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Parte 4

Mientras tanto, en el reino de Terra Gloriae, estaba una María rebosando de alegría, pues había una luz sobre ella que quizás le permitiría cumplir con sus propósitos. Resulta que en aquella celebración de la boda real, Lorenzo se había llegado a ella, y ahora estaba en la espera de un hijo del nuevo rey en Luminis Imperium.

Su vientre ya era notorio, incluso los reyes de Terra Gloriae lo habían notado a pesar que desde el inicio había intentado ocultarlo.

La reina Valentina estaba feliz por ella, la soberana había sido muy buena con María, resulta que después de su llegada a esas tierras extrañas, la reina había estado buscando una nueva dama de compañía. Y María fue un regalo del rey Leonidas, era perfecta para el puesto. Y así fue, la joven se portaba muy bien y atendía a su reina con devoción. Por lo que Valentina se alegró cuando supo lo de su embarazo, también preguntó por el padre del niño, pero por el bien del plan que tenía en mente, mintió respecto al padre.

"Es hijo de un hombre que conocí el día de la celebración" — le había dicho a la reina como explicación a su pregunta. No podía decir que era hijo de Lorenzo ya que eso causaría un gran dilema.

Así que los reyes no siguieron preguntando nada más, ahora la reina estaba tan contenta con la idea de ver crecer al hijo de María en palacio, ella quería a la chica como si fuese hija suya y por ende, también al hijo que estaba esperando.

— No puedo creer que ese hombre sea tan irresponsable — comentó con molestia la reina. — Debería hacerse cargo del niño.

— Él no lo sabe... — comentó con suavidad la joven María, aunque todo era fingido. — Aún no le he dicho.

— ¿Por qué no? — preguntó asombrada la soberana — ¿Teme que él niegue la paternidad?

María asintió y mantuvo su rostro "melancólico" y "triste". Era experta fingiendo emociones para así poder ganarse la confianza de quien la rodea.

— No debería, quien debería avergonzarse sería él por ser tan irresponsable y aprovechado — comentó la reina. — Aunque... aún falta saber su verdadera reacción. ¿Por qué no se atreve a decirle? Quizás reaccione bien y solo nos estemos adelantando a los hechos.

María fingió una sonrisa amable.

— Gracias mi reina. — respondió ella — Quizás pueda enviarle una carta para que él esté al tanto de mi embarazo.

— ¡Así se habla! — elogió la reina con alegría. — Si desea, puede ir ahora, no necesito sus servicios en este momento, por lo que podría aprovechar el tiempo e ir a escribir la nota.

— Tiene usted razón, mi señora. Iré enseguida. — y así, María se puso en pie y caminó hasta su habitación, dispuesta a conseguir lo que más ha deseado.

Lorenzo tenía que estar al tanto de su embarazo y quizás con eso se atreva a cumplir su promesa. Las cosas marchaban mejor de lo que esperaba, al menos hasta ese momento.

Resulta que la reina Valentina había caído en las mentiras de María, la reina la consideraba una mujer leal y honesta, pues eso es lo que Maria quería hacerles creer, y la soberana la apoyaba en casi todo incluso hasta el punto de aceptar a su hijo dentro de palacio, un hijo sin padre, cosa que demuestra cuán tonta podría ser. Ya que un hijo que no tiene padre no es bien visto en la sociedad. Pero a Valentina no le importaba eso, ella creía que un niño era inocente, por lo tanto brindó su apoyo a María, pero en la mente malvada de aquella joven sólo pasaba la astucia y el control sobre las personas, y personas que caían fácilmente, eran consideradas tontas por María. Y eso eran Valentina y Lorenzo para ella.

Ahora tenía el respaldo de ambos soberanos, aunque Cironum era algo arisco y malhumorado, muchas veces había demostrado amabilidad con ella debido a la presión de su esposa, pero al final, ambos la apoyaban y la trataban bien. María escribió aquella carta, no le había dicho las razones del por qué solicitaba reunirse con él tan urgentemente, pero sería suficiente para captar su atención a ese asunto. Así, María sonrió con descaro por sus planes malvados para obtener su poder. Ahora solo quedaba idear un plan para deshacerse de Isabella.

