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Parte 3

Leonidas se encargó personalmente de todos los cuidados y atenciones que sus sobrinos merecían, los ancianos le habían otorgado el permiso (a falta de un rey), que sea él, como tío de los niños, quien se encargue de ellos. El rey buscó entre los consejeros un buen maestro para la educación de sus sobrinos, buscó también siervas, quienes se encargarán de ahora en adelante de los alimentos, baños, masajes, vestimenta y peinado de los jóvenes, también guardias experimentados que cuiden de ellos en todo momento.

— ¿Cuándo vendrá mamá, rey Leonidas? — preguntó la princesa — Y mi hermana y padre, ¿volverán aquí a palacio?

Leonidas no sabía con exactitud el momento en que dejarían libre a Isabella, tampoco estaba seguro si Lorenzo y Donum lograrían salir de esos calabozos. Lo cual parecía injusto a sus ojos, podía entender que Lorenzo había fallado como rey en muchos aspectos, pero Donum no debería ser juzgada por ellos; sin embargo, los ancianos la creían un peligro para Luminis.

— No lo sé, Esmeralda, espero que muy pronto. — se limitó a responder.

Ese día, el rey Leonidas había llevado a los jóvenes al jardín real, ahí comerían a la hora del almuerzo, supuso que después de todo lo que tuvieron que pasar los herederos, un almuerzo tranquilo y al aire libre les haría bien.

Ese día mando a preparar un banquete, con postres, bebidas y frutas, de todo lo que hubiera hasta que ellos lograran saciarse y disfrutar de las comodidades que como hijos del reino merecían.

— Pero ninguno de vosotros debe preocuparse; el juicio aún no se ha cerrado y hasta el día de hoy los de la corte no han condenado a ninguno de ellos. El consejero Pedro y yo seguiremos intentando con todos los medios que tenemos para librarlos del castigo. — dijo para tranquilizarlos.

— Sé que lo logrará, rey Leonidas — dijo Magnus con seguridad — He escuchado que nada se queda sin resolver cuando usted participa en los juicios. Confío en usted para que libere a mis padres y hermana.

Leonidas no estaba seguro de todo, si bien es cierto que ha participado en diversos juicios y han salido bien, hay otros que no salen como deberían, pues ser rey no era seguridad completa para la resolución de los casos, por eso existe un consejo y una corte. Un rey no puede elegir solo, debe también escuchar al pueblo y sus súplicas, y la voz del pueblo eran los ancianos.

— Como he dicho, Magnus, prometo seguir intentando.

Magnus asintió en comprensión, aunque por dentro seguía teniendo fé en que todo saldría bien, sabía que sus padres muy pronto regresarían y que su hermana también estaría con ellos. El joven no sabía que el caso era demasiado delicado con respecto a María, pero él seguía creyendo que ella era inocente. Escucho que su tío abogaría por ellos, creyendo que también lo haría por la persona que lo crió.

— Les recuerdo que esta tarde tienen que ir a la biblioteca del palacio, ahí estará su maestro esperando a cada uno.

— Si, majestad — le respondió Esmeralda con una suave sonrisa, era tan idéntica a su madre en ese sentido. Humilde, obediente y responsable.

Leonidas también le devolvió la sonrisa en agradecimiento, pues se sentía agotado que un acto de obediencia por parte de los jóvenes era bien recibido, de esa manera le ayudaban a no cargar con tanto peso en sus hombros.

— Mi señor — dijo una de las siervas. Quien presentó ante el rey uno de los mejores platillos del lugar, uno de los manjares más deliciosos y típicos del reino.

— Ponedlo sobre la mesa — indicó — Repartid también la comida a mis sobrinos, si algo sobra llevadle un poco a los sirvientes del palacio.

— Como ordene el rey.

Los jóvenes probaron de todo un poco, pero pronto se vieron satisfechos con todo.

— Les ha gustado. — no era una pregunta.

— Si, todo estuvo delicioso, gracias soberano, por todo — agradeció Esmeralda.

— No me agradezca, princesa Esmeralda, recuerde que esta es su casa, y todo lo que hay aquí pertenece a ustedes.

— Cierto. — confirmó Magnus, quien ya estaba acostumbrado a esto — Aún así, usted, soberano, se ha encargado de mandar a preparar todo, y es por eso nuestro agradecimiento.

