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Parte 3

— ¿Se quedará, hermano? — preguntó Lorenzo a Leonidas.

— Lamentablemente no, tengo asuntos que atender en Regnum y son de suma importancia.

— Entiendo. En realidad me hubiese gustado mantener su presencia un poco más aquí en Luminis, pero comprendo bien si no puede. — expresó Lorenzo — ¿Cuento con su presencia el día de la presentación de mis herederos?

— Por supuesto, no me lo perdería por nada en el mundo. — le dijo el mayor con una sonrisa honesta — Hágame saber cuándo será el día, y yo estaré aquí.

— Claro que sí, mi hermano, será el primero en recibir la invitación.

Leonidas asintió afirmativamente a la amable invitación de su hermano para la presentación de sus sobrinos. Pero por ahora, era tiempo de partir hacia su reino mientras espera la llegada de la celebración. Dejó algunos asuntos importantes con tal de ver a su hermano, ahora que sabía que él estaba perfectamente bien era hora de regresar a casa.

— Ahora he de irme; nos veremos más adelante. — expresó Leonidas.

— Así será hermano. Tenga usted un feliz viaje y una llegada sin inconvenientes a su reino.

— Gracias, Lorenzo. 

Llegado el momento Leonidas abandonó el reino de su hermano.

Lorenzo e Isabella veían desde una torre el marchar del mayor, quien poco a poco iba perdiéndose de la vista de ambos reyes. La reina analizó la situación y se dio cuenta que las complicaciones sobre el futuro del matrimonio entre Lorenzo y María, no solo se debía a los ancianos sino también a causa del mayor.

Isabella notó también la tristeza en el semblante de su esposo.

— ¿Se encuentra bien, mi señor?

— Si. ¿Por qué la pregunta? — preguntó el rey. En un intento de ocultar su malestar.

— Lo veo afligido. — señaló la reina — ¿Tiene que ver con su hermano?

— Como siempre, reina mía, es difícil ocultarle algo — dijo en son de broma — Solo me preocupa  el futuro de mi reinado a causa del matrimonio entre Maria y yo.

— Pero los ancianos ya han respaldado al rey. — comentó Isabella con confusión — ¿Qué le preocupa entonces?

— Leonidas — respondió sin más — No está de acuerdo. Estoy seguro de eso.

— Pero ya no corresponde a él la decisión. — comentó Isabella — Ambos reinos son distintos entre sí, solo unidos por una alianza. Su hermano ya no puede intervenir en sus asuntos.

— Lo sé. Pero de los dos siempre ha sido el más observador. No es primera vez que actúa contra Maria de ese modo. — señaló — Quisiera escuchar su versión pero también es un hombre reservado, no creo que me informe de lo que sucedió.

— ¿Cree que hay algo mas tras ese desprecio de Leonidas a María?

— Si. — respondió sin titubeo — Digo... alguna razón a de haber. No creo que se deba al estatus de María.

— ¿Duda entonces del matrimonio?

— Ya llevó tiempo haciéndolo — comentó con agotamiento, agotamiento mental más que todo — Y el regreso de Leonidas aumentó mis dudas.

Sorprendida, Isabella miró por un largo tiempo el rostro de su esposo buscando algún indicio de mentira y dudas, pero en realidad lo único que encontró fue sinceridad.

— La petición ante los ancianos esta hecha — dijo suavemente la reina. No queriendo hacerlo sentir incómodo y cuestionado.

— Lo sé. Es por esa razón que incluso ante mis dudas el matrimonio seguirá en pie. — habló Lorenzo — No puedo darme el lujo de desistir, solo pensaran que estoy jugando con ellos.

— Es entendible. Pero mi rey; creo que es suficiente por ahora, esto solo terminará agotándolo. Mejor venga conmigo, demos un paseo a caballo, hace tiempo que no hemos vuelto al lago Dorado.

— ¿Es esto un cortejo acaso? — preguntó Lorenzo con diversión — No sabía que mi reina planeaba conquistarme.

Isabella se sonrojó y sonrió ante la broma. Un tanto avergonzada también, no planeaba hacer aquello, no cuando Lorenzo amaba a alguien más, no quería ser una entrometida.

— Mi señor... yo... yo solo quería... — dijo intentando explicar la circunstancia pero solo salían tartamudeos de su boca. — No era esa mi... mi intención...

Por lo qué Lorenzo río en respuesta:

— Solo bromeaba. — le dijo — Pero respondiendo a su invitación, me encantaría regresar al lago, eso nos aliviaría un poco la carga. Por lo menos unas horas — expresó al final.