La carta fue entregada al mensajero real, pidiendo que por favor se la entregaran al rey Lorenzo en las tierras de Luminis Imperium. El señor que se encargaba de llevar las notas, viajó hasta aquel reino y entregó la carta a Alonzo, quien lo detuvo de seguir ingresando hacia la sala del trono. Y así, aquella carta llegó hasta las manos de Lorenzo al cabo de un mes.

— ¿Quién trajo la carta? — preguntó con el ceño fruncido.

— Fue el mensajero real, Rolando dice llamarse. — informó Lorenzo.

— Bien, si es así entonces no es una carta falsa — dijo en un susurro, pero sus palabras fueron captadas por Alonzo.

— ¿Cree que puede ser una broma?

— Lo había pensado, pero si fue el mensajero real entonces es oficial. — respondió el rey.

— ¿Por qué el rey pensaría de esa manera? — preguntó Alonzo con respeto pero al mismo tiempo con curiosidad.

— Es una carta de una vieja amiga... pero hace unos meses que no se de ella.

— ¿Es malo?

— No... solo... dice que desea verme urgentemente.

— Comprendo. ¿Y qué hará el rey?

— Me reuniré con ella tal y como pidió. — Lorenzo se sentía atado a una promesa, no sabía que debía hacer ahora. Y tenía miedo de enfrentarse a aquella joven, pero no era miedo por su vida, sino por aquella promesa que aún faltaba cumplir.

Y sobre todo, no sabía si seguía sintiendo lo mismo por María...

— Si me disculpas Alonzo, tengo una carta que responder.

— Como desee mi rey. — Alonzo lo reverenció y salió del lugar, dejando atrás a un rey confundido y preocupado.

Alonzo sintió que algo muy malo estaba por venir, el semblante preocupado del rey Lorenzo no debía traer nada bueno, eso solo puede significar qué hay algún problema suelto por ahí. Tenía la mínima idea de que se trataba de aquella mujer de la recepción.

— ¡Alonzo! — llamó su novia a sus espaldas — ¡Alonzo!

Alonzo sonrió al verla, abrió sus brazos para que ella pudiera refugiarse en ellos. La joven corrió hasta a él y se lanzó a sus brazos, con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Qué ocurrió?, ¿por qué está tan contenta? — preguntó un sonriente Alonzo.

Era inevitable, si su mujer estaba feliz, entonces él también. Esperaba que aquello que haya hecho sonreír a Angelina de esa manera sea bendecido por los cielos, era lo mínimo que podía ofrecer a aquello que la haya hecho feliz.

— ¡Pronto habrán buenas noticias rondando por aquí! — dijo sonriente.

— ¿Qué clase de noticias?

— Mmm — murmuró ella en negación — No es algo que yo deba decir, así que no — negó ella — Debemos esperar.

— De acuerdo... — dijo Alonzo arrastrando la última palabra.

— Ahora dígame, ¿qué lo tiene tan preocupado?

— ¿Tan notorio soy?

— Ante mis ojos, amor mío, es un libro abierto — expresó ella.

— Bien, creo que no puedo ocultarle cosas. — dijo rendido ante su novia — El rey acaba de recibir una carta, no se veía contento con eso.

— ¿Qué decía la carta?

— No lo sé, el rey no dijo nada de eso.

— ¿Alonzo? — dijo ella con una ceja alzada — Sabe que puede confiar en mi, no dire nada, no tengo esas costumbres.

— No es eso mi cielo — le dijo su novio — Sinceramente no sé qué contenía la carta, solo sé que se trata de una vieja amiga del rey.

— ¿Y eso es preocupante?

— De acuerdo al semblante preocupado del rey, si, creo que si.

Antes de todo lo ocurrido, Isabella se había levantado con un poco de malestar, se sentía algo mareada y desorientada. Pero trato de llevar un día normal como cualquier otro, incluso salió en busca de su padre como solía hacer todos los días.

— Papá — dijo ella en cuanto lo vio — ¿Cómo se siente el día de hoy?

— Pues... no mejor... — dijo entre pequeños jadeos, ahora era más difícil para él poder hablar y conversar — Pero... trató de... luchar...

— Está bien, papá — dijo Isabella con suavidad — Todo estará bien... — murmuró ella tratando de convencerlo, y no solo a él, sino también a ella misma.

Su padre se veía muy mal, su estado físico era preocupante y era aún más saber que estaba perdiendo su capacidad para comunicarse.

— No... yo... quiero hacer... hacerlo... quiero hablar...

