Parte 3
— María — respondió el rey al saludo de aquella mujer.
María llevó su vista discretamente hacia los brazos de Lorenzo, hizo un gesto de aversión con mucho disimulo al ver a la niña dormir plácidamente en brazos de su padre. Decidiendo ignorar a la pequeña, se dirigió al rey diciendo:
— ¿Es cierto lo que escuche por los pasillo?
— Si habla sobre el nacimiento de mi hijo, si, es cierto — respondió Lorenzo muy orgulloso.
— Podría ser también una niña — comentó con fingida inocencia.
La peli negra trataba de convencerse así misma sobre eso. Deseaba desde lo profundo de su alma que Isabella también diera a luz una niña.
— Podría ser — estuvo de acuerdo Lorenzo — Aún así amaría a mi hija.
— Por supuesto, no digo que sea algo malo, sé que el rey estaría muy feliz al recibir a otra niña — enunció María. Casi parecía un ángel cuando hablaba, como si de verdad se alegraba por el nacimiento del bebé de Isabella.
Pero Angelina no estaba segura de eso, ella podía ver la hipocresía radiando al rededor de aquella mujer. Además del hecho que amenazó con hacer algo en contra del futuro príncipe.
— ¿Su majestad? — habló Angelina con suavidad atrayendo la atención de cada uno de los presentes, también fingió inocencia por el bien de todos.
Cuando Angelina habló, María levantó una ceja en cuestionamiento; pero Angelina la ignoró.
— ¿Sucede algo? — le preguntó el rey amablemente.
— Agradezco mucho que me otorgara la oportunidad de tomar un descanso. Pero siento que sería mejor para mi si me mantengo cerca.
Los demás la miraban con asombro, cualquier otro empleado tomaría el descanso y más si el día fue arduo, además, casi nadie contradecía al rey, aunque esto fuese algo bueno como tomar un descanso.
— Como usted lo desee, Angelina, sé muy bien el cariño que tiene por mi reina y que también desea presenciar este momento como todos nosotros. — dijo Lorenzo con una gran sonrisa.
— Gracias mi señor, la verdad es que estoy ansiosa por ver al nuevo integrante de la familia real.
— ¿Es verdad eso que dice? — dijo "dulcemente" María.
— ¿A qué se refiere?
— Ha trabajado arduamente el día de hoy, ¿no prefiere ir a descansar?
— No por lo pronto, mi señora — respondió cortante pero tratando de mantener la calma y la educación.
— Creo que últimamente he sido muy ingrata, no he agradecido a la dama de la reina por los cuidados que ha tenido con mi hija. — habló sorprendiendo a todos con esas palabras. — Muchas gracias, dama Angelina.
La dama tenía ganas enormes de responder: — "Lo hice por la reina y por la princesa, nunca por alguien como usted" — pero sería demasiado escandaloso. Optó por dejar pasar la hipocresía de aquella mujer.
— No es nada, es un placer y verdadero honor para mí ayudar a la reina y formar parte de la crianza de la princesa — le respondió "gentilmente". Dejando en claro pero de manera sigilosa que lo hacía por solicitud de la reina y por el amor que le tenía a la princesa Donum.
— Entiendo — dijo María con suspicacia y entendiendo a la perfección las palabras de Angelina.
El pequeño murmullo proveniente de los brazos de Lorenzo sacó a todos del silencio que había caído en el pasillo del castillo.
Cuando la princesa terminó por despertarse, empezó a soltar algunos sollozos, algo que preocupó un poco al rey.
— ¿Qué sucede? — preguntó el rey Lorenzo un tanto perdido mientras intentaba arrullar a la niña sin tener algún éxito. — ¿Por qué no se calma? — le preguntó a Angelina con desesperación debido al llanto de la niña.
Angelina sonrió discretamente en respuesta por ver al rey desesperado, le pareció una escena bastante graciosa, pero como era el rey, tuvo cuidado de no ofenderlo a él o a los ancianos.
La dama iba a responder la pregunta del soberano cuando María interrumpió y siguió diciendo comentarios indeseados:
— Veo que llora demasiado — comentó María. Esta tenía una sonrisa forzada en el rostro.
— Es una niña. — le respondió Lorenzo distraídamente en defensa de su hija.
— No debería ser así. Quizás la reina y la dama la concienten demasiado.
