Parte 4
Isabella lo pensó unos segundos. ¿Acaso no era este el momento exacto para acabar con todo?
— Hija... — siguió presionando su padre Magnus — ¿Qué hace? Continúe...
— Yo... — empezó — Yo...
Todos estaban a la expectativa, ¿por qué la princesa no decía las palabras?, ¿acaso algo estaba mal?
Algunos murmullos se iniciaron presente dentro de aquella iglesia, todos se preguntaban qué era aquello que perturbaba a Isabella, ¿qué pasaba por la cabeza de la joven?
Leonidas vio con asombro todo, él había pensado que Lorenzo era el único reacio a seguir con aquel matrimonio, pero no se había puesto a pensar en la princesa, ahora que analizaba las cosas, Isabella también debía estar igual que Lorenzo, reacios a continuar con aquel matrimonio. Leonidas sintió terror, ¿qué pasaba si la joven se negaba?; su hermano quedaría en aquel altar por culpa suya, el mayor sentía nervios y pánico debido al silencio de la joven, si algo así pasaba, Lorenzo jamás lo perdonaría. Pero como todo rey preparado para cualquier circunstancia, espero pacientemente y con mucha calma a que la princesa diera su respuesta, sea cual sea.
Por otro, en aquellas filas de la iglesia, María estaba más que enojada, ¡la princesa estaba apunto de arruinar sus planes!
Si la princesa se negaba, Lorenzo no se convertiría en rey, por lo tanto no le serviría de nada que Lorenzo continuara como un simple príncipe, él tenía que ser el rey para que ella llegase a ser reina. Simplemente tenía que casarse con la princesa, después convertirla a ella en segunda esposa y más adelante, María quitaría del camino a Isabella, haciendo que Lorenzo la convierta a ella en reina. Era tan simple, pero no se cumpliría si Isabella dejaba plantado a Lorenzo. A ella no le servía un simple príncipe.
"Maldita Isabella" — se dijo María mentalmente.
Lorenzo no sabía que sentir, por un lado, se sentía feliz. Si Isabella se negaba a aquel matrimonio, significaba que los planes de Leonidas y del rey Magnus no funcionarían, por ende, podía casarse con María, simplemente se iría de su reino dejando todo con tal de estar con ella, inclusive a su hermano y sus absurdos prejuicios por la joven. Pero por otro lado, había algo dentro de él que no sabía cómo identificarlo, se sentía mal emocionalmente de saber qué Isabella podría rechazarlo, ¿por qué le importaba?, ni siquiera conocía bien a la joven, pero había algo dentro de él que se quebraría si eso pasaba. ¿Quizás era por la humillación que eso significaría?
Después de todo, si Isabella lo rechazaba, eso quedaría marcado en la historia, quizás era eso lo que sentía. Simplemente no quería ser humillado delante de todos los presentes. Eso debía ser...
En la cabeza del rey Magnus solo pasaba la vergüenza, Isabella estaba haciendo todo lo contrario a lo que hablaron, dejando en ridículo a su padre. Magnus sentía vergüenza con los soberanos de Regnum Aureum, tantos años de amistad y alianza como para que su hija enviara todo por la borda.
— Isabella — susurró el rey, pero esta vez su voz contenía algo de molestia y autoridad.
Todo lo anterior había pasado en cuestión de segundos y ahora el ambiente estaba más tenso mientras se esperaba la respuesta de la joven.
— ¿Princesa Isabella? — habló el sacerdote con curiosidad e incomodidad, pero trató de ocultar su incomodidad lo más que podía, no podían dejar que el ambiente se hiciera más tenso de lo que ya estaba — ¿Acepta usted al príncipe Lorenzo Constantino I, como su esposo?
— Yo... — Siguió murmurando con confusión. Ella sentía que no debía continuar, que este matrimonio no los llevaría a nada, pero la reputación de su padre también dependía de esto, no podía ridiculizar lo que él rey ya había declarado. Además, el reino y su bienestar dependían de ella ahora — Yo... aceptó — terminó diciendo.
