquel hombre — Mientras que al niño; se le mantendrá vigilado por obvias razones, y porque la reina así lo solicitó.
Pedro le hizo una señal a Lorenzo para que este aceptara tales condiciones; pues era obvio que el consejo también tendría las propias. Tenían suerte que el consejo terminara aceptando las solicitudes de Lorenzo; no podrían pedir de más o empeorarían todo.
— Esta bien, aceptó tales términos.
— En acuerdo. — Respondieron los diecinueve ancianos.
— Gracias por venir hasta aquí y ayudarme en esta situación tan compleja — dijo Lorenzo. Ahora sentía un peso menos encima de sus hombros, pues parte de la situación en la que se había metido estaba resuelta. — Sé que les he quitado algo de su valioso tiempo, pero estoy agradecido con cada uno por este favor.
Humberto fue el único que reverenció al rey como diciendo: "Estamos para servir a nuestro rey". Seguido a eso, uno por uno de los ancianos fueron retirándose de aquella sala, dejando solo a los reyes, y a Alonzo quien se encontraba inmóvil y en silencio desde el inicio, Pedro y Humberto también se quedaron.
— Mis soberanos... — dijo entonces el anciano Humberto, quien fue interrumpido por su compañero Pedro.
— ¿Hay algún problema consejero Humberto?, pensé que ya todo lo habíamos resuelto, ¿acaso no está de acuerdo con sus propias condiciones?
— Entiendo bien que se coloque al lado del rey y quiera ser fiel a su soberano, consejero Pedro, pero aún hay cosas que podrían no salir bien. — comentó con reproches — Y es nuestro deber informarle al soberano de eso. — dijo remarcando las palabras "nuestro deber".
— Cualquier cosa que pueda usted decir ya las he dicho yo. — replicó Pedro — Por favor, usted sabe que jamás dejaría de cumplir mi labor. El rey está al tanto de la grave del asunto, cada detalle ya los he explicado, incluyendo la incomodidad y recelo del pueblo por la segunda esposa; así como también la humillación al hijo mayor.
— ¿Es cierto eso, mi señor? — preguntó el hombre. Pedro solo frunció el ceño con molestia debido a la falta de confianza de Humberto en él.
— Lo es — respondió Lorenzo. — Pedro ha sido muy amable al explicar todo e intentar hacer que yo desista de la decisión; pero al final soy yo quien decide seguir con esto.
— Entiendo. Aún así me parece que el rey antes de tomar una decisión debe pensarlo bien, desde principio a fin así como los pros y contras. — aconsejó Humberto — ¿Y Pedro?
— Díga lo que tiene que decir, consejero Humberto.
— Usted y yo tenemos el deber de ayudar al soberano, no debe endulzar la situación solo por querer quedar bien con el rey, si de verdad es leal a él, ayúdelo a comprender las leyes y guiarlo, aunque lo que salga de su boca sea algo que el soberano no desea oír.
Diciendo esto, la habitación cayó otra vez en el silencio. Pedro sintió su sangre hervir en enojo por las acusaciones de su compañero del consejo...
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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