Ambos se prepararon y después se dirigieron al establo real en busca de los caballos.

En el camino hacia el establo, María salió al encuentro de ambos. Iba un tanto molesta al saber que Lorenzo iría solo, acompañado nada más que de Isabella.

— No es que sea de mi incumbencia, ¿pero puedo saber hacia donde se dirigen?

— Bueno... nosotros íbamos a dar un paseo, queríamos ir al lago Dorado para divagar nuestra mente de los problemas que tenemos — le respondió Isabella con gentileza.

— ¿Irán solo los dos? — dijo alzando una ceja en cuestión.

— Si — respondió Lorenzo distraído y sin importarle el interrogatorio de María.

— ¿Puedo acompañarlos? — preguntó con "cordialidad"

— ¿Qué? — Por supuesto — dijeron ambos reyes, Lorenzo con sorpresa e Isabella intentando ser amable.

El rey miro a la reina con incredulidad.

— Pensé que solo iríamos los dos — señaló.

— Por supuesto, mi rey, así era antes. Pero creo que hemos sido un tanto egoístas con María — dijo Isabella apenada por la situación — Ella también ha sufrido mucho, un paseo tampoco le caería mal.

— Bien — accedió Lorenzo en contra de su voluntad, aceptó nada más porque su reina lo pedía de esa manera.

— Maravilloso. — expresó alegremente la mujer peli negra.

— Mandaré a preparar un caballo para usted, María.

— Creo que me gustaría ir en este — dijo señalando aquel hermoso caballo negro.

— No, ese es exclusivo para la reina — negó Lorenzo.

— ¿Para le reina? — preguntó anonadada — ¿Desde cuando?

— Es un regalo de bodas. Solo la reina puede montar ese caballo.

— Bueno, podría hacer una excepción conmigo. — preguntó "inocentemente".

— Maria, nadie puede — dijo firmemente el hombre.

— Pero....

— Está bien, quizás solo por hoy. — dijo Isabella interviniendo en la conversación de ambos. Lorenzo ya se notaba muy molesto, y esa no era la intención. La intención de la reina era distraer a Lorenzo de los problemas que rondaban por su cabeza. Pero al parecer no lo estaba logrando y María no estaba ayudando en lo absoluto mientras contradecía al rey.

— Isabella... no — negó el soberano.

— Mi rey; pensemos también en los demás, María merece distraerse de todo aquello que perturba su paz. Solo esta vez — rogó Isabella. Interviniendo a favor de María.

— Bien — accedió cansinamente el hombre. — ¿En qué caballo irá usted? — preguntó después el hombre.

— Puede ir en aquel — dijo María con aparente "inocencia" mientras señalaba otro de los caballos.

— No — respondió el rey rotundamente. — ¿¡Qué clase de broma es esa María!?

El caballo aquel era uno que ya estaba fuera de servicio debido a la vejez, era un caballo demasiado anciano y apenas si se mantenía en pie.

— No es broma mi señor, solo pensé en el bienestar de la reina. Un caballo viejo es más tranquilo que los más jóvenes, por lo tanto la reina estará segura — dijo "melancólica" haciendo caras de tristeza debido al llamado de atención.

— Entonces pensaré yo mismo, pero por su bienestar, María — le dijo el rey con ironía — ¿Qué le parece si va usted en el? — le preguntó, siempre bajo el mismo tono — Es más, ahora mismo lo mandaré a ensillar.

— ¿Qué? — preguntó anonadada — Pero...

— Solo digo que sino hay mala intención detrás de sus palabras creo que puede probar ir en el animal — dijo el rey encogiéndose de hombros. — Después veremos si es "adecuado para la reina", todo dependiendo de como le va a usted.

— Lo siento — se disculpó Maria — No fue esa mi intención...

— Entonces no siga diciendo estupideces.

Tanto Isabella como Maria se quedaron estupefactas por la reacción del rey. Normalmente solía ser paciente, pero no hoy, ya que cualquier cosa o cualquier palabra parecía irritarlo. Isabella lo excusó pensando que se debía al estrés y de todo lo que hablaron antes de planear lo del paseo.

— Creo que lo mejor será irnos ya — dijo Isabella de pronto y capturando la atención de ambos. — No esperemos hasta más tarde o anochecerá.

— Pero entonces, ¿en qué irá usted? — preguntó Maria haciéndose la ingenua.

— Conmigo — respondió entonces el rey.

— ¿Con usted?