— De acuerdo, padre. ¿Sobre qué desea hablar?

— Sobre... sobre mis... mis nietos...

— Oh — murmuró Isabella con asombro — Ah... eso.

— ¿Cuándo... los... cuándo me... me darás las... las noticias?

— Papá, yo... — tartamudeó Isabella — Lorenzo y yo aún estamos... intentado — soltó Isabella con vergüenza.

— Bien... yo... yo espero y sea pronto — suspiro el rey con dificultad.

Isabella también esperaba eso, pues le dolía pensar que su padre no escucharía esas palabras que tanto ha deseado escuchar. Lorenzo le había comentado su preocupación por el tema también, a pesar de todo, el hombre intentaba complacer a su suegro, pues lo consideraba alguien igual de importante para él, algo así como un segundo padre. Él se había mostrado con Lorenzo como su verdadero progenitor, y no solo como un rey o guía, Magnus había hecho mucho más que Leonardo por él.

Al cabo de un rato, una sirvienta entró sosteniendo una bandeja de plata, en ella traía lo que parecía ser un sopa de pescado con verduras; anteriormente, a Isabella le hubiese apetecido comer un poco de eso, pero no ahora, de hecho, empezó a sentir como el desayuno se devolvía por su garganta.

Ella corrió hasta el baño y sacó todo el desayuno, ahí quedaron la ensalada de frutas y los huevos revueltos del desayuno.

— ¡Mi señora! — dijo una Angelina alarmada al verla correr al baño. — ¿Está bien?, ¿quiere que busque al curandero?

— No... no... — negó Isabella con dificultad. — Estoy... estoy bien...

— No se ve bien — contradijo Angelina con preocupación. — Creo que esta vez me arriesgaré, no haré caso a su orden.

Angelina salió del baño y le habló a Juri para que esta fuera a buscar al curandero.

— Dile que venga de inmediato — ordenó Angelina. Juri salió a toda prisa para cumplir la orden.

— No debió hacerlo — dijo suavemente Isabella — Estoy bien.

— Pero mi señora... se ve algo pálida y además acaba de vomitar — siguió diciendo — No la voy a arriesgar.

— De acuerdo. Esperare la llegada del anciano — sonrió con tranquilidad Isabella. De pues de todo, no estaba mal un chequeo médico de vez en cuando.

Isabella intentó caminar hasta Magnus otra vez, pues su visita era aún reciente y no quería irse del lado de su padre tan pronto, pero sintió su cabeza dar vueltas, y con eso, sus ojos se cerraron llevándola a una oscuridad.

Por suerte, Angelina estaba cerca de ella y la agarró antes que la reina pudiera golpearse contra el duro y helado suelo.

— ¡Mi señora! — medio gritó con desesperación. — ¡Afton! — llamó desde adentro.

Afton como un sirviente fiel, entro de inmediato a la habitación, asombrándose de ver inconsciente a la reina Isabella en los brazos de Angelina.

— Afton, lleve a la reina hasta su recámara — ordenó una angustiada Angelina.

El hombre, tomó con sumo cuidado a su soberana e hizo exactamente lo que le ordenó la dama de compañía.

— Hija... — murmuró el rey con las pocas fuerzas que le quedaban.

— Tranquilo soberano. — trató de calmarlo la joven — La reina Isabella solo se desmayó, pero ella estará bien — aseguró Angelina con una leve sonrisa.

Angelina tenía un breve conocimiento de lo que podía haber causado el desmayo en la reina, pues eran síntomas muy claros. Ahora lo único que debían hacer, era esperar que el curandero confirmara sus sospechas. Angelina sintió gozo en su corazón, al ver a Magnus, le recordaba lo feliz que estaría el padre de la reina al saber de las buenas noticias.

— ¿Está... está segura... que mi hija... estará bien? — preguntó el padre preocupado por la salud de su más grande y único tesoro.

— Lo estará mi soberano. Solo esperemos, ya mande a buscar al curandero — tranquilizó Angelina.

El rey parecía satisfecho con esa respuesta de parte de Angelina, pues parecía haberse calmado por los momentos. Angelina dejó a otros sirvientes a cargo del rey, y salió en busca de su señora.
Al llegar al lugar, estaba el médico ya en revisión de la joven.

— ¿Qué es lo que ocurre con mi señora? — preguntó preocupada.