— Entonces es un placer ayudar a mis sobrinos, los grandes y futuros gobernantes del reino — dijo entre bromas y seriedad.

Los jóvenes cada día empezaban a sentirse más a gusto con la presencia del rey Leonidas en palacio, era casi como un amigo para ellos, sobre todo para Esmeralda. Aunque esta última al principio se sentía cohibida con todo y todos, pronto empezó a adaptarse a estas costumbres y tradiciones del palacio.

Pedro visitó esa tarde el castillo, pues llevaba un mensaje importante para el rey, así que se acercó hasta donde se estaba llevando a cabo el banquete real. Leonidas lo vio desde lo lejos e inmediatamente comprendió que podía ser importante, sobre todo, porque los ancianos jamás interrumpirían la hora de la comida, era considerado una mala educación y ellos no tenían esas costumbres, por ende, era importante lo que el hombre traía.

— Esmeralda, Magnus, ¿por qué no van a descansar a sus habitaciones?, pronto llegará el momento para que ambos se encuentren con sus maestros, deben tener la mente despejada para entonces — sugirió.

— ¿Descansar? — preguntó Magnus en confusión — Pero si hemos dormido de maravilla, ¿usted no, Esmeralda?

Ella lo miro con duda, pues si había dormido bien, pero era notorio que Leonidas no los quería ahí presentes en ese momento, algo que Magnus no captó.

— Ah... por supuesto, he dormido bien... pero, creo que igual deberíamos ir a descansar, hermano. — respondió — He escuchado que la educación en palacio es más ardua que la de los plebeyos, deseo tener mi mente libre para entonces.

Magnus la miro con escepticismo, después dirigió su mirada otra vez hacía el rey Leonidas, el cual asintió una vez como respuesta. Se encogió de hombros y se levantó.

— No comprendo bien lo que está pasando, pero si ambos quieren ir a descansar esta bien — respondió. — Yo tengo otro planes para pasar mi tarde antes de encontrarme con mi maestro, así que, hermana, rey Leonidas, me retiro de la mesa, tengan ambos una linda tarde.

— Linda tarde, Magnus. No se le olvide llegar puntual a la biblioteca, la puntualidad es esencial para la formación de un rey — recordó Leonidas a su sobrino.

El cual solo sonrió con diversión.

— No debe preocuparse, rey Leonidas, ya no tengo esas costumbres.

— Espero que así sea, Magnus.

— Verá que ya no. Así que, linda tarde — dijo despidiéndose de ellos.

— Yo también me retiro, soberano, espero que todo se resuelva — dijo amablemente.

Pedro llegó hasta ellos y Leonidas sonrió ante lo pérsicas que era la joven.

— Una princesa lista e intuitiva, verdad soberano — comentó Pedro.

— Vea usted, consejero, Luminis estará bien en manos de estos jóvenes. Sobre todo si es la princesa Esmeralda quien ayuda a su hermano a dirigir el reino — dijo Leonidas bromeando. Lo que hizo sonreír a Esmeralda.

— Hasta luego, mi rey, consejero, que los cielos estén con ustedes, les deseo una linda y tranquila tarde. — dijo despidiéndose.

— Hasta luego princesa — saludó el consejero.

— ¿Es importante? — preguntó Leonidas al anciano.

— Señor, lamentó venir a la hora del almuerzo, no quería interrumpir este momento familiar, pero supongo que querrá saber las novedades de hoy con respecto a los ancianos y a la corte real.

— Por supuesto — asintió con seriedad el rey — Pero por favor, tome asiento; consejero, estas charlas deben ser tomadas con calma y analizadas bien.

— Oh, mi rey... no creo correcto que...

— No, le estoy ordenando, tome asiento — le respondió — Quiero que hablemos punto por punto, no importa si es hora del almuerzo.

El anciano Pedro se ruborizó un poco, pues no se sentía cómodo llegar así de improvisto y a esta hora, ni ante el rey, ni ante ningún otro lugar, los ancianos y él siempre trataban de llegar después de las horas de la comida.

— ¿Ya comió, consejero?

— No se preocupe mi rey, yo solo he venido a...