— ¿Cómo se atreve a decir tal cosa? — preguntó el anciano Humberto con molestia — ¿Cuestiona la crianza de la reina?
— No cuestiono nada, consejero, pero no es manera de criar a un niño — comentó audazmente — ¿No es mal crianza hacer todo lo que la niña desea?
— Pero la niña no hace nada más que llorar y es normal a su edad — le dijo Angelina, esta no entendía a lo que se refería María, al menos no a lo que quería llegar aquella mujer.
— Pero cada vez que llora le dan lo que busca. — comentó — Por ejemplo, si la niña quiere ir con Isabella, todos, inmediatamente todos ustedes, corren con ella en brazos y la llevan hasta Isabella. — señaló con molestia, pues no soportaba el llanto de la bebé — Es algo que esta mal.
— Bueno, la reina está haciendo algo que usted no. — le reprochó el anciano Humberto. Refiriéndose al hecho que Isabella estaba criando a la niña como era debido y no la hizo a un lado como su madre biológica.
María iba a responder al comentario de Humberto pero Lorenzo levantó su mano para detener a ambos.
— ¡Es suficiente! — ordenó entre dientes.
— Pero, ellos...
— Ellos nada, María, suficientes comentarios por hoy. — reprochó el rey con molestia.
El anciano sonrió de lado sintiéndose satisfecho por ello, Pedro, quien estaba a su lado, dio un codazo suavemente a Humberto para llamarle la atención.
— ¿Qué? — preguntó molesto.
— No es manera de referirse a ella. — le dijo Pedro en reproche — Recuerde que accedimos a esto, no hay vuelta atrás.
— No significa que esté contento con esto, sobre todo si se comporta de tal manera. — susurro también el hombre en defensa propia.
— La diferencia es que esa mujer no ha recibido educación alguna, mientras que usted si. Compórtese a la altura consejero, ya que dichos enfrentamientos lo hacen quedar mal.
Humberto rodó los ojos con fastidio ante el comentario de Pedro, pero en sus adentros él sabía que su compañero tenía razón. Así que calló.
Los ancianos eran personas que normalmente se mantenían al margen de todo, hasta que les tocaba intervenir. Ninguno de ellos estaba contento con el romance de Lorenzo y María, tampoco contentos de la manera en que la niña fue concebida, concebida en pecado según ellos. Aún así, decidieron hacer el esfuerzo por acostumbrarse a la princesa Donum, pues a pesar de su llegada al mundo y esa situación, llevaba en ella la sangre de un rey muy amado y querido, la del rey Leonardo, padre del rey actual, Lorenzo. La niña sin quererlo, pertenecía a dos dinastías, esa era la razón del esfuerzo en los ancianos para aceptarla.
— Puede darme a la princesa, mi soberano, estará bien en mis brazos — le prometió Angelina. — Encontrare la manera de calmarla.
— ¿Está segura? — le preguntó el rey — ¿Tiene alguna idea de lo que ella quiere?
— No con exactitud, pero tengo cierta idea — respondió humildemente al rey — Creo que la princesa se siente incómoda; hace horas que debió estar recostada al lado de la reina mientras ambas duermen.
— ¿Que hacemos ahora? — dijo con preocupación el soberano — Isabella no puede quedarse junto a ella la noche de hoy. Y Donum no está acostumbrada a dormir en una cuna.
— Puede quedarse conmigo... — le dijo Angelina.
— ¡Por supuesto que no! — dijo la voz de María mientras interrumpía a Angelina.
Los demás la miraban con asombro e inquietud, sobre todos los ancianos, que de por sí apenas si la toleraban.
— ¿Por qué no? — preguntó Lorenzo extrañado.
— No quiero que mi hija sea criada por una simple dama.
— María, Angelina ya tiene experiencia cuidando de Donum; no veo problema para que ella duerma junto a Donum esta noche — le dijo el rey.
— Mi señor, la niña podrá ser hija de ambos, pero también es hija mía. Y me niego a aceptar que esta mujer llegue a criarla.
Los ancianos se movieron con incomodidad, aquella mujer no parecía tener respeto alguno, no solo con el rey, sino también por todos los presentes, lo que aquella mujer estaba haciendo era algo indebido, sobretodo por el hecho de armar un escándalo en dicho pasillo y frente a muchas personas. Y el motivo de discusión era algo ridículo, así que eso los puso alerta.