— Si, usted irá en el caballo que le pertenece a mi reina, pero será solo por hoy — recalco el soberano cada palabra — Mientras que usted, reina mía, vendrá conmigo.

— ¿Está seguro, mi soberano?

— Por supuesto.

Lorenzo se subió al caballo y tendió una mano a su reina para que esta subiera también. Isabella sonrió y la tomó mientras Afton y Augusto la ayudaban a subir con facilidad. Una vez arriba, Lorenzo le pidió que se sujetara de él, indicándole que rodeara su torso con ambos brazos... y así hizo ella.

Mientras tanto, María subía al caballo de raza frisón con gran dificultad, pues este era alto y muy inquieto impidiéndole subir tranquilamente.

— ¿Necesita ayuda, María? — preguntó Isabella preocupada por la joven.

María resopló ofendida:

— No. Si usted puede creo que yo también.

— ¿Está segura? — preguntó no muy convencida — Si necesita ayuda háganos saber, es peligroso y puede llegar a golpearse.

— Ya dije que estoy bien... reina — agregó rápidamente al ver la mirada mordaz que Lorenzo había lanzado.

— De acuerdo.

Una vez que María logró subir al corcel, los tres partieron rumbo al lago.

El plan no salió nada bien, tomando en cuanta que María no paraba de hacer comentarios indeseados por todo el camino, incluso hasta llegaba a contradecir lo que Isabella hablaba, solo para molestar. Ella sabía cómo convertir un día tranquilo en una tempestad, pero incluso, llegaba a verse como "ingenua", alguien que pretendía no ofender con sus palabras.

El rey lamentó la hora en que dejó venir a aquella mujer, esta pudo haber sido una gran oportunidad para conquistar a su reina y confesar lo que sentía por ella. Pero no tomó en cuenta que María sería capaz de intervenir en sus planes y en los de Isabella.

Camino al lago, se toparon con un animal de estatura mediana y de color naranja con tonos negros, era un zorro del bosque y estaba prohibido manipular a uno de esos. Venía en dirección a ellos con un trote veloz, como si estuviera escapando de algo o "alguien".

Eso asustó mucho a los caballos, sobre todo al gran caballo negro, quien no estaba acostumbrado a los movimientos bruscos ni tampoco a ese tipo de animal salvaje.

Lorenzo logró mantener estable al corcel en el que iban él y su esposa la reina Isabella.

No asi María, ya que el caballo empezó a dar saltos y correr con brusquedad, logrando tirar al suelo a la mujer.

— ¡María! — gritaron los reyes alarmados.

Lorenzo e Isabella bajaron deprisa del caballo color marrón y corrieron hasta llegar a la peli negra.

— ¿Está usted bien? — le preguntó Lorenzo con preocupación.

— Si... si lo estoy — dijo haciendo una pequeña mueca de dolor — Solo me golpeé un poco la cabeza...

— El golpe fue duro — señaló Isabella. La reina tomó un pequeño pañuelo de seda que cargaba con ella y lo colocó sobre la herida que María había recibido al caer — Tome, sosténgalo sobre la herida.

Lorenzo hizo lo que Isabella le había indicado.

Debido a la debilidad de María, Lorenzo tuvo que tomarla en brazos y cargarla hasta una roca, donde la colocó suavemente. María se sentó en aquella piedra esperando que la herida dejara de sangrar.

— ¿Ya se siente mejor? — preguntó Isabella con preocupación.

— Si.

— Ya dejó de sangrar — comentó Lorenzo.

— Traeré de regreso el caballo — informó Isabella — Lo mejor será regresar y que el médico la examine.

— Será lo mejor — confirmó Lorenzo.

— Lamentó arruinar el día — dijo María lamentándose. — Por mi culpa ahora tenemos que regresar...

— Oh, no, María. No piense de ese modo, nadie tiene la culpa, solo fue un accidente — le dijo la reina amablemente.

La soberana camino hasta llegar al caballo. Después regresó con él hasta donde se encontraban María y Lorenzo.

— Bien, aquí está. Ya podemos regresar.

— ¡Mi señor! — exclamó María con "miedo". Sujetó las manos de Lorenzo impidiéndole levantarse — ¿Puedo ir esta vez en su caballo? Ruego y me lo permita...

Lorenzo miro a Isabella en una pregunta silenciosa y no formulada: —"¿Esta de acuerdo con eso?"— parecía decir incluso sin pronunciar una sola sílaba.

— No veo problema alguno — dijo Isabella a ambos — Es lógico que tenga miedo después de una caída así.