— Señorita — dijo amablemente el señor — Acabó de llagar, por favor, déjeme hacer mi trabajo.

— Oh — dijo con entendimiento — Lamento haber interrumpido, es nada más la preocupación.

— Comprendo muy bien eso.

Después de un rato, el señor termino con su revisión y se acercó hasta Angelina.

— Creo que ambos sabemos lo qué pasa aquí — dijo con una sonrisa honesta el curandero — ¿Verdad?

— Entonces...

— Si. — confirmó el señor. — Su señora espera al primogénito.

— ¡Oh por los cielos! — dijo Angelina gozando de felicidad.

Ella de verdad se sentía feliz por su reina, ahora estaban esperando un bebé, un heredero a la corona.

— ¿Y ella? — preguntó

— Ella esta bien, solo necesita descansar — le respondió el hombre — No tardará mucho en despertar.

Diciendo esto, Isabella empezó a removerse con incomodidad sobre aquella cama. Abrió sus ojos y miró al rededor con intriga.

— ¿Por qué estoy aquí? — se preguntó así misma, estaba desorientada, ya que la última cosa que ronda en su mente, era haber estado en la habitación de su padre.

— Afton la trajo aquí — explicó Angelina cuando se acercó a la reina — Se desmayo, mi señora.

— Oh...

— Mi reina — saludó el hombre. Isabella se asombró un poco al verlo, no recuerda haberlo visto llegar, aunque posiblemente se deba a lo que explico Angelina.

Isabella vio con confusión la escena, así que Angelina le hizo un ademán con la cabeza al médico para que este dijera algo.

— Primero que nada mi señora, déjeme felicitarla.

— ¿Felicitarme?

— Si, por su embarazo — soltó de pronto el hombre con una gran sonrisa — Espero que el bebé nazca fuerte y saludable, y si lo desea, yo puedo ir chequeando su salud y la del bebé a medida vayan pasando los meses — ofreció el anciano.

Pero Isabella estaba tan impactada que apenas si escuchó lo demás.

— ¿Embarazada? — se repitió Isabella.

Angelina y el curandero sonrieron por eso, era bastante enternecedor y cómico ver a la reina, ya que la soberana apenas si podía procesar lo que escuchaba.

— Así es mi reina. Un bebé viene en camino — respondió el hombre con diversión.

— No puedo creerlo... — murmuro la soberana mientras en su rostro crecía una sonrisa.— Manden por el rey Lorenzo.. él tiene que saberlo... — dijo una sonriente Isabella.

Angelina salió de inmediato de aquella habitación para ir en busca del rey.
Mientras tanto, el curandero quedó en aquella habitación dándole instrucciones a la reina.

Al cabo de un rato, Angelina llego junto Lorenzo, quién venía preocupado.

— ¡Isabella! — dijo al verle. Parecí aliviado un momento, hasta que vio al médico — ¿Esta ella bien?

— Por supuesto mi señor — dijo el curandero — Ella está bien.

— ¿Entonces por qué está aquí? — interrogó Lorenzo — ¿Qué sucedió?

— Lorenzo — empezó diciendo Isabella — Estoy embarazada. — soltó ella con alegría.

Lorenzo parecía estar en shock por algunos segundos, hasta que su rostro mostró una enorme sonrisa.

— ¿Es enserio? — Isabella asintió — ¡Voy a ser papá!

Lorenzo corrió hasta Isabella y plantó un beso en sus labios, para ser sinceros, Lorenzo no había procesado bien sus acciones, simplemente se dejó guiar por la emoción.

Cuando se separó de ella, cayó en cuanta de lo que había hecho, intentó pedir disculpas pero antes que pudiera decir algo, ella lo tomó del cuello y también lo besó. Lorenzo sin corto ni perezoso también devolvió con alegría aquel beso.

Los demás solo voltearon a ver hacia otro lado para darle privacidad a la pareja, una pareja que al parecer habían olvidado que tenían público.

— Debemos decirle a papá... — murmuró Isabella una vez que se separaron — Debe estar preocupado, me desmayé en su habitación. — comentó la joven.

— Seguro el susto se le pasará al saber de nuestro retoño — bromeó Lorenzo — Bien, vamos entonces.

Isabella se puso en pie de aquella cama y ambos salieron de la habitación para contar al padre de la reina las buenas nuevas que había traído el destino a sus vidas.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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