Parte 4
Tal y como lo habían prometido, días después Leonidas recibió una carta de los consejeros, la cual dictaba el día en que deberían encontrarse y el momento exacto. Era el quinto día de la semana cuando decidieron poner un fin a los problemas en Luminis Imperium. Cabe decir, que no era un día soleado, tampoco nublado, la reunión se llevó a cabo lejos de todo oído curioso y ojos a la expectativa; la sesión se llevo frente a todo hombre de poder en la madrugada, cuando todos estaban dormidos en sus hogares.
Así lo dictaron los consejeros, pues no quería que los chismes se corrieran por el reino y, sobre todo, evitar que se expandiera una mala información a través de ese mismo chisme, y una manera de evitarlo era cuando los aldeanos estuvieran confundidos con el día y la hora en que se reunirían, y eso era exactamente cuando no estaban conscientes. Ósea, ese día...
— Como primer punto, presentaremos la sentencia de la joven Donum, quien es hija de la ex reina de Luminis, María, y del... ex rey, Lorenzo Constantino I, hijo del rey Leonardo Constantino Ferrenum, rey de Regnum Aureum, un hombre reconocido por todos, un rey que jamás se olvidará, pues sus hazañas y sabiduría fueron inigualables — habló Humberto, quien tomaba en esa madrugada el papel de juez — Por lo tanto, podemos decir que la joven Donum tiene ascendencia azul, sangre real. Pero se ve manchada por la sangre de una mujer que en tiempos de antaño era una... sirvienta — dijo leyendo aquellos apuntes, que servían como agenda para llevar un orden en esa corte — Los padres de la joven tienen una mancha en el gran libro negro, lo que quiere decir que su reputación no va muy bien. No era lo que se esperaba de ellos como los líderes y gobernantes de esta nación. Ahora, gracias a ellos, se corre el pánico entre la servidumbre y entre los más grandes del reino, que aquella joven princesa se convierta en una persona adulta, y siga el mismo camino que sus padres, poniendo en peligro a Luminis, así como también a los futuros gobernantes. — habló sin titubeos.
Humberto levantó la vista de aquel enorme papiro y miró a la multitud en busca de alguna opinión personal u objeción por lo que estaba leyendo. Pero nadie lo hizo.
— Bien... continuamos entonces... — habló con tranquilidad y pausadamente — No hay ningún antecedente propio de la princesa Donum, hasta ahora ha actuado como se esperaba; por lo tanto, está libre de antecedentes y no hay mancha en el gran libro negro. — declaró Humberto — Siguiendo las normas número 999 del libro de las leyes reales...
Todos guardaron silencio en ese momento, a la expectativa de la sentencia, sobre todo Leonidas, quien era el más interesado.
— La princesa Donum sale libre de todo castigo o sentencia. Aunque bajo algunas condiciones... — declaró. Leonidas soltó un suspiro disimulando.
— "Un peso menos..."— se dijo así mismo.
— Donum sale bajo las siguientes condiciones: no gobernará al imperio en lo que resta de sus días, sus hermanos son y serán siempre superiores a ella, sin embargo, podrá gozar de una vida de nobles si así lo quieren sus hermanos. En segundo lugar; no puede sobre pasar... ni siquiera intentar sobre pasar por sus autoridades. No sobre pasar a sus hermanos, no sobre pasar a los del consejo, no sobre pasar a los de la corte y no sobre pasar a los reyes que vengan aquí aunque sea de visita, ella es inferior a todos los pilares y gobernantes, mientras viva aquí en Luminis Imperium — sentenció — En tercer lugar, estará libre de la condena si encuentra algún rey o heredero que quiera desposarla, mientras tanto, vivirá como los duques y otras clases inferiores a la familia real, solo gozando de lo que sus hermanos puedan brindarle, si es que alguno de ellos así lo desea. El futuro rey Magnus V podrá decidir sobre la vida de la joven Donum, él sabrá si dejarla estar en el castillo o enviarla a otro lugar, cualquier decisión de estas será válida, excepto quitar esta sentencia.
Leonidas no estaba impactado en lo absoluto, estos hombres de ley solían ser demasiado exagerados cuando de aplicar castigos se trataba. Aunque en muchas ocasiones sus sentencias eran necesarias, no negaría eso. Pero en esta ocasión, si lo miro como algo exagerado, pues quien cometió actos atroces fue la madre, no la hija. Donum ni siquiera sabía de todo lo que había pasado en el reino, mucho menos que su madre los cometió o inició.