— No es miedo — contradijo — Es solo que ese animal no es apto para cargar a alguien noble, quizás a algún esclavo, pero no para nosotros.

— ¿Que dice? — dijo Isabella apesarada — Mi bello Atlas es un caballo fiel y bien entrenado. Ya antes había cabalgado en el, no es un peligro.

— Pues tan entrenado no está.

— ¡Ya esta bien! — corto la discusión de ambas mujeres el rey — María, Atlas no tiene la culpa que usted no pueda controlarlo. Fue un accidente. Ahora vamos.

María subió al caballo junto con Lorenzo y decidió que era hora de encarar al rey:

— Mi rey, ¿hasta cuando me hará esperar? — preguntó la peli negra — Ya ha pasado bastante tiempo; pensé que era fiel a su palabra. Recuerde lo que prometió.

— Aún lo recuerdo — respondió con simpleza — Pensé que ustedes ya tenían todo listo.

— Aún no. La reina me ha impedido seguir. — se quejó.

— Ella solo sigue mis órdenes.

— ¿Sus órdenes? — preguntó anonadada — ¿Por qué haría algo así?

— Por lo que sucedió con el nacimiento de Donum y después con el nacimiento de los mellizos. Eran ellos los que necesitaban mi atención y la del reino, mis prioridades son mis herederos y no podía opacar una ocasión como esa.

— Mmm — murmuró no muy convencida — ¿Entonces cuando será nuestra boda?

— Al cabo de unos meses, pues los mellizos aún son muy jóvenes y el reino continúa celebrando su nacimiento. Hay que esperar un tiempo.

— Pues ya me canse de esperar, Lorenzo. — declaró María con enojo — ¡O nos casamos, o me marcho del reino con mi hija!

Lorenzo sonrió ante esas palabras, en realidad ni siquiera pueden ser tomadas como una amenaza:

— Suerte con eso. ¿Olvidó lo que le dije meses atrás? — preguntó el rey, quien aún mantenía una sonrisa de victoria — Donum pertenece al reino de Luminis; aunque quisiera no puede huir con ella; sería inmediatamente perseguida y posteriormente condenada a muerte, juzgada por secuestro y atentado de un noble. Ni siquiera yo podría detenerlos. — informó el rey.

— No es justo... — negó ella — Lo único que pido es casarme con usted. Tal y como me lo prometió — dijo derramando lágrimas de dolor y vergüenza — ¡Ya me cansé de la mirada de todos, me juzgan por adulterio, por no llegar virgen al matrimonio, por traer al mundo a una niña noble siendo yo una esclava!

— María, tranquila — calmó el rey a la dama, una que empezaba a entrar en la histeria — Yo no he dicho que no vamos a casarnos. Ya he hablado con los ancianos y han aceptado. Lo único que pido es paciencia.

— Paciencia es la que he tenido yo. Póngase usted en mi lugar, ¿cómo se sentiría al ser señalado por todos desde el amanecer hasta que anochece?

— Entiendo bien que es algo muy duro, pero las cosas tienen que realizarse en el tiempo adecuado. — le dijo el soberano con mucha calma — Así es la nobleza y usted debe acostumbrarse a esto. No todo se puede lograr en el tiempo y lugar que deseamos.

— Lorenzo... yo le suplico, que por favor me convierta en su esposa... lo más pronto posible... — rogó María entre llantos — Yo no quiero que mi hija crezca sabiendo que soy una esclava... ella merece más...

— Bien — dijo entonces Lorenzo — Busque algunas siervas que le ayuden a planear la boda. También estoy seguro que Isabella estará encantada de ayudarla.

— ¡Oh, eso es maravilloso! — exclamó la peli negra con alegría. — ¡Mañana mismo iré a planificar todo!

Y así llegó el siguiente día. Tal y como había declarado, María reunió a un grupo de siervas que le ayudarían a planear la boda en el menor tiempo posible. También permitió que Isabella participara, pues mientras más personas estuviesen involucradas más rápido terminarían.

Un mes después, Lorenzo esperaba en el altar a su futura esposa, quien llevaría el título de "segunda esposa o primera dama". Siendo ella más grande que todos, pero solamente los reyes estarían por encima de la mujer.

Un detalle que se le había escapado a Lorenzo...

Mientras que la peli negra esperaba afuera de la iglesia, rebozando de alegría y con una sonrisa de  satisfacción pues estaba a punto de cumplir su sueño, uno que desde niña había deseado. Ni siquiera amaba a Lorenzo como tal, no. María amaba el poder, y estaba apunto de obtenerlo.

FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux

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