Todos al rededor soltaron un suspiro y agradecieron a los cielos por esa respuesta positiva de la princesa. Sobre todo Magnus, Leonidas, Beatriz y María, quienes estaban más alegres que los futuros esposos. Magnus porque el reino ahora estaba seguro en manos de su hija y su yerno, Leonidas porque Lorenzo ya no lo odiaría, quizás aún le tenga algo de rencor, pero ese rencor no seguiría creciendo. Y sobre todo, porque María no estaría en el camino de Lorenzo, o eso quería creer.
Beatriz amaba profundamente a Isabella, ella se sentía orgullosa de su pequeña, todo el acto estuvo llorando de felicidad al ver cuánto había crecido la princesa, ella de verdad se sentía orgullosa de ella.
Y Maria... esta última rebosaba de gozo debido a que sus planes estaban saliendo a la perfección.
Y llegó aquel momento más esperado por cada uno de los invitados, donde el sacerdote anunció la unión de los esposos.
— ... Puede besar a la novia... — declaró el anciano.
Lorenzo estaba nervioso, sentía su manos temblar pero trató de disimular lo mejor que podía. Se acercó a la joven, tomó el velo y lo llevó hacia atrás de la cabeza de Isabella, dejando ver con más claridad el bello rostro angelical de ella. Y al verla, sintió su corazón latir con fuerza en su pecho, y sin quererlo, incluso sin saberlo, volvió a verla de la misma manera que cuando la miró ingresar en la iglesia, con aquel brillo de enamorado y embobado por la belleza de la joven.
Mientras tanto, Isabella sentía que sus mejillas estaban sonrojadas, pues sentía caliente sus mejillas a causa de la mirada tan intensa que Lorenzo le estaba dando, él volvió a tener ese brillo que a Isabella tanto le gusta ver en él cuando esté la miraba a ella, Isabella se estaba haciendo adicta a esa mirada; pues cada vez que él la miraba de esa forma, se sentía más viva y feliz que nunca, su corazón saltaba en su pecho, una corriente la recorría de los pies a la cabeza y miles de mariposas volaban en su estómago.
Pero la parte más racional de ella le decía que no debía acostumbrarse a esa mirada en él, pues esa mirada solo le pertenecía a la mujer de cabello negro sentada en el público. ¿Qué pasaría con ellos ahora?
Dejó de pensar cuando Lorenzo empezó a acercarse a ella, y todo lo demás quedó en el olvido cuando Lorenzo por fin situó sus labios sobre los de ella. Ambos compartieron un tierno beso, uno que ya los declaraba como esposos, como compañeros de vida...
Casi inmediatamente, los aplausos y vitoreó no se hicieron esperar más, el pueblo estaba de fiesta ese día, ahora tendrían a un nuevo rey y una nueva reina. Y estos eran muy amados por todos, el reino los adoraba y los amaba, y este acto sagrado era de mucho gozo para cada habitante.
En la cabeza de los recién casados pasaron un sin número de pensamientos en cuestión de segundos.
Él solo podía pensar en que Isabella ahora era por ley su esposa, y que aquel beso sin duda significaba algo para él, no solo por la ceremonia qué significaba unión, no, había algo más significativo en ello, no quería admitirlo en voz alta, pero algo dentro de él empezaba a despertarse, algo por ella, y algo que deseaba descubrir que era pero que sin duda había miedo también, miedo de darse cuenta de la verdad.
E Isabella, ella sentía que algo fuerte la estaba atando al joven, la noche anterior había sentido cosas bonitas por él, como un sentimiento que se despertó sin ella darse cuenta. Ella sabía sin duda alguna que Lorenzo ahora era parte de ella, y que ella si llegaría a amarlo como algo más que solo su rey...
Y así como inicio el beso así también termino. Los aplausos aún seguían y los rostros de cada persona no denotaban algo más que solo la felicidad pura. Excepto una de ellos, claro está.
Tanto Lorenzo como Isabella tenían sonrisas bobas en sus rostros, ninguno de los dos lo había notado, pero ambos estaban sonriendo, como si de verdad ambos se alegraban por su matrimonio, dado que al inicio ninguno deseaba eso.