Pero no dijo nada más, pues era mejor liberarla de una vez y que cumpliera con esos requisitos, a que los ancianos se arrepintieran de la sentencia, que es lo que más o menos esperaba Leonidas de ellos.
— Así que, si no hay ninguna...
— Yo estoy en contra — levantó la mano uno de los ancianos. — No sabemos de lo que es capaz esa joven.
— Yo también lo estoy...
Leonidas arrugó el entrecejo con esto:
— "¿Hasta ahora se les ocurre hablar?" — se preguntó con rabia. Rabia contra esos hombres.
— Y se podría saber el porqué, consejeros — preguntó Leonidas, aparentemente estaba tranquilo, pero por dentro se sentía irritado.
— La niña ya trae en sus venas la astucia, la maldad y la crueldad de sus antepasados — habló aquel hombre — ¿De verdad creen que ella, si quisiera cometer algún delito, lo que está escrito ahí la detendrá?
— Eso es lo que se espera, consejero — habló Pedro — Creo que deberíamos darle el beneficio de la duda...
— ¿¡Beneficio de la duda!? — habló con indignación — ¿Hasta donde tendremos que esperar para que ella demuestre lo que en verdad es?, ¿hasta que pase otro caos en Luminis?, ¿hasta que nos traicione y nos venda al enemigo?
— Donum no fue criada por su madre — habló Leonidas, todos miraron en su dirección, esperando que hablase y aclarara su punto — Donum fue criada y educada por la reina Isabella; creció aprendiendo de ella. María ni siquiera tiene lugar en la vida de la princesa, más allá de solo haberla traído al mundo. Así que no podemos juzgar a la niña por lo que fue su madre; ya que no tiene, ni tendrá ese tipo de educación — dijo Leonidas en defensa de su sobrina.
— Sin mencionar el hecho de que parte de su infancia y adolescencia la vivió como una esclava — agregó el consejero Pedro — Vivió como una mujer de servicio, creo que ella lo pensaría dos veces antes de regresar a una vida como esa, incluso hasta peor.
Humberto asintió ante las palabras de su compañero.
— Hermanos... entremos en razón, todos nosotros — habló Humberto — La joven princesa no tiene antecedentes propios, no ha cometido ningún delito por lo tanto no podemos juzgarla solo por algunas suposiciones o ideas sin argumentos que tengamos sobre ella. Si a medida va creciendo y va cometiendo errores, entonces podremos juzgarla, pero por ahora... no veo el problema.
Aquellos dos hombres guardaron silencio. Aunque no querían, la sentencia ya estaba tomada; pues la mayoría votaba por la liberación de la joven princesa.
— Entonces, una vez aclarada la situación, la princesa Donum podrá regresar a palacio, si así lo quiere el futuro rey, esta misma mañana.
— De acuerdo — dijo simplemente Leonidas. No había nada más que decir, y se sentía satisfecho por el resultado. — Ya que tenemos aclarado el punto de mi sobrina, he de suponer que continúa el de mi cuñada, ¿no es así?
Humberto asintió dubitativamente.
— Ambos... — dijo de manera pasiva. Aunque Leonidas lo miro con atención y con curiosidad, también con algo molestia, pues sabía el rey que estos hombres se traían algo entre manos. — Los consejeros nos hemos estado reuniendo, mi señor — dijo directamente a Leonidas — No con el propósito de excluirlo del caso, lo hicimos para evitarle tantas molestias...
— ¡Aún así, era deber de todos vosotros avisar sobre lo que estaban haciendo! — dijo con molestia — ¿Cómo saber si lo que decidieron es justo?, ¿qué no lo han hecho con maldad o por beneficios propios?
— Mi señor... — dijo Pedro intentando calmarlo — Le prometo que no hay de qué preocuparse...
— Y usted, consejero, ¿de qué lado está? — preguntó con enojo.
— De lo correcto. — respondió Pedro sin titubear — Es por eso, mi rey, que le pido que sea paciente con todo. La sentencia podría no ser la esperada pero no hay porque temer.
— No comprendo. ¿Como una sentencia no esperada? — preguntó — ¿Están tomando esto como una broma?
— No, mi señor — se adelantó a decir Humberto — Pido piedad y paciencia, para poder explicar.
Leonidas lo medito. Así que su última decisión fue escucharlos.
— Nos hemos reunido estos últimos días mientras usted cuidaba de los herederos. No queríamos seguir perturbándole, al menos lo dejaríamos descansar hasta cerciorarnos de que los jóvenes estuviesen bien. — aclaró — Nos agrada el resultado.