Lorenzo notó en la mirada de los ancianos el deseo de cometer un castigo; supo entonces que los ancianos no perdonarían un solo error por mínimo que fuera para castigar a quien desobedeciera una sola regla. Así que para evitar algo demasiado extremo, decidió poner fin a todo, no le gustaba usar su autoridad para someter a sus súbditos, normalmente lo hacía si la situación lo ameritaba y creyó que esa era una de ellas. Sobretodo por qué salvaba una vida.
— María, en primer lugar, Angelina no es cualquier empleada del castillo, de todos aquí, es una mujer con un empleo y salario alto debido a la cercanía que tiene con la reina de Luminis Imperium. — explicó con molestia — Segundo, y lo más importante de todo, algo que debe quedarse en su memoria, es que la princesa Donum no pertenece ni a usted ni a mi, sino al reino.
— Pero...
— Nada de peros — cortó el rey a sus palabras — Los niños con sangre noble pertenecen al reino; Donum es mi hija, lleva mi sangre y es del reino de Luminis — le recalcó — Por lo tanto, soy yo quien se encarga de su bienestar al igual que los ancianos, y en este momento le guste a usted o no, le otorgo el permiso a Angelina de llevarla con ella y así la princesa pueda descansar mejor — dijo con firmeza.
María no mencionó nada después de lo que dijo el rey. No tenía idea de cómo confrontar dichas palabras; si bien es cierto que no quería acercarse a la niña, no significaba que le gustara que su hija sea criada y educada como una sirvienta. Donum debía ser educada como alguien noble y con profesionales, no con una simple criada.
Pero aún así, ella sabía que Lorenzo tenía la mayor parte del derecho sobre la niña, también tenía el respaldo de los ancianos, mientras que ella por los momentos era una sirvienta como todos los demás, aunque tenía ciertos privilegios, pero siempre una sirvienta después de todo.
— María — llamó el rey suavemente.
Se percató que Angelina ya no estaba con ellos y que Lorenzo tampoco tenía a la niña en brazos.
— Mmm — murmuró simplemente, cosa que también hizo molestar al anciano Humberto.
— ¿Esa es la manera de responder a un superior? — preguntó con la misma molestia. — Aprenda a respetar, es con el rey que está hablando no con otro empleado.
— Disculpe — dijo al borde de las lágrimas — Yo... yo...
— Está bien, María. Comprendo su preocupación por nuestra hija; solo debe aprender y...
— Lo único que deseo es que mi hija reciba la misma educación que los hijos de la reina Isabella...
— No es posible — habló Pedro hacia María, por primera vez en esa noche — La princesa Donum recibiera educación, eso podemos prometerlo. Pero los hijos de la reina Isabella van por encima que la princesa Donum.
— ¿Qué? — preguntó anonadada — Mi hija es la primogénita de este reino; tiene mayor derecho...
— Pero es hija suya — contestó Humberto sin tacto alguno — Usted no lleva sangre real, es por el rey que estamos haciendo esto, y por qué la niña lleva su sangre, pero no pida más de lo que no merece. — le recordó — Mientras que los futuros hijos de la reina Isabella serán sangre pura, sangre real sin ser manchada.
La habitación cayó en otro silencio, María estaba digiriendo la noticia cuando de repente, el llanto del bebé recién nacido se hizo presente por todo el lugar.
Lorenzo sonrió de oreja a oreja con orgullo y mucha felicidad.
— ¡Mi hijo nació! — se regodeó el rey con alegría.
— ¡Felicidades mi señor! — se escuchó decir a los presentes, quienes felicitaban al rey por el nacimiento de su segundo hijo.
María vio como todos los demás saltaban de felicidad al darse cuenta que el bebé había nacido. También se percató de cuánta gente estaba reunida fuera de la habitación mientras esperaban las buenas nuevas. Algo que nadie había hecho el día que Donum nació, nadie estuvo a su lado, ni siquiera él mismo Lorenzo, ese día lo pasó sola. Acompañada nada más de las parteras y de la "estúpida" de Isabella, pero de ahí nadie más. Eso entristeció su corazón, pero no deseó tomarle importancia a ese hecho.
Algunos de los que estaban reunidos, corrieron a contarle a los demás empleados sobre las buenas noticias.