— ¡Hermano! — expresó Leonidas con alegría — ¡Felicidades hombre! — seguidamente lo atrajo hacia él en un abrazo fraternal y honesto.
— Gracias — le respondió Lorenzo, aún no había dejado de sonreír. Y ver a Leonidas tan emocionado lo divertía aún más, era como si Leonidas hubiera sido el que se había casado y no el menor.
— ¿No está mal o si? — le dijo Leonidas con diversión — No puede negarlo, tiene una gran sonrisa en el rostro, ¿aún piensa que estuvo mal? — esa pregunta se lo susurró a su hermano para que solo él lo escuchara.
— Pues... — empezó a decir Lorenzo — No está mal — admitió. — Creo que podré con esto.
— Me alegra escucharlo — admitió Leonidas. — Ya verá, todo estará bien al final, solo es cuestión de que se acostumbre — dijo Leonidas.
Cuando se refería a "costumbres", también hacía referencia a Isabella y no solo para ser rey. Leonidas quiso decir que Lorenzo pronto llegaría a acostumbrarse a la idea de que Isabella era su esposa y reina, que solo tenía que esperar el tiempo correcto para que las cosas fluyeran con naturalidad y quizás, hasta llegaría a amarla como algo más.
Lorenzo asintió en comprensión.
De verdad esperaba que Leonidas tuviera razón y que las cosas se mejoraran. Lorenzo había visto el corazón bondadoso que Isabella tenía, y se preguntó si ella estaría de acuerdo en que él tuviera una segunda esposa. No odiaba a Isabella, y sabía que ella llegaría a ser una buena esposa, pero también el corazón de Lorenzo deseaba tener a María a su lado, si Isabella lo permitía, se casaría con María, y sería entonces cuando por fin encontraría paz, Isabella como una buena reina y María como la mujer que amaba y amara siempre, así las cosas por fin tendrían un equilibrio.
Lorenzo también sabía que a partir de ahora, Isabella tendría un lugar en su vida, pues algo nuevo se despertó en él, y deseaba poder identificar lo que era, ya que se encontraba algo confundido. Habían pequeños ratos donde miraba a Isabella y se olvidaba de todos, incluso de María, pero al despertar de ese trance, María era todo en lo que pensaba. Así que decidió tenerlas a ambas, pues al parecer eso era lo que su corazón pedia. Solo hacia falta descubrir que era exactamente lo que sentía por Isabella.
Las cosas marchaban para bien, el reino entero se sumó a la recepción de la boda, todos comían, bailaban y bebían con alegría, miles de felicitaciones y regalos no se hicieron esperar más. Los reyes aliados del soberano Magnus enviaban sus mayores deseos a los recién casados, y miles de regalos caros llegaban y llegaban hasta ellos, como símbolos de amor, paz y alianza. Pues ahora los aliados de Magnus serían aliados de Lorenzo, a quien todos estaban deseando poder conocer.
— ¡Lorenzo hijo mío! — dijo Magnus en cuento lo vio.
— Señor...
— Estoy tan contento con todo esto, no sabe la alegría que ha atraído a mi vida — siguió diciendo — Mi hija quedará en buenas manos y mi reino será próspero — siguió alabando.
— Trataré de ser un buen rey, señor, en honor a usted — respondió Lorenzo con sinceridad.
— Sé que lo será. Leonardo hizo un trabajo extraordinario con usted y su hermano, no tengo dudas de nada — expresó — Ahora usted es como ese hijo que no tuve, Lorenzo. Solo le pido que cuide a mi hija, ella es más importante para mi que cualquier cosa.
— Lo haré señor, pues ahora la felicidad de ella es mi felicidad, le prometo que no fallaré — respondió al rey.
Leonidas se acercó a los reyes, quienes charlaban alegremente.
— ¿Puedo unirme? — preguntó Leonidas con diversión.
— Claro, hermano — le permitió Lorenzo. Magnus asintió en afirmación.
Así los tres charlaron y bebieron disfrutando de la noche, donde Magnus expresaba su felicidad por aquel matrimonio, recalcándole a Lorenzo que debía de cuidar a Isabella, y diciéndole lo mucho que se alegraba de que él fuera su yerno. Magnus de verdad le tenia un gran aprecio y cariño a Lorenzo, y ahora se había convertido oficialmente en su hijo. El rey no podía estar más gozoso que en ese día.