— Gracias — respondió de mala gana — Continúe
— El trabajo fue... arduo. Pero todos en esta sala estamos de acuerdo con la sentencia final...
— Entonces no le demos más vuelta al asunto — interrumpió Leonidas, ya harto de esperar demasiado tiempo y de tantos rodeos — ¿Cuál es el veredicto final?
— Decidimos ser flexibles con los reyes, refiriéndonos a los verdaderos reyes — recalcó — Estamos hablando de Isabella y Lorenzo, reyes de Luminis Imperium.
Leonidas no demostró ningún cambio. Seguía igual de tenso que desde el inicio.
— "¿No es esta, acaso, una trampa?" — se preguntó. — "¿Qué querrán ahora?
— Hable, consejero. Ya casi amanece — impulsó el rey.
— Los reyes de Luminis serán libres... — soltó. Dejando a Leonidas anonadado.
— ¿No están mintiendo? — preguntó a todos — ¿Qué esperan de ellos?, ¿cuál es el objetivo?
— No, soberano — habló Pedro con tranquilidad — No deseamos ganar ni sacar provecho de esto. Confié en nosotros, ellos serán libres, al igual que la princesa Donum, sin embargo, al igual que la menor, también hay algunas pautas que deben, y debemos seguir, por el bien del reino.
Y Leonidas comprendió todo...
— ¿No están hablando de..?
— Sí. — afirmó Humberto — Es lamentable haber llegado hasta aquí, pero es mejor algo como eso... a verlos morir. Todos aquí le tenemos un gran aprecio a nuestros reyes, no deseábamos verlos morir de maneras atroces y horribles como lo dictan esos viejos y empolvados papiros, o como muchos allá afuera lo esperaban. Por esa razón, nosotros, como consejeros del reino, hemos decidido liberar a los soberanos de una manera justa, sin perjudicar al reino, ni tocar las vidas de los reyes.
— Comprendo...
— Entonces, ¿podemos continuar? — preguntó Pedro con amabilidad. Últimamente se estaba volviendo demasiado blando y flexible con los reyes.
— Si... adelante, puede continuar, consejero Humberto.
— Gracias, mi soberano — habló, y continúo leyendo aquel gran papiro con voz aparentemente tranquila; aunque por dentro temblaba, temblaba por el hecho de no saber con anticipación cuál sería la reacción de los presentes (dejando aún lado a los ancianos) y del rey — Los antiguos reyes de Luminis serán liberados, no habrá pena de muerte, solo un castigo, el cual suponemos es justo para todos. La reina Isabella Muñoz III, aunque directamente no cometió ninguna falta en contra de Luminis Imperium, no gobernó con justicia ni valentía. La ex reina se dejó dominar por una persona inferior a ella, y por lo tanto, aunque no directamente, puso en riesgo al reino al no confrontar ni poner un alto a esa persona. — leyó Humberto. Todos los demás asintieron en acuerdo, menos Leonidas — Las faltas de estas características la hicieron ver como una reina débil, sin dirección ni amor por el reino, por lo tanto, Luminis no la desea, ni la necesita como reina... de esta nación. — terminó diciendo.
Silencio total en la sala, ninguno hablo. Muchos incluso estaban nerviosos y ansiosos por escuchar el final de todo. Así que Humberto continuó, al ver que nadie hablaba, ni para bien, ni para mal.
— El rey Lorenzo, hijo de un rey poderoso y sabio. Se esperaba más de él ya que fue criado bajo el techo de un soberano, fue educado como un noble, fue educado y corregido como un príncipe, y aún así, no fue capaz de dirigir este reino, ni defenderlo cuando se necesitó — enumeró — Sus delitos, en primer lugar, fue haber contraído matrimonio con la hija de un rey, solo para el beneficio propio, para escalar al poder sin tener ningún aprecio, ni siquiera una pizca de empatía por Luminis Imperium. Segundo, Luminis Imperium es un fiel amigo y aliado de Regnum Aureum; lo que hizo, se pudo haber tomado como traición a la alianza entre ambos reinos. — siguió diciendo — En tercer lugar, después de la muerte del rey, fue infiel a la reina, otra traición hacia Luminis, y de esa traición, trajo al mundo a una niña, tomándose ese acto como infidelidad y pecado, sobre todo pecado, pues la niña nació fuera de matrimonio. Y también fuera del consentimiento de nuestra reina.