La puerta de la habitación de Isabella se abrió y salió la partera con un pequeño bulto de manta en color blanco, en las cuales suponían todos venía envuelto el bebé.
— Mi señor — dijo la partera con suavidad y ternura mientras miraba a la criatura que traía en brazos — Felicidades al rey, ella está sana y muy feliz de verlo — dijo con una enorme sonrisa.
— ¿Ella? — preguntó el rey para cerciorarse que no escuchó mal.
Todos los demás también se asombraron, incluso los ancianos quienes ahora esperaban la llegada de un varón. Aún así, amaban más a la pequeña criatura nacida de la reina que a Donum quien era hija de una empleada.
— Así es mi señor, tenemos otra princesa en palacio — sonrió la señora.
Ella pasó a la bebé en manos de su padre, quien la contempló con ternura y asombro. También sintió inmediatamente amor paternal por aquel pequeño ser que acababa de conocer.
María por otro lado, sintió regocijo al darse cuenta que Isabella también había dado a luz a una niña. Y se sintió feliz y satisfecha con los resultados. Ahora solo tenía que entrenar a Donum para conseguir lo que quería.
— Felicidades mi rey — dijo hipócritamente al acercarse al soberano — Otra princesa en palacio. Espero que ella y Donum sean unidas al crecer — comentó como si de verdad lo deseaba.
— Lo mismo espero yo — comentó el rey sin dejar de ver a la pequeña criatura.
— ¿Puedo verla? — preguntó con amabilidad.
— Por supuesto.
El rey se giró a modo de que la pequeña niña se dejase notar. María se percató de cuán parecida era la pequeña a sus progenitores, tenía la misma nariz y labios que su papá, la forma de su rostro era similar al de su madre, conteniendo en sus mejillas algunas pecas, también tenía un cabello rojo como lo era el de Isabella, aunque este era más oscuro, como la combinación perfecta entre el cabello oscuro de su padre y el rojo de su madre. A diferencia de los rizos perfectos de la reina, la pequeña parecía tener cabello lacio, una vez más, igual a su padre.
— Es... es hermosa — comentó María. Aunque por dentro se negaba a aceptarlo. Ya que pensaba que la recién nacida sería más amada por el padre que su hija Donum.
— Lo es — afirmó el hombre.
— Mi señor, no quisiera interrumpir un momento tan hermoso como este, pero debo regresar a adentro con la pequeña. — dijo la señora apenada por la interrupción. — El médico debe verla y cerciorarse que todo esté bien.
— Está bien, pero cuiden de ella. — dijo el orgulloso padre. — ¿Cómo está mi esposa? — preguntó después.
— Se encuentra algo agotada, pero con perfecta salud — informó la señora alegremente.
Justo después de eso, una de las mujeres que ayudaron en el parto salió a toda prisa de la habitación.
— ¡Señora Juliana! — llamó alarmada — El médico la necesita.
Juliana no necesito ninguna otra explicación para regresar a toda prisa a la habitación. Ni siquiera llevo a la niña con ella, sino que le indico a la otra mujer que se encargará de eso.
— ¿Que sucede?, ¿qué pasa con mi esposa? — preguntó alarmado y con el corazón acelerado por el miedo.
Frunció el ceño al ver a la mujer sonreír ante su preocupación.
— ¿Por qué sonríe? — dijo uno de los consejeros de manera hostil — ¿Acaso le parece graciosa la situación?
— Oh no, nada de eso — dijo la anciana algo asustada pero su felicidad era grande — Lamento si les hice creer que algo malo ocurría.
— Entonces será mejor que hable, mujer — siguió diciendo aquel anciano.
— Mi rey... — comenzó diciendo con una gran sonrisa — Su esposa... está en labor de parto, por segunda vez — sonrió ampliamente.
Dejando a todos los demás anonadados. El shock tocó los rostros de todos, hasta que uno de ellos reaccionó.
— ¡¿Gemelas?! — expresó con asombro. Haciendo sonreír a Lorenzo con sus palabras, si era posible, se sentía aún más orgulloso que antes.
Ya era rey, tenía esposa y era padre de tres criaturas, sinceramente fue bendecido, ¿qué más podía pedirle a la vida?... nada, estaba completo.
FINAL DEL CAPÍTULO
Annetta_Lux
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