— ¡Josselin!, tráiganle algo al consejero, atiéndanlo bien, como si estuviese en su casa — ordenó — Y usted, consejero; coma algo por favor, no querrá rechazar lo que le estoy ofreciendo, ¿verdad? Para los míos es como una bendición servir a quienes llegan a nuestro hogar.

— Está bien... un poco de la sopa marina no estaría mal... — dijo humildemente.

— Excelente — respondió el rey complacido — Ya escuchó, joven Josselin; atienda al consejero por favor.

Así el rey y el consejero empezaron a charlar y a tocar diversos acontecimientos, acontecimientos que ocurrieron esa tarde. Y habían muchos casos que debían ser resueltos.

— Los granjeros siguen reclamando sus tierras, los mercaderes han perdido gran parte de sus bienes y grandes cantidades de pérdidas materiales tras el desastre que se ocasionó. — informó Pedro — Los consejeros estamos cansados de tantas quejas, mi señor, no sabemos por donde comenzar o terminar.

— Yo les advertí que esto pasaría, tanto a Lorenzo como a los del consejo, también se lo dije al escudero real. — comentó Leonidas — ¡Ahora solo falta que los enemigos del rey también quieran venir aquí! — dijo irónicamente — Con todos estos desastres sería el momento adecuado para ellos. Solo espero que aún no vengan, sería demasiado caótico y Luminis perdería por mucho, y por muchas razones.

— Lo mismo he estado pensando, no sabría decir si es suerte o maldición la que ha caído sobre nosotros. — comentó. Después agregó  —  La corte también quiere terminar de una vez con los casos de la familia real, hemos estado esperando durante cinco días desde la liberación de los herederos.

— No he podido asistir pues tenía que asegurarme de que mis sobrinos estuvieran a salvo dentro del palacio, ahora tenemos el deber de cuidar de ellos.

— Lo entiendo, mi señor.

Leonidas calló por un largo rato, Pedro espero pacientemente a que el rey hablara mientras él terminaba su sopa marinera.

— Bien, esto es lo que haremos, consejero. — dijo Leonidas capturando la atención del anciano  — Me he sentido demasiado agotado como para continuar resolviendo todo aquí en Luminis, además mi reino también me necesita, he estado fuera del Imperio demasiado tiempo y solo lo he hecho por el aprecio que les tengo a ustedes. — sincero el rey — Dejaremos por ahora el asunto del pueblo...

— Pero, mi señor, eso significaría pérdidas grandes para...

Leonidas levantó una mano para callar al anciano, pues aún no había terminado de hablar.

— Sé que puede ser un riesgo, ya que mientras más tardemos en resolver el caso del pueblo, más grande se vuelven las perdidas, pero yo no podré permanecer mucho tiempo aquí, pronto deberé marcharme a mi reino.

Pedro asintió en comprensión y en completo silencio.

— Si desea mi ayuda, debe apoyarme en esto. — le recordó — La solución al problema siempre será liberar a los reyes, al menos tratar de hacerlo. No quiero continuar con ese plan simplemente porque sean mi sangre y mi familia, sino porque ellos mismos pueden trabajar con y para el pueblo una vez que regresen al trono.

— Tiene sentido...

— Así es, tendrán que hacerlo arduamente, pero ese es su castigo por no haber hecho las cosas bien desde el inicio.

— Su majestad; si es ese el plan, yo lo seguiré a donde sea. — dijo Pedro demostrando su lealtad una vez más — Humberto también desea liberar a la reina Isabella y al rey Lorenzo, ambos lo hacemos, y así mismo también hay quienes nos apoyan, puedo tratar de hablar con ellos respecto a ese plan para contrarrestar a quienes no lo desean.

— Adelante, consejero. Hágalo, hágalos entrar en razón; dígale que el rey piensa que esa podría ser la solución, de esa manera ustedes podrán descansar una vez que los reyes regresen al trono.

— Perfecto, soberano. — dijo Pedro, después hizo una pequeña pausa hasta que continuó diciendo: — La corte desea hablar sobre la liberación de la reina Isabella y del rey Lorenzo. Quieren liberarlos a ambos al mismo tiempo, con todos los problemas en cima de nuestras cabezas ya no queremos alargar la situación, queremos que todo sea resuelto una vez por todas.