Leonidas asintió. Sí, Lorenzo había cometido todos esos delitos, no había nada que ocultar, solo aceptar la verdad.
— Cuarto, convirtió en reina a María, nombre que recibe la dama. A pesar de todas las objeciones y a pesar de las advertencias, la boda se llevó a cabo, y se le dio un poder a la "reina María" que no debió haber tenido. — siguió diciendo — Quinto, a causa de todo lo anterior, la "reina María" separó a la familia real, incluso intentó acabar con la vida de dos princesas y una reina, delito que es grave. El rey Lorenzo permitió que se llegara a todo esto y no puso límites en dicho comportamiento por parte de su segunda esposa. Sexto, a pesar de que Luminis tenía un rey, nos vimos luchando con nuestra propia fuerza, como si el rey ni siquiera estuviese, sin embargo, lo estaba. — declaró — Nuestras tierras fueron tomadas y vendidas a los mejores postores, llevando al reino a la quiebra, y el rey no hizo nada, ni para cortar de raíz el problema, ni para solucionar el problema. Simplemente no estuvo presente. — dijo Humberto — Y el último caso de todos, el joven heredero recibió educación y atención de todos, menos de quien debería, al ser, no solo su padre, sino también su rey, era su deber cuidar del heredero hasta que este llegase a la edad y tomase el trono. Sin embargo, tampoco estuvo. El reino y los príncipes, no necesitan... al rey Lorenzo. — declaró como punto final.
Todos se quedaron en completo silencio. Nadie se atrevía a hablar, ni siquiera a objetar, era claro que no hubo mentiras ni manipulación en la lectura de la agenda. Todo era claro y verdadero, para mal de Leonidas.
— ¿Cuál es el veredicto final? — preguntó entonces Leonidas — Con todos estos puntos en contra... ¿cómo pueden liberar a mi hermano?, ¿están seguros de lo que han dicho?, ¿o solo juegan conmigo? — preguntó. Pero esta vez, no había ni una pizca de enojo, solo incertidumbre y negación.
— "No puede ser cierto..." — se dijo — "¿Cómo pueden ser benevolentes después de todo lo que han pasado?" — se preguntó — "Son demasiado... tolerantes... Lorenzo sin duda no se merece la bondad de esta gente..." — siguió repitiéndose en la mente.
Humberto sonrió. Aunque no había burla en su mirada, solo comprensión.
— No jugaríamos con algo así, soberano. Jamás. — respondió Humberto — Déjeme recordarle, mi soberano, que el rey no es ni el primero ni el último en caer de esta manera. Luminis ya ha tenido historias similares.
— Yo... yo jamás las escuché... — dijo aún anonadado.
— Están escritas en los papiros, incluso han habido cosas peores. Demasiados para contar. — tranquilizó el anciano — Estamos al tanto, soberano, de la edad del rey, sabemos que su matrimonio se llevó a cabo cuando este era aún... un adolescente. — dijo todavía sonriendo. Aunque su sonrisa era espeluznante, pues los ancianos no sonreían con frecuencia, era lo que menos le importaba a Leonidas — El rey Leonardo murió cuando el rey Lorenzo aún era tan solo un niño, puesto que ni siquiera llegaba a la edad que tiene el príncipe Magnus en este momento. Sabemos que su educación no alcanzó a ser como las que reciben normalmente los futuros reyes, ya que también era el último de ocho hermanos. — recordó Humberto — Esto nos hace ser más comprensivos y flexibles con él. Aunque también recibirá una sanción por ello.
— Sé... — recordó Leonidas.
— Entonces, daremos los últimos detalles para que podamos marcharnos y descansar. Así el soberano podrá liberar a sus seres queridos por la mañana.
— De acuerdo — dijeron todos los presentes.
— Después de enumerar punto por punto cada una de las faltas de nuestros soberanos, hemos decidido liberarlos bajo una condición — dijo leyendo aquel papel — El rey Lorenzo Constantino I, y la reina Isabella Muñoz III, tendrán que renunciar a la corona y otorgarle el trono a su hijo y heredero, Magnus V Constantino Muñoz. — declaró — Y cuanto antes lo hagan, mejor será para el reino, para nosotros y también para ellos.
— ¡Así es! — gritaron todos a favor de la sentencia.
Todos estaban contentos de darle la bienvenida a un nuevo rey, ya que los anteriores no funcionaron. Sin embargo, Leonidas no sabía que tan eficaz era esa opción. Bueno, solo el tiempo lo dirá.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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