Mientras tanto, Isabella compartía tiempo al lado de su nana, quien también le expresaba lo orgullosa que estaba de ella y lo feliz que se encontraba al verla como la nueva soberana.
— Mi pequeña Isabella — murmuró con ternura — Estoy tan agradecida con los cielos por este día. Esperando que siga siempre bendecida y con esa sonrisa alegre que la caracteriza, y esperando que nadie apague esa felicidad en su vida.
— Gracias nana... — susurro ella con melancolía, una lágrima se deslizó de su ojos, Isabella sentía por alguna razón, que su nana tenía al más que decir. — De verdad agradezco todo lo que hizo por mi...
— Mi niña — dijo mientras la abrazaba y acariciaba su espalda — Para mi ha sido un honor haber trabajado a su lado, más que un trabajo para mí fue una bendición...
— ¿Por qué parece que se está despidiendo? — preguntó Isabella con un nudo en la garganta.
Beatriz la soltó del abrazo y tomó el rostro de Isabella en sus manos con suavidad.
— Ahora no hay nada más que yo pueda enseñarle, mi reina — expresó Beatriz, recalcándole el hecho de que ahora no era más una niña, sino una reina hecha y derecha — Yo siempre estaré presente cuando me necesite...
— ¿Pero?.. — empujó Isabella con voz quebradiza, temiendo lo peor.
— Pero ahora necesito tomar un tiempo para mi. Iré a visitar a mi familia, llevo años sin verles, e de irme mañana después de la coronación; pero sabe que si me necesita no dude en llamarme — Le informó con pesar.
— Nana... — Isabella no pudo decir nada más, pues soltó a llorar debido a la tristeza.
Isabella sentía que estaba perdiendo por segunda vez a su madre; ella también consideraba a Beatriz como algo más que una Institutriz; Isabella había visto en Beatriz a esa madre, a esa compañera y lugar seguro que no tuvo después de que su madre biologica partió de este mundo, y que Beatriz había logrado llenar ese vacío, ese espacio en ella.
— No le quitaré el derecho de ver a su familia — le respondió Isabella después de calmarse — Pero de vez en cuando, aunque sea solo unos días, venga a verme, por favor nana...
— ¡Oh mi niña! — dijo con ternura — Por supuesto que lo haré, jamás podría abandonar a mi hija...
Y así iban pasando las horas, ya casi amanecía y la fiesta aún continuaba. A ese punto, Isabella se encontraba tomada de la mano de Lorenzo, quienes empezaban a acostumbrarse a la cercanía el uno del otro.
— ¿Desea algo más, mi reina? — le preguntó Lorenzo.
Ambos había decidido comer algo en cuento empezará a amanecer. Estaban disfrutando del banquete real, junto con Leonidas y Magnus, quienes no paraban de hacer bromas y charlar tan alegremente.
— Por ahora no, gracias — respondió Isabella con suavidad.
Lorenzo solo le dedico una sonrisa mientras continuaba comiendo de aquel banquete.
— ¿No le parece que Leonidas y su padre se llevan tan bien, como si fuesen familia de sangre? — preguntó Lorenzo con diversión al ver la cercanía de su hermano y el rey.
— Así es — respondió ella con diversión — Creo que Leonidas parece más hijo de él que ni yo.
— Me sorprende, Leonidas tiende ser algo arisco con los demás, apenas si toleraba a mi padre — expresó Lorenzo recordando los viejos tiempos — Pero con el soberano, es como si él fuese su padre y no Leonardo.
— ¿No se entendía bien con el rey Leonardo?
— Era algo tensa esa relación, mi padre lo preparo como un rey pero jamás lo vio como un hijo, sino como un candidato a su corona, fue demasiado estricto con él — informó Lorenzo.
— Oh, ahora entiendo porque Leonidas se refugia en mi padre — murmuro ella con pesar.
Lorenzo solo sonrió con suavidad. Ambos empezaban a abrirse más el uno con el otro mientras disfrutaban de sus charlas.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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