— Eso sería lo ideal, lo correcto — respondió Leonidas con soberbia, tanto tiempo que se los estuvo diciendo y hasta ahora que no pueden más es que reaccionan.

— Si, mi rey. Pero como he dicho, hay quienes se oponen, por pocos que sean eso lo hace más difícil. Por eso deseamos hacer una última reunión, donde se resuelva el caso de ambos reyes... y el de la reina María... va ser un juicio muy largo.

— Un solo juicio... — susurró el rey Leonidas. Eso podría, o ser para bien... o para mal.

— Mi señor, yo pienso que eso sería lo ideal, ya no sufriríamos pensando cuando acabara todo o si está situación continuará extendiéndose. Un solo juicio acabará con todo.

— Pero, y si la sentencia es negativa, ¿qué haré yo entonces?, ¿qué harán los futuros herederos?

— Mi señor, creo que no importará el tiempo ni el lugar, o si son juzgados por separado o juntos, si el destino quiere que sean liberados, entonces lo serán, y sino... entonces el final será el mismo, sin importar el día o la hora. — aconsejó con tristeza — Es mejor terminar de una vez aunque a muchos nos duela si el resultado es otro, pero eso lo librará a usted, así podrá regresar a su Imperio y ya no poner en peligro a la nación de su padre, que ahora es su nación.

Por mucho que odiara admitirlo, Pedro tenía razón. No había de donde agarrarse o a quien acudir, solo existía un camino para todos, si el destino quería que vivan, como lo dijo Pedro, la sentencia será liberarlos, y sino... pues igual morirían o serían exiliados.

— Gracias, Pedro, por venir aquí y dar la cara, es el único que se ha atrevido a hablar directamente conmigo e informarme de la situación. — dijo Leonidas con resignación.

— Gracias a usted, mi rey, por tomar a Luminis en consideración, por no dejarnos de lado, porque entre tantas naciones y reyes ha sido el único que se ha tomado la molestia de ayudarnos — enunció Pedro — Gracias también por el almuerzo, que los cielos lo bendigan a usted y a su reino.

— Es un placer servir, consejero.

— Nos veremos dentro de unos días, estoy seguro que pronto han de enviarle una carta para dicha reunión, ahí se nombrará el día y el momento exacto. — informó. — Y no se desanime, soberano, puede que todo marche para bien.

— Es lo que espero — dijo sinceramente.

El rey se despidió del consejero y el anciano se marchó. El rey también se retiró de la mesa y regresó al interior de palacio. Habían cosas que agotaban físicamente, otras emocional y mentalmente. Y el mental era el más agotador y "criminal" de todos. Así se sentía Leonidas, porque ahora, después de hablar con Pedro, tenía que pensar en cómo iba a resolver la vida de sus sobrinos si ambos padres morían. Y sumándole que dependiendo de los hechos, Donum también podría salir perjudicada.

— ¿Cree que todo salga bien, hermano? — le pregunto Donum a Magnus.

Ambos niños observaron al rey caminar hacia el palacio, no traía buena cara y parecía rendido ante todo. Eso les preocupo a ambos.

— No lo sé — respondió Magnus con voz suave y temerosa — No parece que las cosas vayan bien...

— ¿Qué será de nosotros? — dijo Esmeralda en el mismo tono que su hermano.

— Seré coronado como rey — respondió — Y a usted la darán en matrimonio. Yo la daré en matrimonio dentro de unos años — recordó — Es la ley...

— No quiero... — negó con lágrimas — No estoy preparada aún, no quiero... no quiero que mis padres mueran...

— Siempre pensé que el día en que sea coronado como rey sería el día más feliz de mi vida... ahora sé que será a costa de la muerte de mi padre... — analizo con tristeza — Ahora no deseo saber nada del trono...

— Magnus...

— Lo siento, hermana... si las cosas salen mal... trataré de buscar un buen candidato...

Magnus se retiró de la habitación con un aura triste sobre el, dejando a Esmeralda en aquella habitación oscura mientras derramaba lágrimas de tristeza y de desesperación.

El castillo ahora parecía un lugar de luto más que un hogar, ninguno de los nobles parecía animado, todo era desesperante e intranquilo. Ya ninguno de los jóvenes sonreía y Leonidas parecía cada vez más agotado y resignado.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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